LA RUEDA MÁGICA
eBook - ePub

LA RUEDA MÁGICA

Ensayos de música y literatura . Manual para (in)disciplinados

  1. Spanish
  2. ePUB (apto para móviles)
  3. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

LA RUEDA MÁGICA

Ensayos de música y literatura . Manual para (in)disciplinados

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Versos tomados de canciones chilenas inspiran, presentan e impulsan varios pasajes de este libro, compuesto por textos que demuestran que incluso miradas de especialidad y origen distantes entre sí pueden tener una convincente referencia común a un flujo de poesía cantada y a reflexiones con buen ritmo, esencial a nuestra cultura popular. Ese cruce entre pensamiento y canción, entre la elaboración propia y la síntesis ajena, no es el único estímulo en la lectura, pero de todos modos resulta elocuente del desprejuicio y fuerza que guía al libro completo. Hay hondura y hay provocación en los permisos que cada autor se da para dejar ideas nuevas de consulta, con una viva invitación a textos por venir.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a LA RUEDA MÁGICA de Carreño, Rubí en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Médias et arts de la scène y Musique. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

CAPíTULO II
YO SOY AQUEL:
LETRAS, AFECTOS Y MASCULINIDADES
Soberano el rey de copas
emperador de cupido
por esa muchacha loca
se hallan los hombres perdidos.
A la mar marinero
al agua pato
que se quema el castillo
del rey de bastos.
Del rey de bastos, sí
yo no lo ignoro
que aquí va navegando
la sota de oro.
Corre con viento en popa
la sota ‘e copa.
Soberano Rey de copas, cueca, Raúl Gardy
Yegua o potro sin bridas
cogollito de clavel
lírica, valiente, bella
ese es Pedro Lemebel
Virginia Bolívar
YO SOLÍA AMARLA, PERO TUVE QUE MATARLA:
CANCIONERO DEL ROMANCE FEMINICIDA
1
Ainhoa Vásquez
UNAM/ Centro de Investigaciones sobre América del Norte
Javier Ochoa ganó el Premio de Literatura para Escritores Noveles de la Diputación de Jaén en España en diciembre del año 2012. Tres meses después se revocó la decisión y la Directora de Cultura declaró el premio desierto por considerar que su novela Nunca te quise tanto como para no matarte faltaba “al derecho de la igualdad por razones de sexo en varias ocasiones”, agregando que: “Esta decisión la hemos tomado desde la responsabilidad y por coherencia, a pesar de que el autor se pueda ver perjudicado, porque una administración pública no puede premiar una obra con tintes de contenido sexista”2.
El autor, frente a la polémica en la que se vio envuelto, defendió y sigue defendiendo hasta ahora que su novela no es más que ficción, que no presenta un contenido machista y que la Diputación Provincial simplemente anuló el premio por prejuicios asociativos, sin siquiera haber leído el libro. En sus declaraciones insiste: “No sé cómo llegan a concluir que un chico mata a una chica, no me cabe en la cabeza, porque no se hace referencia a ningún género. Puede ser un primo que mata a una prima, una sobrina que mata al tío”3. Lo cierto es que en la novela efectivamente el protagonista (hombre) planea seriamente asesinar a su esposa (mujer).
El caso de Javier Ochoa resulta paradigmático e incluso divertido si analizamos superficialmente la historia de la literatura, el cine, las artes plásticas o la música. ¿No es acaso la escena del feminicidio de Janet Leigh en Psicosis considerada una de las mejores realizaciones cinematográficas, hasta el punto de que la reconocemos no como un feminicidio, sino más bien como un acto erótico?4 ¿No es la escultura Mujer con garganta cortada de Alberto Giacometti considerada una obra de arte? ¿No son los escritos del Marqués de Sade o las novelas El túnel del argentino Ernesto Sabato y El perfume del alemán Patrick Süskind grandes creaciones literarias que han inspirado a varias generaciones?
De este tipo de representaciones de feminicidio se ha ocupado ampliamente la académica y teórica de género norteamericana Jane Caputi, quien, en su texto Publicidad feminicida: violencia letal contra las mujeres en la pornografía y en la gorenografía, asegura que este tipo de violencia, que culmina en el asesinato ficcional de mujeres, responde a una necesidad del estado masculinista de buscar constantemente diversos métodos para legitimar y propagar el derecho de los hombres a destruir literalmente al sexo femenino. Si alguna vez fue la caza de brujas, hoy sería la publicidad y las representaciones ficcionales de feminicidio una nueva forma de relegar a las mujeres al terreno de objeto sexual y desde ese ámbito “normalizar” el hecho de que se acabe con sus vidas.
De ser como lo plantea Caputi, la música no se quedaría atrás en esta revisión, puesto que tal como indica la misma académica norteamericana, “La mujer como víctima de los asesinatos se ha convertido en un género” (412). Un género que atraviesa los propios géneros, apoderándose de variados tipos de ficción y con distintos grados de intensidad, agregaríamos. Sin embargo, con variantes propias según el tipo de representación. Así, de la versión clásica del feminicidio explícitamente erotizado en soportes como el cine, la televisión e, incluso, las obras de arte, en la música se daría paso a otro tipo de ficción: un feminicidio emotivo que buscaría la empatía del agresor con el oyente.
En las canciones populares, de esta forma, se presentaría un tipo de feminicidio bastante particular y específico, contrario en muchos casos a los retratados en novelas o películas. Si en estos, muchas veces, se plantean feminicidios de carácter no íntimo, es decir, en los cuales la víctima no tiene necesariamente una relación sentimental anterior con su victimario5 (salvo contadas excepciones como El túnel, mencionado anteriormente), en la música no existiría un intento por asesinar al género femenino en su conjunto, ni un intento por acabar con mujeres desconocidas luego de utilizarlas como objetos de placer, sino exactamente a aquella mujer que hizo un daño preciso: aquella mala mujer que no supo retribuir el amor que el victimario le ha entregado.
Así, las canciones feminicidas mostrarían en su gran mayoría casos de feminicidio íntimo: asesinatos sexistas a mujeres y que en el año 1976 en el “Tribunal Internacional de Crímenes contra las Mujeres” fue precisado por las teóricas Myrna Dawson y Rosemary Gartner como “el asesinato de mujeres por sus parejas íntimas masculinas, es decir, esposos actuales o anteriores, parejas en unión libre, o novios” (Russell y Harmes, 83). Hombres despechados que luego del abandono por parte de sus parejas, deseos de posesión o producto de un amor no correspondido, han tomado la resolución de asesinar a las causantes de sus males.
Varias canciones, que comentaremos en detalle a continuación, plasman a hombres precarios, indefensos, dolidos, pero románticos, cuya única idea y objetivo es asesinar a la mujer que les ha quitado el sueño, que los ha traicionado o que simplemente ha dejado de quererlos. Otras, en tanto, buscan darle la vuelta a este resultado extremo de la violencia de género instando a golpear o matar a las mujeres con flores, caricias o amor; mientras un último grupo de hombres presentes en las canciones ya ha consumado el feminicidio y, arrepentidos, justifican su actuar y buscan el perdón de la sociedad y de sí mismos mientras cumplen su condena en prisión. De estos tres modelos se compone lo que hemos denominado el “cancionero del romance feminicida”.
“Yo prefiero verla muerta y no en brazos de otro amor”: el feminicidio en la cabeza
Si el crimen no llega a consumarse, no es crimen, por lo que sería imposible castigar lo que no se ha realizado. Aun así, no puede pasar inadvertido el hecho de que en gran parte de las canciones de amor el asesinato figure como un tema recurrente, al menos en la intención de llevarlo a cabo. Representaciones de este tipo cruzan diferentes estilos musicales que van desde el tango, la salsa, la cumbia o la rumba. Los hablantes masculinos, distintos en todos los casos, se ven ligados a una idea común: asesinar a la mujer que les hizo daño, acabar físicamente con la causante de sus males de amor.
Mátala, tango de Eduardo Bonessi, popularizado por la voz de Carlos Gardel y, posteriormente, por Edmundo Rivero; Mata la cucaracha, rumba gitana de Los Travilis; la salsa Mala mujer de la reconocida Sonora Matancera y trasformada luego a cumbia villera por la banda El Bombazo, y Voy a matarla de Los cumbieros del sur, presentan en conjunto un objetivo: asesinar a la mujer que aman –o creen amar– y que desdeña su amor o se ha ido con otro. El sentido de posesión es el sentimiento que prima en estas letras y que atraviesa diversos tipos de melodías.
Detrás de este sentimiento se oculta un sentido de dominación masculino basado en el principio de lo femenino como agente pasivo. La violencia hacia la mujer aparece permeada por una construcción de género hegemónica, en la cual el hombre, sujeto activo, es quien posee el derecho de dominar y controlar al sujeto femenino. Quien se deslinda de los parámetros establecidos, quien no cumple con lo acordado por la sociedad patriarcal, es transformada no solo en un objeto o en un animal, sino también tachada de mala mujer o de prostituta. De víctima pasa a ser victimaria al resistirse al buen amor del hombre.
Entonces, las mujeres son caracterizadas como prostitutas o culpables de encender el deseo sexual de los hombres: ellas son las propiciadoras y las causantes de la violencia que se podría llegar a ejercer sobre sus cuerpos. Tal como lo demuestra la letra de Mata la cucaracha, la mujer ya ni siquiera es reducida a un objeto, sino que se le asemeja a un insecto que produce asco y temor. A pesar de la descripción sensual que de ella se hace, se termina en la transformación de esa mujer en una cucaracha, se la reduce a lo más bajo de lo animal: “paseando por mi casa, con un pantalón vaquero y un chaleco de pana, ella me mira muy seria y después me hace la guasa. Vaya cachondeo que tiene esa cucaracha mala”. La única opción frente a la lascivia se reduce al pensamiento de “mata la cucaracha, mata la cucaracha, mátala, mátala, mátala”.
Los estereotipos promulgados por estas canciones llaman a pensar a las mujeres como culpables de resistirse al control de sus enamorados, mujeres lujuriosas que solo buscan sexo con otros hombres y, finalmente, victimarias al no responder al amor entregado por aquellos que las aman con pasión. Es también el caso del tango Mátala, ya que el hombre abandonado se siente con el derecho de, al menos, pensar acabar con la vida de aquella que lo ha hecho sufrir al abandonarlo: “¡Mátala!, ¡Mátala!... si ya no te quiere, aúllan las palabras del odio al pasar. Y al verla sonriente que va en otros brazos, se nubla mi frente, de fiebre, de abraso y entonces quisiera besarla y matar...”. Asimismo ocurre con los Cumbieros del sur, que aseguran: “Yo prefiero verla muerta no en brazos de otro amor, por eso voy a matarla aunque me tenga que echar a la perdición”.
De esta manera, mientras la mujer es relegada al estereotipo de prostituta, lasciva y “mala mujer”, el hombre, por el contrario, es representado como víctima del amor verdadero, a la vez que “educador”, capaz de corregir las desviaciones femeninas; educadores capaces de llegar a asesinar si el comportamiento de la alumna no se ajusta a los moldes sociales, si la lección aprendida no es practicada con él: “Yo tengo la culpa, Señor, si fueron mis besos sabios en amor quien puso en su cuerpo la llama dorada todos sus deseos loco de gozar”, cantará Gardel. El feminicidio se convierte así en una consecuencia de un actuar irresponsable por parte del sujeto femenino, casi en un derecho que puede tener el hombre que se ha visto abandonado por esa mala mujer, un crimen permitido, puesto que se ha reducido a la mujer a un insecto que se puede aplastar con una pisada, o a un objeto que “no tiene corazón”: “Recordando tu querer y pensando en ti lloraba. Mala mujer no tienes corazón. Mátala, mátala, mátala”.
En estos casos, los hombres serían víctimas de la seducción y de sus propios impulsos emocionales, mientras las mujeres serían evaluadas constantemente por su comportamiento: por abandonarlos, por no amarlos, por no pertenecerles: “La base de la defensa es la idea de que un “hombre razonable” puede ser provocado hasta llegar a matar por la insubordinación de la mujer. En otras palabras, la mujer provoca su propia muerte” (Russell y Radford, 516). Así, las mujeres “buscarían” la violencia por su forma de vestir, de usar el escote o la minifalda, por enamorarse de otros y abandonar a sus parejas, en una frase: por transgredir el modelo patriarcal impuesto y desafiar la autoridad masculina que pretende guiarla por la senda del bien y el amor verdadero6.
Resulta interesante recalcar, además, que en este grupo de canciones escogidas, la sentencia o la orden “Mátala, mátala, mátala” es otorgada por el estribillo y funcionaría como una especie de conciencia, si no de coro griego, que insta al hombre supuestamente sensato a maquinar los deseos de destrucción del cuerpo femenino. Tanto en la rumba gitana como en la salsa Mala mujer es un coro de hombres el que incita a cometer el feminicidio ¿La sociedad patriarcal en pleno determinando el actuar de sus hijos ofendidos por el desamor de las mujeres prostitutas? ¿La conciencia masculina total que otorga como único acto de venganza posible el asesinato?
De cualquier manera, podemos argüir que este tipo de canciones favorece el ocultamiento de estos crímenes, puesto que en estos se siguen reproduciendo las construcciones de género de acuerdo a lo débil, pasivo y subordinado femenino, en contraposición a lo fuerte, activo y dominante masculino. En ellas, a pesar de ser solo planes de asesinato, es decir, feminicidios teóricos y no llevados a la práctica, se permitiría que los crímenes contra mujeres se comprendan e, incluso, justifiquen bajo parámetros de culpabilidad femenina, por ser la encarnación de la lujuria o las causantes de los “males de amor” de los hombres. Este retrato propicia la invisibilidad del problema, por cuanto la posibilidad de estos feminicidios se concibe producto de una conducta pasional de un individuo determinado y se excluyen los componentes sociales de dominación patriarcal, que aún así siguen presentes en el coro: “Mátala, mátala, mátala”.
“Hay que pegarles con la fuerza del amor”: feminicidio metafórico
La diferencia entre este grupo de canciones y el anterior se da tanto en lo referido al sujeto a quien alude, como en la forma en que se reviste el mensaje. Mientras en el primer grupo existía una única mala mujer o cucaracha que había que exterminar por desdeñar un querer, en este se da por entendido que todas las mujeres son iguales, que todas son ingratas, incapaces de entender el amor de los hombres. En este sentido, el amor también resulta un sinónimo de dominación, solo que en este caso los consejos “románticos” no sirven para conquistar a una, sino que se asume que todas las mujeres pueden ser dominadas de la misma forma. Aunque la recomendación continúa siendo el “mátalas”, ello no se expresa directamente, sino en forma solapada, en empalagosos consejos amorosos.
La canción Mátalas, del compositor mexicano Manuel Eduardo Toscano e interpretada por Alejandro Fernández, así lo propone. La historia es simple: un amigo se acerca a otro llorando por el desdén de alguna mujer, a lo que el amigo-cantante responde que “no hay golpe más mortal para los hombres que el llanto y el desprecio de esos seres”. Seres, no mujeres con voluntad propia. Aunque quizás deberíamos hacer notar que al menos en esta letra se les otorga algo de vida al ser calificadas de esta forma, y ya no son tachadas de objetos o alimañas como en las composiciones vistas anteriormente.
El amigo-cantante prosigue otorgando un consejo frente al dolor de su compañero: “Si quieres disfrutar de sus placeres, consíguete una pistola si ...

Índice

  1. PORTADA
  2. CRÉDITOS
  3. TÍTULO
  4. ÍNDICE
  5. INTRODUCCIÓN
  6. CAPÍTULO I
  7. CAPÍTULO II
  8. CAPÍTULO III
  9. CAPÍTULO IV
  10. CAPÍTULO V