La noche de Iguala
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La noche de Iguala

Secuestro, asesinato y narcotráfico en Guerrero

  1. 248 páginas
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La noche de Iguala

Secuestro, asesinato y narcotráfico en Guerrero

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El asesinato de los jóvenes de Ayotzinapa es uno de los eventos más crueles que hemos sufrido, consecuencia de una década de violencia del narcotráfico, que ha generado decenas de miles de víctimas. No fue un crimen político: fue la consecuencia de la corrupción, la violencia y la impunidad con que actúan las fuerzas del crimen organizado y de su complicidad con autoridades municipales y estatales.Alegar que "el Estado" fue el responsable de esos crímenes injustificables es una forma de asumirse como cómplice de los criminales, otorgarles una coartada para quedar impunes y alejar, cada día más, la posibilidad de hacer justicia. Una justicia que esos jóvenes sacrificados por el crimen merecen y que no se les puede negar.

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Información

El testimonio de los sicarios

¿Cuántas muertes más serán necesarias para darnos cuenta de que ya han sido demasiadas?
Bob Dylan
Los normalistas que llegaron la noche del 26 de septiembre de 2014 a Iguala fueron atacados en varios puntos, luego de secuestrar camiones en la central, por policías de los municipios de Iguala y Cocula y por integrantes del grupo criminal Guerreros Unidos. La última vez que 43 de ellos fueron vistos con vida fue tras la agresión que agentes y sicarios efectuaron contra los autobuses Estrella de Oro –en los que los estudiantes habían salido horas antes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos–, en la calle Juan N. Álvarez y en el Puente del Chipote.
Tras esas agresiones, los jóvenes fueron subidos a la parte de atrás de unas camionetas y trasladados a la comandancia de Iguala, en algunos casos, y en otros entregados directamente a quienes finalmente los privaron de la vida. Los testimonios de media docena de pistoleros y halcones al servicio de Guerreros Unidos permitieron conocer el destino de un grupo indeterminado de normalistas: los mataron y luego quemaron en el basurero de Cocula.
Los ejecutores, paradójicamente, tienen un perfil similar al de los muchachos ultimados: son de origen humilde, muy jóvenes –la mayoría no tiene ni treinta años– y cobraban cinco mil pesos por “halconear” y no más de quince mil pesos por matar. Cinco de ellos narraron a una psicóloga de la Procuraduría General de la República o declararon ministerialmente lo ocurrido los días 26 y 27 de septiembre de 2014.
1. Felipe Rodríguez Salgado, El Cepillo. Tenía 25 años el día que declaró sobre los hechos. Es originario de Morelos y era el jefe de una célula de sicarios al servicio de Gildardo López Astudillo, El Gil. Primero trabajó como halcón con un sueldo de cinco mil pesos y ascendió a tirador con un sueldo de 15 mil pesos. Aprendió a utilizar armas calibre nueve milímetros y ak 47, fue instruido por El Chucky. A Rodríguez Salgado lo llamó por teléfono El Fercho, mano derecha de El Gil, para decirle que estaban atacando Iguala. Pidió llevar armas cortas y él le comunicó esa información a Patricio Reyes Landa, El Pato.
2. Agustín García Reyes, El Chereje. Un amigo suyo de nombre Vicente Loza Sotelo, alias El Chente, que murió abatido por la organización Los Rojos, le dijo que sabía que él hablaba cosas en la fábrica donde trabajaba y le propuso que se metiera a la organización criminal denominada Guerreros Unidos, con función de halcón. Lo llevó a presentar con el jefe de halcones, Patricio Reyes Landa, El Pato, quien le explicó las reglas: si se le pasaba un “gobierno” (en referencia a los militares o policías federales) lo iban a tablear y si se pasaban seguido lo iban a matar. El Pato o El Cepillo era quien directamente le pagaba siete mil pesos. Ahí conoció a El Chequel, El Jona, El Primo, El Pajarraco y a Salvador Reza Jacobo.
3. Jonathan Osorio Cortés, El Jona. Tenía 19 años cuando fue interrogado por la pgr. Dijo que los integrantes de Guerreros Unidos temían al gobierno, a los policías federales y a los militares, pero no a los policías municipales porque sabían que trabajaban “con nosotros”. Fue uno de los encargados de lanzar los cuerpos de los jóvenes al basurero y ayudó a acomodarlos para que después fueran incinerados. Fue enrolado por El Cepillo en su célula delictiva quien en su momento le preguntó si quería ser halcón o sicario. El Jona le respondió con otra pregunta: “¿en qué pagan más?”. Y decidió ser sicario por 12 mil al mes.18
4. Patricio Reyes Landa, El Pato. Tenía 24 años el día que fue entrevistado por una psicóloga de la pgr. Tenía como encargo instruir sobre las actividades a realizar a los nuevos integrantes de la célula en la que operaba. Sólo terminó la primaria y es el sexto de once hermanos, tiene esposa y dos hijas, cuyos nombres se tatuó en un brazo y en la espalda. Declaró ser afecto a las cervezas y a la cocaína. Se le considera como uno de los más sanguinarios del grupo.
5. Salvador Reza Jacobo. Declaró que por información que recibió de Agustín García Reyes, El Chereje, supo que esa noche los estudiantes fueron “a hacer su alboroto ahí a Iguala”. Dijo que cuando los bajaban de la camioneta los golpeaban con palos. Se encargó de cuidar la zona del basurero durante la quema y señaló a las cabezas de Guerreros Unidos como las que ordenaron el asesinato y quema de cuerpos de los estudiantes.
Los ejecutores se alistan
Felipe Rodríguez, El Cepillo: “…yo junto a los chavos, le marco a El Pato y le digo: ‘Mira, necesito que nos juntemos porque están atacando los contras’”.
Patricio Reyes Landa, El Pato: “Yo el 26 de septiembre recibí una llamada como a las once de la noche del tal mentado Cepillo o Terco, que le dicen. Él me hizo esa llamada como a las once de la noche, que me alistara yo con los chavos. Me dijo: ‘Háblale a todos los chavos para que se alisten, ahorita voy por ustedes’”.
Jonathan Osorio, El Jona: “Estaba yo en mi casa. Recibí un mensaje de El Pato, de parte de órdenes de El Terco, que nos alistáramos, que porque ya se habían metido los contras en Iguala. Es lo que nosotros hasta ahí sabíamos, ¿no?”.
Miguel Ángel Landa Bahena, El Duva19: “Siendo aproximadamente las 19:30 horas recibí una llamada a mi teléfono celular del cual no recuerdo el número, pero la llamada era procedente de El Cepillo, quien me dijo: ‘Alístate, porque los contras ya entraron a Iguala y vamos a ir a dar apoyo’. Le dije que sí. Pasaron aproximadamente 30 minutos y llegó a mi domicilio El Cepillo… y quienes iban a bordo de una camioneta Nissan Estaquitas, color blanca, aclarando que dicha camioneta nos la había entregado El Gil para trabajar, y de ahí nos trasladamos a la casa de mi primo Patricio, alias Pato… por lo que El Pato abordó la camioneta en la que circulábamos y nos dirijimos hacia Iguala”.
Patricio Reyes Landa, El Pato: “Para ir rumbo a Iguala a Loma de Coyotes hay una brecha de terracería, a mano izquierda. Entrando de Cocula a Iguala, a mano izquierda hay una terracería. Nos metimos y ya nos estaba esperando una camioneta de municipales de Iguala. De Iguala, Guerrero”.
Felipe Rodríguez, El Cepillo: “La Loma de los Coyotes, en Iguala, es como una entrada, así, viéndose como para el monte”.
Entrega de “paquetes” y traslado
Esa noche, Gildardo López Astudillo, El Gil, es quien da la instrucción a Felipe Rodríguez, El Cepillo, de recibir los “paquetes” (normalistas) que policías de Iguala y de Cocula les iban a llevar al sitio conocido como Loma de los Coyotes, donde esa noche los uniformados habían colocado un filt...

Índice

  1. ***
  2. Prólogo
  3. La noche de Iguala
  4. El testimonio de los sicarios
  5. El narcotráfico en Guerrero
  6. La Normal Rural Raúl Isidro Burgos, la historia guerrillera de Ayotzinapa
  7. El debate sobre la pira
  8. GIEI: No fue el Estado
  9. Epílogo
  10. Mapas de algunas organizaciones delictivas que operan en el estado de Guerrero