Pisagua, 1948. Anticomunismo y militarización política en Chile
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Pisagua, 1948. Anticomunismo y militarización política en Chile

  1. 390 páginas
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Pisagua, 1948. Anticomunismo y militarización política en Chile

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La obra analiza la historia del país de mediados de siglo XX, teniendo como eje articulador el Campo de Pisagua. El libro se interroga sobre su existencia y proyección política, amparado por la Ley de Defensa de la Democracia/Ley Maldita, en un período llamado de democratización.

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Información

Editorial
LOM Ediciones
Año
2021
ISBN
9789560014153

Capítulo II
Punto de llegada.
Anticomunismo, Guerra Fría y Ley Maldita en Chile (1938-1948)

Durante el período gubernamental de Juan José Arévalo (1945-1950) [...]
«El peligro de que Guatemala se vuelva comunista y pase a ser una
cabeza de playa para que la Unión Soviética se infiltre en
Centroamérica y amenace el Canal de Panamá es remoto y diría que,
por el momento, no existe […] El peligro verdadero es de otra índole […]
El peligro, señores, es el mal ejemplo. No tanto el comunismo como
la democratización de Guatemala […] los avances en esa dirección
significarían para nosotros un retroceso y una pérdida».
Mario Vargas Llosa, Tiempos recios, p. 24
La historia de Pisagua es indisociable de la denominada Ley Maldita, aquella que estampó legalmente la exclusión de los comunistas y que fue discutida mientras se encontraban ya en el Campo.
La Ley de Defensa de la Democracia de 1948 fue vista durante mucho tiempo como una anomalía, una excepción dentro de una historia en la cual los conflictos políticos se resolvían dentro de la institucionalidad, de forma pacífica. El concepto de Estado de Compromiso, que Moulian aplicó para la historia política del período, enfatizaba la idea de negociación y acuerdo, aunque también reconocía momentos de conflictividad y polarización. No habría sido una historia lineal. La Ley de Defensa Permanente de la Democracia se insertaba en un contexto de gran confrontación, con un Partido Comunista en el gobierno, frente a lo cual la derecha abandonó sus posiciones defensivas para lanzarse a la ofensiva, entendida como la extirpación de la amenaza, ante a la imposibilidad de su neutralización186.
La interpretación predominante asoció esa ley al estallido de la Guerra Fría, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, en la que América Latina se alineó con Estados Unidos. En ese momento, la nueva potencia inició una ofensiva contra los comunistas y su influencia sobre los trabajadores, poniendo fin a lo que se ha denominado la «primavera democrática» roosveltiana en el continente, impulsando la expulsión de los comunistas de los sistemas políticos, tal como ocurrió en Chile bajo Gabriel González y en la experiencia dramática de Guatemala187. Aprovechando las necesidades de financiamiento que tenía Chile, Estados Unidos lo habría presionado económicamente, exigiendo la salida de los comunistas del gobierno, lo que sumado a las huelgas encabezadas por el PC determinaron a Gabriel González a romper con sus antiguos aliados. La ley buscó detener la agitación comunista entre los trabajadores188, especialmente entre los obreros carboníferos, usando la Ley Maldita como parte de la «guerra» que el gobierno le declaró al Partido Comunista de Chile, al que acusó de promover huelgas revolucionarias en esa zona para imponer un régimen totalitario, subordinado a la Unión Soviética189.
Tras el fin de la dictadura pinochetista, jóvenes historiadores interesados por los grupos de ultraderecha sostuvieron que la ley de 1948 fue una respuesta al creciente poderío del Partido Comunista, especialmente en el terreno electoral, el cual pudo observarse en las elecciones municipales de 1947, su influencia en las huelgas protagonizadas por los trabajadores mineros y la agitación en el campo, todo lo que movilizó a la ultraderecha nacionalista, encarnada en el grupo Estanquero y la Acción Chilena Anticomunista (ACHA)190. En los últimos años se ha recalcado la conexión entre la agitación que los comunistas desarrollaron en el campo, organizando a los campesinos en sindicatos, rompiendo con el «pacto de dominación» supuestamente establecido entre los líderes del Frente Popular, los terratenientes y la derecha en 1938, y la dictación de la ley en 1948. El Presidente hubo de enfrentar las demandas de los terratenientes, de los campesinos politizados y de un movimiento obrero en ascenso. Habría una estrecha conexión entre la Ley de Sindicalización Campesina y la de Defensa Permanente de la Democracia191. De acuerdo al análisis del politólogo Carlos Huneeus, la importancia de la ley no estuvo en la intervención norteamericana, que relativiza, sino en el daño que produjo a la democracia chilena, quebrando a todos los partidos y favoreciendo una lectura subversiva de la demanda social entre el empresariado, el que tras ella restó legitimidad a las peticiones del movimiento obrero. Huneeus sostiene que el anticomunismo que desató dejó profundas y dañinas huellas y que la crisis que derivó en el Golpe de 1973 tuvo su origen en la política anticomunista de 1947 y la Ley Maldita, que no solo persiguió y reprimió al PC, sino afectó los derechos laborales de los trabajadores fiscales y de empresas de servicios de utilidad pública192. Desde la óptica del anticomunismo, la Ley Maldita sería una de las tres oleadas anticomunistas vividas por Chile en el siglo XX193, resultado de presiones anticomunistas de distinto signo, tanto derechistas como socialistas, cerrando una etapa generada por el conflicto social, la modernización política y de la sociedad194. Tal «guerra contra el comunismo» también se habría dado en la educación chilena, espacio donde se eliminó a los profesores de tendencias izquierdistas, tildados de comunistas, dando lugar a una formación antisovietista y pro norteamericana195. Rechazando las interpretaciones democratizantes del siglo XX chileno, Elizabeth Lira y Brian Loveman han documentado la represión sobre el movimiento popular a lo largo del siglo XX, la aplicación sistemática de leyes de seguridad interior y la declaración de distintos estados de excepción que le permitieron al estado reprimir, de forma ilegal e inconstitucional. La recurrente violencia estatal fue subsanada, posteriormente, con leyes de amnistía o indultos presidenciales. La Ley de Defensa Permanente de la Democracia habría sido parte de esa tendencia represiva histórica196.
Este capítulo analiza el por qué de una ley que excluía a los comunistas si, según los estudios existentes, el sistema político chileno se estabilizó y flexibilizó desde 1932 con la inclusión de la izquierda marxista. En Chile, el Partido Comunista fue incorporado al sistema de partidos y participó de la vida política, constituyendo un factor crucial en el proceso de democratización subsiguiente. Si ello fue así, ¿por qué en determinado momento ese partido y sus militantes fueron considerados una amenaza al orden constitucional? ¿El contexto de Guerra Fría fue lo determinante o las reformas sociales promovidas por ellos? En segundo lugar, inquiere acerca de la decisión de elaborar una ley que contó con un importante respaldo socio-político, siendo aprobada por el Congreso, si ya existía una Ley de Seguridad Interior que tipificaba como delitos una amplia gama de acciones sociales y políticas, estando declarado el Partido Comunista como asociación ilícita, es decir, existiendo ya herramientas legal-penales susceptibles de usarse en su contra.
A nuestro entender, la Ley Maldita debe situarse en un período más amplio que el del gobierno de Gabriel González y dentro de formas represivas de larga data en Chile, toda vez que esta ley respondía al desafío global que la presencia comunista suponía para la secuencia exclusionaria diseñada históricamente. Como ha planteado Fernández Darraz, la oligarquía excluía a través de la práctica política, administrativa y legal, en esa secuencia197. Esta fórmula de exclusión fue alterada con la introducción de nuevos aparatos coercitivos estatales en los años veinte y treinta –Carabineros, Investigaciones y el Servicio de Identificación–, encargados de la vigilancia y el control social, a pesar de lo cual el aparato legal siguió cumpliendo un papel central. A nuestro juicio, este legalismo era una impronta oligárquica que se expresaba ahora a través de sus partidos, especialmente el Conservador. En ese sentido, los dispositivos represivos-exclusionarios revelan una cierta persistencia de formas oligárquicas de dominación, que cruzaron el espectro político. La persistencia legalista también respondió al tipo de conflicto político en Chile, con una izquierda marxista institucionalizada que participaba de las alianzas de gobierno y su agenda, y con amplias bases sociales. Su fuerza provenía, en importante medida, de su institucionalización. La lucha, por tanto, debía ser sistémica.
En esa lógica, si bien la izquierda marxista se incorporó formalmente al sistema de partidos a fines de 1932, ello fue frenado sistemáticamente con los dispositivos coercitivos estatales de orden legal, policial y de inteligencia. Esta exclusión comenzó a erosionarse en 1938 con el ascenso de la centroizquierda al gobierno, lo que alcanzó su cenit en los comienzos de la administración de Gabriel González, cuando el Partido Comunista cruzó todas las barreras exclusionarias, fortaleciéndose social, política y electoralmente. Por ello, el anticomunismo se dinamizó a partir de 1938, especialmente el de la derecha, la que desde ese momento presionó por su expulsión legal del sistema político. Dicho anticomunismo se entrelazó con el estatismo económico y social llevado adelante por el Frente Popular y los gobiernos radicales, lo que fue rechazado por las derechas, las que buscaron frenar el crecimiento del a...

Índice

  1. Portada
  2. Colección Historia
  3. Título
  4. Créditos
  5. Dedicatoria
  6. Índice
  7. Agradecimientos
  8. Introducción
  9. Capítulo I Pisagua, 1948
  10. Capítulo II Punto de llegada. Anticomunismo, Guerra Fría y Ley Maldita en Chile (1938-1948)
  11. Capítulo III El retorno de la fuerza: Zonas de Emergencia, guerra y represión (1938-1949)
  12. Capítulo IV Pisagua, campo de prisioneros políticos
  13. Capítulo V Ecos de Pisagua. El reencuentro de Carlos Ibáñez con los trabajadores
  14. Capítulo VI Anticomunismo y militarización: el giro de los cincuenta
  15. Epílogo Anticomunismo y derogación de la Ley Maldita
  16. Conclusiones
  17. Fuentes y bibliografía
  18. Coleeción
  19. Colofón