El falo enamorado
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El falo enamorado

Mitos y leyendas de la sexualidad masculina

  1. 144 páginas
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El falo enamorado

Mitos y leyendas de la sexualidad masculina

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Después de haber escrito valiosos libros sobre el psicoanálisis de niños y sus protagonistas, desde Anna Freud y Melanie Klein hasta las argentinas Arminda Aberastury y Telma Reca, y luego de haber escudriñado profundamente en la anorexia y la bulimia, todos libros hermosos, ampliamente leídos y agotados, ahora la talentosa Silvia Fendrik se anima a internarse en un tema tan apasionante como poco frecuentado, la sexualidad del varón, del hombre, no menos enigmática que la de la mujer, mucho más estudiada.De sus vastas lecturas de la bibliografía psicoanalítica, Fendrik se va a apoyar en esta aventura intelectual en dos autores que conoce a fondo, Freud y Lacan, para ver si con ellos puede acercarse a la sexualidad del varón. Para esto fija su mirada en personajes arquetípicos, Hamlet, Don Juan, Casanova y Fausto, que encarnan un fértil campo de estudio y de reflexión.Todos ellos, sin duda, son el hombre frente (o junto) a la mujer; pero muy distintos entre sí, tal como los entiende esta mujer, cuestionadora e inquieta que es Silvia Fendrik. Estos personajes, bien conocidos por la cultura y por el psicoanálisis, le sirven a Fendrik para exponer las ideas de Freud y de Lacan desde su propia y singular perspectiva. R. Horacio Etchegoyen

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Información

Año
2021
ISBN
9788412469035

Las múltiples vidas de Giacomo Casanova

La pregunta sobre el objeto femenino, nos llevó a ocuparnos de Edipo como un transgresor que altera la trama discursiva que ordena los pasos secuenciales por los que los héroes llegan a conquistar a la amada. Jean Joseph Goux afirma que es el no haber seguido esos pasos —viaje o aventura iniciática—, lo que conduce a Edipo a matar a su papá y a casarse con su mamá.
Hamlet, en cambio, sabe desde un comienzo de quién es hijo y está obsesionado por la sexualidad materna. Se trata de un fantasma aterrorizante que le impide usar su espada, sea para matar a Claudio, sea para afirmar su virilidad, como príncipe y como hombre. Hamlet usa su espada descuidadamente, fallidamente, a Hamlet la espada le cuelga, no sabe qué hacer con ella, a diferencia de Edipo —aunque en verdad la espada con la que mató a Layo, se trataba de un bastón. Hamlet no sabe qué hacer con su espada, no quiere usarla para matar, no quiere usarla para procrear hijos pecadores, no sabe que hacer con ella en el terreno del deseo sexual, no hay en él la menor huella de erotismo, de virilidad. Él quiere querer a Ofelia pero no puede, quiere matar a Claudio pero no puede, da vueltas y más vueltas en su afán de evitar caer en el abismo de la «genitalidad» materna.
Nuestros próximos personajes, Don Juan y Casanova, que parecen estar en las antípodas, tanto de Edipo como de Hamlet, constituyen un referente típico de la sexualidad masculina en la cultura occidental. Profesionales del erotismo, exponentes de una libertad sexual que muchos critican y otros envidian, tanto Don Juan como Casanova, son homologados – y confundidos – debido a sus «hazañas eróticas», a las que las mujeres no pueden sustraerse. Sus atributos viriles, su capacidad de conquista, son considerados como una cierta modalidad del «ser» hombre, «es un Don Juan», «es un Casanova». Empezaré por Giacomo Casanova.
Las Memorias [7] de Giacomo Casanova comprenden, en su versión original, más de doce tomos. Las distintas ediciones que conocemos son formas muy abreviadas de la totalidad de esta obra. Cada editor seleccionó lo que le pareció más interesante, y por eso hay muchas versiones diferentes. Por ejemplo, tanto la del Centro Editor de América Latina como una más reciente, Memorias de España, revelan aspectos muy distintos de la vida de Casanova. En los dos tomos del Centro Editor hay sólo uno o dos capítulos sobre la relación de Casanova con las mujeres, pero está relatado con todo lujo de detalles su encuentro con Voltaire, y muchos capítulos están referidos a su fuga de la cárcel de la Inquisición. Casanova es un personaje fragmentado, polifacético, sobre cuya vida se hicieron varias películas, entre otras la de Fellini que lleva por título Casanova, o La noche de Varennes, donde Casanova es un personaje secundario interpretado por Marcelo Mastroianni.
***
Giacomo Casanova nació en 1725 y murió en 1798. Fue una especie de librepensador del Siglo de las Luces, un heredero del Renacimiento italiano que nació en Venecia. Se decía que era hijo de actores trashumantes, pero también que su madre era una cantante lírica muy célebre que había recorrido todos los teatros de Europa. Entre los miembros de su familia hubo abogados, notarios, sacerdotes. Fue educado en un medio burgués, y poseía un extenso conocimiento de las lenguas clásicas (griego y latín), y podía hablar hebreo, francés, español, inglés. Era sobresaliente en matemáticas, en filosofía, y también hizo estudios teológicos.
Su abuela, una figura de gran importancia en su vida, lo obligó a seguir estudios teológicos, que le permitieron vestir, siendo aún adolescente, hábitos eclesiásticos (además de los supuestos «malos hábitos» que adquiriría en su vida). A los dieciséis años —durante un año— se ganó la vida como violinista; y a los dieciocho obtuvo un doctorado en derecho en la Universidad de Padua; también tenía conocimientos de química, de medicina, de literatura, de astrología, de alquimia; brillaba en la equitación, la esgrima, la danza. Evidentemente Giacomo Casanova era un personaje de excepción, aunque en el Siglo de las Luces hubo muchos aventureros con brillo intelectual. Pero con todo lo que sabía de artes y ciencias no tenía la perseverancia de concentrarse en ninguna: sus ansias de aventura se lo impedían.
«La idea de instalarme en algún sitio siempre me repugnó y una vida razonable siempre me pareció algo contra natura. Nunca quise tener nada, conservar nada, no quise tener una sola vida».
Al parecer no le importaban ni la garantía ni la seguridad que pueden brindar los bienes, la profesión, la estabilidad económica, o el vínculo con una sola mujer y consideraba que para seducir a una mujer no es necesario tener mucha profundidad, basta con saber un poco de todo. Casanova era un católico creyente, pero amaba también a la diosa Fortuna, la diosa del juego y del cambio, y su existencia estuvo plena de momentos de gloria y de caída. Desplazándose constantemente de la mesa de los príncipes a la prisión o a la miseria, disipa fortunas y termina a menudo en casas de empeño, o recurre a préstamos y trampas en el juego. Casanova se cae y se levanta todo el tiempo, lo único que nunca va a perder es el coraje. Vivir de este modo, arriesgando todo, implicaba oponerse a los valores burgueses, que son los que eran o eran los que son: seguridad, decencia, deber, fidelidad; en nombre de los cuales habitualmente se condena este tipo de vida. ¿Qué clase de ética es la que lo sostiene? Si se le reprocha haber hecho trampa en el juego, en las cartas, responderá: «es cierto, pero no tenía dinero». Si se le acusa de haber seducido a una mujer responderá: «es cierto, pero ella lo pasó bien». Jamás se arrepiente de llevar a cabo un acto que denuncie el cinismo de las costumbres burguesas. Cínico a su vez, dirá:
«Engañar a los imbéciles o a los mentirosos es el fundamento supremo de la razón».
Y no será jamás en nombre de su solo placer que justifique sus actos, por eso la pregunta: ¿qué clase de ética sostiene a Casanova?
Cuando ya anciano escriba sus Memorias dirá:
«Me sentiría culpable si hoy fuera rico, pero no tengo nada, lo he gastado todo y eso es lo que me consuela y me justifica».
Se puede decir que Casanova aceptaba al mundo tal cual es y que intentaba aprovecharlo sin pretender cambiar sus leyes, dejando al creador del universo en el que creía —católicamente— la responsabilidad de haber creado tantas cosas bizarras, injustas e ilógicas.
«La vida, feliz o desdichada, es el único bien que el hombre posee y quien no la ama no es digno de ella, quien no tiene el coraje de vivirla no es digno de vivir».
¿Qué lugar ocupan las mujeres en el universo de Casanova? Casanova ama a las mujeres porque responden al placer con el placer. El calor humano lo atrae más que los tratados de filosofía o las obras de arte, que sólo le interesan como estimulantes, como afrodisíacos para exaltar los sentidos, porque le brindan a la sexualidad atractivos preliminares. Entonces escribirá poemas o recitará a los clásicos frente a una mujer a la que desea, pero no como fines en sí mismos ni como búsqueda del sentido de la vida. El sentido de la vida para el antimetafísico Casanova se encuentra en la sangre meridional que bulle en él y lo incita a la aventura. Él mismo dirá que contra esta sangre nada puede hacer, y por otra parte jamás pudo ni quiso controlar este ardor, que no conocía cálculos ni razonamientos de conveniencia. Su temor más grande era al aburrimiento, del que dirá que es raro que Dante no lo haya incluido en su infierno. Esto es lo que llevó a decir a Stefan Zweig —también escritor y biógrafo de Freud— que Casanova carecía de interioridad, que no podía estar solo consigo mismo, que no podía producir y que esta imposibilidad de estar solo consigo mismo, lo llevaba permanentemente a la aventura y a estar en contacto con otros (sobre todo con otras).
Casanova soporta con coraje caídas estrepitosas que a cualquier otro hombre le resultarían absolutamente insoportables. Stefan Zweig dirá:
«Es su cuerpo metal forjado en placeres y dolores, estuvo cuatro veces enfermo de sífilis, sufrió dos envenenamientos, tenía una docena de heridas de espadas, más los años pasados en prisión, más pasar del calor de Sicilia al frío de las estepas de Siberia. Pero todos estos sufrimientos, todos estos padecimientos, no le quitaron nada de su vigor fálico» [8].
Los honores del mundo, los cargos y los títulos los despreciaba frente a la posibilidad de una aventura. En este punto Zweig hace una homología —superficial como luego veremos— entre Casanova y Don Juan, afirmando que para ambos sus objetos sexuales eran indiscriminados. Que tanto el uno como el otro pasaban sin problema de una mujer a otra. Sin embargo, en las Memorias de España se ve claramente que esto depende mucho del ángulo, o desde el quién se mire. En este libro dedica todo un capítulo a relatar que una mujer que lo acosaba mantenía relaciones sexuales con su amante sin estar enamorada. Casanova se lo reprocha severamente: cómo puede hacer eso, cómo puede usar su cuerpo para tan bajos fines sin estar enamorada. A su vez él la rechazará porque no puede, dice, enamorarse de una mujer que actúa de esa manera.
También hay un capítulo en Memorias de España donde Casanova habla del dolor que experimenta cuando tiene que separarse de la mujer con la cual había compartido el lecho durante su estadía en España. Al evocar dicha aventura, dice que durante un largo tiempo no pudo estar con ninguna otra mujer porque en todos los encuentros aparecía el recuerdo muy vívido de doña Ignacia, y que debió esperar bastante tiempo para superar el dolor por la separación.
Lo que sí ocurre es que uno de los «problemas» de Casanova es que cada vez que se enamora no piensa en las consecuencias del enamoramiento. Cuando se enamora de una mujer arriesga todo. Le hace regalos, se despoja de sus bienes, contrae deudas, hace trampa en el juego. Las razones por las cuales será una y otra vez expulsado de los países en los que encuentra asilo, siempre están en relación con las deudas acumuladas, luego de haberle dado todo lo que poseía a la mujer con la cual estaba en ese momento. Se acumulan deudas, se siente acorralado, y entonces tiene que huir. La pluralidad de las mujeres parece ser una consecuencia de esa manera de actuar o de esa imprevisión. Casanova sin embargo discrimina: están aquellas mujeres para pasar el rato y para distraerse, y aquellas a las que verdaderamente se ha entregado por entero y que se han entregado a él.
Para Giacomo Casanova sentir que las mujeres quedan encantadas frente a sus despliegues eróticos es el mayor de los goces, por eso, según decía, las llenaba de regalos, halagaba su vanidad, les regalaba vestidos —antes y después de desvestirlas.
«He amado locamente a las mujeres, pero siempre preferí la libertad, de ellas y mía».
Las mujeres de Casanova sienten la sinceridad de su pasión y ninguna se arrepiente de habérsele entregado. Casanova no provoca a su paso ningún tipo de catástrofe, no provoca suicidios ni provoca histerias. Deja marcas que no son trágicas; de eso se jactará una y otra vez, al escribir sus Memorias, de haberles hecho sentir a las mujeres la fuerza del sexo masculino y el placer de los cuerpos. Ellas pudieron sentir que existía un hombre para quien nada importaba sino «ella», un hombre para el cual el sexo no es algo accesorio en la vida, que no está aplastado por problemas de dinero ni apurado o temeroso como un hombre casado, un hombre cuyo deseo sexual es más fuerte que todo lo que ellas han conocido hasta ese momento, un hombre que se entrega sin reservas, sacrificando su dinero, pero no agotando jamás su ardor.
Sin embargo, Zweig hablará de indiscriminación, «una es igual a todas»,
«¿Se puede llamar amor a esa libido corporal que se inflama frente a una mujer por el solo hecho de serlo?»
Dice Zweig: jamás es una en particular la que lo excita, es la pluralidad que hay en ellas, el universo femenino en su totalidad. Pregunta lacaniana: ¿se tratará del «todas las mujeres» o del no-toda de cada una? Responde Zweig: las toma y las deja a todas a la vez para recuperar en la siguiente, a todas a la vez.
Aquí es donde el biógrafo comparte el mito que hizo de Casanova un Don Juan. Pero no es sencillo coincidir con él en esta apreciación, si nos detenemos en la relación que une a Casanova con las distintas mujeres de su vida. Independientemente de que para Zweig la serie sea infinita, afirmación que lo acerca, sin saberlo, a la hipótesis de Lacan sobre Don Juan como un fantasma femenino, del que hablaremos oportunamente.
Casanova escribió cerca de veinticinco libros. Su correspondencia comprende centenares de cartas dirigidas a gobernantes, cardenales, abates, profesores, militares, actrices, viejas amigas, sobre temas muy variados: amor, economía, política, diplomacia, filosofía. La primera carta data del tiempo de su fuga de la cárcel de la Inquisición en 1765 y la última la escribió tres días antes de su muerte.
De 1769, es la Refutación a la historia del gobierno veneciano, ochocientas páginas redactadas para obtener el apoyo del gobierno veneciano. La Historia de las turbulencias de Polonia es de 1772. La Epístola de un licántropo, para los casanófilos uno de sus mejores textos, editado en 1773, muestra a un Casanova feminista, que se burla y desprecia a aquellos que menoscaban las condiciones de la mujer y que subordinan la sexualidad femenina a mecanismos fisiológicos. Lo hace con buena escritura y mucho ingenio. De 1778, es el Soliloquio de un pensador, escrito en francés, al igual que las Memorias. También escribió una novela d...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Prólogo
  5. Para empezar…
  6. El mito del héroe
  7. Hamlet
  8. Las múltiples vidas de Giacomo Casanova
  9. Don Juan: un hombre sin nombre
  10. Fausto
  11. Antígona
  12. Respondiendo a Goux y a Masson
  13. Para reflexionar…
  14. Che voui?
  15. Sobre la autora
  16. Notas