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eBook - ePub
El loco
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Información del libro
"El loco" de Gibran Khalil es una obra maestra del pensamiento filosófico y espiritual. A través de una serie de reflexiones poéticas y profundas, el autor nos invita a explorar las verdades más profundas de la vida y el ser humano. La prosa del autor es hermosa y cautivadora, y su mensaje es tan relevante hoy como lo fue cuando se escribió.Es un libro imprescindible para aquellos que buscan reflexionar y conectarse con su espiritualidad.
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Información
Categoría
LiteraturaCategoría
ClásicosEl loco
El loco (1918)
Khalil Gibran
Khalil Gibran
Imagen de portada: Rawpixel
Traducción: Benito Romero
Prohibida la reproducción parcial o total sin la autorización escrita del editor.
Traducción: Benito Romero
Prohibida la reproducción parcial o total sin la autorización escrita del editor.
Índice
Me preguntas cómo...
Me preguntas cómo me volví loco. Ocurrió así:
Un día, mucho antes de que los dioses habitaran el universo, desperté de un profundo sueño para descubrir que se habían robado mis máscaras, las siete máscaras que había creado y usado en siete vidas.
Hui sin máscara por las atiborradas calles, gritando: “¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!”.
Hombres y mujeres se burlaban de mí, señalándome; y otros corrieron a sus casas, temerosos de mis gritos.
Y cuando llegué a la plaza del mercado, un muchacho de pie, sobre el techo de una casa, gritó: “¡Es un loco!”.
Alcé la vista para mirarlo y por primera vez el sol besó mi rostro expuesto y mi alma se infló de amor por el sol, y ya no deseé tener más mis máscaras. En éxtasis grité: “¡Benditos, benditos sean los ladrones que se han llevado mis máscaras!”.
Así fue como me volví loco.
Y he hallado libertad y salvación en mi locura; la libertad de estar solo, y a salvo de ser comprendido, porque aquellos que nos comprenden nos esclavizan.
Dios
En tiempos muy antiguos, cuando el primer estremecimiento del lenguaje llegaba a mis labios, subí a la montaña sagrada y le dije a Dios: “Señor, yo soy tu siervo. Tu voluntad es mi ley y te obedeceré eternamente”.
Pero Dios no respondió, y se alejó de mí como una poderosa tempestad.
Y, después de mil años, ascendí a la montaña sagrada y, de nuevo, le dije a Dios: “Creador, yo soy tu creación. Del barro me formaste y a ti debo cuanto soy”.
Pero Dios no respondió, y se alejó de mí como un millón de alas veloces.
Y, después de mil años, trepé a la montaña sagrada, y hablé con Dios otra vez, diciendo: “Padre, yo soy tu hijo. Con compasión y amor me diste nacimiento, y mediante mi amor y devoción heredaré tu reino”.
Pero Dios no respondió, y se esfumó de mí como la niebla que cubre las montañas lejanas.
Y, después de mil años, escalé a la montaña sagrada y, de nuevo, le dije a Dios: “mi Dios, mi objetivo y mi realización; yo soy tu ayer y Tú eres mi mañana. Soy tu raíz en la tierra y Tú eres mi flor en el cielo, juntos crecemos ante la faz del sol”.
Entonces Dios se inclinó hacia mí, y murmuró en mis oídos palabras de dulzura; y así, como el mar acoge al arroyuelo que corre a su encuentro, Él me recibió.
Y cuando bajé a los valles y planicies, allí también estaba Dios.
Amigo mío
Amigo mío, no soy lo que parezco. Mi apariencia no es más que el traje que me cubre, un traje cuidadosamente tejido que me protege de tu curiosidad, y a ti de mi negligencia.
El yo que hay en mí, amigo mío, habita en una casa de silencio, y en ella vivirá para siempre inadvertido, inaccesible.
No quiero hacerte creer en lo que digo ni que confíes en lo que hago; porque mis palabras no son sino tus propios pensamientos transformados en sonido, y mis acciones tus propias esperanzas convertidas en movimiento.
Cuando tú dices: “el viento sopla hacia el Este”, yo digo: “sí, sopla hacia el Este”; porque no quisiera hacerte saber que mi mente no medita sobre el viento, sino sobre el mar.
Tú no puedes comprender mis pensamientos marinos, ni yo quisiera obligarte a entender a ti. Preferiría estar solo con el mar.
Cuando es de día para ti, amigo mío, es de noche para mí; sin embargo, incluso así, hablo del mediodía que danza sobre las colinas y de la sombra escarlata que se abre paso sigilosamente por el valle; porque tú no puedes oír los cantos de mi oscuridad ni ver mis alas golpear contra los astros. Yo no quisiera dejarte oír ni ver. Preferiría estar a solas con la noche.
Cuando tú asciendes a tu Cielo, yo desciendo a mi Infierno. Incluso entonces tú me llamas a través del infranqueable abismo: “compañero, mi camarada”, y yo te respondo: “camarada, mi compañero”, porque no quisiera que vieras m...
Índice
- Me preguntas cómo...
- Dios
- Amigo mío
- El espantapájaros
- Las sonámbulas
- El perro sabio
- Los dos eremitas
- Dar y recibir
- Los siete yo
- Guerra
- La zorra
- El rey sabio
- Ambición
- El nuevo placer
- El otro idioma
- La granada
- Las dos jaulas
- Las tres hormigas
- El sepulturero
- Sobre las gradas del Templo
- La Ciudad Santa
- El dios del Bien y el dios del Mal
- Derrota
- La Noche y yo
- Rostros
- El océano mayor
- Crucificado
- El astrónomo
- Nostalgia
- Una brizna de hierba
- El Ojo
- Los dos sabios
- Cuando nació mi Tristeza
- Y cuando nació mi Alegría
- El mundo perfecto