De la jungla de las discrepancias
A lo largo de su historia todos los partidos comunistas fueron auténticos virtuosos a la hora de descubrir y castigar faltas reales o ficticias de sus miembros. A continuación damos una lista de las posibles desviaciones, de la cual se desprende que, por pura lógica, no podía haber nadie inmune a sospechas ideológicas.
Anarquismo | Centrismo |
(pequeñoburgués) | Conciliacionismo |
Antibolchevismo | Cosmopolitismo |
Aventurerismo | Culto a la personalidad |
Blanquismo | Cultura de camarillas |
Bonapartismo | Derrotismo |
Capitulacionismo | Desviación a la derecha |
Desviación a la izquierda | Socialfascismo |
Diletantismo | Socialpatriotismo |
Economismo | Trotskismo |
Entrismo | Trotskismo de derechas |
Falta de principios | Vanguardismo |
Formación de bloques | |
Formalismo | Ambiguo |
Fraccionalismo | Bundista |
Golpismo | Confidente |
Individualismo | Contrarrevolucionario |
(burgués) | Elemento (hostil) |
Liberalismo (del malo) | Enemigo de clases |
Liquidacionismo | Enemigo del pueblo |
Nivelación de clases | Incendiario |
Oportunismo de izquierda | Menchevique |
Oportunismo de derecha | Parásito del partido |
Renegacionismo | Parásito del pueblo |
Revisionismo | Provocador |
Sectarismo | Saboteador |
Sionismo | Subversivo |
Socialdemocracia | Ultraizquierdista |
Un mensaje de Moscú
A finales del otoño de 1936, Ruth von Mayenburg fue llamada a París por su servicio, la Cuarta División del Estado Mayor del Ejército Rojo, y desde allí, a través de una orden cifrada, a Moscú. Con pasaportes que cambiaban a diario, viajó vía Viena en el Orient Express a Estambul, donde tuvo que esperar varios días en el Hotel Pera Palace porque en esa escala no tenía una dirección y le habían prohibido todo contacto con la embajada soviética. Al final la recogieron de noche y la llevaron a un carguero con destino a Odesa, ciudad desde la cual cogió un tren a Moscú.
Cuando llegó, su marido, Ernst Fischer, miembro del Politburó del Partido Comunista austriaco en el exilio, no estaba en la estación. El oficial de paisano que la esperaba le dijo: «Eso no es cosa nuestra... Tiene otra mujer. Y está esperando un hijo de él, además.»
«Fue un golpe», cuenta en sus memorias Mayenburg, que antes que nada intentó comprender la difícil situación en la que de pronto se encontraba y por primera vez vio con claridad que en Moscú el clima político había cambiado radicalmente.
«Siempre habían querido separarme de Ernst. El aparato tenía que ser mi único vínculo. Habían empezado los tiempos de los grandes procesos políticos y persecuciones. Al cuadro directivo del Ejército Rojo le salió un enemigo en la GPU. ¡Un asunto horroroso! [...]
»Por lo visto los informes eran lo bastante útiles para que Voroshilov, el comisario del pueblo para la defensa, exigiera hablar personalmente conmigo. El encuentro tuvo lugar en un círculo muy reducido en una casa particular de las que se adjudicaban a los altos funcionarios, la “casa de la orilla”, al otro lado del Moscova.
»La conversación se centró en Hammerstein. Voroshilov habló de él con gran estima, incluso con afecto. Contó anécdotas de las maniobras y se informó con detalle acerca de cómo se encontraba, incluso en el aspecto material. Como vaga posibilidad se anticipó algo que, tras la devastación de Europa y millones de muertos, terminó produciéndose, aunque con un final trágico: la rebelión de los generales del 20 de julio de 1944. A Hammerstein se le había asignado un papel principal. Tras mi regreso al aparato en la Alemania de Hitler yo tenía que revelarle a Hammerstein quién era, transmitirle los saludos personales de Voroshilov y hacerle saber la postura del mariscal. Se consideró también otra posibilidad: invitar a Hammerstein a que emigrase a la Unión Soviética con toda su familia. “Aquí también puede salir de caza”, dijo Voroshilov. Creer que, pese al rechazo que le inspiraba el régimen nazi, un oficial prusiano de la talla de Hammerstein pudiera abandonar su patria, ponerse a salvo o secundar al Ejército Rojo con sus consejos y su apoyo, era algo que me parecía cuando menos una estupidez. “Se dejaría matar por los nazis antes de hacer algo así.” – “Entonces, ¿el general no es tan enemigo de Hitler como usted pretende?” Una lógica que yo no comprendía. Finalmente la idea se abandonó.»
No se pasó del intento de ganar a Hammerstein para apoyar un levantamiento de los generales de la Wehrmacht que estaban dispuestos a actuar contra Hitler. Con esa misión viajó Mayenburg, acompañada por Lion Feuchtwanger, que en esos días era agasajado en la Unión Soviética, de Moscú a Praga pasando por Polonia, y desde Praga siguió viaje a Berlín.
La Inquisición
El 1 de septiembre de 1936 Dimitrov firmó un memorándum ultrasecreto del departamento de cuadros: «Sobre los trotskistas y otros elementos hostiles» (en el Partido Comunista alemán en el exilio). En marzo de 1938 ya estaba arrestado el setenta por ciento de los comunistas de la Unión Soviética. Cientos de ellos fueron condenados a muerte, miles a penas de prisión en un gulag.
El 4 de noviembre cayó Leo Roth. Pero también su antiguo jefe, Hans Kippenberger, cayó en esa «trampa humana llamada Moscú» (Reinhard Müller). Como cuenta su compañera «Lore», «una noche llegó a casa [el Hotel Soyuznaya] completamente deshecho, sin aliento, y dijo que los contactos que había mantenido Rudi [Leo Roth] se habían calificado de puro espionaje y que aparentemente ya se había decidido liquidarlo [a Alex]». Primero lo enviaron a una fábrica de Moscú que producía máquinas componedoras o de imprenta. «Ya no podía soportar estar sentado sin hacer nada. Después de un mes ya era un obrero estajanovista y ganaba trescientos rublos. Estaba muy demacrado y decía: “No es fácil pasarse el día entero limando hierro con la mano.» A Lore y Kippenberger los arrestaron un día después que a Roth.
Sin embargo, también la denunciante (Mertens, alias Grete Wilde) apareció pronto en una lista de camaradas con «desviaciones trotskistas y de signo derechista»; la encarcelaron un año después que a su víctima, Leo Roth. Ocho años de internamiento, a los que no sobrevivió, fueron su recompensa. Walter Ulbricht, Wilhelm Pieck, Franz Dahlem, Paul Merker y Herbert Wehner se cuentan entre los pocos que sobrevivieron al terror.
La suerte corrida por Kippenberger es un ejemplo de cómo procedía la Inquisición en cada caso. Ya lo habían destituido en 1935 para sustituirlo por Herbert Wehner, buen conocedor del ambiente. Sobre el sistema de confidentes internos del partido Wehner afirmó: «La vigilancia mutua que se practicaba entre los funcionarios fue el equivalente de la democracia estrangulada en las organizaciones del partido. Gracias a esa vigilancia, el llamado servicio de inteligencia (que se consideraba el alma de la organización) reunió material que en parte sirvió para formar y completar un archivo, y en parte también para tener continuamente informados a los máximos jefes de los distritos y del Politburó.»
En los archivos rusos se ha conservado un verdadero aluvión de actas de interrogatorios sobre su caso. Es una lectura muy fastidiosa. Quien quiera entender la planificada paranoia que guió tales interrogatorios debe echar un vistazo a esos textos, escritos en una prosa pensada para desgastar y a rebosar de repeticiones, razón por la cual no faltan las abreviaciones; por si fuera poco, la intérprete rusa tampoco dominaba a la perfección la gramática alemana. Por todos esos motivos en adelante ahorraremos al lector una exacta transcripción diplomática.
El 25 de marzo de 1937, tras cinco meses de prisión preventiva y numerosos interrogatorios con tortura, Kippenberger declaró, según consta en acta, que en los años 1932-1933 «la dirección del partido se enteró de que, durante el gobierno de Von Schleicher, el departamento de Defensa del Reichswehr estaba bien informado sobre las decisiones y las intenciones de la dirección del partido, y concretamente por mediación del agente que tan próximo está a dicha dirección. Me encargaron que investigara esos hechos. Sospeché inmediatamente de Werner Hirsch, que, por su madre, tenía parientes en los círculos aristocráticos y del Reichswehr».
Ese Hirsch, ex redactor jefe de Rote Fahne, escribía los discursos de Thälmann y era el «negro» de Pieck; lo arrestaron en 1933 en Berlín, lo torturaron y lo llevaron a un campo de concentración; liberado un año más tarde, pudo huir a Moscú vía Praga. Antes de su llegada se inició una investigación contra él. Lo acusaron Herbert Wehner, Grete Wilde y Kippenberger. A la inversa, Hirsch sospechaba que Hans Kippenberger era «confidente del Reichswehr». Como dice Hannah Arendt, en Moscú empezó a reinar «una atmósfera en la que, a sabiendas o no, medio mundo espía a la otra mitad, cualquiera puede resultar ser un agente y todos se sienten continuamente amenazados».
«A mediados de febrero de 1933», prosigue Kippenberger, «recibí la copia del discurso que Hitler leyó en la reunión con los generales del Reichswehr. Al cabo de unos días mi colaborador Hess [Leo Roth] me comunicó que el departamento de Defensa del Reichswehr sabía que el partido tenía ese discurso en su poder. Volví a sospechar de Werner Hirsch.»
Seguidamente se procedió a un careo de Kippenberger y Hirsch.
«Pregunta a Werner Hirsch: ¿Confirma las declaraciones de Kippenberger?
Respuesta: No, las niego rotundamente. Kippenberger me contó con todo detalle cómo salieron los documentos de la casa del general Hammerstein y me puso al corriente de la colaboración de la hija del general Hammerstein con el aparato del servicio de inteligencia del partido.
Pregunta a Kippenberger: ¿Por qué desvía continua y conscientemente la investigación? ¿Qué objetivos persigue?
Respuesta: No puedo responder a esa pregunta.
Se suspende el careo.»
El interrogatorio prosiguió el 25 de abril. Las declaraciones de Kippenberger sólo permiten una conclusión, a saber, que en el ínterin lo torturaron. Ya no se atreve a contradecir nada, confiesa todo lo que quiere oír el juez de instrucción y lo hace según un guión redactado con toda precisión.
Pregunta: Se ha visto obligado a contestar a todas las cuestiones primordiales formuladas por el juez instructor diciendo que sus respuestas no fueron correctas.
Respuesta: Mi comportamiento se explica porque desde 1929 estuve en los servicios de Defensa del Reichswehr. Estaba en contacto directo con [Ferdinand] von Bredow, el jefe de Defensa y hombre de contacto más próximo al general Sc...