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  1. 148 páginas
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Información del libro

Con una misteriosa simplicidad de estilo, Highsmith convierte a los vecinos de al lado en psicópatas sádicos, encerrados entre las vallas blancas de su jardín y el césped recién cortado. En las historias oscuramente satíricas, muchas veces de hilarante mordacidad, que componen Pequeños cuentos misóginos, Highsmith trastoca nuestras nociones convencionales del carácter femenino, revelando el poder devastador de aquellas criaturas que alguna vez nos parecieron familiares?«La bailarina», «La novelista», «La ñoña»? y que se destruyen a sí mismas y a todos los hombres que las rodean.

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Información

Año
2006
ISBN
9788433942081
Categoría
Literatura

LA ÑOÑA

Sharon jamás se consideraría, y nunca se había considerado, una ñoña. Se consideraba sencillamente respetable. Su madre siempre le había dicho: «Sé pura en todo», y cuando Sharon alcanzó la adolescencia, su madre resaltó la importancia de llegar virgen al matrimonio. «¿Qué otra cosa puede ofrecer una mujer a un hombre?», era la pregunta retórica de su madre. Así lo hizo Sharon, y dio la casualidad, o puede que fuese un destino inevitable, de que su marido, Matthew, también llegó virgen al matrimonio. Cuando Sharon le conoció, Matthew era un estudiante de Derecho muy aplicado.
Ahora, Matthew era un abogado muy trabajador, y él y Sharon tenían tres hijos, Gwen, Penny y Sybille, de edades comprendidas entre los veinte y los dieciséis. Sharon siempre les había dicho a sus amigas: «Las llevaré vírgenes al altar, aunque sea lo último que haga.» Algunas de las amigas pensaban que Sharon estaba anticuada, otras pensaban que sus esperanzas eran vanas en los tiempos que corrían. Pero ninguna tuvo el valor de decirle a Sharon que estaba malgastando sus energías, o incluso que quizá estaba condenada a la decepción. Después de todo, la actitud de Matthew y Sharon era asunto suyo, y la verdad es que sus hijas eran unas jovencitas modélicas. Eran educadas, atractivas y buenas estudiantes.
–Sabe, las vírgenes son un rollo –le dijo el novio de Gwen a Sharon, aunque en tono respetuoso.
Toby era un joven brillante y laborioso que estudiaba Medicina. Tenía veintitrés años y asistía a la misma universidad que Gwen, a setenta kilómetros de allí. Había traído dos recortes de revistas femeninas, pensando que impresionarían a la madre de Gwen (a quien, acertadamente, suponía el origen de los escrúpulos de Gwen). También había traído un recorte de periódico sobre el mismo tema escrito por un sociólogo. Los autores de estos argumentos tenían puestos de responsabilidad en los negocios y en las profesiones liberales, no eran simples progres, señaló Toby.
–Verá, no hay razón para que una chica tenga que llevarse una desagradable sorpresa cuando se casa. Debería aprender algo antes, y el muchacho también. De lo contrario, si ambos son vírgenes, puede resultar una experiencia difícil y hasta embarazosa para los dos.
Sharon permaneció en silencio, horrorizada, durante más de un minuto. Su primer impulso fue decirle a Toby que se fuera. Puso los recortes a un lado, en una mesita, como si hasta el papel en que estaban impresos fuese asqueroso. Era evidente para Sharon que lo único que Toby quería era eso, pese a que hasta ahora le había hablado de matrimonio a Gwen. Incluso había hablado con Matthew, y aunque no habían anunciado el compromiso en los periódicos, Sharon y su marido lo consideraban oficial. La boda se celebraría el próximo mes de junio, después de que Gwen acabase sus estudios. Sharon consiguió sonreír levemente.
–Supongo que después de que te hayas… aprovechado de mi hija, no te interesará casarte con ella, ¿verdad?
Toby se inclinó hacia delante, deseando ponerse en pie, pero no lo hizo.
–Estoy seguro de que usted lo cree así, pero está muy equivocada. Si alguien no quiere casarse, puede que sea Gwen… pero tiene perfecto derecho a saber con quién se casa. Podría ser que yo no le gustara. Es mejor que lo descubra antes, ¿no?
No, pensó Sharon. Cásate y aguántate y saca el mayor partido que puedas, ese era su credo. Era rebajar sus normas… No encontraba las palabras precisas, aunque estaba segura de tener razón.
–Creo que quizá Gwen no sea la chica adecuada para ti –dijo finalmente.
La cara de Toby se ensombreció de aturdimiento.
–Muy bien. No discutiré más. Lamento haberlo discutido.
Recogió cuidadosamente sus recortes.
Gwen se había quedado en el jardín, discretamente, durante esta entrevista. A la hora de la cena tenía la cara larga. Era verano, y las tres hijas estaban en casa. No se mencionó el asunto. Toby no volvió a la casa en las dos semanas que quedaban de vacaciones, pero Sharon supuso que Gwen seguía viéndole. Cuando llegaron las vacaciones de Navidad y Gwen volvió de la universidad, le comunicó a su madre que había perdido la virginidad con Toby. Gwen estaba radiante, aunque ocultaba su felicidad lo mejor que podía porque no quería mostrarse groseramente rebelde.
Sharon se puso pálida y casi se desmaya.
–Pero nos vamos a casar, dentro de unos seis meses, mamá –dijo Gwen–. Ahora es más seguro que nunca. Sabemos que nos gustamos.
Sharon se lo contó a Matthew. Matthew se puso torvo. No sabía qué decirle a Gwen y, por lo tanto, se quedó callado.
Lo más grave fue que Gwen se lo dijo a sus hermanas, que la habían estado interrogando respecto al cambio de actitud de sus padres hasta que ella se lo contó. Después de todo, pensó Gwen, una hermana tenía dieciocho años y la otra dieciséis; es decir, las dos tenían edad suficiente para estar casadas, si lo hubiesen deseado. Las dos hermanas de Gwen se quedaron fascinadas, pero Gwen se negó a contestar a sus preguntas. Para Penny y Sybille, esto prestaba aún mayor hechizo a la experiencia de Gwen.
Decidieron hacer igual que ella, porque bien sabe Dios que sus respectivos novios las asediaban con la misma petición. Los espantosos golpes cayeron sobre Matthew y Sharon aquellas navidades. Primero Penny, y luego la pequeña Sybille, llegaron a casa a las dos de la madrugada en vez de a medianoche, que era la hora del toque de queda, dos fines de semana sucesivos. Penny se defendió de las preguntas de sus padres, pero Sybille le soltó a su madre con franqueza que le había dicho que sí, según se expresó, a...

Índice

  1. Cubierta
  2. La mano
  3. Oona, la alegre mujer de las cavernas
  4. La coqueta
  5. La novelista
  6. La bailarina
  7. La enferma o la encamada
  8. La artista
  9. El ama de casa de clase media
  10. La prostituta autorizada o la esposa
  11. La paridora
  12. Un objeto de cama transportable
  13. La perfecta señorita
  14. La suegra silenciosa
  15. La ñoña
  16. La víctima
  17. La evangelizadora
  18. La perfeccionista
  19. Créditos