Compactos
eBook - ePub

Compactos

  1. 272 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

¿Fue Elvis Presley secuestrado por los alienígenas? ¿Qué hace el terrícola Arthur Dent convertido en Hacedor de Bocadillos en un remoto y primitivo planeta cuyos habitantes adoran a Bob Todopoderoso? ¿Cómo ha podido la ahora intrépida reportera transgaláctica Trillian tener una hija con el terrícola antes mentado sin el previo concurso de un ayuntamiento carnal? ¿Cómo se consigue que un robot esté perpetuamente al borde del orgasmo? Todos estos inquietantes y trascendentales enigmas tienen su respuesta en esta novela, quinta parte de la Guía del autoestopista galáctico.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Compactos de Douglas Adams, Benito Gómez Ibáñez en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatura y Literatura general. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2012
ISBN
9788433938596
Categoría
Literatura
1
La historia de la Galaxia se ha vuelto un poco confusa por una serie de motivos. En parte porque los que intentan seguirle la pista andan un poco perplejos, pero también porque de todos modos han ocurrido cosas muy desconcertantes.
Una de las complicaciones se refiere a la velocidad de la luz y a los consiguientes obstáculos para rebasarla. Es imposible. Nada viaja más deprisa que la velocidad de la luz con la posible excepción de las malas noticias, que obedecen a sus propias leyes particulares. Los habitantes de Hingefreel, de Arkintoofle Menor, trataron de construir naves impulsadas por malas noticias, pero no les salió muy bien y, cuando llegaban a algún sitio donde realmente no tenían nada que hacer, solían dispensarles un recibimiento de lo más desagradable.
De manera que, en general, los pueblos de la Galaxia acabaron empantanados en sus propias confusiones locales y, durante mucho tiempo, la historia de la Galaxia tuvo un carácter marcadamente cosmológico.
Ello no quiere decir que no fuesen emprendedores. Intentaron enviar naves a lugares remotos, con fines guerreros o comerciales, pero normalmente tardaban miles de años en llegar. Y cuando finalmente alcanzaban su destino, ya se habían descubierto otros medios de viajar que sorteaban la velocidad de la luz a través del hiperespacio, de modo que las batallas a las que habían enviado las flotas menos veloces que la luz ya estaban dirimidas desde hacía siglos.
Eso no impedía, desde luego, que sus tripulaciones quisieran librarlas a toda costa. Estaban entrenadas y dispuestas, habían dormido un par de milenios, venían desde muy lejos a cumplir una dura misión, y por Zarquon que la cumplirían.
Entonces fue cuando se produjeron las primeras confusiones importantes de la historia de la Galaxia, con guerras que volvían a estallar siglos después de que las cuestiones por las que al parecer se habían suscitado ya estuvieran arregladas. No obstante, tales confusiones no eran nada comparadas con las que los esforzados historiadores tenían que resolver una vez descubiertos los viajes a través del tiempo, cuando empezaron a pre-estallar guerras cientos de años antes de que se produjeran siquiera los contenciosos. Cuando apareció la Propulsión de la Improbabilidad Infinita y planetas enteros empezaron inesperadamente a volverse completamente majaras, la gran Facultad de Historia de la Universidad de Maximégalon acabó por tirar la toalla, cerrando sus puertas y cediendo sus edificios a la Facultad conjunta de Teología y Waterpolo, que experimentaba un rápido crecimiento y desde hacía años andaba tras ellos.
Eso está muy bien, desde luego, pero casi con toda seguridad significa que nadie sabrá exactamente, por ejemplo, de dónde procedían los grebulones ni qué pretendían. Y es una pena, porque si nadie hubiera sabido nada de ellos es posible que se hubiera evitado una catástrofe de lo más terrible; o al menos hubiera ocurrido de un modo diferente.
Clic, hum.
La enorme nave gris de reconocimiento de los grebulones viajaba en silencio por el negro vacío. Iba a una velocidad fabulosa, de vértigo, pero frente al destellante marco de billones de estrellas remotas parecía no moverse en absoluto. No era más que una mota oscura, fija sobre una noche infinita de brillantes granulaciones.
A bordo de la nave, todo seguía como desde hacía milenios: profundamente oscuro y silencioso.
Clic, hum.
Bueno, casi todo.
Clic, clic, hum.
Clic, hum, clic, hum, clic, hum.
Clic, clic, clic, clic, clic, hum.
Hummm.
Un programa de control de nivel bajo despertó a un programa de control de nivel ligeramente superior en las profundidades del semisoñoliento cibercerebro de la nave y le informó de que siempre que emitía un clic lo único que recibía era un hum.
El programa de control de nivel superior preguntó qué tenía que recibir, y el programa de control de nivel bajo contestó que no lo recordaba exactamente, pero probablemente una especie de suspiro lejano y satisfecho, ¿no? Ignoraba qué era ese hum. Clic, hum, clic, hum. Eso era lo único que recibía.
El programa de control de nivel superior consideró la respuesta y no le gustó. Preguntó al programa de control bajo qué era lo que estaba supervisando, y el programa de control de nivel bajo contestó que tampoco se acordaba, sólo que era algo que debía hacer clic y suspirar cada diez años o así, lo que normalmente ocurría sin falta. Había intentado consultar su tabla de comprobación de errores pero no la encontró, por lo que comunicó el problema al programa de control de nivel superior.
El programa de control de nivel superior fue a consultar una de sus tablas de comprobación de errores para averiguar qué debía supervisar el programa de control de nivel bajo.
No la encontró.
Qué raro.
Volvió a mirar. Sólo recibió un mensaje de error. Intentó comprobar el mensaje de error en su tabla de comprobación de mensajes de error pero tampoco la encontró. Volvió a repetir la operación, dejando pasar unos nanosegundos. Luego despertó a su control funcional de sector.
El control funcional de sector detectó problemas evidentes. Llamó a su agente supervisor, que también tropezó con dificultades. Al cabo de unas cuantas millonésimas de segundo, circuitos virtuales que habían estado inactivos, unos durante años, otros siglos, empezaron a dar señales de vida por toda la nave. En alguna parte había algo que iba horriblemente mal, pero ninguno de los programas de control sabía de qué se trataba. En todos los niveles faltaban las instrucciones fundamentales, pero las directrices sobre qué hacer en caso de descubrir que faltaran instrucciones fundamentales también faltaban.
Pequeños módulos de soporte magnético –agentes– aparecieron en todas las pistas lógicas, agrupándose, celebrando consultas, volviendo a agruparse. Rápidamente establecieron que toda la memoria de la nave, hasta el mismo módulo de misión central, estaba hecha un pingajo. Por muchas indagaciones que se hicieron, no pudo determinarse lo que había sucedido. Incluso el módulo de misión central parecía averiado.
Lo que hizo que el problema pudiera abordarse de la forma más sencilla: cambiando el módulo de misión central. Había otro, una copia de seguridad, duplicado exacto del original. Debía sustituirse físicamente porque, por motivos de seguridad, no podía realizarse interconexión alguna entre el original y la copia. Una vez sustituido, el módulo de misión central se encargaría de supervisar la reconstrucción del resto del sistema hasta el último detalle, y todo marcharía bien.
Los robots recibieron órdenes de sacar de la cámara acorazada, donde se guardaba, la copia de seguridad del módulo de misión central para instalarla en la cámara lógica de la nave.
Ello supuso un largo intercambio de códigos y protocolos de emergencia mientras los robots interrogaban a los agentes sobre la autenticidad de las instrucciones. Los robots quedaron al fin satisfechos, todos los procedimientos eran correctos. Desembalaron el módulo de misión central, lo sacaron de la cámara de almacenamiento, se cayeron de la nave y se precipitaron vertiginosamente en el vacío.
Lo que dio la primera pista importante de lo que andaba mal.
Nuevas investigaciones dejaron pronto aclarado lo que había sucedido. Un meteorito había chocado con la nave, produciendo un enorme agujero. La nave no lo había detectado antes porque el meteorito se estrelló precisamente en la parte que contenía el equipo de proceso de datos que debía detectar si algún meteorito entraba en colisión con la nave.
Lo primero que había que hacer era tratar de cerrar el agujero. Resultó imposible, porque los sensores de la nave fueron incapaces de localizarlo y los controles que debían indicar cualquier fallo en los sensores no funcionaban como era debido y repetían que los sensores marchaban perfectamente. La nave sólo podía deducir la existencia de una cavidad por el hecho evidente de que los robots se habían caído por un agujero, llevándose con ellos el cerebro de repuesto que hubiera permitido detectarlo.
La nave trató de pensar lógicamente, fracasó y se quedó un rato completamente en blanco. No se dio cuenta de que se había quedado en blanco, claro está, porque se había quedado en blanco. Sólo se sorprendió al ver brincar las estrellas. Al tercer salto de estrellas, la nave comprendió al fin que debía haberse quedado en blanco, y que ya era hora de tomar alguna decisión seria.
Se tranquilizó.
Entonces se dio cuenta de que aún no había tomado ninguna decisión seria y le entró pánico. Volvió a quedarse en blanco otro rato. Cuando volvió a activarse, cerró todos los mamparos en torno a la zona donde suponía que estaba el agujero.
Evidentemente aún no había llegado a su destino, pensó con vacilación, pero como ya no tenía la menor idea del sitio adonde se dirigía ni de cómo llegar, le pareció que no tenía mucho sentido seguir. Consultó los pocos fragmentos de instrucciones que pudo reconstruir del pingajo de su módulo de misión central.
–Su !!!!! !!!!! !!!!! misión anual es !!!!! !!!!! !!!!!,!!!!!,!!!!! !!!!! !!!!! !!!!!, aterrizar !!!!! !!!!! !!!!! a distancia prudencial !!!!! !!!!! vigilar !!!!! !!!!! !!!!!...
Lo demás era una auténtica basura.
Antes de quedarse en blanco permanentemente, la nave debía transmitir dichas instrucciones, tal como estaban, a sus sistemas auxiliares más primitivos.
Además, tenía que revivir a toda la tripulación.
Había otro problema. Mientras la tripulación estaba en hibernación, la mente de todos sus miembros, sus recuerdos, identidades y comprensión de lo que habían ido a hacer, se había trasladado al módulo de misión central de la nave para que todo ello se mantuviera en las debidas condiciones de seguridad. Los miembros de la tripulación no iban a tener la menor idea de quiénes eran ni de qué estaban haciendo allí. Vaya, hombre.
Poco antes de quedarse definitivamente en blanco, la nave se percató de que los motores también estaban cediendo.
La nave y su revivida y confusa tripulación siguieron navegando bajo el control de los sistemas automáticos auxiliares, que simplemente tendían a aterrizar siempre que encontraban tierra y a vigilar todo lo que estuviese a su alcance.
En cuanto a lo de encontrar algún sitio donde aterrizar, no se les dio muy bien. El planeta que encontraron era frío y desolado, tan dolorosamente lejos del sol que debía calentarlo que, para hacerlo parcialmente habitable, fueron necesarios todos los mecanismos Ambient-O-Forma y los sistemas Sustent-O-Vida de que disponían. En las proximidades había planetas mejores, pero como el Estrateg-O-Mat estaba en modo Latente se decidieron por el planeta más lejano y discreto y, además, nadie podía oponerse salvo el Primer Oficial Estratégico de a bordo. Como en la nave todo el mundo había perdido la cabeza, nadie sabía quién era el Primer Oficial Estratégico ni, en caso de que hubieran podido identificarlo, cómo debía proceder para oponerse al Estrateg-O-Mat de la nave.
Pero en cuanto a lo de encontrar algo que vigilar, dieron con una verdadera mina.
2
Una de las cosas extraordinarias de la vida es la clase de sitios donde está dispuesta a prosperar. En cualquier lugar donde pueda encontrar cierta especie de asidero. Ya sea en los embriagadores mares de Santraginus V, donde parece que a los peces les importa un bledo saber en qué dirección nadan, o en las tormentas de fuego de Frastra, donde, según dicen, la vida empieza a los 40.000 grados, o bien ahondando en el intestino delgado de una rata simplemente por puro placer, la vida siempre encuentra un medio de aferrarse a alguna parte.
Y existirá vida incluso en Nueva York, aunque es difícil saber por qué. En invierno la temperatura cae bastante por debajo del mínimo legal o, mejor dicho, así sería si alguien tuviera el sentido común de establecer un mínimo legal. La última vez que elaboraron una lista de las cien cualidades más destacadas del carácter de los neoyorquinos, el sentido común ocupaba el puesto setenta y nueve.
En verano hace demasiado calor. Una cosa es pertenecer a una forma de vida que prospera con el calor y considera, como los frastrianos, que una fluctuación entre 40.000 y 40.004 representa una temperatura estable, y otra muy distinta ser la especie de animal que tiene que envolverse en montones de otros animales en un punto de su órbita planetaria, para luego encontrarse, media órbita después, con que la piel se le está llenando de ampollas.
La primavera está sobrevalorada. Muchos habitantes de Nueva York parlotean exageradamente sobre los placeres de la primavera, pero si conocieran realmente los mínimos placeres de esa estación sabrían por lo menos de cinco mil novecientos ochenta y tres sit...

Índice

  1. Portada
  2. 1
  3. 2
  4. 3
  5. 4
  6. 5
  7. 6
  8. 7
  9. 8
  10. 9
  11. 10
  12. 11
  13. 12
  14. 13
  15. 14
  16. 15
  17. 16
  18. 17
  19. 18
  20. 19
  21. 20
  22. 21
  23. 22
  24. 23
  25. 24
  26. 25
  27. Créditos
  28. Notas