Nuevos cuadernos Anagrama
eBook - ePub

Nuevos cuadernos Anagrama

Ideas para enfrentarse a los retos de salud planetaria

  1. 96 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Nuevos cuadernos Anagrama

Ideas para enfrentarse a los retos de salud planetaria

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Un análisis lúcido y didáctico sobre la gestión de la pandemia de la covid-19. Salvador Macip nos ofrece las claves para hacer frente a futuras crisis sanitarias.

Los humanos nos creemos los amos del planeta, pero un simple virus ha logrado que se tambalee nuestro reinado. Y eso puede volver a pasar. ¿Qué hemos hecho mal durante la pandemia de la covid-19 y cómo deberíamos organizarnos para responder a la próxima emergencia sanitaria? A través de un lúcido análisis de los principales factores sociales y científicos de esta crisis y con las herramientas de la mejor divulgación, el autor nos ofrece las claves de un necesario cambio de paradigma.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Nuevos cuadernos Anagrama de Salvador Macip, Yolanda Porter, Yolanda Porter en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatura y Ensayos literarios. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2021
ISBN
9788433942579
Categoría
Literatura

1. Antes

de una crisis

1.1. Una coordinación lo más global posible

Las enfermedades infecciosas son un problema global: empiezan en un rincón del planeta, pero nuestro estilo de vida actual hace que se extiendan como la pólvora. En este sentido, hay que tener presente que las fronteras han desaparecido. Un problema que surge en un pueblo de Asia puede afectar a una gran ciudad americana tan solo unas semanas después, y en cuestión de unos meses, haber llegado incluso a los territorios más remotos del corazón de África. Para los microbios, los humanos somos una sola unidad; por lo tanto, tendría sentido que nuestra respuesta fuera también unificada.
Siempre ha habido pandemias y continuará habiéndolas, quizás incluso con más frecuencia que antes, precisamente por esta gran movilidad que decíamos, a la que ya nos hemos acostumbrado y de la que es difícil que prescindamos. También es cierto que hemos desarrollado muchas más herramientas para controlarlas, pero no siempre las usamos bien. El gran miedo es que un día aparezca el virus perfecto,1 altamente mortal y que, a la vez, se propague fácilmente (no ha sido el caso de la gripe A (H1N1) ni del SARS-CoV-2, por suerte), y entonces no tendremos tiempo de prepararnos.
Por este motivo, el primer punto que habría que desarrollar es un sistema de respuesta lo más coordinada posible a las crisis de salud globales, una respuesta que actualmente no existe ni siquiera en fase de planificación. Esto protegería a los países que tienen problemas de liderazgo, o que padecen de un sistema de salud frágil o socialmente inequitativo, o que no pueden tener peso específico para participar en un mercado libre (que es como se consiguen los test, fármacos y vacunas necesarios para hacer frente a una pandemia).
Esta idea es de difícil implementación. La OMS es el organismo que, en teoría, debería desarrollar los protocolos para este tipo de situaciones, pero no tiene el presupuesto ni, mucho menos, el poder ejecutivo para implementarlos. Mientras sea un órgano puramente consultivo, su papel coordinador será más bien nominal. La OMS siempre tiene las manos atadas porque su supervivencia depende de los mismos que la deberían obedecer: los países fuertes se pueden permitir imponer sus reglamentos bajo la amenaza de retirar las subvenciones si se les lleva la contraria.2 Esto demuestra el poco interés que, en un entorno democrático cada vez más liberal, tienen los gobiernos en ceder ni que sea una pequeña parte de su soberanía para que los expertos tomen el control en momentos puntuales. El laberinto legal por el que habría que navegar es demasiado complejo, incluso si se tuviera la motivación para hacerlo. Es, por lo tanto, bastante improbable que exista alguna vez una coordinación de este tipo.
A falta de una estructura supranacional con poder para tomar decisiones, la alternativa más factible es que los países se organicen por regiones. Por ejemplo, no tiene ningún sentido que cada estado de Europa tenga una estrategia diferente, cuando las distancias entre unidades políticas son tan pequeñas. Hasta la fecha, la Unión Europea ha fallado a la hora de desarrollar un plan de defensa contra pandemias que englobe a todos los países, pero no debería estar fuera de su alcance elaborar una serie de directrices que puedan ser aceptadas por todos sus miembros, a fin de evitar el desastre organizativo que hemos visto en la crisis de la covid-19. Por muy bien que lo haga un país, si el de al lado no sale adelante acabará pagando la incompetencia de sus vecinos, a menos que se aísle totalmente del exterior, lo que no siempre es posible o deseable.
De una manera u otra, pues, es necesario que al menos los territorios adyacentes se comuniquen y lleguen a un consenso de actuación, lo que implicará una redistribución de recursos y una adaptación de legislaciones diferentes que no será fácil ni rápida.

1.2. Siempre es mejor prepararse para lo peor

Hemos de esperar lo mejor, pero estar siempre preparados para lo peor. Esta frase hace tiempo que circula,3 y es una afirmación tan obvia que es difícil no estar de acuerdo con ella. En el caso de los problemas de salud globales, esta debería ser una máxima ineludible que los gobiernos deberían tener inscrita en letras doradas en la cubierta de cualquier protocolo. Por desgracia, pocas veces vemos una preparación de este tipo.4 Es esencial que haya guías claras de actuación en caso de pandemia, como ya las hay para inundaciones, tormentas, incendios, terremotos, desastres nucleares... También es necesario que se expliquen bien a los ciudadanos, para que no haya sorpresas si alguna vez hay que aplicarlas.
A falta de una organización como la que describíamos en el punto anterior, la responsabilidad en tiempos de crisis recae en cada gobierno. Confiar en la suerte para evitar tener que hacer una inversión o tener que tomar decisiones complicadas es siempre un error, y puede tener consecuencias terribles.5 El objetivo para la salud pública debe ser suscribir el mejor seguro de vida, y desear no tener que usarlo. Si, en un momento determinado, hay tres posibles caminos que puede seguir una crisis sanitaria (mejorar, quedarse igual o empeorar), lo más importante es analizar qué riesgo hay de que pase lo peor. Si no es prácticamente cero, hay que invertir todos los recursos en estar preparados.
Un ejemplo sería la compra masiva de vacunas contra la gripe A (H1N1) de 2009. Fue duramente criticada porque se vio como un gasto innecesario. Y, efectivamente, al final no se tuvo que administrar ni una pequeña fracción de los stocks que los países habían adquirido porque la inmunidad residual de la población resolvió el problema. Pero eso, al principio de la pandemia, no se sabía. Había muchas posibilidades de que el virus no se fuera por sí solo, que se convirtiera en una crisis como sería años después la de la covid-19, por eso había que destinar todos los recursos disponibles para obtener la inmunidad de grupo.6 Esta decisión, que en aquel momento algunos vieron como una estafa de las farmacéuticas con la connivencia de los gobiernos,7 se entiende mejor comparándola con la crisis de la covid-19. En este caso, no se podía empezar a producir una vacuna porque, a diferencia de la gripe, no había ninguna a punto contra un miembro de la familia de los coronavirus. La crisis se habría terminado en cuestión de meses si se hubiera podido implementar una herramienta como la que en su momento teníamos contra la gripe A (H1N1). En una situación invertimos millones en una vacuna que al final no hizo falta, y en la otra, ni todo el dinero del mundo nos ha permitido ir más rápido para obtener la vacuna que, ahora sí, era esencial.
Es obvio qué opción es la más deseable a fin de evitar víctimas, lo que debe ser siempre la prioridad. Es mucho mejor que se estropeen miles de dosis de vacunas en un almacén (como ocurrió en 2009) a que muera gente porque no pueden acceder a una vacuna (como ha ocurrido en 2020), aunque en la primera situación puede ser que las arcas nacionales acaben con un déficit importante.8 Esto es algo que muchos países ya lo tienen claro. Ahora es necesario que los ciudadanos también lo entiendan, por eso es importante explicar de manera muy transparente esta estrategia, para evitar una reacción negativa como la que vimos durante la pandemia de gripe A (H1N1).
Convencer a la ciudadanía puede ser difícil debido, en parte, a una paradoja inevitable: cuanto mejor se hace la prevención (y, por lo tanto, menos impacto social tiene una enfermedad), menos importancia le da la población, que interpretará como innecesarias todas las acciones que precisamente han evitado los problemas. Un ejemplo podrían ser las enfermedades que han sido prácticamente eliminadas del mapa gracias a los programas de vacunación infantiles (no solo la viruela, que ya no existe, sino también el sarampión, la poliomielitis, las paperas, etcétera). Pocos recuerdan que pueden causar una mortalidad considerable y dejar secuelas terribles, y eso ha alimentado movimientos absurdos como el de los antivacunas, que no entienden que la situación de bonanza actual es precisamente gracias a estos fármacos que odian tanto. Contra esta paradoja solamente se puede luchar incrementando el conocimiento general de la población, lo que requiere tiempo y paciencia.

1.3. La inversión en ciencia debe ser

constante

Una enfermedad nueva aparece en China. Causa un cuadro pulmonar grave en cierto porcentaje de los afectados, que incluso puede acabar con la vida de los pacientes. Además, se contagia muy rápidamente. Se descubre que el responsable es un virus desconocido hasta entonces. Se da la alarma: si el brote no se puede controlar rápidamente, puede convertirse en una pandemia, con un número de muertos que aún no se puede predecir. Se ponen todos los esfuerzos en obtener una vacuna que proteja contra el nuevo virus, porque todavía no hay ninguna a punto contra este tipo de microbio, y mientras tanto se confina a toda la población en casa para frenar la curva de contagios.
Aunque lo parezca, no estoy hablando de la covid-19: esto pasaba en 2002 y es la historia del primer brote de SARS.9 El principio es similar, pero el final es diferente. El SARS no llegó a globalizarse porque el virus responsable10 no era lo bastante infeccioso y se quedó únicamente en pequeños brotes locales, que se han ido repitiendo muy de vez en cuando. Por ese motivo, los fondos destinados inicialmente a la vacuna se agotaron enseguida. Desde entonces, muchos proyectos de investigación sobre coronavirus no han recibido la financiación necesaria. No hacía falta: ya no se veían como una prioridad porque no tenían una aplicación práctica inmediata.
Y así es como llegamos a 2020 sin un tratamiento contra los coronavirus: ni vacuna ni fármacos. Casi veinte años perdidos, sin prepararnos para hacer frente a una familia de virus que ya había dado el primer aviso11 y que los expertos consideraban como un riesgo importante para la salud mundial. Han acabado teniendo razón, y en ningún momento se aplicó lo que decíamos en el punto anterior de prepararnos para lo peor. Si se hubieran hecho los estudios necesarios, a principios de 2020 habríamos estado mucho más cerca de tener una vacuna o un ...

Índice

  1. Portada
  2. Introducción
  3. 1. Antes de una crisis
  4. 2. Durante una crisis
  5. 3. Después de una crisis
  6. Conclusiones
  7. Agradecimientos
  8. Créditos
  9. Notas