Material adicional
ESCENAS ELIMINADAS
A continuación, y a la manera de las producciones fílmicas, adjuntamos algunos contenidos extra que no han hallado cabida a lo largo del análisis y que, por otro lado, proponen reflexiones que puedan ser reutilizadas por el lector o que sirvan para ampliar la mitología zombi y su panteón conceptual. Constituyen «escenas eliminadas» que completan y amplían el producto. Edición sólo para coleccionistas.
En cierto modo, el zombi quisiera borrar todas las historias del ser humano, todo su devenir histórico, y, sobre ese espacio, obligarnos a una nueva vivencia del tiempo, a una visión no histórica de la realidad. Francis Fukuyama destruyó teórica y conceptualmente la era de la Historia, la versión histórica de nuestra experiencia vital. Los zombis, algo menos conceptuales, pero igual de decididos, creen que ese fin de la Historia pasa por alimentarse de todos los seres históricos que surgen a su paso.
La masificación zombi, el Apocalipsis que le toma la palabra, representa ese miedo a la globalización y sus peligros. No debe extrañarnos, entonces, que las producciones sobre zombis se hayan intensificado en la época de Internet: todos tenemos el poder de apretar una tecla, todos pertenecemos a esa masa que pulsa teclados, que ha sustituido el contacto directo por el poder artificial de los periféricos computacionales.
No debería dejar de asombrarnos el origen de la palabra slogan, o su castellanización eslogan. Elias Canetti nos recuerda las implicaciones entre el término y las huestes de no-muertos que guían nuestro trabajo. Algunos pueblos, nos dice, se imaginan a sus muertos o a cierto número de ellos como ejércitos combatientes. Entre los celtas de la tierra montañosa escocesa el ejército de los muertos es designado por una palabra especial: sluagh. En las noches escarchadas, luminosas –narra el autor–, se puede ver y oír cómo sus ejércitos avanzan unos contra otros y se repliegan, se repliegan y vuelven a avanzar. Después de una batalla su sangre tiñe de rojo farallones y rocas. La palabra ghairm significa «grito, llamada», y sluagh-ghairm era el grito de guerra de los muertos. Más tarde se convirtió en la palabra slogan. Los gritos de combate de nuestras masas modernas derivan de los ejércitos de muertos de las tierras montañosas.
Curiosamente, uno de los primeros zombis cinematográficos respondía al nombre de Carrefour, interpretado por el actor Darby Jones, un hombre de raza negra y con una apabullante presencia física. El nombre, a pesar de su vinculación con una conocida cadena de supermercados, se refiere a una divinidad o loa haitiana que vigilaba, como su nombre indica, los cruces de caminos.
Nietzsche y los muertos vivientes. En la cutre película Zombie Strippers (2008) hay al menos un par de cosas reseñables. Una de ellas es el curioso inicio con su crítica al modelo político americano y a sus baremos electorales del futuro: George Bush sale elegido por cuarta vez, junto con el vicepresidente Arnold Schwarze... Terminator, para que nos entendamos. A continuación se enumeran las diferentes guerras en las que el gobierno yankee anda atareado. El segundo suceso que reclama nuestra atención son las atentas lecturas a lo largo del metraje de la actriz porno Jenna Jameson de la obra de Nietzsche (?). Ironía, sarcasmo. Vaya usted a saber. Aunque no acaba ahí la cosa. La stripper dedica sus descansos a echar una ojeada a las obras del pensador alemán, pero, una vez que ha sido infectada y se convierte en zombi, la cosa cambia: ¡Nietzsche se ha convertido en un libro de humor! Una desfigurada Jenna Jameson se ríe a pierna suelta con la lectura del filósofo. Por si alguien pensaba que no podía deconstruirse a Nietzsche.
La muerte del autor. Foucault, Barthes y otros han pronosticado la muerte del autor (o, más concretamente, de la autoría) como signo de la posmodernidad literaria. Alguno podrá pensar que los nombres que se encajan en las portadas son entonces los de aquellos muertos vivientes que siguen apegados a la máquina de escribir o al portátil. Algo de cierto hay: la categoría autor se sumerge en la horda, en la plaga de efectos comerciales, publicitarios, etc. No existe el autor, autor de carne y hueso (y vísceras), sino su simulacro zombi, adherido a los designios de la moda. Su legitimidad como artífice del producto estaría ahora por los suelos: el libro es de todos, o cuando menos estéticamente pertenece al lector, y aunque el creador escriba la obra y cobre por ello, su posición dentro de ésta ha perdido relevancia, una relevancia que no es otra cosa que una función social y legislativa (a alguien tiene que culpar el poder si el libro mete la pata). Entonces, la literatura ya no es el conjunto de obras, sino los mecanismos que participan de su producción, del mismo modo que la economía no es un lote de mercancía sino toda una serie de prácticas relacionadas con el intercambio, la plusvalía y el consumo. De hecho, estas páginas fueron escritas por un zombi entre otros tantos.
CRÉDITOS
FILMOGRAFÍA
28 días después (2002). Reino Unido. Director: Danny Boyle.
28 semanas después (20...