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Información del libro

Nothomb nos sumerge en el universo de la magia a través de dos figuras: Norman Terence, un mago célebre, y Joe Whip, que se presenta en la puerta de su casa buscando un mentor y encontrará un padre adoptivo. Y, como dicta el mandato edípico del título, entre padre e hijo se establecerá una relación que oscila entre la fascinación y la rivalidad, acrecentada por la presencia de la seductora Christina, una malabarista. ¿No es también la literatura una forma de magia, y el escritor un generoso prestidigitador que mantiene lo real en suspenso mientras dura la fábula? Pero los magos siempre guardan algún que otro truco bajo su chistera, y la historia de Joe y Norman desvelará al lector un desenlace inesperado, sorprendente. «Un hábil juego de espejos en una novela enigmática y muy noir (Rolling Stone).

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Información

Año
2013
ISBN
9788433934239
Categoría
Literatura
El 6 de octubre de 2010, la sala L’Ilégal celebró su décimo aniversario. Aproveché la confusión reinante para colarme en la fiesta, a la que no había sido invitada.
Aquella noche habían acudido magos de todo el mundo. Aunque París ya no era la capital de la magia, el poder de la nostalgia seguía actuando. Los habituales intercambiaban recuerdos.
–Muy conseguido, su disfraz de Amélie Nothomb –me comentó alguien.
Saludé con una sonrisa para que no reconocieran mi voz. Llevar un enorme sombrero en un club de magia no significaba preservar el anonimato.
No tenía la intención de espiar a los que enseñaban sus nuevos trucos. Con una copa de champán en la mano, me situé en el fondo de la sala.
Para la mayoría de los magos, jugar al póquer sin hacer trampas viene a ser como unas vacaciones. Reencontrarse de nuevo con el azar significa devaluarse y, alrededor de aquella mesa, la gente parecía relajada. Menos uno que, sin hablar ni reír, ganaba.
Observé. Tendría unos treinta años. Mantenía una expresión de permanente gravedad. En la sala, todo el mundo lo miraba, menos un hombre apoyado en la barra. De unos cincuenta años de edad, tenía una cabeza magnífica. ¿Por qué me daba la impresión de que permanecía allí como si de un reto se tratara, para molestar?
Regresé con los bebedores y pregunté. Me informaron: el que estaba ganando al póquer era Joe Whip y el que evitaba mirarlo era Norman Terence. Ambos eran grandes magos norteamericanos.
–¿Hay algún problema entre los dos? –pregunté.
–Es una larga historia –empezó alguien.
Reno, Nevada, 1994. Joe Whip tiene catorce años. Su madre, Cassandra, vende bicicletas. Cuando Joe le pregunta dónde está su padre, ella responde:
–Me abandonó cuando tú naciste. Los hombres son así.
Ella se niega a decirle cómo se llama. Joe sabe que está mintiendo. La verdad es que nunca supo quién la dejó embarazada. Fueron tantos los hombres que vio desfilar por su casa. La principal razón por la que se acaban marchando es porque Cassandra olvida o confunde sus nombres.
Ella, sin embargo, sigue sintiéndose defraudada al respecto.
–Mírame bien, Joe. ¿Acaso no soy una mujer guapa?
–Sí, mamá.
–¡Entonces dime por qué no soy capaz de conservar ni siquiera a uno!
Joe permanece callado. Aunque se le ocurren algunas respuestas. De entrada, el asunto de los nombres. Luego, su aliento a tabaco y a alcohol. Finalmente, una serie de cosas que se formula a sí mismo en los siguientes términos: «Yo también te abandonaré, mamá. Porque eres egoísta. Porque hablas demasiado fuerte. Porque siempre te estás quejando.»
Una noche, Cassandra trae a un nuevo tipo a casa. «Uno más», piensa Joe. Como siempre, ella hace las presentaciones.
–Joe, te presento a Joe, mi hijo. Joe, éste es Joe.
–La cosa se complica –observa el mayor.
Joe Junior piensa que éste le va a durar. De entrada, no se olvidará de cómo se llama, ya que, por muy poco maternal que sea, ha encontrado el mejor método mnemotécnico para acordarse del nombre de su amante. Y, además, Joe Senior es distinto. Hace unas preguntas muy curiosas:
–¿Y el negocio de las bicis, funciona en Reno?
–Sí –responde Cassandra–. Del 3 de agosto al 15 de septiembre. A ciento ochenta kilómetros de aquí se celebra, del 27 de agosto al 5 de septiembre, el Festival de Burning Man. Sólo se puede circular en bicicleta o en vehículos mutantes. Reno es la última gran ciudad antes del desierto del festival. Los festivaleros compran sus bicis en mi establecimiento y yo se las vuelvo a comprar por un mendrugo de pan.
Joe Senior se instala en casa. Al estar llenos los armarios de Cassandra, guarda sus pertenencias en los de Junior.
–Oye, Cassy, tu hijo tiene cosas extrañas en el armario.
Ella se acerca a comprobarlo.
–No, sólo son cosas de magia.
–¿Cómo?
–Sí, es su pasión desde que tenía ocho años.
Senior mira a Junior cada vez con mayor disgusto. Sobre todo cuando éste realiza sus trucos con las cartas. A Senior le cuesta dar crédito a lo que ve.
–Tu hijo es la semilla del diablo.
–No exageres, son cosas de críos. Todos los críos quieren ser magos.
Senior no entiende nada. Eso no le impide ver las cosas con mayor claridad que Cassandra:
–Tu hijo está anormalmente dotado.
–No hay nada de anormal en eso. Lleva seis años entrenándose. Es lo único que le interesa.
Entre el hombre y el chico se establece la clásica relación de odio, sólo que se basa en malentendidos. «Sí, te arrebato a tu hermosa madre, a la que deseas, como todos los chicos de tu edad. Tú podrás hacer toda la magia que quieras, eso no te la va a devolver. Pero yo no soporto verte tramar tus diabluras durante todo el día», piensa Senior.
«Quédatela. Si supieras lo que pienso de ella. Y deja de tocar mis cosas», piensa Junior.
Cassandra resplandece de felicidad. Hace dos meses que Senior está con ella. Es su récord. «Se quedará.»
Un día que los tres están en el salón, estalla una discusión.
–¡Basta ya de trucos de cartas! No lo soporto.
–Lo que no soportas es ver a alguien haciendo algo, tú que nunca haces nada.
–¿Qué quieres decir con eso?
–¿No te molesta que mi madre te mantenga?
Cassandra abofetea a Junior y le ordena que se vaya a su cuarto.
Una hora más tarde, lo va a ver. Con una expresión desesperada pero que suena a falsa, le pide que se marche:
–Él lo quiere así, ¿lo entiendes? Realmente hay un problema entre los dos. Si no te marchas tú, se marchará él. Tengo treinta y cinco años. Por fin quiero conservar a un hombre. Pero no te abandono. Te daré mil dólares cada mes. Es mucho dinero. Serás libre. Cualquier otro niño de tu edad soñaría con estar en tu lugar.
Junior no dice nada. «Senior tiene razón, me está tomando el pelo», piensa Cassandra. Junior siente que está mintiendo: es ella, y no su hombre, la que le exige que se marche. Senior lo odia, sí, pero eso no significa que vaya a desaprovechar una ocasión tan buena. La madre ha elegido echar a su hijo porque se siente ofendida. El chaval ha dicho en voz alta lo que ella no quería escuchar: Senior no sigue con ella por su belleza.
Joe Junior mete sus cosas en una mochila y su material de magia en una maleta.
Se despiden sin ninguna emoción. La madre se preocupa de su hijo como de un mal de ojo. El hijo desprecia a su madre.
Inmediatamente después de marcharme del domicilio materno, deja de llamarse Junior. A los catorce años, su primera decisión es abandonar la escuela. Sabe que no le sirve para nada.
La madre vive en la periferia de Reno. Joe se instala en el corazón de la ciudad. Alquila una habitación en uno de esos hoteles baratos que tanto abundan en Nevada. Quiere jugar en el casino y dice tener dieciocho años. Nadie le cree y comprueban su documentación.
Así que, por las noches, frecuenta los bares de los hoteles en los que ejecuta sus trucos. Asombrados, los clientes le dan propinas. Le vienen de maravilla. Cassandra ha vuelto a mentir: mil dólares no son gran cosa cuando tienes que cuidar de ti. Sólo es el precio de su conciencia de madre. Una conciencia que no cuesta demasiado.
Por la mañana, Joe se acuesta y duerme hasta las tres de la tarde. Se alimenta a base de tortitas y curiosea por las tiendas, en busca de nuevos vídeos de magia. Cuando encuentra uno, lo estudia en su habitación hasta sabérselo de memoria.
De noche, practica los nuevos trucos con los clientes de los bares. Aparenta tanto la edad que tiene que la gente se conmueve, especialmente las mujeres. A veces, no se limitan a darle una propina, también lo invitan a cenar. Él nunca se niega.
Transcurre un año. Joe tiene quince años. Esta vida no le desagrada. Le da la impresión de ser la mascota de los bares de Reno.
Una noche, Joe está practicando solo en un bar. No se da cuenta de que un hombre le está observando. Sentado en la barra, a tres metros de él, el desconocido observa sus manos.
De repente, el chico percibe que lo están mirando. Aunque está acostumbrado, siente que esta vez es diferente. Se esfuerza para que el rubor no se le note y concluye sus trucos de cartas. Luego, levanta la cabeza y sonríe al hombre. ¿Cómo sabe que no le dará propina? ¿Y por qué no le molesta que sea así?
–¿Qué edad tienes, chaval?
–Quince años.
–¿Dónde están tus padres?
–No tengo –dice Joe sin sentir que esté mintiendo.
El hombre debe de tener cuarenta y cinco años. Infunde respeto. Es ancho de hombros. A Joe le da la impresión de que su mirada parece llegar desde muy lejos, como si sus ojos estuvieran hundidos.
–Chaval, en mi vida he visto un...

Índice

  1. Portada
  2. Matar al padre
  3. Créditos