Segunda parte (2021-2027)
Geoff LeShan
8. OBITUARIO DEL SENADOR BASIL J.
WAINWRIGHT (2021)
PHOENIX. Ayer, 11 de julio, falleció en su mansión de Phoenix, a los 76 años de edad, el senador Basil James Wainwright. Wainwright, nacido en 1945 en Florence (Arizona), era hijo de un corredor de bolsa y de la pintora italoamericana Roberta Lerici. Sus padres se divorciaron cuando Wainwright tenía doce años. En 1971 se licenció en Derecho por la Universidad Estatal de Phoenix. Destacado orador, su carrera política se inició en las filas del partido demócrata, donde fue militante de base. En 1989 fundó junto a su hermano el despacho de abogados Wainwright & Wainwright, con el que llegaría a hacer fortuna. Años después se afiliaría al partido republicano. Con éste optó tres veces al puesto de senador por Arizona, lo cual no conseguiría hasta 2012, siendo reelegido en 2018. El año pasado, su nombre se hizo conocido en todo el país a raíz del escándalo Gaymard (apellido de la prostituta de origen canadiense que publicó en Internet la lista de todos sus clientes). Parece ser que, de puertas para adentro, Wainwright llevaba una vida bastante disipada. La familia no ha querido informar sobre las circunstancias de su muerte, de la que sólo ha trascendido que fue debida a una extraña enfermedad de origen tropical. El funeral por su alma se celebrará hoy a las 16.00 h. en la iglesia de Dios Pentecostal de Phoenix.
9. INTERROGATORIO DEL COMISARIO WALTER
C. TYNDALL AL POETA GEOFF LESHAN (2024)
THYNDALL: Bien, acabo de poner en marcha la grabadora. Vuelva a repetir lo que me ha dicho antes.
LESHAN: ¿Tiene un cigarrillo?
THYNDALL: Está penado fumar en todo el estado de California; debería usted saberlo. Empiece a hablar. Y sea breve: no tengo todo el día.
LESHAN: Bueno, como le decía, anoche estaba en un bar...
THYNDALL: ¿Qué bar era ése?
LESHAN: El Kuppajoe, en la calle Uno de Fresno. No sé si ha estado alguna vez en Fresno.
THYNDALL: Sí, pero eso no viene al caso. Dígame qué hacía allí.
LESHAN: Ya se lo puede imaginar: tomarme una copa.
THYNDALL: ¿Es usted bebedor habitual?
LESHAN: Según a lo que se le llame bebedor habitual. No suelo beber mientras escribo.
THYNDALL: ¿Mientras escribe? ¿Es usted escritor o algo así? ¿Qué clase de cosas escribe?
LESHAN: Poesía. No sé si ha leído en Internet la revista Outsider. He publicado varias veces en ella. Un crítico muy prestigioso dijo de mí que tenía una voz prometedora. Podría recitarle de memoria algunos de mis poemas.
THYNDALL: En otro momento, amigo. Vayamos al grano. ¿Le acompañaba alguien?
LESHAN: Suelo beber solo.
THYNDALL: ¿A qué hora salió del bar?
LESHAN: La última vez que miré el reloj habían dado las tres.
THYNDALL: ¿Cuánto había bebido?
LESHAN: Sólo dos gin-tónics, se lo aseguro.
THYNDALL [tamborileando con los dedos sobre la mesa]: ¿Qué ocurrió entonces?
LESHAN: Como le he dicho antes, mientras cruzaba un callejón se me acercaron dos tipos.
THYNDALL: ¿Pudo verles la cara?
LESHAN: No, estaba oscuro, pero no había nada en ellos que llamara la atención. Eran blancos, desde luego, y vestían de manera informal. Uno de ellos llevaba un cigarrillo en la mano y me pidió fuego.
THYNDALL: ¿Legó a dárselo?
LESHAN: No lo recuerdo exactamente.
THYNDALL: Bien, siga: ¿qué pasó luego?
LESHAN: Eso me gustaría saber a mí... Cuando desperté estaba tumbado en la parte de atrás de una furgoneta. Lo primero que pensé fue que ya era de día, porque entraba luz por las rendijas de las puertas y por el respiradero del techo.
THYNDALL: Descríbame esa furgoneta.
LESHAN: Pues... era como cualquier furgoneta de carga, supongo. No soy un experto en la materia. En el suelo había mantas. Sólo cuando me acostumbré a a oscuridad me di cuenta de que no estaba solo.
THYNDALL: ¿Quién más había con usted?
LESHAN: Tres tipos. Estaban inconscientes. Por su ropa, diría que eran mendigos.
THYNDALL: ¿Iba usted vestido igual que ahora?
LESHAN: Claro. No he podido cambiarme de ropa para venir aquí.
THYNDALL: Entonces, si me permite decírselo, también usted tiene aspecto de mendigo.
LESHAN: La poesía no da para mucho, comisario. ¿Tiene un cigarrillo?
THYNDALL: Ya le he dicho que está terminantemente prohibido fumar en toda California.
LESHAN: Sí, ya me lo ha dicho... Pero escuche, le juro que, si me da uno, nadie más se enterará. Además, le recitaré mi poema «El bosque de pólvora». No se arrepentirá, ya lo verá. No habrá escuchado nada mejor en su vida.
THYNDALL: Ya le he dicho que no, amigo. Y no insista más. ¿Qué hizo la ver que no estaba solo?
LESHAN: Intenté despertar a uno de esos mendigos. Como no hubo forma, lo intenté también con los otros, pero fue en vano.
THYNDALL: ¿Diría que estaban muertos?
LESHAN: No, diría que sólo estaban dormidos, pero muy profundamente. Supongo que los habían drogado.
THYNDALL: ¿Cree que lo drogaron a usted también?
LESHAN: Estoy seguro... Pero, por alguna razón, la droga no me hizo el mismo efecto que a ellos.
THYNDALL: Bien, continúe. ¿Qué fue lo siguiente que hizo?
LESHAN: Empecé a gritar y a golpear la pared de la furgoneta por detrás del conductor.
THYNDALL: ¿Obtuvo respuesta?
LESHAN: En cierto modo, sí: la furgoneta se detuvo.
THYNDALL: ¿Qué ocurrió luego?
LESHAN: Me tumbé en el suelo y me hice el dormido. Cuando abrieron la puerta, debieron de quedarse unos segundos desconcertados al no poder averiguar quién de nosotros estaba despierto. Uno de ellos subió a la furgoneta y empezó a repartir puntapiés. Fíjese en esto.
THYNDALL [arrastrando la silla para incorporarse]: Sí, le han dejado un buen moratón. ¿Cómo consiguió escapar?
LESHAN: Ni yo mismo lo sé. Sólo recuerdo que me levanté de golpe y que embestí al tipo que acababa de patearme. Luego caí encima del que esperaba en a puerta. Apenas les vi a cara.
THYNDALL: ¿Diría que eran hombres corpulentos?
LESHAN: Diría que sí.
THYNDALL [tras una breve pausa]: Ésta es la parte de su historia que no termina de encajarme, señor... LeShan. No se ofenda si le digo que usted parece un individuo más bien enclenque. No sé cómo pudo zafarse de dos tipos mucho más fornidos que usted y que, además, iban armados. Eso es o que me ha dicho antes, ¿no?
LESHAN: Como mínimo, el que esperaba fuera llevaba un arma. Llegó a sacarla, pero enseguida se la guardó.
THYNDALL: ¿Cómo explica que le dejaran escapar?
LESHAN: No lo...