Panorama de narrativas
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Panorama de narrativas

  1. 160 páginas
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Índice
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Información del libro

Nick Hornby escribe sobre las canciones que le hacen mover y le conmueven, las que amó alguna vez y las que ocupan un lugar significativo en la banda sonora de su vida. Comienza con Teenage Fanclub, «Tu amor es el lugar desde el que vengo», y termina con la espléndida Patti Smith y su mítica meada en el río. Y pasa por canciones de Van Morrison?Hornby quisiera que en su funeral tocaran «Caravan»?, de Bob Dylan, de Bruce Springsteen?«Thunder Road» fue la canción que le hizo desear ser escritor?, de Badly Drawn Boy, Ian Dury, Nelly Furtado... Hornby intenta definir aquello que hay en la música pop que nos toca tan intensamente, y quizá su libro no sólo es una crónica de canciones, sino también de revelaciones y recuerdos ligados a estas músicas tan irreemplazables.

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Información

Año
2004
ISBN
9788433940735
Categoría
Literatura

1. Introducción

«YOUR LOVE IS THE PLACE WHERE I COME

FROM»

Teenage Fanclub
Así que andábamos preparando aquello, una fiesta de lanzamiento de Hablando con el Ángel, un libro de relatos que reuní a fin de sacar dinero para el colegio de mi hijo, y todos –el colegio, los editores del libro, mi colega y yo– estábamos nerviosos con el asunto. No sabíamos si se presentaría gente, no sabíamos si la combinación de lecturas y música en vivo funcionaría, no sabíamos si iba a haber alguien que se lo pasase bien. Llegué al Hammersmith Palais temprano y cuando entré me fijé en dos cosas simultáneamente. Una fue que el local tenía un aspecto estupendo: la noche antes había habido una gran fiesta de empresa y todo estaba lleno de espumillón y purpurina; en ese momento resultaba una forma cutre pero eficaz de simbolizar la magia. La otra, que los Teenage Fanclub, que habían aceptado hacer una actuación acústica (y habían aplazado un concierto en Europa para poder hacerlo), ya estaban haciendo pruebas de sonido. Tocaban «Your Love Is the Place Where I Come From», una de las canciones más bonitas de uno de mis álbums favoritos de toda la vida, Songs from Northern Britain. Sonaba fantástico, una perfecta expresión musical del espumillón; y en cuanto les oí supe que la velada no iba a ser un fracaso, ni mucho menos, que iba a ser especial. Y lo fue, resultó uno de los acontecimientos más memorables con que he tenido vinculación profesional.
Ahora, cada vez que oigo «Your Love Is the Place Where I Come From», pienso en aquella noche, por supuesto, ¿cómo podría ser de otro modo? Y en un principio, cuando decidí que quería escribir un librito de ensayos sobre canciones que me entusiasman (y eso ya es una dura disciplina en sí mismo, porque uno tiene muchas más opiniones sobre lo que ha salido mal que sobre lo que es perfecto), di por supuesto que los ensayos estarían llenos de conexiones directas de tiempo y espacio como ésa, pero no, la verdad es que no. De hecho, la única es «Your Love Is the Place Where I Come From». Y cuando me puse a pensar por qué sería así, por qué tan pocas de las canciones que para mí son importantes me llegan cargadas de sentimientos o sensaciones asociadas, se me ocurrió que la respuesta era evidente: si te gusta una canción, te gusta lo suficiente como para que te acompañe a lo largo de diversas etapas de tu vida, así que el uso va borrando todos los recuerdos demasiado específicos. Si hubiera oído «Thunder Road» en el dormitorio de una chica en 1975 y decidido que estaba bien pero nunca hubiese vuelto a ver a la chica ni escuchado mucho la canción, entonces oírla ahora probablemente me traería a la memoria el olor de su desodorante. Pero no pasó eso; lo que pasó fue que oí «Thunder Road» y me encantó y desde entonces la he ido escuchando a intervalos (alarmantemente) frecuentes. La verdad es que «Thunder Road» sólo me recuerda a «Thunder Road» y, supongo, a mi vida desde que tenía dieciocho años, es decir, a poca cosa y a demasiado.
Había una canción espantosa que se titulaba (creo) «Mummy I Want a Drink of Water» que solían tocar en un programa infantil de radio de la BBC los sábados por la mañana; no creo haberla oído desde entonces, pero si la oigo me recordará irremediablemente cuando era niño y oía por la radio los programas infantiles del sábado por la mañana. Hay una canción de los Gipsy Kings que me recuerda una vez que me bombardearon con botellas de cerveza de plástico en un partido de fútbol en Lisboa y varias canciones que me recuerdan la universidad, o a ex novias, o un trabajo de verano, pero ninguna es mía, ninguna significa nada para mí como música, sólo como recuerdos y no quería escribir de recuerdos. Ése no era el tema. Lo único que se puede deducir de la gente que dice que el disco favorito de toda su vida les recuerda su luna de miel en Córcega, o al chihuahua de la familia, es que en realidad no les gusta demasiado la música. Yo quería escribir sobre lo que hay en cada una de esas canciones y que me ha hecho amarlas, no lo que yo haya puesto en las canciones.
Yo escucho sobre todo canciones, excluyendo casi cualquier otra cosa. Casi nunca escucho jazz, o música clásica, y cuando alguien me pregunta qué música me gusta me resulta muy difícil contestar, porque normalmente quieren nombres de artistas y yo sólo sé darles títulos de canciones. Y casi todo lo que tengo que decir de esas canciones es que me gustan, y quiero cantárselas, y obligar a otras personas a escucharlas y cabrearme cuando a esas personas no les gustan tanto como a mí; lamento mucho no tener nada que decir de «Trampoline» de Joe Henry, o de «Stay» de Maurice Williams & The Zodiacs, o de «Help Me» de Sonny Boy Williamson, o de «Mrs. Jackson» de Outkast, o de cualquier cosa de Lucinda Williams, o de Marah, o de Smokey Robinson, o de Olu Dara, o de los Pernice Brothers, o de Ron Sexsmith, o de mil otros, incluyendo a Marvin Gaye, por Dios Santo, nada que decir salvo que todos son grandes y que tendrías que escucharlos si todavía no lo has hecho... Lo que quiero decir es que estoy seguro de que de eso podría sacar algo para ir hinchando el libro hasta que tuviera la extensión reglamentaria, pero éste tampoco era el tema. Los escritores siempre andan exprimiendo las cosas porque los libros y los artículos tienen que tener una determinada cantidad de páginas, así que tienes en tus manos la forma real (es decir, natural, no forzada ni rellenada) de este libro en particular; es, si lo prefieres, un libro orgánico, criado sin alimentación forzada y sin ayuda de esteroides. Y ya se sabe que por las cosas orgánicas siempre se paga un poco más. De todos modos...

2. «THUNDER ROAD»

Bruce Springsteen
Recuerdo estar escuchando esta canción en 1975 y que me encantaba; recuerdo estar escuchando esta canción y que me encantaba casi lo mismo hace muy poco, hace unos pocos meses. (Y sí, estaba en un coche, aunque probablemente no iba conduciendo y seguro que no conducía por ninguna autopista de peaje ni carretera ni autovía y el viento no me alborotaba el cabello porque no tengo ni un descapotable ni cabellos. No es esa versión de Springsteen.) Así que llevo ya un cuarto de siglo adorando esta canción, y la he oído más que ninguna otra, con la posible excepción de... ¿A quién quiero engañar? No hay otras aspirantes. Verán, lo que iba a hacer era suavizar un poco el golpe, meter alguna cosa negra y/o cool, probablemente «Let’s Get It On», que considero que es el mejor disco de pop que se ha hecho nunca, y que entraría sin problemas en mi lista de las veinte canciones más oídas, pero no en el número dos. El número dos –y ahora intento ser sinceroprobablemente sería «(White Man) In Hammersmith Palais» de The Clash, pero iría mucho, mucho más atrás. Digamos que he puesto «Thunder Road» 1.500 veces (exactamente algo más de una vez por semana durante veinticinco años, eso me suena más o menos correcto, si tenemos en cuenta las repeticiones del primer par de años); «(White Man) In Hammersmith Palais» se habrá apuntado como unas quinientas audiciones. En otras palabras, que no hay verdadera competencia.
Me resulta extraño que «Thunder Road» haya sobrevivido mientras que muchas otras canciones que podrían considerarse mejores –«Maggie May», «Hey Jude», «God Save The Queen», «Stir It Up», «So Tired of Being Alone», «You’re a Big Girl Now»– me resultan menos convincentes según voy envejeciendo. No es que no pueda ver los fallos: «Thunder Road» es recargada, tanto la letra (como señalaba Prefab Sprout, en la vida hay más cosas que coches y chicas, y no hay duda de que cuando escribes canciones sobre la redención hay que huir de la palabra «redención» como de la peste) como la música..., después de todo, estos cuatro minutos y tres cuartos proporcionaron a Jim Steinman y a Meatloaf toda una carrera. También es resabiada de una manera que no lo es el propio Springsteen, y si en 1975 el romanticismo maldito no era una cursilada, actualmente sin duda lo es.
Pero algunas veces, muy de vez en cuando, canciones, libros, películas y fotografías expresan a la perfección lo que tú eres. Y no lo hacen necesariamente con palabras o imágenes; la conexión es mucho menos directa y más complicada que eso. Cuando estaba empezando a escribir en serio, leí Reunión en el Restaurante Nostalgia de Anne Tyler y de golpe supe qué era yo y qué quería ser, para lo bueno y para lo malo. Es un proceso parecido al de enamorarse. No eliges necesariamente a la persona mejor, ni a la más sensata, ni a la más guapa; persigues otra cosa. Había una parte de mí que más bien se hubiera enganchado de Updike, o Kerouac, o DeLillo, de alguien masculino, por lo menos, o tal vez de alguien un poco más opaco, y desde luego alguien que utiliza más tacos, y aunque todos ésos son escritores a los que he admirado en diferentes etapas de mi vida, la admiración es una cosa muy distinta de la clase de transferencia a la que me refiero. Me refiero a entender –o por lo menos sentirme como si entendiesecada una de las decisiones artísticas, cada impulso, el alma, tanto de la obra como de su creador. «Esto soy yo», quise decir cuando leí la triste, rica, encantadora novela de Anne Tyler. «No soy un personaje, no me parezco en nada a la autora, no he vivido las experiencias de las que escribe. Pero, aun así, eso es lo que yo siento dentro. Así sonaría yo si alguna vez lograse encontrar una voz.» Y acabé por encontrar una voz y fue mía, no de ella; pero, de todos modos, el proceso de identificación fue tan potente que todavía no me parece haberme expresado a mí mismo tan bien, tan completamente como Tyler lo hacía entonces en mi nombre.
Así que, aunque no soy americano, ni ya muy joven, odio los coches y puedo comprender por qué tanta gente encuentra a Springsteen histriónico y grandilocuente (pero no por qué lo encuentran machista o patriotero o tonto: este tipo de juicios ignorantes ha atormentado a Springsteen durante la mayor parte de su carrera, y provienen de unos listos que en realidad son mucho más tontos de lo que él ha sido jamás), «Thunder Road» logra de alguna forma hablar por mí. Esto es, en parte –y quizás para mi bochorno–, porque un montón de canciones de Springsteen de ese período hablan de hacerse famoso, o por lo menos de alcanzar cierto reconocimiento público por medio del arte: si el último verso de la canción dice «Me largo de aquí para vencer», ¿qué otra cosa podemos pensar salvo que ha vencido, simplemente gracias a cantar la canción, noche tras noche, ante una cantidad de gente cada vez mayor? (Y ¿qué otra cosa tenemos que pensar cuando en «Rosalita» canta, con inocente, gracioso, conmovedor regocijo «que la compañía de discos, Rosie, acaba de darme un gran anticipo»?) Este sueño de la fama nunca es objetable ni repelente, porque procede de una impaciencia, un ansia artística incontrolable –sabe que le sobra talento y parece sugerir que la recompensa adecuada para eso serían los medios financieros que lo satisfagan–, más que del interés por la celebridad en sí misma. Presentar un concurso de televisión o asesinar al presidente no calmaría para nada esa comezón.
Y, naturalmente –y que nadie le diga lo contrario–, si sueñas con llegar a ser escritor, también hay visiones turbias y asquerosas de la fama unidas a esos sueños; «Thunder Road» era mi respuesta a cada carta de rechazo que recibía, a cada duda expresada por amigos o parientes. Vivían en ciudades para perdedores, me decía, y yo, como Bruce, me largaba de allí para vencer. (Esas ciudades, por cierto, eran Cambridge –llena de doctores y abogados y profesores perdedores– y Londres –llena de perdedores triunfadores de todas clases–, pero no importa. Ése era el material con que tenía que trabajar, y eso hice.)
Ayudaba mucho que, según pasaba el tiempo y yo no daba ninguna señal de largarme a ningún sitio y desde luego no a la velocidad que insinuaba la canción, «Thunder Road» hacía referencia a la edad, y así se adaptaba a esa falta de impulso hacia delante. «Así que tienes miedo y piensas que quizás no somos tan jóvenes ya», cantaba Bruce, y esa frase me ayudaba incluso cuando ya había empezado a dudar si había alguna magia en la noche: seguí pensando que no era ya tan joven durante mucho, mucho tiempo –décadas, en realidad– e incluso hoy prefiero interpretarlo como una nostálgica observación de madurez más que como el miedo agudo que viene con el final de la juventud.
También ayudó que, en algún momento a principios o mitad de los ochenta, me topé con otra versión de la canción, una grabación pirata de estudio con Springsteen solo con una guitarra acústica (está en War and Roses, los cortes piratas de Born to Run); ahí reimagina «Thunder Road» como un evocador, agotado himno al pasado, al amor perdido y las oportunidades evaporadas y las falsas ilusiones y la mala suerte y el fracaso, y eso funcionaba estupendamente para mí también. De hecho, cuando trato de oír en mi cabeza esa última frase siempre me viene primero la versión acústica. Es lenta y lastimera y totalmente convincente: un artista que puede persuadirte de la verdad de lo que canta en cualquier versión es un artista capaz de muchísimas cosas.
Hay otras versiones pirata que pongo y me gustan. Una de las cosas fantásticas de la canción tal como aparece en Born to Run es que los primeros compases, con una armónica jadeante y un precioso piano dolorido, suenan en realidad como refiriéndose a algo acontecido antes de empezar la grabación, algo trascendental y triste pero que no destruye toda esperanza; como «Thunder Road» es el primer tema de la cara uno de Born to Run, el álbum empieza, en efecto, con sus propios créditos del final. En las actuaciones de finales de los setenta, durante la gira Darkness on the Edge of Town, Springsteen llevaba ese efecto al máximo entrando en «Thunder Road» desde una de sus canciones más sombrías y desesperadas, «Racing In the Street», y la armónica que marca la transformación de una canción en la otra produce la sensación de un súbito y glorioso apunte de primavera después de un invierno largo y desolador. En las versiones pirata de esas actuaciones de los setenta, «Thunder Road» puede por fin proporcionar la salvación que su colocación en Born to Run le negaba.
Puede ser que la razón por la que «Thunder Road» se mantiene para mí es que, a pesar de su energía y volumen y coches veloces y cabellos, consigue de algún modo sonar a elegía, y cuanto más viejo me hago más puedo escucharla. Y si es cuestión de eso, supongo que también yo creo que la vida es algo trascendental y triste pero que no destruye toda esperanza, y puede que eso me convierta en un depresivo que exagera su papel o puede que en un idiota feliz, pero en cualquier caso «Thunder Road» sabe cómo me siento y quién soy, y eso, en definitiva, es uno de los consuelos del arte.
POSDATA
Hace unos pocos años mis libros empezaron a venderse mucho, primero sólo en el Reino Unido y más adelante también en otros países, y con enorme perplejidad descubrí que de algún modo había entrado a formar parte de la gran corriente literaria y cultural. No era algo que me esperase ni para lo que estuviera preparado. Aunque no veía ninguna razón por la que nadie pudiera sentirse excluido ante mi obra –no era una cosa difícil ni experimental–, mis libros seguían pareciéndome extravagantes y para un público limitado. Pero de repente gente de todo tipo, personas que no conocía o no me gustaban o no respetaba, tenían opinión sobre mí y mi obra, que de la noche a la mañana parecía haber pasado de fresca y original a cliché revenido sin que hubiera cambiado una sola palabra. Y se me mostraba aquel espantoso reflejo de mí mismo y lo que había producido, un reflejo de espejos de feria, todo deformado y distorsionado..., yo, pero no yo. No es que eso me hundiera en una época especialmente mala, y desde luego que otras personas –conozco algunas– tienen experiencias mucho peores. Pero, así y todo, en esas circunstancias se hace muy difícil mantenerse fiel a la idea de lo que quieres hacer.
Y sin embargo Springsteen se las arregló de algún modo para encontrar una manera de superarlo. Todavía su nombre se toma en vano con frecuencia (hace un año o así leí un artículo de periódico donde atacaban a Tony Blair porque le gustaba mucho Bruce, señal, al parecer, de la incorregible ignorancia del primer ministro) y hay algunos que sólo logran ver al Springsteen reflejado en el callejón de los espejos. Pasó de ser el futuro del rock and roll a un llenaestadios patriotero y grumoso de cabeza vacía en el espacio de pocos meses y también sin que nada hubiera cambiado apenas, salvo el nivel de su popularidad. De todas formas, su gran determinación, y el modo como ha sobrevivido a los ataques a su sentido de sí mismo, me parecen ejemplares; a veces es difícil recordar que si lo que haces le gusta a un montón de gente eso no significa necesariamente que lo que haces no tenga ningún valor. Es más, en ocasiones puede incluso indicar lo contrario.

3. «I’M LIKE A BIRD»

Nelly Furtado
Oh, por supuesto que comprendo a las personas que desprecian la música pop. Sé que gran parte, casi toda ella, es una porquería, sin imaginación, mal escrita, producida con ligereza, inane, repetitiva y juvenil (aunque por lo menos cuatro de estos adjetivos podrían emplearse también para describir los ataques incesantes al pop que todavía se pueden encontrar en periódicos y revistas pijos); yo también sé, creedme, que Cole Porter era «mejor» que Madonna o Travis, que la mayoría de las canciones pop están apuntando cínicamente al blanco de un público tres décadas más joven que yo, que en cualquier caso la edad de oro fue hace treinta y cinco años y ha habido pocas cosas de valor desde entonces. Pero simplemente es que oí esta canción por la radio, y compré el CD, y ahora necesito escucharla diez o quince veces al día...
Esto es lo que me intriga de los que piensan que el pop contemporáneo (y utilizo la palabra para abarcar el soul, reggae, country, rock..., cualquier cosa y todo lo que pueda considerarse una porquería) está por debajo de ellos, o detrás de ellos, o más allá de ellos, cualquier preposición que denote distancia, en cualquier caso. ¿Significa esto que nunca escuchan, o al menos nunca disfrutan con canciones nuevas, que todo lo que silban o tararean se escribió hace años, décadas, siglos? ¿De verdad que se niegan a sí mismos el placer de aprender una melodía (un placer, por cierto, al que su generación quizás sea la primera en la historia de la humanidad en renunciar) porque tienen miedo de que les haga parecer como si no supieran quién es Harold Bloom? Uau. Apuesto a que son tíos divertidos en las fiestas.
La canción que últimamente me ha estado volviendo placenteramente chiflado es «I’m Like a Bird» de Nelly Furtado. Sólo la historia juzgará si la señorita Furtado acaba resultando una artista o...

Índice

  1. PORTADA
  2. 1. INTRODUCCIÓN
  3. 2. «THUNDER ROAD»
  4. 3. «I’M LIKE A BIRD»
  5. 4. «HEARTBREAKER»
  6. 5. «ONE MAN GUY»
  7. 6. «SAMBA PA TI»
  8. 7. «MAMA YOU BEEN ON MY MIND»
  9. 8. «CAN YOU PLEASE CRAWL OUT YOUR. 9. «RAIN»
  10. 10. «YOU HAD TIME». 11. «I’VE HAD IT»
  11. 12. «BORN FOR ME»
  12. 13. «FRANKIE TEARDROP». 14. «AIN’T THAT ENOUGH»
  13. 15. «FIRST I LOOK AT THE PURSE»
  14. 16. «SMOKE»
  15. 17. «A MINOR INCIDENT»
  16. 18. «GLORYBOUND»
  17. 19. «CARAVAN»
  18. 20. «SO I’LL RUN»
  19. 21. «PUFF THE MAGIC DRAGON»
  20. 22. «REASONS TO BE CHEERFUL, PART 3». 23. «THE CALVARY CROSS»
  21. 24. «LATE FOR THE SKY»
  22. 25. «HEY SELF DEFEATER»
  23. 26. «NEEDLE IN A HAYSTACK»
  24. 27. «LET’S STRAIGHTEN IT OUT»
  25. 28. «RÖYKSOPP’S NIGHT OUT»
  26. 29. «FRONTIER PSYCHIATRIST». 30. «NO FUN/PUSH IT»
  27. 31. «PISSING IN A RIVER»
  28. DISCOGRAFÍA
  29. NOTAS
  30. CRÉDITOS