La Liturgia
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Casa de los Sentidos

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Información del libro

A House of Meanings, now available in Spanish.

Author Juan Oliver presents liturgical theology in accessible language, free of technical jargon. The book is designed for individual reading and structured to be a resource for a series of parish workshops, especially during the Easter season. Chapters conclude with a discussion guide intended to assist parishioners in developing their own sense of the value of worship and its relationship to our daily lives.

Unique and refreshing, La Liturgia/A House of Meanings will be useful not only to congregations but to seminarians and anyone planning or evaluating worship.

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Información

Año
2021
ISBN
9781640654655
Capítulo IV
La santa eucaristía
Hablar y comer
con Dios
Inmediatamente después de sus bautismos, los nuevos Imiembros se unían a la comunidad cristiana en la celebración de la “eucaristía” que significa acción de gracias. La exploraremos en sus dos partes: la Palabra de Dios y la Santa Comunión, repasando en cada caso lo que hacemos y su historia, y luego los significados que hemos encontrado en ella, acción por acción.
Tu experiencia. ¿cuál ha sido tu experiencia de participar en la eucaristía? ¿Renovadora? ¿Restaurativa? ¿Fácil? ¿Molestosa? ¿Frustrante? ¿Incomprensible? ¿Aburrida? ¿Qué ha sido maravilloso y qué ha sido un desafío? ¿Cómo es para ti el reunirte con otros cristianos todos los domingos, o la mayoría de los domingos? Si tu congregación eucarística desapareciera mágicamente, ¿qué extrañarías?
En la eucaristía nos reunimos con Dios. De hecho, la palabra “Iglesia” viene del griego ekklesia, que significa asamblea. Originalmente ekklesia se refería a una asamblea de funcionarios griegos elegidos y convocados para deliberar, como nuestras legislaturas. La comunidad cristiana se entiende a sí misma como una asamblea elegida y convocada por Dios. Tu iglesia es una asamblea de personas, independientemente de dónde se reúnan, ya sea en el edificio de la iglesia o en una eucaristía durante una gira en la playa.
La primera parte de nuestra asamblea eucarística es La Palabra de Dios. En ella la Iglesia reunida en asamblea lleva a cabo cuatro acciones importantes: reunirse, escuchar, compartir y orar. Antes de examinar cada una por sí misma, es útil repasar las eucaristías de los primeros cristianos.
Las primeras eucaristías. Las cenas eucarísticas aparecen ya en el Nuevo Testamento, lo que indica que incluso antes de desarrollar una comprensión teológica compleja de su significado, simplemente nos reuníamos a comer juntos. Sin embargo, incluso entonces, la práctica de Jesús de comer con las personas indeseables y problemáticas tenía un significado específico como signo, según veremos a continuación.
Imagínate que eres un seguidor del Camino (el primer nombre que nos dimos a nosotros mismos, antes de “cristianos’), en la bulliciosa ciudad de Corinto, alrededor del año 51 DC. Te reúnes, tu y todos los de tu casa, con otros en la casa grande de un miembro acomodado. Quizás haya entre treinta y cincuenta personas presentes. Normalmente traerías alguna comida para compartir, pero hoy toda la comida es provista por el anfitrión. No te sorprende la presencia de personas sin techo y otras ricas, esclavos y personas libres, hombres y mujeres, ciudadanos romanos y extranjeros, todos juntos. La cena es un evento radicalmente igualitario en una cultura en la que era extremadamente importante comer con las personas apropiadas y evitar a “esa gente”. El menú probablemente consiste principalmente pan y verduras, aunque quizás hoy incluye pescado. Evitábamos comer carne ya que estaba asociada con los sacrificios a los dioses en los templos paganos.
Estas cenas compartidas gradualmente comenzaron a tener lugar ya fuera el sábado después del anochecer o temprano el domingo por la mañana, antes del trabajo; se asociaron con “el Día del Señor”, es decir, el día de la resurrección de Cristo, pero también el día de la venida del Espíritu Santo, y de la inauguración del Reino de Dios, aquí en la tierra.
Inicialmente estas reuniones no ocurrían en iglesias, sino en hogares, ya sea el hogar de miembros lo suficientemente ricos como para acomodar a un grupo grande, o casas y apartamentos modestos, incluso negocios, donde un grupo más pequeño podría reunirse. A medida que las asambleas crecían en tamaño, las casas eran reformadas y ampliadas para adaptarse a nuestros propósitos.
Para el año 150 DC, en una comunidad siria en Roma, la eucaristía ya había desarrollado la estructura básica que observamos hasta el día de hoy: nos reunimos, escuchamos la Palabra de Dios, compartimos su significado, oramos por la Iglesia y el mundo, bendecimos la mesa, cenamos juntos y somos enviados en misión. Veamos las primeras cuatro acciones: reunir, escuchar, compartir y rezar.
Nos reunimos. Justino Mártir, un laico que le escribió al emperador Antonino Pío alrededor del año 150 DC, describió lo que hacíamos los domingos en su comunidad siria en Roma:
“... en el día llamado domingo, todos los que viven en ciudades o en el campo se reúnen en un solo lugar, y se leen las memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas, mientras el tiempo permita; luego, cuando el lector ha cesado, el presidente nos instruye y exhorta a imitar estas cosas buenas. Entonces todos nos levantamos juntos y rezamos ...”.1
Nuestra primera acción significativa en la eucaristía, pues, es reunirnos. Esto comienza al momento en que sales de casa, pero llega a su punto culminante cuando la Iglesia se une, con un canto de alabanza y terminando con nuestras oraciones en silencio, “recogidas” en una oración colecta recitada por la persona que preside. Este rito de entrada puede extenderse agregando un himno de entrada y la Coleta de la Pureza, ambas opcionales; pero el núcleo de la acción es la aclamación, un himno y una colecta.
En este sentido, al menos, simplemente reunirnos en el nombre de Cristo ya es una señal o signo. El orden primitivo de la Iglesia, la Didajé o enseñanza, del primer siglo, pide a Dios en su plegaria eucarística: “... que tu Iglesia se reúna de los extremos de la tierra en tu reino”. Ya al comienzo de la asamblea eucarística, se nos recuerda que estamos ya en el Reino de Dios.
¿Cuál es el significado de reunirnos físicamente en un lugar? Esto es lo que significaba para el gran teólogo Ortodoxo Alexander Schmemann:
“La liturgia de la Eucaristía se entiende mejor como un viaje o procesión. Es el viaje de la Iglesia a la dimensión del Reino. Usamos la palabra ‘dimensión’ porque parece la mejor manera de indicar el modo de nuestra entrada sacramental a la vida resucitada de Cristo. Tal como cuando las transparencias en color ‘cobran vida’ al mirarse en tres dimensiones en lugar de dos y la dimensión agregada nos permite ver mucho mejor la realidad de lo que ha sido fotografiado, de la misma manera... nuestra entrada a la presencia de Cristo es una entrada a una cuarta dimensión que nos permite ver la realidad última de la vida. No es un escape del mundo, más bien es la llegada a un punto de vista desde el cual podemos ver más profundamente la realidad del mundo”.2
Escuchamos la Palabra de Dios. Una vez que estamos reunidos, escuchamos la Palabra de Dios. Se proclaman dos lecturas bíblicas: una del Antiguo Testamento o Hechos, y una del Nuevo Testamento. La primera y segunda lectura pueden ir seguidas de un salmo o un himno. Finalmente, escuchamos una lectura de los evangelios. Esta lectura puede ser honrada de maneras especiales: el libro puede llevarse en procesión acompañado de signos imperiales de honor romanos como velas e incienso, o simplemente proclamado desde el mismo púlpito o atril que las otras lecturas.
Escuchamos la Palabra de Dios, es decir, el mensaje de Dios para nosotros aquí, hoy. Lo oímos a través de textos escritos originalmente en idiomas extranjeros hace miles de años, y dirigidos a personas muy diferentes. Es importante, por tanto, comprender su contexto histórico, cultural, lingüístico e incluso socioeconómico, o podemos distorsionar seriamente los textos, proyectando significados que no tuvieron cuando fueron escritos. Al comprender los textos en su contexto, podemos encontrar significados paralelos en nuestro propio contexto. Y dado que los textos bíblicos se escribieron originalmente en hebreo y griego, este es un buen lugar para decir una palabra sobre el arte de traducir.
Traducir es un arte. Lo llevan a cabo profesionales que, al menos bilingües, siempre traducen a su lengua materna, cuyos ritmos y matices llevan, por así decirlo, en la sangre. Una máquina no puede hacerlo bien, ya que la mayoría de las veces no hay correspondencias exactas palabra por palabra, de un idioma a otro; en vez, lo que se dice en un idioma encuentra expresiones similares o análogas en el otro, no palabra por palabra. Solo por esta razón, es aconsejable que los proclamadores de la Palabra en la adoración consulten más de una traducción bíblica al prepararse. A lo largo de este libro estoy usando la nueva traducción del Nuevo Testamento de David Bentley Hart porque es lo más literal posible, y por lo tanto, a veces, es poco elegante e inapropiada para uso litúrgico; sin embargo, ofrece el significado de un texto en su contexto original, y así nos permite encontrar los significados análogos en el nuestro.
También es muy útil para la congregación promedio escuchar en lugar de leer la Palabra proclamada, ya que al escucharla, el texto adquiere una vida y relevancia nuevas, abriendo cada vez nuevas vías de interpretación, permitiéndonos escucharlo fresco y sorprendente.
¿Qué significa escuchar a Dios juntos como comunidad? Nos reunimos para escucharlo, lo que significa que creemos que el que habla (Dios) tiene algo que decir que valoramos. Puede ser impactante, sorprendente, consolador, revolucionario, transformador o predecible, pero el mismo acto de proclamación supone que es algo que vale la pena escuchar, algo por lo que estamos agradecidos, y así respondemos: “ Gracias a Dios”. Esto significa quizás que el significado de nuestras vidas proviene de una Fuente más allá de nosotros mismos, igual que nosotros tampoco nos creamos a nosotros mismos.
Compartir los significados de los textos. Escuchar la Palabra de Dios sería mucho más fácil si Dios hablara unívocamente, cada oración clara como cristal, con exactitud científica, sin dejar lugar para la interpretación. Pero Dios nos respeta demasiado para tal cosa, y sabiendo que la Palabra debe ser significativa para cada uno de nosotros en nuestra particularidad, el Orador nos habla en parábolas, metáforas, historias y otras formas poéticas, que debemos interpretar y aplicar a nosotros aquí y ahora. Para poder participar en esto, la pregunta operativa es: ¿Qué significa este mensaje para mí/nosotros en mi/nuestra vida de hoy?
Incluso con las mejores traducciones, la tarea de aplicar la Palabra a nuestra situación local inmediata requiere trabajo. Esto generalmente ocurre en la forma de un sermón u homilía, en el cual la persona que predica “abre” la Palabra proclamada, explorando sus significados para nosotros hoy. También puede ocurrir cuando un grupo de cristianos simplemente comparte lo que la Palabra significa para ellos en su contexto, como lo hacemos en ejercicios tales como lectio divina y la reflexión bíblica durante la preparación para el bautismo, confirmación, etc., en los que los participantes comparten el significado de la lectura para ellos. A veces, en congregaciones pequeñas, el método lectio divina o la reflexión bíblica se puede usar en lugar de un sermón, o en respuesta a él.
Con demasiada frecuencia, escuchamos e interpretamos la Palabra solo en cuanto nos afecta en nuestras vidas individuales, sin explorar su significado para la congregación y la comunidad que nos rodea. Las personas que predican pueden y deben tratar de expresar lo que Dios le está diciendo no sólo a individuos sino a la comunidad como tal.
El Credo Niceno. Durante casi mil años, la mayor parte del cristianismo occidental celebró la eucaristía sin el Credo. Promulgado por los obispos reunidos por el emperador Constantino en Nicea en 325, y expandido en Constantinopla en 381 DC, el Credo Niceno fue desarrollado para expulsar a los arrianos de la asamblea, porque creían que la segunda persona de la Santísima Trinidad es una criatura de Dios, inferior al Padre. En Oriente, el Credo se añadió a la eucaristía para el 511, pero en Occidente se incluyó sólo en España en el 589, y no fue hasta principios del siglo XI que la Iglesia occidental lo incluyó en la eucaristía en todas partes.
Se podría escribir un libro entero sobre el tema de si el Credo de Nicea pertenece en la eucaristía o no. Aquí solo señalo varios detalles: Primero, el contexto original y el propósito del Credo de Nicea fue excluir a los arrianos. Además, su lenguaje filosófico, queriendo ser claro y unívoco, es diferente del estilo metafórico y poético usualmente empleado en la liturgia. Además, durante mil años la Plegaria Eucarística fue, y sigue siendo, nuestra principal declaración de fe en la eucaristía, a la que asentimos con nuestro Amén, requerido para que sea válida. Por estas razones, no podemos decir que el Credo es esencial en la Eucaristía: en la Santa Eucaristía II solo tiene que recitarse los domingos y fiestas mayores.
Oramos por la Iglesia y...

Índice

  1. Cover Page
  2. Title Page
  3. Copyright
  4. Índice
  5. Prefacio
  6. I Signos de la gracia: Cómo funciona la liturgia
  7. II La bisagra del año: Las liturgias de la Semana Santa
  8. III Tu propia muerte y resurrección: El bautismo y la confirmación
  9. IV La santa eucaristía: Hablar y comer con Dios
  10. V Como organizarnos: Las órdenes sagradas
  11. VI Matrimonio: Signo del amor de Dios
  12. VII Una nueva etapa: La unción de enfermos
  13. VIII El levantamiento de Jesús: La Iglesia, su misión, y las culturas
  14. Posdata sobre el diseño de la liturgia
  15. Glosario