La parte de bronce. Platón y la economía
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La parte de bronce. Platón y la economía

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La parte de bronce. Platón y la economía

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¿Qué lugar ocupa la economía en la polis? pregunta el filósofo. Platón reconoce que es imprescindible y que puede afectar la convivencia social, según la manera en la que esta institucionalizada y practicada.

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Información

Editorial
LOM Ediciones
Año
2021
ISBN
9789560014658

Capítulo III
Hacer de la economía una esfera verdaderamente política

Si la economía abandonada a sí misma hace y deshace la ciudad al mismo tiempo, ¿cómo reforzar su potencia constructiva y evitar los estragos que provoca?
La ciudad de los cerdos ofrece el modelo de una economía recta, ya que es el modelo de una vida mesurada en una ciudad que podemos considerar verdadera (puesto que es sana). Pero en razón de los postulados antropológicos de Platón, para quien la ciudad de los cerdos no podría ser verdaderamente humana, el modelo que ella representa resulta improbable en la práctica. La salud de la ciudad depende entonces de dos condiciones estrechamente ligadas: en primer lugar, es necesario concebir un arte político autónomo, capaz de regular las prácticas económicas; en segundo lugar, es necesario que estas prácticas contribuyan a la preservación de la autonomía política y de la unidad de la ciudad. Platón aspira a efectuar una inversión del orden, o más precisamente, del desorden espontáneo que las economías mal instituidas por políticas imperfectas provocan en las ciudades empíricas. En estas ciudades, la economía tiende a «politizarse» por sí misma, en el sentido de que instrumentaliza la política y supedita el interés general de la ciudad a los intereses económicos y «políticos» de sus dirigentes. Para edificar una verdadera ciudad, es decir, una ciudad recta, es necesario politizar verdaderamente la economía, esto es, someterla a una política autónoma y reguladora, capaz de crear prácticas económicas propicias a su autonomía y que logren potencializar la eficacia de la economía. Es posible imaginar que su subordinación a la política la privaría de su especificidad y la convertiría en un simple engranaje político, porque «El Estado lo absorbe todo: nada privado, nada que pertenezca a la economía doméstica»503. Pero, contrariamente a lo que afirma el autor de esta cita, la politización de la economía no implica la pérdida de la especificidad de la misma, sino que permite establecer la distinción entre la causalidad propia de la esfera política y de la esfera económica, lo cual posibilita, a su vez, asegurar la eficacia de cada una de estas artes.
Es por esta razón que para comprender lo que significa la economía según Platón no basta con enumerar las medidas que él preconiza: ni las reducidas y puramente programáticas medidas de la República504, ni las detalladas medidas de las Leyes. Para que estas medidas adquieran sentido deben ser puestas en relación con la motivación que las inspira y con el principio que las dirige, el cual consiste principalmente en la instauración de una relación de conmensurabilidad entre la esfera privada y la esfera común. Tras haber establecido la diferencia entre la eficiencia política y la eficiencia económica y mostrado la manera en que Platón preserva la primera de la rivalidad de las artes de la esfera económica en la competencia por el título de causa de la ciudad, nos ocuparemos de los tres medios principales gracias a los cuales el filósofo instaura la conmensurabilidad entre estas dos esferas. Se trata de la instauración de una regla común para el oikos y la polis, gracias a la institución del lote (κλῆρος), de la redefinición de los criterios de repartición de las funciones políticas y económicas a través del acceso de las mujeres a la política y de la elaboración del concepto de «función propia».

Los rivales económicos del político:
Eficiencia económica y eficiencia política

Platón sostiene que los actores económicos son rivales poderosos del político, puesto que creen estar en capacidad de dirigir la ciudad. ¿Cuáles son los motivos por los que aquellos se consideran dignos de asumir esta función? Y ¿por qué Platón rechaza la legitimidad de su reivindicación?

Alimentar la ciudad

Los agentes económicos son los proveedores de alimento de la ciudad. En este sentido resulta evidente considerar que ellos hacen la ciudad. El Libro II de la República muestra cómo, antes de la aparición de los guardianes, el afán por satisfacer nuestras necesidades hace inicialmente de la ciudad una sociedad económica. Pero el estatus político de esta función de suministro de alimentos es ambiguo, fundamentalmente cuando comparamos la República con el Político: si esta función contribuye a la unidad política en el marco de una reciprocidad funcional entre los tres grupos que integran la ciudad en palabras de la República, en el Político ella representa una amenaza para la unidad, ya que permite que los agentes económicos reivindiquen su derecho al ejercicio del poder505.

Los proveedores de alimentos y los protectores de la ciudad: ¿una reciprocidad ilusoria?

En un pasaje de la República (V, 463a-b), los miembros del pueblo son calificados de «proveedores de salarios y de alimento (Μισθοδότας τε καὶ τροφέας)» (463b). Que el pueblo sea el proveedor de alimento resulta comprensible, pues el pueblo proporciona el sustento a los guardianes y a sus auxiliares, porque el principio de especialización de las funciones no permite que estos dos grupos funcionales satisfagan por sí mismos sus necesidades. Pero ¿cómo entender que el pueblo sea calificado de «proveedor de salario»? ¿En qué consiste este salario y quién lo recibe? Este salario no es equiparable al que reciben de sus patrones quienes venden su fuerza de trabajo, que, como aquellos, forman también parte del pueblo506. Como lo sugiere la respuesta de Sócrates a la objeción de Adimanto sobre la felicidad de los guardianes, este salario no es en realidad más que un subsidio en especie que los productores proporcionan a los guardianes y a los militares en compensación de la protección que aquellos les brindan. De acuerdo con Adimanto, los militares «parecen ser auxiliares asalariados (ὥσπερ ἐπίκουροι μισθωτοὶ), instalados en la ciudad, que no hacen nada salvo vigilarla». «Sí», responde Sócrates, «no trabajan más que para recibir un sustento, sin obtener, además de los alimentos (ἐπισίτιοι καὶ οὐδὲ μισθὸν πρὸς τοῖς σιτίοις), un salario como los demás […]»507.
Pero para comprender la manera en que Platón realiza la integración política de las funciones económicas en la ciudad justa y reduce la pretensión de los agentes económicos de hacerla y, por ende, de gobernarla, es necesario observar que los productores no se autodenominan «proveedores de alimentos» o «proveedores de salario». Son los guardianes los que emplean dichos nombres para designarlos cuando la ciudad se asemeja a «una única persona», contrariamente a lo que sucede en las ciudades mal constituidas508, donde los dirigentes emplean el nombre de «esclavos» (δούλους) para designar al pueblo. Asimismo, en la ciudad justa el pueblo denomina a sus dirigentes «salvadores y auxiliares» y no «amos» como son llamados en las ciudades defectuosas509. Pero además de la voluntad «de sustituir en la medida de lo posible la obediencia forzada por la obediencia espontánea, y de esta manera reducir la tensión al ...

Índice

  1. Portada
  2. Título
  3. Créditos
  4. Prefacio
  5. Introducción
  6. Capítulo I La economía: hacer y deshacer la ciudad
  7. Capítulo II De la economía como política
  8. Capítulo III Hacer de la economía una esfera verdaderamente política
  9. Conclusión
  10. Bibliografía
  11. Índice
  12. Colección
  13. Colofón