Desde la ciudad
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Desde la ciudad

Pensar, diseñar y producir hoy la ciudad de mañana

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Desde la ciudad

Pensar, diseñar y producir hoy la ciudad de mañana

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¿Cómo entender la ciudad actual en toda su complejidad? ¿Cómo debemos pensar, diseñar y producir hoy la ciudad para que dentro de veinte a treinta años sea un lugar sostenible y grato para vivir? Este libro pretende contribuir a la elaboración de respuestas a estas y otras problemáticas adoptando una mirada urbana y arquitectónica desde la ciudad, que se desligue de la mirada tradicional hacia la ciudad. Para ello, se enfoca en una mirada desde la memoria, la disrupción y la gran escala con la finalidad de comprender la ciudad desde sus habitantes y sus múltiples formas de interacción (social, política, económica, cultural) como, también, desde sus partes (edificios patrimoniales, calles, plazas, barrios, espacios públicos, áreas, zonas).En lugar de estudiar la ciudad como un objeto meramente académico, este libro ofrece un conjunto de perspectivas enfocadas en sus usuarios, con el fin de generar pensamiento urbano nuevo. Su objetivo es el beneficio de la sociedad civil y de sus múltiples actores para servir de aporte en la constante labor de pensar, diseñar y actuar sobre el espacio urbano, que se construye en función de la mejora en la calidad de vida de todas las personas, sin excepción, en un contexto de necesaria sostenibilidad. En ese sentido, este libro asume una postura crítica y constructiva de la ciudad e invita a adoptar una responsabilidad ética para con las ciudadanas y ciudadanos de las próximas generaciones, y a quienes toman las decisiones urbanas.

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Información

Año
2022
ISBN
9789563034868

Capítulo 1
Nuevas miradas para entender la ciudad contemporánea

Rodrigo Vidal Rojas

Introducción

Para intervenir la ciudad es necesario entenderla. Y para entenderla, se requiere contar con instrumentos capaces de describirla y explicarla adecuadamente. Dichos instrumentos son conceptos y teorías. Y cuando observamos las teorías urbanas clásicas, desarrolladas durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, constatamos que son inadecuadas e insuficientes para describir y explicar la ciudad contemporánea, aquella de los últimos sesenta años.
Las teorías urbanas clásicas resultan anacrónicas en relación con la ciudad múltiple, diversa y compleja en la que hoy vivimos. Los más de 70 años de aplicación de la ideología del movimiento moderno y de la planificación urbana no han evitado que nuestras ciudades sean hoy lugares solo para circular, reproducir y sobrevivir, relegando la calidad de vida al espacio arquitectónico y transformando el espacio urbano en un lugar de múltiples formas de agresión. La emergencia brutal y exponencial del automóvil, desde los años 60, solo ha logrado agravar este estado de cosas.
Además, junto con renovar el pensamiento teórico y el ejercicio práctico, es esencial reunir en un solo acto el pensar, el diseñar y el producir la ciudad. La tradicional división entre analizar, proyectar y producir el espacio urbano dio nacimiento a teóricos urbanos, a planificadores-diseñadores-urbanistas y a productores-promotores de la infraestructura física, mujeres y hombres, distantes y aislados, especialistas que rara vez se encuentran.
Del mismo modo, la fuerte disociación entre arquitectura y espacio urbano, también herencia del movimiento moderno, ha creado dos vías paralelas en el pensar, diseñar y producir el espacio urbano: por un lado, una planificación urbana impulsada por el poder público y cooptada por las empresas inmobiliarias, con resultados menos que discretos en materia de calidad de vida. Por otro lado, una arquitectura objeto, con aspiraciones fotogénicas, que se desentiende del espacio urbano y que, en el mejor de los casos, incorpora espacios públicos privatizados al interior de las operaciones inmobiliarias.
A comienzos del tercer milenio, François Asher (2004, pp. 71-85) planteaba que tras la revolución de la ciudad clásica y de la ciudad industrial, nos encontrábamos en una revolución urbana moderna que exige dotarse de nuevos instrumentos para dominarla. Para ello, propuso diez principios básicos de lo que denominó el nuevo urbanismo. Esos principios son: (1) elaborar y dirigir proyectos en un contexto incierto; (2) dar prioridad a los objetivos frente a los medios; (3) integrar los nuevos modelos de resultado; (4) adaptar las ciudades a las diferentes necesidades; (5) concebir los lugares en función de los nuevos usos sociales; (6) actuar en una sociedad muy diferenciada; (7) readaptar la misión de los poderes públicos; (8) responder a la variedad de gustos y demandas; (9) promover una nueva calidad urbana, y (10) adaptar la democracia a la tercera revolución urbana.
Afortunadamente, y de manera coincidente con la publicación en 1961 del libro Muerte y vida de las grandes ciudades, de Jane Jacobs (2011), han surgido desde inicios de la década de 1960 diversas nuevas aproximaciones teóricas y miradas nuevas de diseño y producción del espacio urbano, muchas de las cuales van en el sentido planteado por Asher. Este conjunto de ideas, conceptos y miradas de la ciudad constituyen un cuerpo teórico contemporáneo sobre el cual podemos construir un nuevo modo de concebir, diseñar y producir una ciudad más amable, de mayor calidad de vida y sostenible. Se exponen, entonces, a continuación, y de manera conjunta, aquellos enfoques urbanos contemporáneos que poseen la solidez teórica y la viabilidad práctica suficiente para entender e intervenir en la ciudad contemporánea.

Nuevas miradas de la ciudad contemporánea

Urbanismo situacionista. La ciudad creadora de emociones y afectividad

En 1940, el 43,6% de las personas estadounidenses era propietaria de su vivienda. Ese porcentaje subió a 61,9% en 19601. Durante la década de 1950 se llevó a cabo un proceso de renovación y reconstrucción impulsado por el Estado y por las empresas inmobiliarias en Estados Unidos y Europa, fuertemente criticado porque, según diversas personas, estaba destruyendo comunidades. En este contexto de un mercado ávido por crear oferta para recoger beneficios rápidos surgió el urbanismo situacionista (Debord, 1957), expresión de una lucha contra lo que sus integrantes consideraban la enajenación de la ciudad al capitalismo.
Organizados en la Internacional Situacionista, aseguraron que el urbanismo capitalista, planificador, renovador y destructor de comunidades se instala como el principal garante de la despolitización de la ciudadanía y de su reducción a consumidor/a y espectador/a pasivo/a. Guy Debord, la principal figura de este movimiento, influenciado por Henri Lefebvre y Joseph Gabel, y basado en las teorías de Karl Marx, publica con sus colegas, entre 1958 y 1961, seis números de la revista de la Internationale Situationniste2. En ellos, plantean su crítica situacionista al urbanismo moderno y su rechazo al modo de vida en la metrópolis capitalista, la que queda claramente plasmada, en 1962, en el Programa elemental de la oficina de urbanismo unitario (Arias, Candia-Cáceres y Landaeta, 2017). En la Internacional Situacionista, entre 1957 y 1972, en torno a Debord se reunieron artistas e intelectuales para terminar con la opresión de la sociedad de clases, combatiendo la dominación capitalista. Desde un punto de vista exclusivamente urbano, se destaca su fuerte reivindicación del espacio público, lugar privilegiado de creación cultural y acción política (Debord, 1958).
Crear situaciones es la principal tarea del urbanismo situacionista. Esto se traduce en “la construcción concreta de ambientes momentáneos de la vida y su transformación en una calidad pasional superior” (Debord, 1957). La creación de situaciones fue considerada por los situacionistas como una herramienta política de transformación concreta de la vida de las personas. Para ello, introdujeron la noción de psicogeografía. Esta se refiere a que el ambiente en que vive un individuo actúa directamente sobre su comportamiento afectivo. Reconociendo este efecto de naturaleza psicogeográfica, los situacionistas pensaban poder desarrollar un programa para la transformación integral de la vida a través de la construcción de situaciones. Lo llamaron urbanismo situacionista unitario y se basó en la deriva, concebida por Debord como una renuncia. Dérive (francés) es un recorrido por la ciudad, de uno a cuatro días, sin objetivo específico, siguiendo las emociones y buscando redescubrir la ciudad de modo diferente (figura 1). En esta renuncia, los situacionistas se abandonan a un desplazamiento por la ciudad, supuestamente sin motivos predeterminados, dejándose llevar por las exigencias y requerimientos del terreno. Así, la teoría de la deriva intenta explicar una nueva forma de ver y experimentar la vida urbana dentro de la propuesta más amplia de la psicogeografía. En ese contexto, utilizan la cartografía urbana como herramienta para articular las distintas unités d’ambience (unidades de ambiente), creando un nuevo tejido social, basado en los mapas emocionales denominados planos psicogeográficos (Ivain, Debord y Jorn, 1996).
Cabe añadir que quien deriva es un flâneur (paseante o callejero). Pero el flâneur no pasea, sino que callejea, vagabundea, deriva, se deja llevar. Vaga sin rumbo fijo por las calles, sensible a las sorpresas que surgen del callejeo. El concepto hace referencia a una forma de pasear muchas veces considerada una pérdida de tiempo. Para otros, una manera de vivir, de pensar, de aprender, de descubrir. En Les Misérables, Victor Hugo escribe: “Errer est humain. Flâner est parisien” (Errar es humano. Callejear es parisino)3. “El concepto del flâneur, el vagabundo casual, observador y reportero de la vida en la calle en la ciudad moderna, se exploró por primera vez, en detalle, en los escritos de Baudelaire”4. Y fue a partir de su poesía que Walter Benjamin, influenciado por Georg Simmel, transformó al flâneur en un objeto de estudio académico. Benjamin revela, en el Libro de los pasajes, cómo él mismo se convirtió en un flâneur de los corredores y las galerías comerciales de París.
Figura 1. The Naked City, mapa psicogeográfico elaborado por Guy Debord, en 1959. Representa una ciudad configurada por fragmentos y unida solo por las flechas que indican los recorridos y direcciones espontáneas realizadas durante una deriva.
Fuente: Romero, Tamara (s.f.).

Metabolismo urbano. La ciudad en armonía con su entorno natural

El metabolismo es el conjunto de reacciones químicas que se producen en las células del cuerpo para convertir los alimentos en energía, necesaria para mantener la vida. Una diferencia fundamental entre el metabolismo urbano y el metabolismo natural es la direccionalidad del proceso (figura 2):
En la naturaleza, los seres vivos gestionan sus recursos basándose en un metabolismo circular, en donde la luz solar, el agua o los nutrientes (entradas) son transformadas en calor, energía y biomasa y no se genera un residuo como tal. En cambio, aquellas sustancias que ya no son necesarios (salidas) regresarán al circuito y cumplirán otra función en el ecosistema. Por el contrario, las ciudades de hoy en día se basan en metabolismos lineales, extrayendo materias primas, fabricando productos para su consumo y desechándolos tras su uso, causando así el agotamiento de los recursos naturales o la alta dependencia sobre aquellos no renovables [...

Índice

  1. Portada
  2. Título
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Introducción
  6. Capítulo 1 Nuevas miradas para entender la ciudad contemporánea
  7. Primera parte Desde la memoria
  8. Segunda parte Desde la disrupción
  9. Tercera parte Desde la gran escala
  10. Conclusiones
  11. Sobre los autores y las autoras
  12. Observaciones del libro
  13. Equipo editorial
  14. Colofón