La comunidad sublevada
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La comunidad sublevada

Ensayos y crónicas

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La comunidad sublevada

Ensayos y crónicas

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Hay momentos en que es posible y quizá necesario reunir textos que han sido escritos recientemente, junto a otros publicados y comentados, en algunos casos, con generosa opinión por lectores y amigos. Este es el caso de estos ensayos y crónicas. En la primera parte, "La comunidad abusada", reuní varios ensayos, especialmente uno sobre el "abuso", que inicia y ordena el conjunto del libro; otro sobre la "memoria", seguido de recuerdos personales y espero que colectivos, y un tercero sobre el "racismo contemporáneo" que corroe nuestras sociedades. La segunda parte, "La comunidad sublevada", son crónicas de la protesta y la sublevación del sur. Casi todas son inéditas. No hay un gran orden ni concierto, pero están escritas con mucho cuidado y, espero, belleza. Se combina en los recuerdos una cierta dosis de ficción, mucha pasión, que el lector sabrá distinguir o soportar. Casi todas son metáforas para acceder a las situaciones que estamos viviendo como sociedad, a esta verdadera sublevación cultural. Un lenguaje, según dice Gregory Bateson, con el cual se puede hablar con los ángeles, asunto sin duda de la mayor importancia, sobre todo en mi caso.José Bengoa

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Información

Año
2021
ISBN
9789563249156
Categoría
Sociología

PRIMERA PARTE

LA COMUNIDAD ABUSADA

Ensayos

CAPÍTULO PRIMERO

Teoría general del abuso1

Este capítulo es un esfuerzo teórico por comprender un poco el eje de contradicción de las sociedades contemporáneas. Se trata de un fenómeno globalizado en que se producen manifestaciones de descontento extremo con la situación socioeconómica y cultural existente. Pareciera que somos muchos quienes no estamos contentos con el mundo que nos ha tocado vivir. Muchas de estas rebeliones o revueltas son destructivas, expresando una rabia profunda que tienen las personas que viven en estas sociedades. Por lo general, son países y lugares más bien desarrollados que pobres. O, como Chile, sociedades que aparentemente son ricas pero que en su interior conviven la extrema riqueza con la extrema miseria.
Comunidades abusadas
Abuso es el concepto central que explica las contradicciones de las sociedades contemporáneas. Específicamente, es la clave de comprensión de las denominadas sociedades postindustriales o, mucho mejor dicho, del “capitalismo tardío”. Estas sociedades pueden ser denominadas como Comunidades abusadas. Este concepto explica las contradicciones y sobre todo las culturas de estas sociedades y sus relaciones con el poder.2
El abuso se ha transformado en uno de los conceptos claves de este período de revueltas, en muchos países del mundo. En Chile, a partir del 18 de octubre de 2019, la sensación de abuso se ha generalizado y se ha transformado en el motor de las movilizaciones y transformaciones. En este capítulo vamos a sostener que el concepto de abuso se ha constituido en el nuevo eje de articulación de los movimientos de cambio cultural en este período histórico.3
Vamos a comparar este concepto propio del capitalismo tardío con el de alienación o trabajo alienado, propio de la fase capitalista expansiva e industrial. La comparación nos permite conocer, por una parte, las diferencias y, por la otra —mucho más importante—, el origen del concepto y sensación social de abuso. Como verá el lector, utilizamos el concepto marxista de alienación, el que nos parece mucho más actual que el de plusvalía, que como bien se sabe es mucho más propio del trabajo fabril, es decir, de la fase del capitalismo propiamente industrial.4
Abuso es un concepto subjetivo por excelencia Es el sentimiento de una persona, de un individuo/a, incluso de un colectivo, de que la sociedad o parte de ella no le retribuye adecuadamente lo que espera, que un “otro” —a veces desconocido o impersonal— lo pasa a llevar en sus derechos. Es el sentimiento del ejercicio desmedido y sobre todo impropio del poder.
Abuso es aprovechamiento del más fuerte sobre el débil o los débiles. Es la ruptura de todo sistema de derechos, que debiese consistir en que quien tiene poder debe controlarse, medirse, moderarse, frente a un conjunto de leyes y obligaciones que impiden justamente el carácter abusivo de la sociedad y el poder. Cuando la sociedad percibe que hay un grupo humano, personas de carne y hueso que se saltan las leyes y cometen todo tipo de tropelías desde el poder, surge la desconfianza en las instituciones, el menosprecio por la justicia considerada inútil y la crítica despiadada a todo sistema jurídico de derechos.
El abuso tiene muchas dimensiones, a veces contradictorias, pero las más de las veces acumulativas: a) sexuales y de género b) etnorrraciales, c) ético-morales, d) espacio-habitacionales, e) etarias (tanto de abuso infantil como de maltrato a/de los viejos), f) ambientales y de acceso a los recursos naturales (el caso del agua como ejemplo paradigmático), g) laborales y económicas, h) políticas propiamente tales... etc. No es casual el orden que acá damos a los abusos, ya que los de mayor relevancia son aquellos en que se vulnera —o se siente vulnerada— a la persona en su mismidad: género, etnia-raza, edad, dignidad, igualdad, decencia; es decir, el trato de la sociedad sobre los cuerpos humanos, etc., no siendo suficiente como explicación solamente el ingreso y su mala distribución.
El abuso es un no reconocimiento, es al mismo tiempo invisibilización, discriminación, en fin, una suerte de desprecio, es la cultura del des-conocimiento del otro. Siempre han existido diversas formas de desprecio, es evidente. Pero en este período de la “Historia” de estas sociedades con una autoimagen de opulencia, la llamada modernidad se ha transformado en “Cultura del abuso”.5
El abuso tiene como característica el ser de carácter individual, y que en la medida en que se acumula y expande se transforma en societal, sin perder su aspecto subjetivo. Cada individuo tiene su propia lista de abusos.
El abuso tiene como reacción en términos negativos el sometimiento y abatimiento. La persona abusada se siente abatida, despreciada, deprimida, e incluso fácilmente se autoculpa de la situación. La reacción hacia adelante es la violencia, la ira, rabia, el enojo violento; en fin, acciones destructivas no premeditadas, comportamiento de bandas y barras que comparten un mismo nivel de enojo, aunque no necesariamente sean los mismos abusos.6
En este libro trataremos de afirmar que el abuso es la causa profunda de la sublevación. Esta tiene tres vertientes que son concomitantes y dependientes: una, que es la mayoritaria, la aceptación silenciosa del abuso cotidiano como parte de la normalidad de la vida;7 dos, la protesta colectiva, que de acuerdo a las condiciones existentes se va transformando en revueltas y sublevación. Es la respuesta de carácter político. Y tres, la ira transformada en delincuencia, violencia individual y formación de bandas. Las tres formas de reacción se traslapan, se potencian una a una, y en ciertos momentos las personas que han aceptado la obediencia se rebelan y salen a marchar como ha ocurrido en muchos países, o votan por un cambio profundo de las reglas del juego de la sociedad. Y también los sectores iracundos y que expresan su ira de modo individual se unen a los “políticos” en un intercambio silencioso pero eficaz.8
El caso de la “pobreza por abuso”, en que se conjugan y acumulan factores abusivos, es paradigmático. La reacción negativa es la culpabilización, esto es, que se es pobre por culpa del propio pobre; las oportunidades están allí y por flojera, alcohol, en fin, por causas personales se sigue en la pobreza; la reacción positiva es la construcción de “culturas de fronteras”, esto es, sistemas de agrupamiento cultural fuera de la sociedad.9
La cultura del desprecio en Chile, del desconocimiento, ha sido dominante desde el tiempo de las haciendas, herederas de la Conquista. En esa estructura social —la hacienda rural— se formaron las bases de la sociedad chilena. No es casualidad que José Donoso denomina Casa de campo a su parábola de país, e Isabel Allende, La casa de los espíritus a la suya, además de Orrego Luco, Casa grande, y así numerosos otros pensadores y escritores que se han referido a este país como el gran fundo que sigue siendo. Ahí surgieron las castas que aún perduran en Chile (“Sociedad de castas ocultas”10), los prejuicios sociales más agudos, el patriarcalismo machista a ultranza, el hablar golpeado y cuartelero, el racismo apenas disimulado y todo aquello que aparece hoy en día como la llamada cultura tradicional a la que se aferran los sectores más duros y refractarios.
Podríamos afirmar que todo el proceso de crítica cultural y movilizaciones populares se levanta frente a este síndrome cultural hacendal rural. Por ejemplo, la noción de respeto, que es sin duda central en la vida social y comunitaria, está absolutamente contaminada con la práctica casi ancestral (tres a cuatro siglos a lo menos en este joven país) de la denominada obligación, por medio de la cual la hacienda le entregaba una “casa y goce” al inquilino y él se obligaba a trabajar en las tierras del fundo, a poner un “peón obligado” y gratuito por cierto, y un “voluntario”, que era pagado con unas pocas monedas y algo de comida (“ración”). La mujer debía sacar leche todas las madrugadas y por lo general llevar a un hijo que “amarrara los terneros”. Se pagaba en ración de comida y galleta campesina. Muy poco dinero como salario. Así quedó marcado en la mente y cultura de nuestro país, de la “gran hacienda”, hasta hoy en que los salarios son bajísimos y a los nuevos futres les parece evidente; es parte de la evidencia abusiva.11
Sin embargo, por el otro lado, la hacienda también es el origen de la idea de comunidad en Chile en la medida en que en el Valle Central a lo menos la población indígena fue aniquilada. Es ciertamente una comunidad de desiguales12. Los inquilinos y sus familias se emparentaban, se autorreconocían en un territorio determinado, comúnmente hacendal, se jerarquizaban de acuerdo a las diversas estratificaciones de la hacienda y, al mismo tiempo, comían de la misma olla de porotos con riendas y picante de grasa y color (la ración como origen de la olla común), rezaban a los mismos santos en las interminables novenas, solidarizaban frente a las desgracias y, sobre todo, no hacían grandes diferencias entre los “de adentro” de la hacienda y los de “afuera” que muchas veces eran sus parientes que se habían transformado en bandidos (“Canto por un bandido”) o que se habían ido a torreantear con sus linyeras al hombro. Los que no soportaron la “subordinación ascética” exigida a los inquilinos se fueron e inauguraron ya en ese tiempo las culturas de frontera. Miles de miles de carrilanos, miles de miles de campesinos viajaron al norte, primero a Perú con Enrique Meiggs, y luego a las salitreras, y así se fueron despoblando los campos de los más audaces, de los más atrevidos, de los más rebeldes.13
La sociedad chilena del siglo XXI, podemos afirmar, es mucho más parecida en sus fundamentos culturales a la del siglo XIX que a la sociedad semiindustrial y de clase media dominante de la mitad del siglo XX.
Bases culturales
Chile, su sociedad y Estado, al igual que todas las naciones, se ha construido sobre un conjunto de pilares o bases culturales que hoy día son profundamente cuestionadas; de su crítica podría surgir una sociedad mucho menos conservadora y más democrática, generosa y amable. Sería posible renovar la confianza en el Estado y que se lo sienta como expresión legítima de la nación y los pueblos que habitan en su territorio. Es el sueño que hace un año irrumpió.
Frente a un discurso entendido como tradicional por parte de la nación, en que lo nacional se refugia en lo territorial, entendido como fronteras, en la pura soberanía, en la sola alteridad, y no en la convivencia…, la nostalgia por esta última y el sentido dado por la acción política democrática conducen y van a conducir a cuestionar los discursos llamados tradicionales de unidad nacional y sus símbolos; en fin, las deshilvanadas proclamas republicanas. Estos símbolos patrios han pasado a ser criticados ácidamente por las masas populares y sobre todo juveniles. Es muy notable lo que ha ocurrido con las estatuas de personeros históricos como el general Baquedano, Pedro de Valdivia en una plaza de ese nombre en la ciudad de Temuco y en muchos otros espacios públicos. Se ha desatado una “guerra por la memoria”, lo que ha sido evidente en el caso de la central Plaza Baquedano o Plaza Italia, la que ha sido renombrada como Plaza de la Dignidad. El Ejército ha protestado por el uso de la estatua del general que se encontraba en el centro de ese céntrico lugar. Y la ha retirado de allí sin claro destino.14
Las culturas se construyen en largos períodos y las crisis culturales son momentos decisivos. Nadie dice que es fácil, ni menos nadie afirmaría que no son momentos de violencia y dolor. Pero también de esperanzas. Tenemos la obligación de ejercitar la crítica.

A. El tiempo de la alienación del trabajo

La alienación del trabajo o también el concepto de trabajo alienado constituyeron la piedra de contradicción central del período de crecimiento y expansión del capitalismo marcado centralmente por la industria. Alienación y abuso son dos conceptos de orígenes diferentes, pero que en este tiempo de capitalismo tardío del siglo XXI, se encuentran y combinan de manera complementaria. Es el desplazamiento no definitivo ni total desde el eje del trabajo como gozne de organización sociocultural al individuo, entendido secularmente como corporeidad, como centro de la acumulación de sensaciones de abuso.
Alienación en el período capitalista industrial
El concepto de alienación, como es sabido, se hace conocido a través de Marx, quien lo desarrolla en los Manuscritos económico filosóficos de 1844, conocidos también como Manuscritos de París. Es un texto que día a día crece en interés en la medida en que aparece el Marx humanista, el que, como es sabido, fue duramente criticado por el sovietismo y también por el afamado filósofo Louis Althusser.15
Señala Marx en los Manuscritos:16
Nuestra tarea es ahora, por tanto, la de comprender la conexión esencial entre la propiedad privada, la codicia, la separación de trabajo, capital y tierra, la de intercambio y competencia, valor y desvalorización del hombre; monopolio y competencia; tenemos que comprender la conexión de toda esta enajenación con el sistema monetario.
Menuda y actual tarea se autoasigna Marx hace 177 años. Y concluye que el trabajo, siguiendo por cierto a Hegel, es lo que hace que el ser humano se realice como tal, pero,
...el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación...
Alienación puede ser traducido también como enajenación, extrañamiento o desposesión (que es el término que utiliza David Harvey). Es un concepto que está ligado centralmente al trabajo y a la esfera de la producción. Tiene una connotación de emoción, de sentimiento de ausencia de sí mismo, de que “te han sacado algo propio”.17 Por ello que en la tradición marxista humanista, la Escuela de Frankfurt, en especial Herbert Marcuse y Eric Fromm, por ejemplo, será un concepto central.18 Al quitar parte de lo trabajado el trabajador se siente disminuido, arrebatado, violentado; se inicia el proceso de enajenación en todas las dimensiones que uno pueda imaginar. Este concepto fuertemente humanista fue clave en el inicio de los movimientos obreros, la organización de los trabajadores y la acción social y directa. Es lo que en definitiva caracterizó la acción social —la praxis— de los inicios de los movimientos obreros en todas partes del mundo: la sensación de vulneración de derechos, de humillación, de desposesión y robo por parte del capital y los capitalistas.
La tesis marxista central, de la pauperización creciente del proletariado y la concentración del poder económico (y por tanto político) en pocas manos, se centra en esta percepción determinante. El trabajo es expropiado. Alguna vez hubo quienes señalaron que esta tesis estaba equivocada, ya que ese proceso de empobrecimiento y concentración no se daba en los países centrales. Por cierto que Rosa Luxemburgo y numerosos dirigentes tempranos señalaron que existían transferencias y que el proceso se daba cada vez más a nivel global. Hoy no hay nadie que pueda objetar esta tesis cuando se observa, por una parte, la riqueza acumulada y crecientemente concentrada en pocas manos globales y, por otra, la miseria generalizada en los continentes africano, latinoamericano y asiático. Así, el impuesto a los grandes ricos es parte del debate actual. Los miles de ahogados y migrantes que sobrepasan todo lo imaginario es un espectáculo brutal que trae todos los días las pantallas de televisión.
Alienación es diferente al c...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Índice
  4. PRIMERA PARTE - LA COMUNIDAD ABUSADA
  5. SEGUNDA PARTE - LA COMUNIDAD SUBLEVADA
  6. Notas