¿Cómo pueden ser más inteligentes las ciudades?
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¿Cómo pueden ser más inteligentes las ciudades?

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Citas

Información del libro

¿Cómo pueden ser más inteligentes las ciudades? ofrece al lector una breve selección de estudios de caso representativos de los contenidos de la especialización Ciudades más inteligentes y ciudadanía, del programa Ciudad y Urbanismo de la Universitat Oberta de Catalunya.Tratamos los grandes temas relacionados con la ciudad –transformaciones y estrategias urbanas, gobierno, innovación en la gestión pública, nueva economía urbana y la mundialización de la cultura– como la base imprescindible para todos aquellos que quieran actuar en la ciudad desde sus multiples dimensiones.El objetivo es aportar conocimientos teóricos transversales, así como instrumentos y métodos utilizados para gestionar y promover ciudades más inteligentes.

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Información

Año
2016
ISBN
9788491163756
Edición
1
Categoría
Derecho

¿Cómo pueden ser más inteligentes las ciudades?

Mirela Fiori (ed.)
Marta Continente
Paco González
Jordi Pascual
Roger Sunyer
Mariona Tomàs
¿Cómo responden las ciudades a los distintos retos de gobierno?

Gobierno local y gobierno abierto

Mariona Tomàs

Estudio de caso: La evolución de las políticas urbanas y de la organización municipal de Barcelona ante los sucesivos retos del Gobierno local

1. Introducción1
Barcelona es la segunda ciudad española más poblada, después de Madrid, con 1,6 millones de habitantes. Su área metropolitana, con 36 municipios, reúne 3,2 millones de habitantes y su región metropolitana o área funcional es de 164 municipios, sumando 4,8 millones de habitantes (datos de 2014). La evolución de la ciudad de Barcelona desde las elecciones democráticas de 1979 se define en cuatro fases, cada una de ellas marcada por unos retos particulares. En primer lugar, el momento de mayor transformación de la ciudad, iniciado con el primer Gobierno democrático y culminando con la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992. La resaca olímpica en los años 1990 plantea unos nuevos retos al desarrollo de la ciudad, que se vuelcan hacia las estrategias de marketing y cultura, como ilustra la segunda fase. La tercera etapa muestra cómo el cambio de siglo obliga a la ciudad a responder a los efectos del proceso de globalización mediante políticas de proximidad y nuevas estrategias a escala metropolitana. Finalmente, los efectos de la crisis económica iniciada en 2008 obligan a replantear algunas de las políticas realizadas anteriormente.
2. De la ciudad democrática al proyecto olímpico (1979-1992)
En los trece años que van desde las primeras elecciones democráticas locales hasta la celebración de los Juegos Olímpicos (JJ. OO.) se produjeron veloces e intensas transformaciones en la ciudad, que inauguraron un estilo de políticas, planificación y gestión, que luego será bautizado como «Modelo Barcelona». En los primeros años ochenta, los cambios fueron impulsados por la herencia de reivindicaciones que había dado forma a la agenda pública local y las convertía en ineludibles en un contexto de apertura democrática. Tras los largos años de organización y lucha de los movimientos sociales urbanos para denunciar los déficits de equipamientos y servicios del franquismo, «la ciudad democrática» se erigía como espacio de oportunidad para poner en práctica aquello largamente proyectado. En un segundo momento, la candidatura a los JJ. OO. del año 1986, significó un nuevo impulso y la preparación de los juegos se convirtió, retomando la tradición histórica de la organización de grandes eventos, en la oportunidad de realizar intervenciones de mayor escala y complejidad. Hacia 1992, el proyecto olímpico había consolidado una nueva organización de la ciudad en perspectiva de largo plazo, una élite política local y con ello, una renovación en la forma de pensar y hacer ciudad, que se convirtió en una marca registrada de Barcelona, que se profundizaría en la etapa posterior. La fuerte presencia y liderazgo del sector público local en la puesta en marcha de una nueva organización y proyecto de ciudad caracteriza a toda la etapa. Desde un Ayuntamiento de izquierdas (Partido Socialista de Catalunya-PSC en coalición con Iniciativa Verds de Catalunya-ICV y con Esquerra Republicana de Catalunya-ERC), primero Narcís Serra (1979-1982) y tras su marcha al Gobierno central, Pascual Maragall (1982-1997) impulsaron desde gestiones carismáticas una nueva agenda pública local, que tenía a la ciudad como objeto e instrumento de políticas.
De esta manera, los primeros proyectos se vincularon a la concepción de un urbanismo ciudadano, que basaba sus intervenciones en el espacio público como instrumento de distribución social. A partir de una política de compra de suelo que aprovechó la baja presión especulativa debido a la crisis económica, y desde una estrategia de «acupuntura urbana», que posteriormente cristalizó en un programa de desarrollo urbano más complejo, se dio especial importancia a la recuperación de los espacios públicos, partiendo de una perspectiva de regeneración que revalorizaba la escala barrial. Era el momento de las pequeñas actuaciones en plazas y parques, que forjaron la idea de «recuperación de la ciudad»2. Las intervenciones de este tipo se multiplicaron por los diferentes barrios de la ciudad y pese a los bajos presupuestos municipales, el impacto simbólico de la presencia pública fue contundente. En los proyectos de mejora urbana es evidente el cambio de orientación en la planificación urbanística. Se abandonó el concepto de plan disociado de proyecto arquitectónico y se apostó por los proyectos urbanos como forma de actuación en la escala intermedia, revalorizando el papel de los barrios en el diseño de la ciudad. De esta época es la aparición de los Planes especiales de reforma interior (PERI) como instrumento de intervención urbanística.
Pero el urbanismo no era la única prioridad de este momento, y desde la perspectiva de los servicios personales, se dio especial importancia a la dotación de equipamientos para cubrir el déficit acumulado. De hecho, la fuerte reforma de la Administración local que supuso el proyecto de descentralización en los actuales 10 distritos de la ciudad (1979-1991) comenzó por los servicios sociales y culturales con el objetivo de ajustarse a las necesidades de cada barrio, con una tendencia hacia la territorialidad en la detección de necesidades y provisión de las políticas. Precisamente fue la descentralización distrital uno de los proyectos más destacables de estos primeros años en lo que hace a generar un diseño institucional que facilitara la concepción integral de las intervenciones, la proximidad de los diagnósticos y demandas y la visibilidad y presencia pública en zonas periféricas y populares de la ciudad.
Estas estrategias austeras, pero que priorizaban la escala próxima, no fueron ajenas al fuerte contexto de crisis económica, sino que eran sensibles a las prioridades ciudadanas y surgieron a partir de la propia crisis. Entre 1979 y 1986, la ocupación había caído en un 25%, especialmente en sectores como la industria y la construcción3. La ciudad perdía a la industria como espacio de producción pero era el comienzo de un proceso en el que Barcelona se consolidó como centro direccional industrial metropolitano. Es claro que el proceso traspasaba la escala municipal y debe entenderse en un contexto de reajuste de la industrialización hacia una escala territorial más amplia. Iniciativas como el Plan de reindustrialización del Cinturón de Barcelona, que fomentaba la reactivación de la industria a través de la incorporación de innovación tecnológica en el producto o en el proceso, dan cuenta de la renovación industrial en un escenario más amplio (sectores como electrónica, informática, auxiliar del automóvil, industria de plásticos, etc.).
El reajuste de escala territorial de la industria, la crisis económica y las estrategias residenciales frente al encarecimiento del suelo y del precio de la vivienda de mediados de los ochenta, impactaron en la estructura poblacional de la ciudad. A mediados de esta década y a diferencia de etapas anteriores, Barcelona perdía 200.000 habitantes en un proceso de movilidad hacia la región metropolitana. De igual manera disminuyó la tasa de emancipación de los jóvenes entre 25 y 34, y la de natalidad, comenzando también en esta etapa el proceso de envejecimiento progresivo de la población. El año 1986 introdujo nuevos procesos que impactaban en la dinámica de la ciudad: la crisis económica local retrocedió acompañando a un proceso de reactivación global y a la entrada de España en la Comunidad Económica Europea (CEE). Así, el ciclo económico que se inauguró denotaba la definitiva conformación de una nueva escala económico-territorial extendida hacia la región metropolitana con una clara descentralización industrial y residencial hacia la segunda corona metropolitana. Entre 1986 y 1991 la Región Metropolitana de Barcelona tuvo un crecimiento del 30%4, pero la potenciación global del sistema productivo barcelonés fue con un control limitado del capital local, ya que en 1988 la mitad de las grandes empresas...

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  1. ¿Cómo pueden ser más inteligentes las ciudades?