Antigüedades coahuilenses
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Antigüedades coahuilenses

  1. 144 páginas
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Antigüedades coahuilenses

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Información del libro

Los vestigios de la vida de los pueblos cazadores–recolectores que habitaron la región que hoy ocupa Coahuila, resultan parte invaluable del patrimonio cultural de la entidad. En el libro Antigüedades coahuilenses, Rufino Rodríguez Garza recopila más de 35 crónicas de viaje y descubrimientos que abonan en este tema. A través de innumerables recorridos de exploración, a lo largo de más de cuatro décadas, el autor ha contribuido como pocos al descubrimiento y difusión de gran cantidad de parajes de considerable interés arqueológico, paleontológico e histórico existentes en el noreste mexicano, muchos de ellos divulgados en publicaciones como la presente.

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Sí, puedes acceder a Antigüedades coahuilenses de Rufino Rodríguez Garza en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Historia y Historia mexicana. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2022
ISBN
9786078801213
Edición
1
Categoría
Historia
Estanque
del León
Recurso 6aa

Hace ya más de 12 años que caminé por estos apartados lugares en la grata compañía de los biólogos Arturo y Rodrigo González, del Arq. Ricardo Dávila y de una persona del INAH de cuyo nombre no estoy muy seguro, pero creo que era Sánchez de Mier.
Estanque del León es una comunidad ejidal del municipio de Cuatro Ciénegas, muy retirada de su cabecera municipal, pero cuenta con acceso, por las cercanías de Paila, del municipio de Parras. La vocación del ejido básicamente es la extracción de cera de candelilla, pero también hay ganaderos (muy pocos) con ganado vacuno o caprino.
Llegamos al sitio el Viernes Santo y regresamos el Sábado de Gloria. En el ejido levantamos un guía que nos llevó a un lugar llamado “Los Tanques”, el cual es un campamento candelillero que es operado por una sola familia, aunque en otros y mejores tiempos hubo hasta ocho familias que explotaban la planta de la candelilla o Euphorbia antisyphilitica.
El jefe de esta familia y el mayor de sus hijos se encontraban en plena faena, pues estaban en la “quema” de candelillas. Habían comenzado a las 8:00 de la mañana y terminaron a las 4:00 de la tarde, con tres cargas de la paila para sacar unos 60 kilos de la preciada cera. Los coyotes o intermediarios la pagan, cuando mucho, a $75.00 pesos el kilo.
El amigo del campamento se ofreció a llevarnos a explorar unas “cuevas”, que no son más que abrigos rocosos que sirvieron de cobijo habitacional o de sitio para efectuar ritos propiciatorios.
El entorno es sumamente agreste, y la vegetación muy propia de estas zonas semidesérticas. La subida a los refugios o el descenso a las cañadas son lentos por lo cerrado de la hierba. La diferencia con los lugares abiertos o con los llanos es mucha; aquí no se pueden observar chimeneas, la lítica es imposible de ver, por lo cerrado de los zacates y de otras plantas que obstaculizan observar el suelo.
Don Francisco Eliserio Ávila, nuestro guía, nos llevó por senderos terregosos y llenos de piedras que dificultan el tránsito de las camionetas. Estos borrosos caminos son usados para sacar la candelilla y llevarla a los campamentos o hasta al ejido; al compañero Ventura y a mí nos interesaba llegar al cañón de La Arracada, donde don Francisco había visto varias cuevas, que para nuestra sorpresa tenían pinturas y un modesto alisador.
Aquí dejamos la camioneta al final del camino, llegamos a la cañada y procedimos a bajar hasta el fondo y luego subir para entrar a la “cueva”.
Luego de un pequeño descanso, bajamos y nos encaminamos a la camioneta para regresar al campamento de don Francisco, y nosotros fuimos a buscar otras cuevas y un sitio para pernoctar.
Las cuevas no tienen nombre, son pequeñas oquedades donde los cazadores–recolectores pernoctaban, además de que se protegían de las inclemencias del tiempo, y eran donde tallaban el pedernal para elaborar sus flechas, lanzas y raspadores.
La cueva cercana al campamento candelillero resultó con poquísimas pinturas, y mucha tierra suelta que los vecinos de estos lugares criban para recuperar algunas puntas de proyectil; pudimos ver una raqueta y una caja con perforaciones para cribar la tierra, que yacían abandonadas.
Al día siguiente, en pleno Sábado de Gloria, después de desayunar nos enfilamos hacia el Norte para alcanzar otra cueva que, por lo grande de sus dimensiones, parecía prometedora. Seguimos caminando por antiguas veredas de vacas, llegando así al piedemonte y procedimos a subir por una ladera muy empinada hasta que llegamos al refugio, en el cual, desde fuera, se alcanzaban a ver algunos motivos pintados que nos prometían un buen encuentro.
La boca de la cueva estaba bloqueada por grandes albardas caídas y una nopalera que impedían el acceso. Ventura propuso que estirásemos la planta seca de ocotillo para, así, poder entrar. En eso estábamos cuando una penca de nopal se desprendió y me cayó en el brazo izquierdo; después de quitarme la mayoría de las espinas, proseguimos estirando el ocotillo, cuando la rama estirada por el compañero Ventura se rompió y él se fue de espaldas y cayó de una altura de más de dos metros, causándose algunas lesiones en el pómulo derecho, el parpado y unos golpes en las costillas. La caída fue aparatosa y, por suerte, sin consecuencias mayores.
Revisé el abrigo rocoso, tomé nota y fotos de las escasas pinturas y procedimos a bajar para regresar a Saltillo. En el retorno tuvimos que arreglar varias veces las llantas, ya que los malos caminos nos jugaron malas pasadas.
Los lugares de Estanque del León son prometedores. En otra oportunidad tendremos que regresar, para continuar con las exploraciones donde sabemos que hay material gráfico rupestre para documentar, en las cuevas de este apartado lugar de Coahuila.
Lagartijas
Recurso 6aa

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El tiempo no pasa en balde. Al llegar al ejido El Pelillal, al que tengo el gusto de conocer y de asistir por más de 30 años, irremediablemente uno se da cuenta de los cambios que ocurren en el lugar.
Conocí allí a la familia Alonso Mata y a otras familias de esa comunidad, cuando sus hijos eran aún unos niños, algunos en la escuela primaria; después apadriné a más de una señorita en sus XV años, luego fui invitado especial a la boda o bodas de aquellas niñas que maduran pronto y que se casan muy jóvenes. Igualmente, he tenido oportunidad de conocer a sus hijos y nietos.
Al igual que en las ciudades, he visto pleitos, crímenes, divorcios, amasiatos, arrejuntes, etc.; nada nuevo bajo el sol.
En esta visita me encuentro al compadre Octaviano incapacitado, producto de una feroz embolia que lo tiene semiparalizado en una silla de ruedas.
La de aquí es gente guerrera, de lucha, que se la parte a diario para lograr alimentar a sus humildes familias.
El nombre de El Pelillal le es dado por una de tantas plantas que hay en este vasto sitio, rico en cultura histórica y prehistórica. Podemos mencionar que el denominativo es en referencia a una planta del desierto que se llama “pelillo”, una especie de zacate de unos cuantos tallos que semejan pelos, precisamente.
Por igual, el nombre de esta nota está relacionado a que, en algún lugar de este ejido, hay una pequeña cañada donde, entre otros, existen grabados de lagartijas; hay cinco o seis representaciones de estos reptiles que se incluían en la dieta de los antiguos pobladores.
Cuando llegué por primera vez a estas tierras, encontré personas que se prestaron amablemente a indicarnos caminos y veredas para llegar a lo que nos apasiona: sitios con manifestaciones gráfico–rupestres, y El Pelillal no es sólo un sitio, no: es una zona arqueológica que merece estar en los catálogos del INAH como área de interés, pues aquí se encuentran lugares de diverso contenido, con grabados, pinturas y geoglifos.
Aquí conocí, también, parte de la hermosa lítica (flechas, lanzas, raspadores, cuentas, etc.) que los cazadores–recolectores elaboraron para su sobrevivencia.
En El Pelillal, allá por los años 80 y 90 del siglo pasado, los comuneros se movían a pie, en burros y a caballo. Los tiempos cambian, y con la transformación llegan los vientos de modernidad. Aparecieron primero las bicicletas, luego las motos y, actualmente, las camionetas. Cual más, cual menos, cuenta con una troca que le permite moverse, ir a Ramos Arizpe o a Saltillo, llevar la candelilla hasta las pailas o acercar la lechuguilla para tallar y sacar la fibra, ya no a mano, sino con máquinas eléctricas.
En El Pelillal hay más de 30 sitios con pinturas e infinidad de lugares con petroglifos. Estas manifestaciones nos refieren la forma en que se hacían vivir los cazadores–recolectores. Uno puede ver lo que cazaban, pues las rocas tienen las referencias de la fauna atrapada, se identifican a simple vista astas de venado cola blanca y de venado bura, huellas de berrendo y también de borrego cimarrón. E...

Índice

  1. Antigüedades Coahuilenses
  2. Introducción
  3. Prólogo
  4. REFERENTES
  5. SITIOS