La Fábrica
eBook - ePub

La Fábrica

Una historia sobre la heroica lucha de las bases obreras en la convulsionada década del `70

  1. 100 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

La Fábrica

Una historia sobre la heroica lucha de las bases obreras en la convulsionada década del `70

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

El autor de este libro, que utiliza el seudónimo de Ramón Vega, trabajó 10 años en la fábrica de Mercedes Benz de la Localidad de Virrey del Pino, partido de la Matanza, Provincia de Buenos Aires, entre 1974 y 1984.Relata su experiencia de trabajo en la planta automotriz de la multinacional alemana en la convulsionada y trágica década del 70´, signada por una extendida violencia política y grandes conflictos gremiales que desembocaron en marzo de 1976 en una tenebrosa y sangrienta dictadura cívico-militar. Ramón Vega publica este libro en memoria de todos los obreros de esa fábrica asesinados, torturados y desaparecidos, con la intención de que esta historia intensa y trágica sea conocida por las futuras generaciones, particularmente por las nuevas generaciones obreras.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a La Fábrica de Ramón Vega en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Ciencias sociales y Biografías de ciencias sociales. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2022
ISBN
9789878919270

La gran huelga de 1975

En los primeros días de enero de 1975, regresó el Mocho de sus vacaciones y retomamos los tres las reuniones en la caldera. Ya se había hecho una costumbre que nos hacía inseparables. El Mocho, que era el más experimentado en la parte política y sindical de la fábrica, nos puso en conocimiento de que él y otros delegados y activistas integraban un grupo de confianza que se reunían clandestinamente. Las reuniones se hacían en algunos galpones dentro de la fábrica, paralelamente al cuerpo gremial del sindicato, ya que tenían que cuidarse de los informantes de la empresa y del SMATA. También se reunían fuera de la fábrica para no ser detectados.
Los informantes de la empresa eran agentes de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) encubiertos como trabajadores, mientras que los informantes del sindicato, si bien eran trabajadores de la empresa, recibían otro sueldo del mismo sindicato y muchos de ellos formaban parte de la organización paraestatal conocida como la funesta Triple A. Esta organización asesinaba a aquellos obreros que se oponían al sindicato, sin importar su filiación política. Ambos tipos de informantes, una vez que etiquetaban a un trabajador como activista, implicaba su despido automático. Luego del Golpe Militar del 24 de marzo de 1976, muchos de los tildados de activistas fueron secuestrados, torturados, asesinados o desaparecidos.
El Mocho nos contó que estaban formando un grupo de trabajadores y delegados probados como antiburocráticos y antipatronales. Tenían como objetivo elegir delegados independientes y expulsar aunque sea por la fuerza a la comisión interna interventora y delegados alcahuetes al sindicato. Esa comisión fue constituida de facto por el sindicato ante la victoria de los delegados independientes, es decir, no surgía de la voluntad de los trabajadores ni respondía a los intereses de estos. Está de más decir que los integrantes de la comisión interna interventora eran mandaderos del sindicato.
El Mocho nos pidió reserva, algo que siempre cumplimos al pie de la letra para poder conservar el trabajo y luego durante la dictadura militar poder conservar nuestras vidas. Además nos invitó a formar parte de ese movimiento, cosa que aceptamos gustosamente. Nos adelantó que, a partir del mes de marzo de 1975, iban a sumar la mayor cantidad de trabajadores posibles a ese movimiento con el objetivo de expulsar a los personeros del sindicato, sean delegados o integrantes de la comisión interna interventora. A partir de ese momento formamos parte de ese movimiento y nuestro nexo era el Mocho.
En marzo de 1975 ya se notaba lo que nos había anticipado el Mocho. Se sumaban más y más compañeros, la mayoría jóvenes, siempre con el cuidado y las reservas del caso para evitar infiltrados que nos pudieran denunciar a la empresa o al sindicato, cruzada en la que trabajaban en conjunto. Mucho tiempo después me di cuenta de que nos habían infiltrado y traicionado, porque de ese movimiento los principales dirigentes fueron desaparecidos o en el mejor de los casos despedidos.
El grupo antiburocrático generaba mucho entusiasmo y adhesión generalizada en la inmensa mayoría de los obreros de la fábrica. También había una minoría apática que no participaba, pero respondía al SMATA. Este sector minoritario se veía superado en su postura en cada asamblea, directamente no opinaban, no defendían la posición del sindicato, porque estaban superados por la amplia mayoría de los trabajadores independientes.
En los primeros meses de 1975, Argentina estaba convulsionada. El presidente Juan Domingo Perón había fallecido unos meses antes, el 1 de julio de 1974. Ese mes de julio hubo sangrientos atentados políticos. Asumió como presidente su esposa María Estela Martínez, secundada por José López Rega, ministro de Bienestar Social y líder fundador de la Triple A, grupo de choque especialmente formado para amedrentar obreros, estudiantes y activistas, ya que el país entero estaba en ebullición. El sector industrial no escapaba a esta situación de convulsión.
La Triple A atacaba fundamentalmente a los dirigentes de los distintos sectores sociales que no acataban el verticalismo del gobierno. Tanto los empresarios como los sindicalistas estaban muy preocupados desde el levantamiento obrero estudiantil conocido como el Cordobazo del año 69 y por sus coletazos posteriores como el de Villa Constitución, donde fue derrocado el burócrata sindical metalúrgico Lorenzo Miguel, alineado a López Rega. La guerrilla en Tucumán tenía amplio apoyo popular que motivó un decreto del Poder Ejecutivo ordenando su aniquilamiento, situación que echó aún más nafta al fuego y aceleró el pedido de Golpe Militar de empresarios y sindicalistas.
Los burócratas sindicales de ayer y de hoy pretenden morirse en sus sillones para lo cual recurren a cualquier medio que tengan a su alcance. Violencia, fraude y en los casos más solapados, al despido laboral del opositor cualquiera fuera su pretensión gremial. En los casos de los delegados gremiales, comisiones internas de empresas, etc., se busca el inmediato despido ni bien toman conocimiento del respaldo de sus compañeros para una postulación, de esa forma se impide que se candidateen con una postulación formal que les permita gozar de la protección de la tutela gremial por varios meses y evitar así la posibilidad de que sea elegido.
El SMATA estaba empecinado en firmar un convenio a espaldas de los trabajadores y nosotros lo sabíamos. De la mano de la comisión interventora puesta por el sindicato, presionaban a la empresa para que firme este convenio espurio, pero la empresa consciente del malestar en las bases obreras de la fábrica no quería firmar por temor a un estallido. Parece que los informantes, tanto de la empresa como del sindicato, alertaron sobre esta situación. El sindicato ya tenía en marcha el plan. Amenazaban a los obreros paritarios elegidos por nosotros a través de la Triple A. Sufrían toda clase de amedrentamientos, hasta llegaron a amenazarlos de muerte. Ante esta situación, y para preservar sus vidas, renunciaron y abandonaron esa representación. Dos regresaron a sus provincias y otro, el compañero D`Alessandro, pidió asilo político en la embajada italiana, ya que era de esa nacionalidad. De hecho estuvo exiliado hasta el momento de su jubilación.
No hubo ningún reproche a los renunciados por parte de la mayoría de los obreros, la bronca contra el sindicato seguía creciendo en forma acelerada. La empresa condicionaba al sindicato, quería que ese convenio sea aprobado en asamblea, no por creer en la democracia sindical, sino para garantizar la paz laboral y poder seguir obteniendo ganancias sin sobresaltos. El sindicato creía que en una asamblea iba a lograr atemorizar a los obreros y tener el aval para firmar ese convenio espurio. Tan seguros estaban que para septiembre de 1975 llamaron a una asamblea general en la planta 1 donde estaba la oficina gremial. A la asamblea el SMATA envió a dos personajes: Aguiar y Selles. Dos matones y mafiosos que tenían cargo en el sindicato sospechados de pertenecer a la Triple A.
El convenio era todo un mamarracho, pero había un punto principalmente controversial. La empresa tenía que aportar al sindicato el equivalente al 1% de la facturación bruta anual. Una verdadera millonada de dólares que seguramente irían a parar a los bolsillos de los burócratas. A cambio el sindicato le garantizaba a la empresa la paz de los cementerios y que toda la producción esté asegurada. Negocio redondo para ambos. Para nosotros los obreros significaba sangre, sudor y lágrimas. Este acuerdo se había firmado en todas las automotrices, para ponerlo en práctica faltaba solo la aprobación de los obreros de la Mercedes Benz que se resistían a ese convenio.
Paradójicamente, el actual secretario general del SMATA —año 2021— percibe desde hace un par de años ese 1% que José Rodríguez pretendió cobrar a punta de pistola, garantizándole a las empresas que no haya oposición sindical y de esta manera asegurarles la producción pactada. La prueba más contundente es que en ninguna de las automotrices, de las concesionarias y de las autopartistas, existe un delegado opositor. Refinaron el modo de eliminar opositores. Ya no se necesitan matones ni golpes de estado. Solamente con que los informantes de la empresa y del sindicato desconfíen de un compañero como para etiquetarlo de opositor, para que lo despidan inmediatamente. Por supuesto el sindicato hace su parte, mira para otro lado, no reclama.
Volviendo al año 1975, el sindicato estaba dispuesto a todo para lograr la firma del convenio. Ya habían conseguido el primer paso: hacer renunciar a punta de pistola a nuestros paritarios que eran los guardianes del convenio que se pretendía modificar. El camino para ellos estaba prácticamente allanado, faltaba solo un paso más. Hacer aprobar por la fuerza en una asamblea el convenio a la medida del sindicato y de la empresa.
Alrededor del mediodía comenzó la asamblea, la concurrencia de los obreros fue total. Claramente la mayoría estaba en contra del sindicato. El ambiente estaba muy caldeado, se respiraba en el aire, una chispa y estallaba todo. Todos los trabajadores estábamos en un playón a la entrada de ese galpón desvencijado tipo nazi de la Segunda Guerra Mundial que era la planta 1. Los burócratas estaban a treinta metros encerrados en la oficina gremial con la comisión interna interventora que respondía al sindicato, seguramente acordando cómo manipular la asamblea.
Yo estaba con el Chango y en eso llegó el Mocho desbordante de optimismo. Venía de una reunión secreta de activistas y delegados independientes, y nos dijo con picardía: «Bueno, compañeros, hoy es el día indicado, o echamos a los burócratas o estamos condenados a trabajar como esclavos con salarios miserables». Le dijimos a dúo que contara con nosotros, teníamos todo el entusiasmo y la fuerza de nuestros jóvenes veintidós años. Se vivía un ambiente maravilloso, estábamos impacientes y los burócratas demoraban la asamblea. Entonces saltó la chispa. Un compañero se subió al escenario, que era la caja de un camión playo y propuso que los burócratas comenzaran la asamblea o los íbamos a ir a buscar a la oficina gremial.
A los pocos minutos aparecieron Aguiar y Selles secundados por diez matones armados. Cuando comenzaron a subir al improvisado escenario se escuchó un abucheo atronador, estilo cancha de futbol. Se notaba en la cara de los burócratas y matones la preocupación y hasta me atrevería a decir miedo. Sabían que la asamblea no iba a ser tan fácil como en la Ford, la Chrysler o la Borgward. Rápidamente tomó la palabra Aguiar que era el más preparado para mentir. Al tomar el megáfono el abucheo de los obreros era ensordecedor y no podía pronunciar una palabra. Todos los obreros a coro les hicimos saber que queríamos a nuestros paritarios. Aguiar no tenía ningún margen de maniobra, tenía el repudio de la totalidad de los asambleístas. Para ganar tiempo intentó una maniobra que le salió bien, pasar a un cuarto intermedio para el día siguiente a las dos de la tarde y, de esta forma, mejorar la propuesta, según dijo. Le echó la culpa a la empresa por la demora en la firma del convenio y prometió que al día siguiente traería una mejor propuesta para ser aprobada por la asamblea. Los burócratas y sus matones partieron raudamente con sus autos hacia la sede del SMATA de la calle Belgrano 665, de la Ciudad de Buenos Aires. Tenían que informarle las novedades a José Rodríguez, el secretario general, que estaba expectante en su oficina. Junto con ellos también partió la comisión interna interventora.
Menos mal que los burócratas y matones del sindicato escaparon raudamente, no tengo dudas de que el estallido de bronca de los obreros hubiera sido fatal para ellos, posiblemente una masacre. Seguramente los hubieran ajusticiado, estaban hartos de mentiras, traiciones y aprietes. Lo creo firmemente, porque estaba allí y percibía ese sentimiento generalizado. A partir de la salida de los burócratas y matones la asamblea siguió su curso, esta vez ya dirigida por las bases obreras. Los trabajadores tomaban la palabra espontáneamente, se hacían propuestas y se votaban las medidas a seguir. La asamblea continuó un par de horas más hasta que se logró por votación un programa a seguir para el día siguiente.
Los burócratas y matones también se habían ido a preparar la asamblea del día siguiente. Durante todo ese día casi no hubo producción por el estado deliberativo que se vivía en todos los puestos de trabajo. Se notaba la preocupación en la cara de los capataces que eran presionados por la empresa para poner en marcha la producción, pero no se animaban a ir más allá de una sugerencia por temor a una reacción de los obreros, ya no contra el sindicato, sino contra los mismos directivos de la empresa. Así terminó ese día agitado, sin producción y en estado deliberativo.
Al día siguiente ingresé a mi turno a las cinco de la mañana. Hice la rutina de siempre. Eran los primeros días de octubre de 1975, mañanas frescas y tardes cálidas. Alrededor de las nueve, me llamó por teléfono el Mocho, me avisó que todos los obreros de la planta 2 abandonaban sus puestos y se dirigían a la oficina gremial de la planta 1. Lo mismo haríamos los trabajadores de la planta 1 para autoconvocarnos frente a la oficina gremial. Esa oficina era una construcción de madera, con baño, cocina y tres habitaciones. Según cuentan los más antiguos era la primera oficina de personal cuando MBA se instaló en el país en la década del cincuenta. Más tarde se mudó a una construcción nueva en la planta 2, frente a la Ruta 3.
Me dirigí hacia la oficina gremial de la planta 1 y vi venir de la planta 2 una muchedumbre caminando por el descampado que separaba a ambas plantas. Los primeros en llegar fuimos los de la planta 1, ya que estábamos más cerca. En total en la fábrica éramos unos cuatro mil obreros, la mayoría eran del turno mañana y del turno normal que se superponían. Ese día estaba todo el personal de la fábrica frente a la oficina gremial. Dentro de la oficina estaban las cinco...

Índice

  1. Cubierta
  2. Sobre este libro
  3. Créditos
  4. Dedicatoria
  5. Agradecimientos
  6. Introducción
  7. El ingreso
  8. La gran huelga de 1975
  9. El golpe del 76: terror y disciplinamiento
  10. Secuestros dentro de la fábrica: los casos de Héctor Ratto y Juan José Martin
  11. Escape a cualquier parte
  12. El triunfo de la dictadura: ausencia de dirigentes representativos y honestos, y resurgimiento de la burocracia sindical
  13. Desencanto y renuncia
  14. Álbum de imágenes