Historia crítica de la literatura uruguaya. Tomo V
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Historia crítica de la literatura uruguaya. Tomo V

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Historia crítica de la literatura uruguaya. Tomo V

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En este tomo, titulado «La influencia realista», de la monumental obra «Historia crítica de la literatura uruguaya», Carlos Roxlo analiza y explica la literatura uruguaya publicada entre 1885 y 1898 y aborda temas como el modernismo de Pérez Petit, la producción de Daniel Martínez Vigil o la retórica aristotélica. -

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2022
ISBN
9788726681475
Categoría
Literatura

CAPÍTULO VII

Pérez Petit y los modernistas

SUMARIO:

  1. — La escuela simbólica. — Lo que dicen Vannoz y Lacuzon. — El ritmo y el pensamiento. — Párrafos de Piazzi. — De algunos poetas modernistas. — Lo que sobrevivirá de lo decadente y de lo simbólico. — Más citas de Piazzi y algunas citas de La Bruyère. — El dolor verdadero. — Escuelas transitorias. — Lo que Manuel Ugarte acertó al hablar de nuestra literatura. — Nuestro ambiente republicano y la aristocracia intelectual. — La retórica de lo porvenir.
  2. — Los excepcionales. — Belkiss. — Los dos femeninos. — El justificado y el que contraría á la naturaleza. — Un error gravisimo de la mujer moderna. — Un derecho triste. — Hauptmann y Leroy Beaulieu. — La cuestión social. — El lujo. — La igualdad absoluta. — Un folleto de Zeboglío. — Mis ideas. — Preparad el futuro. — Ruben Darío. — Homero. — D’Annunzio.
  3. — El pobre Lelian. — Clemencias malsanas. — Una vida que asquea. — Los errores del genio también son errores. — La infancia. — Su juventud. — Los primeros versos. — La musa verde. — Proyectos regicidas. — Un amor puro. — El sueño del hogar. — Nuevo derrumbe. — Cóleras de alcohólico. — Sagesse. — Estética y cambios de Verlaine. — Obscuridad é imprecisión. — Influjo pernicioso. — De otras páginas de Los Modernistas.
  4. Joyeles bárbaros. — Su parnasianismo. — Sonetos como exige la métrica castellana. — Numen é imitación. — Un poco de artificio. — Aciertos de la musa. — La forma del soneto. — Lo que es para mi. — Conclusión.

I

Continuemos.
En resumen, ¿qué fué y qué pretendió la escuela simbolista? Nace, como la decadente, del romanticismo. Tiene su estética. Tiene sus cánones calológicos expuestos, defendidos y vulgarizados por los estudios de Adolfo Lacuzon, Sebastián Leconte, Cubelier de Beynac y Adolfo Retté. León Vannoz ha condensado, en algunos artículos, las ideas estéticas substanciales de estos preceptistas y estos combatientes, cuyo modo de ver aclara y aprueba la filosofía sólida y resistente de Bergson. ¿Qué dice Vannoz? Vannoz dice que las leyes del universo y de la naturaleza humana le imponen al arte la obligación de colar la realidad fluida en un molde que le dará su forma. La realidad, en sí misma, es inaferrable, no puede asirse, no se deja embargar y no nos permite que conozcamos, sino en apariencia, la representación simbólica que de ella tenemos. Cuando el músico, el pintor ó el poeta, sienten una emoción de carácter estético, no pueden traducirla en su estado puro y se ven obligados á servirse de un símbolo para comunicársela á los demás, símbolo que no viene á ser otra cosa que una generalización del pensamiento por la imagen. El valor de la obra artística dependerá, pues, de la belleza y del significado y del poder evocador que la imagen tenga. El criterio racional de la hermosura nace del símbolo, de la imagen generalizadora del pensamiento. La obra del pintor, del músico y del poeta, psicológicamente considerada, es el producto de una emoción estética. Esta primera emoción es como el embrión de la obra, y se desenvuelve en la conciencia de los creadores como un niño en el seno de su madre. En torno de este punto central, la emoción primitiva, las ideas se asocian por contigüidad y por semejanza. Toda la vida de la conciencia tiende á agruparse en torno del punto central, la emoción primitiva, ó más exactamente, este punto central atrae hacia sí á todas las ideas y á todas las sensaciones que rozan nuestro espíritu ó pasan por el cielo de nuestras almas. Este trabajo de agregación, que es á un mismo tiempo consciente é inconsciente, se propone y se empeña en hacer que coincida el alma individual con el alma del universo, con el alma del todo, integrando en un símbolo la suma de este esfuerzo hacia el conocimiento total. Adolfo Lacuzón dice: “En el poeta es necesario que el alma pase, dinamizándose, del estado efectivo al estado activo, que esto y no otra cosa es la inspiración. Para que haya creación poética es necesario que el estado de alma, convirtiéndose así en noción de alma, sea inscripto en su símbolo. Esta inscripción simbólica es una integración. Más todavía y mejor aún: es una integración de función, porque las palabras y las frases, representativas del pensamiento, representativas del sentir y del emocionar, son valores y valores de función, desde que la mutabilidad de una sola de ellas requiere y trae consigo la mutabilidad de las otras. Que el ritmo intervenga y la obra nacerá.” León Vannoz, que acepta como bueno lo dicho por Adolfo Lacuzón, sostiene después que cada época debe conocer lo material del arte. El alma humana tiende perpetuamente á salir de sí misma, á espaciar sus límites, á nacionalizarse en la ciudad colectiva y solidaria de los creadores, á ponerse en íntimo contacto con el misterio último. Servirse de todo lo conocido para penetrar en lo más allá de lo conocido, en la gran noche del total ignorado, es el método á que el arte debe tender; pero el arte no conseguiría ninguno de sus propósitos sin la ayuda del ritmo. El poeta, sólo por el ritmo, entra en rela ciones con lo que hay de más universal y de más inteligible en la creación. El alma, por el ritmo, coincide con el movimiento cósmico, se convierte ella misma en movimiento é individualiza por un instante la fuerza universal. Todas las almas individuales, todas, se desenvuelven siguiendo un ritmo que les es propio; pero en tanto que este ritmo es mediocre, débil y banal en los seres rudimentarios, este ritmo es largo, potente y novedoso en los hombres de genio Los simbolistas, como los decadentes, aceptan y admiran la concepción pitagórica de que el alma es un número que se desenvuelve y el universo es un número en movimiento. Lacuzón acierta cuando dice que el ritmo es el gesto del alma. La emoción estética, la simpatía, la admiración, no son sino el encuentro, el choque, las nupcias estelares del ritmo individual del lector con el ritmo individual del poeta. Hay comprensión cuando estos ritmos concuerdan. como hay júbilo calológico, es decir puro y desinteresado, cuando un ritmo más débil se siente transportado por un ritmo más fuerte hacia una perfección más alta. Y Vannoz afirma: “Un alma pequeña, arrastrada por el entusiasmo de un gran poeta, es parecida á un arroyo que un río potente arrastra hacia el mar.” Desaparece, gracias al ritmo, la incomunidad que existe entre los hombres. Si el universo se nos aparece como una vasta orquestación de ritmos, si vemos á cada alma individual á modo de fórmula que puede entrar en combinaciones con las fórmulas de las otras almas, nos será forzoso reconocer que existe un vínculo de sociabilidad entre las criaturas. Ese vínculo se halla en el ritmo que no es otra cosa que el movimiento con que la imagen generaliza el modo de ser de la emoción primera, del embrión de la obra desde su despertar hasta su plenitud. Y no es despreciable, sino muy racional, lo sostenido por Vannoz y Lacuzón. Hay mucho de bueno y de útil en su estética. ¡Lástima que las exageraciones la desvirtúen al practicarla, olvidando que estos preceptistas del simbolismo no separan el ritmo del pensamiento, la forma del fondo, ni dicen que la originalidad sea el obligado producto de la ignorancia! Por el contrario, Lacuzón y Vennoz sostienen, y sostienen con verdad, que el arte debe servirse de todo lo conocido, de todo lo que nos proporcionan nuestros estudios y nuestras reflexiones y nuestros ensueños, para ascender hasta “la región ignota medio iluminada por una luz que ya no es la luz de la ciencia.” No son ellos, no, los que han tomado al pie de la letra los versos de Verlaine:
De la musique avant toute chose. . . .
De la musique encore et toujours!
Piazzi nos dice en el segundo tomo de El arte en la muchedumbre: — “El arte decadente se encuentra siempre en un retorno á las formas anteriores, combinado con una investigación de emociones secundarias, y con una gran perfección: mejor dicho, refinamiento de los medios de expresión. Toda verdadera decadencia artística presenta este carácter: la esencia del arte tradicional, la forma alambicada; la novedad de los decadentes no consiste en hallar nuevas actitudes, nuevas relaciones de la verdad, en descubrir nuevas relaciones intelectuales ó sociales y dejarse llevar inconscientemente por ellas, sino en presentar la vieja esencia en hermosas formas, nobles expresiones y apariencias agradables y difíciles. Es el caso del Alejandrinismo y de Licofronte.” — “El hombre es arrastrado por su propia naturaleza á la admiración de todo esfuerzo: todo lo que le parece difícil es para él elevado, y el acrobatismo es siempre una manifestación genial que tiene sus fanáticos admiradores. Tales preferencias crean una forma de arte regresivo, que alcanza alturas vertiginosas en la investigación de los medios subsidiarios y de los coeficientes estéticos; pero que queda en la parte de afuera de la sociedad, de la que no refleja las necesidades, y á lo más constituye un placer superficial y de lujo.” — “El poeta regresivo no vive, no piensa, no sueña más que en tornear fatigosamente un verso, y se considera feliz al encontrar una nueva combinación de palabras que presenten hermosos contrastes de sonidos y de matices. Hace estilo por el estilo; poco le importa si este estilo tiene un alma; su mente acartonada sólo da sonidos, sólo tiene vibraciones para imágenes sensibles, para colores sugestivos por sí mismos é independientes de la forma, para perfumes penetrantes y embriagadores.” — “El poeta regresivo suda, se afana, se martiriza y ruge de entusiasmo, cuando sale de sus manos un hermoso verso, un hermoso contraste de matices, una hermosa y aguda disonancia. De seguro que no sentiría tanta alegría si llegara á descubrir, por casualidad, una verdad profunda, porque la esencia del pensamiento no tiene valor alguno para él; su simbolismo es una petrificación de abstracciones, aspectos indeterminados que hacen más confusos indeterminados conceptos, lo individual que absorbe lo universal, porque este último no cabe en la pequeña mente del poeta. La esencia del arte regresivo es la tradición, es un retorno á conceptos muertos, es la resurrección de un cadáver; y las imágenes que han de producir este milagro son imágenes de orden inferior, puramente relacionadas con los sentidos; la imaginación artificial está toda en el campo de las excitaciones fisiológicas, sensaciones olfatorias, sobreexcitaciones sexuales, refinamientos y perversión.”
El juicio es cruel; pero verdadero. Casi todos los númenes del decadentismo se adaptan al molde cortado por Piazzi.
No faltará quien piense que abuso de las citas en mis modestos libros; pero, ¿por qué expresar como cosa propia lo que otros han dicho antes y mejor que yo? Mi probidad literaria, que es mi única riqueza, me lo reprocharía, y es preferible que los descontentadizos me acusen de pedante á que me acusen de poco honesto. Desde que mis observaciones personales apenas difieren de las observaciones personales de los que me han precedido y encaminado, no sé con qué derecho alardearía mentirosamente de originalidad, vanagloriándome de adivinador de las ideas y de las doctrinas que los libros de otros me sugirieron. Nunca me asocié á los que devastan los frutales del prójimo, y le doy á Guyot lo que es de Guyot, á Brunetière lo que es de Brunetière, á Vaz Ferreira lo que es de Vaz Ferreira, á Piazzi lo que le debo á Piazzi, y á Pérez Petit lo que es de propiedad de Pérez Petit. Confío en que algo me quedará, aun cuando no pase lo que me quede del empeño que pongo en coadyuvar á la cultura de mis conciudadanos, que es de creer que responderán al que les hable de lo modesto de mis orígenes y de la falta de filiación universitaria de mis estudios, la republicanísima frase de Voltaire: “El que sirve á su país no necesita abuelos ni ejecutorias.”
Concluyamos con lo que ya cayó en desuso y casi en olvido. Si insistí en la estética del simbolismo, es porque parecióme que esta estética no se hallaba tan detallada como debiera en las páginas admirables del capítulo primero de LosModernistas. Por lo demás, comparto en un todo las opiniones que Víctor Pérez Petit nos da á conocer sobre los soles del decadentismo que se apellidaron Verlaine, Rimbaud, Rodembach, Laforgue, Kahn, Rambosson, Dubus, Mazade y todos aquellos que hicieron suyo el célebre verso:
Pas la Couleur, rien que la Nuance.
Creo, como Víctor Pérez Petit, que “Jean Moréas es un griego de l...

Índice

  1. Historia crítica de la literatura uruguaya. Tomo V
  2. Copyright
  3. CAPÍTULO VII
  4. CAPÍTULO VIII
  5. CAPÍTULO IX
  6. CAPITULO X
  7. CAPÍTULO XI
  8. Sobre Historia crítica de la literatura uruguaya. Tomo V