Mujeres en conflictos
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Mujeres en conflictos

  1. 228 páginas
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Mujeres en conflictos

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Mujeres en conflictos, es un reconocimiento a seis prestigiosas reporteras de guerra peruanas que pusieron en riesgo sus vidas para que se conozca y entienda la crueldad y la barbarie humana que conllevan las guerras; y dejaron, a través de su trabajo de investigación periodística, un mensaje de razón que resalta la importancia de no olvidar.A las mujeres siempre les han negado espacios en la vida pública; sin embargo, desafiando ese orden impuesto siempre han estado ahí. También en las guerras ya sea como combatientes, reporteras de guerra, asistiendo a los combatientes. En suma: resistiendo la violencia o narrándola. Sus historias frecuentemente han sido silenciadas. Precisamente, este libro destaca el trabajo de seis reporteras de guerra peruanas que tuvieron el importante y peligroso rol de contarle al mundo las crueldades de diversas guerras: Patricia Castro Obando, Vera Lentz, María Luisa Martínez, Mónica Seoane, Mariana Sánchez Aizcorbe y Morgana Vargas Llosa. Ellas, reporteras o fotorreporteras, cubrieron conflictos en el Oriente Medio, en Bosnia, Kosovo, Afganistán, Irak, Israel y Palestina, El Salvador, Nicaragua, Panamá y el Perú. Christiane Félip Vidal. Máster en Literatura Iberoamericana de la Universidad de Montpellier, Francia. Estudió Didáctica de las lenguas en La Sorbonne, Francia. Enseñó lengua, literatura y animación en el Taller de Escritura en el Colegio Franco Peruano. Actualmente, se dedica a la formación de docentes en lectura literaria, traducción e interpretación de obras literarias y a escribir. Ha publicado el libro de relatos Descuentos (2004); El refranero soltando gallos (2008); la antología de minificciones con Cucha del Águila, Basta, 100 mujeres contra la violencia de género (2012). Asimismo, las novelas El silencio de la estrella (Lima, 2009, 2015; Francia, 2015), El canto de los ahogados (2012), La flor artificial (novela escrita a cuatro manos con Sophie Canal, 2016), Los espejos opacos (2018). Cuentos suyos han sido publicados en diversas antologías.

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Información

Año
2022
ISBN
9786124854330

MARIANA SÁNCHEZ AIZCORBE

La primera cita es en el MAC3 de Barranco. Un lugar perfecto para el encuentro, con su vegetación y su laguna, si no fuera por la construcción de un edificio cercano donde los trabajadores se interpelan, chirrían las grúas, chocan metales; por el motor de la aspiradora limpiando la laguna, y por la gente que alza la voz en las mesas vecinas para superar la bulla.
Mariana Sánchez Aizcorbe aparece bordeando la laguna con paso tranquilo: lleva el pelo recogido y lentes de sol. Su calma contagia el ajetreo del entorno y, como por magia, se apaga el fuerte ronroneo de la aspiradora y la mesa más ruidosa se vacía. Se sienta y pide un vaso de agua.
«Es lo más sano», dice y, sin más preámbulo, aclara que en los numerosos conflictos que cubrió tener siempre agua fresca era una de las consignas del curso de entrenamiento en «Hostile Environment» que siguió en Inglaterra. Un consejo no del todo fácil de aplicar, como se dio cuenta en Etiopía cuando fue a cubrir la hambruna que azotó el país en el 2000 y, apenas llegó, tuvo que contentarse con una pequeña galonera de agua no potable que le tenía que durar una semana para lavarse las manos y la cara, mientras veía a las mujeres caminando por el desierto con dos baldes, quince kilómetros de ida y otros tantos de vuelta a diario. «Y ahí es cuando comprendes el valor del agua», añade.
Fueron muchos los conflictos que cubrió Mariana: conflictos bélicos en Asia Central, Kosovo, Afganistán, más un brevísimo paso por Chechenia; conflictos en Haití y Perú, así como conflictos en Centroamérica, en El Salvador, Honduras, México, reportando sobre la violencia desatada por el narcotráfico y por las pandillas. Otro tipo de guerra pero no por ello menos violenta…
A ellos se suman sus reportajes cubriendo situaciones humanitarias en Etiopía y Timor Oriental, pero fue en Kosovo donde se inició como reportera de guerra freelance a los veinte y tantos años.

Primeras andanzas

Quizás Mariana haya heredado el gen aventurero de su abuela materna que, luego de que el hombre al que había conocido cinco años atrás en Panamá se obstinara en enamorarla por cartas, abandonó su país y enrumbó por barco hacia Lima para casarse con él.
Quizás las andanzas a lo largo de su niñez hayan despertado en ella la curiosidad por el mundo, el interés por la gente y la necesidad de contar.
El hecho es que, sin que nadie en la familia manifestara un interés particular por el periodismo, se volcó hacia esa profesión que desde entonces rige su vida.
Empezó su carrera periodística a inicios de los noventa, fuera del Perú, en Estados Unidos, y mientras trabajaba como reportera de policiales en Nueva York, al ver lo que pasaba en su país, regresó con un camarógrafo, una productora y viajó a Ayacucho donde grabaron para Univisión una serie especial de cinco capítulos, cuya transmisión causó gran impacto.
La experiencia resultó determinante. Convencida de que su misión era presenciar y dar cuenta de los conflictos, retornó a Lima en 1993 donde trabajó unos años primero en Caretas, después en los canales 5 y 9 como reportera de una revista dominical, y luego como relatora de noticias.
Pero las pasiones mandan. Su primer reportaje en Ayacucho había dejado demasiadas huellas para que se contentara con comentar desde un set de televisión.
En el 98 decidió regresar sola a Ayacucho y se alojó en el hotel Santa Rosa donde habían pasado su última noche, quince años atrás, los ocho periodistas asesinados por los comuneros del poblado de Uchuraccay. En los años 80 se llamaba Hostelería Santa Rosa y era donde solían alojarse los periodistas. Para conmemorar el paso de los ocho hombres de prensa por el lugar y aquel fatal 26 de enero de 1983 en que los mataron con su guía, la administración del hotel ha colgado cuadros con sus fotografías. Y Mariana recuerda que ahí, entre esos fantasmas cuyas fotos carnet estaban en la recepción del hotel le ocurrió, más que una revelación, una epifanía que se instaló en su subconsciente y fue el motor que la llevó a cubrir conflictos armados.
De hecho, de retorno a Lima, horrorizada por lo que ocurría en Bosnia, se le pegó el bicho balcánico y aprovechó su cargo de responsable de la sección internacional en el Canal 9 para comentar a diario las noticias sobre la guerra hasta tal punto que terminaron apodándola «Miss Bosnia».
Hay sobrenombres predestinados y, tiempo después, al ver que iban acentuándose los conflictos en la zona de Kosovo, Mariana, que lamentaba no haber podido cubrir la guerra en Bosnia, pero seguía decidida a «Vivir para contarla», resolvió partir como freelance, dado que lo único que había conseguido del dueño del Canal fue primero una negativa: «Nosotros no te vamos a mandar» y luego un insólito consejo con fines ahorrativos: «Así que, si tú quieres morirte, muérete más cerca y más barato».
Total ¿quién se interesaba en el Perú por lo que ocurría tan lejos si, en muchos barrios limeños, la gente no era consciente de lo que sucedía en el interior de su propio país?
Mariana reconoce que ignoraba a lo que estaba yendo, pero sí sabía que deseaba ser testigo de las cosas que estaban pasando y contarlas a una audiencia divorciada de lo que ocurría. Quería que la gente sentada en su casa, en Lima, mirando la televisión, se enterara y pudiera sentir un poco de empatía. Así que, impulsivamente, agarró sus ahorros y se fue para Yugoslavia vía París, donde tuvo que esperar dos meses a que le dieran la visa.
Aún no se había declarado abiertamente la guerra en Kosovo y en Belgrado. Ella veía cómo ambos bandos se estaban preparando para el enfrentamiento y, consciente de lo que se avecinaba, quería darlo a conocer antes de que estallara el conflicto. Pero la prensa internacional necesitaba dramas, sangre, muertos y, como lo declaró Mariana en una entrevista en El Salvador en marzo de 2007, solo les empezó a interesar cuando ocurrió la masacre de Raćak en enero de 1999, y se fue intensificando el conflicto con la intervención de la OTAN en marzo de ese mismo año.
Lo que había sido producto de un impulso se convirtió en ocho meses de cobertura que terminaron en julio del 99. Un tiempo de gestación decisivo para convencerla de que lo suyo era la corresponsalía de guerra.
En ese primer viaje se enfrentó sin preparación alguna a la violencia del conflicto que oponía a kosovares contra serbios de Milošević. Sin embargo, la suerte estuvo de su lado: se presentó no solo la oportunidad de reportar en español para CNN, sino que unos corresponsales curtidos en conflictos armados, Mike O´Connor, Miguel Gil y Kurt Shork, le ofrecieron ayuda. Un comportamiento del que fue testigo o se beneficiaría en todos los conflictos que cubrió: el que tiene más recursos, el que trabaja para la cadena más grande, ayuda a los más jóvenes o a los que carecen tanto de experiencia como de recursos. Pues, si bien la competencia es fuerte, también lo es, con frecuencia, la solidaridad. Y así funcionó a lo largo de sus corresponsalías, bajo todos los cielos y pisando todos los terrenos, incluso minados.

Tú no eres la historia

«En un territorio en conflicto, un periodista independiente debe tener suerte para que algún colega lo lleve en su jeep, mejor si es blindado. En el Centro de Prensa del Gran Hotel de Pristina encontraría un equipo de la televisión suiza con quienes descubriría el rostro de la guerra…», escribió para Caretas en el artículo «El volcán de los Balkanes», lo cual resume perfectamente la situación precaria del freelance que no tiene medio alguno que lo respalde y se enfrenta a limitaciones para conseguir transporte, guía, intérprete y alojamiento, dados sus escasos recursos.
En esa época, si bien había computadoras y laptops, las comunicaciones en una zona de conflicto eran pésimas y, al no disponer de internet para conectarse, enviar un correo electrónico era toda una odisea. Mariana tenía un simple celular y escribía con lápiz en un cuadernito. Cuando trabajaba para CNN le asignaron camarógrafos tan expertos que, a veces, bastaba con ver lo que estos grababan para luego escribir sobre aquello. Otras veces hablaba con la población civil, con otros periodistas y, de regreso al hotel donde estaba la oficina de CNN, viendo lo que habían filmado los camarógrafos, escribía su reportaje y mandaba el audio para que editaran el material en Atlanta. «La esencia de lo que yo reportaba se respetaba —dice—. Era lo que yo estaba viendo, no era la verdad completa porque no veía todo. Es como mirar el árbol, el bosque es otra cosa».
Otra dificultad por vencer: la ausencia de experiencia que no permite tomar plena conciencia de los riesgos y puede costar la vida. Mariana reconoce que cometió errores en sus inicios: abandonar, en casa de Drita, la chica albanesa que la había alojado, unas fotos donde se le veía en compañía de guerrilleros kosovares, lo cual permitiría...

Índice

  1. Introducción
  2. Ellas, reporteras de guerra
  3. Patricia Castro Obando
  4. Vera Lentz
  5. María Luisa Martínez
  6. Mariana Sánchez Aizcorbe
  7. Mónica Seoane
  8. Morgana Vargas Llosa
  9. Galería de fotos