Usos y provechos de las aguas de Tamames, y baños de Ledesma
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Usos y provechos de las aguas de Tamames, y baños de Ledesma

  1. 60 páginas
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Usos y provechos de las aguas de Tamames, y baños de Ledesma

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Diego de Torres Villarroel escribió: «Entre las muchas y famosas fuentes medicinales que están descubiertas y examinadas en nuestra España, dudo que haya otras tan prodigiosas y de visibles virtudes como la de Tamames; porque además de ser sus aguas una casi universal medicina, suave, apacible y barata contra los más comunes achaques y quejas de nuestros cuerpos, son también preservativas de la sanidad, rendimiento a los que la beben, así de las enfermedades que actualmente cura, como de otras en que puede caer la naturaleza.»

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Información

Editorial
Linkgua
Año
2010
ISBN
9788498976618
Del uso y provechos de las aguas de Tamames, y baños de Ledesma, y primeramente del agua común y sus diferencias
Los generosos nombres de agua de la vida, agua óptima, admirable, angelical, áurea y otros de semejante nobleza con que bautizan los Químicos a sus composiciones, los han hurtado indignamente al agua pura elemental, porque solo a su generalísima virtud le son propios y peculiares tan hidalgos apellidos. Las substancias purgantes, concocuentes, refrigerantes y confortantes que desean creamos en sus mixturas, las tiene más visibles el agua usual que compuso Dios, Médico de los Médicos, para conservación de nuestra vida, recreo de nuestro gusto y único alivio de nuestras ansias y dolencias. Las sales, las tierras, los azufres, los mercurios, y los demás principios que rebuscan y destilan de los cuerpos animales, vegetales y minerales para la composición de ellas, todos y otros infinitos que no penetra ni conoce nuestra Filosofía, los goza el agua que bebemos. La mordacidad de los carbones, la blandura de los betunes, la penetración de los nitros, la prontitud de los azogues, y todas las fuerzas de que están vestidos los demás habitadores de la media región de la tierra, de todas participa y se inficiona; porque por los conductos y canales por donde se resbala a la superficie, va chupando y reduciendo a su esencia mucha porción de sus imperceptibles y admirables substancias. En los ríos, pozos, fuentes y lagunas, presentada al comercio del aire, recibe y retiene del mismo modo las individuas condiciones de los Astros, las dulzuras del viento, la fragancia de las hojas, y finalmente, con las infinitas preciosidades de la vegetación, los frecuentes soplos de los animales que la sorben, y los útiles desperdicios de cuantos se producen, se bañan y recrean en sus centros y corrientes; de modo, que el agua en mi comprehensión no es otra cosa que un líquido poderosamente inficionado de las virtudes de las Estrellas, los vientos, los metales, las ramas, las semillas, los brutos, y de cuantos entes son visibles y conjeturables en todo el ámbito inferior y superior del mundo.
Agua óptima de la vida llamó Floravanto a un licor extraído de la canela, ligno aloes, nuez moscada, cardo bendito, y otras hojas, troncos y raíces; cuya virtud juraba que era poderosa para detener la vejez y conservar la juventud sin las ofensas de los achaques. Fuklero, Ranzovio y Andernaco, hombres de singular detención en la Física, pero muy crédulos y aficionados a vender sus recetas, compusieron otra de la peonía, genciana, salvia, mordiscos de diablo, espliego, sabina, pimienta, oro calcinado, mercurio, y otros metales y simientes; y de ella afirmaban que valía contra los venenos, las rabias, las bubas, las pestes y todas sus diferencias y malicias. Yo he recibido siempre como antojadizos y engañosos los aplausos y los Créditos de estas aguas; y si son posibles en ellas los prodigiosos efectos que nos describen en sus Antidotarios, mejor se deben presumir, y con más confianza sospechar en el agua potable de los ríos, los pozos y las fuentes; porque ésta recoge en sí los mismos elementos que ellos trituran, calcinan y evaporan, y naturalmente los separa con más discreción, y sin tanto desperdicio de sus bálsamos, como el que padecen en sus alambiques, morteros y retuertas. Raro será el hombre curioso que no pueda hablar en favor de este sentimiento, porque habrá observado las veces que ha bebido, que en unos lugares es el agua gruesa y salada, en otros leve e insípida; una fuente se la habrá dado agria, otra dulce; un pozo blanca, otro verde; un arroyo cálida, otro fría; un lago hedionda, otro inocente; no siendo otra la causa de esta variedad de sabores y coloridos, que la diferente porción de azufres, sales y betunes de que se rodea en los extraños conductos por donde pasa o se detiene. Los distintos terrenos donde se aparece, y las varias cualidades que se le pegan en su tránsito, y en su detención, hacen al agua saludable, medicinal, venenosa, agradable o ingrata; y sin más alteraciones ni más diligencias que buscarla en los varios sitios donde se presenta en ríos, lagos, fuentes o cisternas, encontrarán los enfermos y los sanos más sabrosas las medicinas contra sus dolencias, y más eficaces los preservativos de su sanidad y su deleite.
Esta agua única, derribada de la elemental, y aparecida en las varias roturas de la tierra, es la que solo merece los nombres de agua de vida, agua saludable, agua regia, y los demás con que honran los Físicos a sus sospechosos y mal nacidos licores; porque en ella sola hay capacidad y virtud para expeler todos los males, y gozar de todos los alivios y refrigerios oportunos a la humana naturaleza. Alguna vez pueden convenir a uno o a otro enfermo específico, y de apropiado temperamento las aguas que componen los Quimistas; pero el agua usual sirve y remedia a todo género de dolientes y bien acomplexionados, sean coléricos o melancólicos, flemosos o sanguíneos, porque para todos fue criada, y para todos está prevenida, dispuesta, congenital y conforme a sus achaques y templanzas.
Sirve el agua usual potable para la nutrición y aumento del cuerpo humano, y para tener en orden apacible y sosegada obediencia toda la economía de su máquina; porque su benigna humedad ayuda a separar y distribuir el alimento después de cocido en el estómago, facilita el círculo de la sangre, dispone las impuridades excreménticas; de modo, que la naturaleza las puede arrojar sin molestia por los canales y caminos que tiene destinados para estas expulsiones. Prepara el ácido, abre las ganas del comer, conforta el estómago, ablanda el vientre, modera la violencia del movimiento y la acción con que el calor natural trabaja en la formación del húmedo substantífico, reprime la voracidad corrosiva del ácido exurino, rebate la furia precipitada de la cólera, templa el ardor de las entrañas, oprime las exaltaciones del suco pancreático, humedece benignamente al celebro, produce sueño agradable, y parece que recrea a toda el alma; pues entre las ansias de una sequedad ardentísima encuentran los sedientos en su frialdad y humedad un refrigerio imponderable, un alivio dichoso, y un felicísimo descanso. Todos estos efectos son innegables, porque continuamente los experimentamos en nosotros mismos; y todos estos y otros que se escapan de nuestra contemplación y cuidado, hace el agua cuando es buena; pero si es mala, esto es, cuando está inficionada de sales venenosas, sucos malignos, y otros accidentes de los que recibe en los tránsitos por donde se cuela, o en las bocas donde se aparece, entonces desazona al estómago, pervierte el cocimiento de los alimentos, produce hipocondrías, males de pecho, de riñones, de orina, y otros daños y achaques, según es la malicia de sus cualidades y venenos.
El agua para ser buena y provechosa, ha de ser pura, limpia, clara, descolorida, reluciente, insípida, sin olor alguno, tenue, delgada y leve, de modo, que con prontitud reciba las impresiones del frío y del calor, y que fácilmente puede bajarse a los hipocondrios, y distribuirse con ligereza por el cuerpo. El examen de su claridad, pureza, desabrimiento, e inocencia, o malicia del olor, lo pueden hacer los ojos, la boca y las narices; pero para conocer lo tenue, lo delgado y lo leve, son necesarias otras experiencias, que no las puede practicar el gusto ni el olfato. Los Autores Médicos y Físicos refieren muchas; pero bastarán las siguientes, para que el más escrupuloso quede asegurado de su bondad. Aquella agua en que se cuecen con facilidad las legumbres se debe tener por buena, porque tiene las propiedades de lo leve, y lo tenue, porque este género de vegetables no se deja penetrar de las aguas gruesas y pesadas. La que deshace brevemente al jabón, también se debe contar entre las aguas tenues y delgadas; finalmente el que deseare saber cuál sea la más sutil, ligera y delgada, tomará dos pedazos de lienzo de una misma tela, iguales en longitud y latitud, y los remojará cada uno de ellos en su agua; pondrálos luego a enjugar, y el agua que primero se secare, ésa será la más leve y delgada; y después de enjutos, sujetándolos al peso, se hallará que el que quedase menos pesado, fue el que se mojó en el agua más tenue y más delgada. Bastan estos breves experimentos, además de los que pueden hacer nuestros sentidos.
Aunque el agua es una sola y un elemento, por cuanto recibe en la circulación por las venas del gran cuerpo terráqueo varias cualidades y condiciones, se dice, que son muchas y diversas las aguas como la del río, fuente, laguna, cisterna, lluvia, nieve, granizo y de pozo. Y siguiendo este común modo de explicar sus excelentes virtudes e impresiones, trataré de cada una en particular con la claridad posible. La elección de la agua que se ha de beber para medicinarse o para nutrirse, y el modo, el cuándo, y la templanza con que la han de tomar los sanos y los enfermos, son esencialísimas condiciones para mantener y cobrar la salud; por lo que trataré de cada una en particular para los unos y los otros, y sea la primera el agua de la fuente.
Del agua de fuente
Porfiadas disputas se encuentran entre los Autores Físicos y Médicos sobre la bondad y primacía de las aguas. Unos pretenden dar el primer lugar al agua de la fuente; otros a la de la cisterna, fatigándose en buscar razones metafísicas para defender cada uno su partido. Yo (discurriendo más groseramente) aseguro, que el agua que tuviese las condiciones de limpia, clara, luciente, insípida, tenue, leve y delgada, sea de fuente, pozo o cisterna, es la mejor para el uso de los cuerpos sanos o enfermos. Muchos pozos dan el agua con estas bellas propiedades, y muchas fuentes la dan turbia, cenagosa, pesada y sucia, y aunque los más Autores favorecen a la agua de la fuente, y la aconsejan por más sana, no se debe anteponer a la del pozo. Es verdad que las fuentes, por lo regular, tienen el agua más clara y más insípida que la de los pozos, que suele ser salobre y cenagosa, por esta razón quieren dar la primacía a la agua de la fuente; pero lo más seguro es examinar su bondad, sin atender a la boca donde nace. Para confiar que el agua de la fuente es benigna, y útil para la conservación de la salud, es necesario que la fuente tenga su nacimiento al Oriente del Sol, principalmente en el Estío, y que el agua pase por tierra limpia, que no sea cenagosa, sino que desguace entre piedras y arenas, porque estregándose con ellas, en el tránsito, va soltando muchas partes del cieno, betún, carbón y otros materiales adustos, que suele arrastrar desde su origen. Ha de sentirse también el agua de la fuente, para ser buena y saludable, fría en el Verano y cálida en el Invierno, que es señal de que tiene su primer origen de las profundas entrañas de la tierra. Las fuentes nacidas en el Septentrión o en el Poniente, dan las aguas crudas, gruesas y graves, porque como el Sol no las retuesta, y depura con su calor, tienen reconcentradas en sí mismas muchas partes térreas y maliciosas, las que dañan mucho al estómago, porque no las puede cocer ni desatar, si no es con mucho trabajo; y causa regularmente obstrucciones, y flatos en las primeras vías, y otros gravísimos males y desazones en todo el cuerpo.
Del agua de la lluvia o cisterna
El agua de la lluvia es por su naturaleza limpia, suave, tenue, delicada y ligera; porque ella no es otra cosa que un extracto que hace el Sol de los sutilísimos vapores y exhalaciones del cuerpo terráqueo, convertidos en lluvia, y depositados en lagunas artificiales, limpias y cerradas. Es el agua de la cisterna muy aplaudida de los Médicos, y muchos de bastante autoridad, entre antiguos y modernos, la anteponen a la agua de las fuentes, fundados en algunos experimentos; lo primero, porque sujetándola al peso la han hallado más ligera que la de las fuentes, pozos y lagunas; lo segundo, porque han observado que recibe con mayor prontitud las impresiones del frío y el calor; lo tercero, porque todo género de legumbres se cuecen con más presteza en ella que en las demás; y además de estos experimentos no se le puede negar las condiciones de limpia, pura, luciente, insípida y descolorida, porque no contiene cieno ni otra crasitud, que pueda retener cualidades maliciosas. Para que el agua de la cisterna sea loable y de buenas condiciones, es necesario que sea primeramente recogida en tiempo de Primavera, y que no sea de lluvia tempestuosa sino de ll...

Índice

  1. Créditos
  2. Brevísima presentación
  3. Dedicado a la señora doña Alfonsa Prieto de Haedo Texeda y Sotomayor
  4. Prólogo para todos, y especialmente para los enfermos que hayan de tomar las aguas que sirven de asunto a este breve Librito
  5. Del uso y provechos de las aguas de Tamames, y baños de Ledesma, y primeramente del agua común y sus diferencias
  6. Libros a la carta