Las calles de Barcelona en 1865. Tomo I
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Las calles de Barcelona en 1865. Tomo I

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Las calles de Barcelona en 1865. Tomo I

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Las calles de Barcelona en 1865 es una obra complementaria a la Historia de Cataluña, que se centra en la ciudad condal y en sus calles, monumentos, personajes y eventos. La guía histórica analiza cada una de las calles importantes de la ciudad y toda la historia que rodea el pasaje. En este primer tomo se analizan las calles de la A (empezando por Calle dels Abaixadors) a la E (acabando por Calle de la Explanada). -

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2022
ISBN
9788726688009
Categoría
Historia

C

CABRAS (calle de las).

Va desde la calle del Hospital á la de la Petxina, y es otra de tantas acerca de las cuales nada hallamos que referir.

CADENA (calle de la).

Enlaza la calle del Hospital con la de San Pablo y se halla en el mismo caso que la anterior.

CALDÉS (calle den).

Va del Born á la Pescadería.
Parece que antiguamente se llamaba den Caules. Su nombre actual recuerda el de la distinguida familia de Calders ó Caldés, como vulgarmente se apellida.
Los de Calders eran señores de las baronías de Segur y Pierola, y tenían por escudo tres calderos sobre campo de gules con la divisa, Ma bona fe conserva ma esperanza. Es familia ilustre y su nombre figura gloriosamente en las páginas de la historia de nuestro país.
Se sabe que en 1194 un Berenguer de Calders, á quien las guerras habían ocasionado grandes quebrantos, hubo de vender á Ramón Folch de Cardona diferentes lugares y una hacienda que poseía en la Vall dels horts entre Cardona y Manresa.
Se hallaron los de esta familia en la conquista de Mallorca, para cuya empresa mandaron armar á su costa una embarcación y pasaron á servir con ella, vendiendo, al efecto de acudir á estos gastos, un pedazo considerable de hacienda en Cataluña que poseían en la sierra de Calders, y el castillo de Calders, que era el solar de su casa junto á Manresa.
Juan Francisco de Calders, señor de la baronía de Segur, pasó también á su costa á servir en la armada con motivo de la jornada que hizo el emperador Carlos V cuando fué á Argel, para cuyo efecto vendió la cartlanía de Anglesola y otras propiedades.
Se distinguió notablemente un Calders en la memorable batalla de Lepanto, y figuran con gloria otros miembros de esta familia en las campañas de Sicilia, Nápoles, Cerdeña y Salses.
En 1616 el duque de Alburquerque, virrey y capitán general que era entonces de Cataluña, mandó arrasar el castillo de Segur, según parece, por haber tomado D. Miguel de Calders y Gilabert parte muy activa en las contiendas de Narros y Cadells, protegiendo á los primeros en su castillo, donde una vez se hicieron fuertes.
En el año 1639, cuando comenzaron los disturbios de Cataluña que habían de producir la terrible guerra llamada de los segadores, era gobernador de Cataluña un Ramón de Calders; un sobrino de éste, Felipe de Calders, murió el año 1644 en la retirada de la campaña de Lérida, sirviendo en el ejército de Felipe IV, y un hijo de éste, Ramón Felipe de Calders Ferrán Villafranca y de Marimón, se hallaba de general de la artillería del reino de Granada por los años de 1679.
El heredero y sucesor de esta familia es el actual barón de Segur.

CALABRIA (calle de).

Otra de las que formarán el ensanche. Comenzará en la calle Etna para ir á terminar en la de Córcega, y se verá cruzada por las de Tamarit, Floridablanca, Sepúlveda, Cortes, Diputación, Consejo de Ciento, Aragón, Valencia, Mallorca, Provenza y Rosellón.
Calabria es uno de los países que se vieron sujetos á las armas de la Corona de Aragón, teatro de antiguas y gloriosas hazañas para catalanes y aragoneses, uno de aquéllos en que ondeó triunfante el pendón de las gules barras. Por esto se ha querido recordar la antigua gloria de nuestras armas y de nuestras conquistas dándose semejante nombre á esta calle.

CALL (calle del).

Esta calle, cuya antigua tortuosidad va desapareciendo gracias á la rectificación de los edificios, á medida que éstos se reconstruyen, es una de las más concurridas de Barcelona, ya porque comienza en las llamadas cuatro esquinas del Cali y va á desembocar en la plaza de la Constitución, puntos de grande afluencia, ya también por existir en ella, desde tiempo inmemorial, quizá las mejores tiendas y almacenes de sederías y trajes de señora que cuenta Barcelona. La moda tiene en esta calle alguno de sus mejores templos, y hay en ella modernas tiendas que así llaman la atención del transeunte por su lujo y elegancia, como convidan al comprador por la riqueza y la bondad de los géneros que expenden.
Había antiguamente en esta calle una de las principales entradas á la aljama, sinagoga, getho ó barrio de los judíos, quienes ocupaban todo el espacio que se encierra entre las calles de Santa Eulalia, Baños, San Honorato y Call. Esta última, que es la que nos ocupa, se llamaba entonces call juich ó call judaich, calle de los judíos, porque era donde acostumbraban á levantar sus tiendas y á hacer sus ferias y paradas de géneros, bajo los muros del castillo vizcondal que estaba frente á la judería y ocupaba la parte derecha de esta calle, es decir, el terreno donde hoy se levanta la manzana de casas que están entre el Call y la calle de Fernando VII.
Algunos años atrás existía aún algún ligero resto mural de este soberbio edificio, muy á menudo citado en nuestra historia.
Monfar, en su crónica de los condes de Urgel, capítulo XLVI, dice que cuando el conde Borrell reconquistó Barcelona del poder de los moros, mandó reedificar este castillo, encomendándole á un caballero de su casa llamado Iñigo Bofill, que cuidó de su fortificación, y que por esto el conde, después, á 21 de Octubre de 989, le dió muchas heredades y posesiones procedentes de diversas personas que habían muerto en las guerras pasadas sin dejar hijos ni descendientes. Añade Monfar que en su tiempo duraba aún este castillo «en la calle que llaman la Call, dice, aunque muy derribado.» El cronista Monfar murió en 1652.
Pujades da más detalles en su Crónica de Cataluña, cap. XXXIV del lib. XIV, donde hablando de los vizcondes dice lo siguiente: «Solían residir y tener casa ó palacio en la calle mayor del Call en el castillo que llamamos de Hércules, el cual por algunos edificios antiguos que tuvo se vino á decir el Castillo Viejo. Solían estar en él las cárceles reales. Así lo he oído decir á mis padres que casaron en el año 1569, y moraron en aquellos días y algún tiempo bajo de este castillo viejo en las casas de Gualbes de la Boquería, en frente de las paredes nuevas del monasterio de la Trinidad; y que desde aquella casa, por una senda subterránea ó bóveda, pasaban á este castillo, y que se hallaban en él algunas estancias ó aposentos que todavía duraban, con muchas señales de cárceles que había habido en aquel lugar. El doctor en derecho Jaime Dalmau, ciudadano honrado de Barcelona, en el año 1559, celebrando Cortes en esta ciudad el rey Felipe II de Aragón, alcanzó de S. M. que por estar este castillo arruinado y no ser de provecho á su real patrimonio, se le diese á censo; pero fué con expresa cláusula y condición, que ni él ni los que le sucedieren se pudiesen llamar en algún tiempo por este dominio vizcondes de Barcelona. Por donde clara y evidentemente parece, y con mucha razón se puede decir, que este castillo era el vicecomital y de posesión de los vizcondes. Quiso después este doctor en el año 1614 abrir la pared de una gran torre para ensanchar su casa dentro de este castillo y hacer de dos una, y hallaron dentro enterrados gran multitud de cuerpos de hombres muertos envueltos entre la tierra y el polvo. No sé si estos cadáveres eran de gentiles, moros ó cristianos; mas sí que se juzgaba y conjeturaba que se habría derribado la bóveda de arriba por desgracia, y que les habría cogido debajo, muerto y enterrado á un mismo tiempo. El cuándo esto aconteciese, sólo Dios lo sabe.»
Hasta aquí Pujades. Á sus datos puede añadirse que mientras estuvieron en aquel castillo las cárceles reales, las cuales después pasaron al arco que había en la bajada de la Cárcel y hoy se hallan en el que fué convento del Seminario, estuvieron presos en ellas varios personajes ilustres, entre otros el príncipe de Salerno Don Carlos, hijo de Carlos de Anjou ó Carlos de Sicilia, el cual, habiendo caído prisionero del ejército de Pedro el Grande en Sicilia, fué trasladado á esta capital, después de haberle salvado generosamente la vida la esposa de D. Pedro.
Otro de los presos en este castillo fué D. Jaime, hijo de D. Jaime III el Desdichado, rey de Mallorca. Perdió éste la vida y la corona en la batalla de Llucmayor, y su vencedor D. Pedro IV el Ceremonioso ó el del Puñal se trajo prisionero al hijo de su víctima, sepultándole en los calabozos del castillo que nos ocupa
Varias tentativas se hicieron para que aquel desgraciado príncipe recobrase la libertad, pero no se consiguió otra cosa con esto sino que el cruel D. Pedro redoblase para su prisionero los rigores del cautiverio. Tenían cargo de la guarda del infante diversas personas de confianza que se renovaban cada semana; los guardas no se apartaban de él un solo instante durante el día, y por la noche se le encerraba en una jaula de hierro donde tenía su cama, durmiendo el alcaide en el mismo aposento en que estaba la jaula. Más de doce años gimió en tan triste encierro el hijo infeliz de la víctima de Llucmayor, hasta que por fin los amigos de la casa de Mallorca tramaron una conspiración para procurarle la fuga, lo cual consiguieron el 1.° de Mayo de 1362, libertándose milagrosamente el príncipe y consiguiendo llegar á Nápoles, donde fué acogido por la reina Juana I, que no tardó en darle su mano.
Bueno será advertir ahora que ese castillo, al cual ya hemos visto que Pujades llama el Viejo, no es sino, por lo contrario, el que nuestras crónicas llaman el Nuevo. El Castillo Viejo era el Castrum vetus, en el cual estuvo la corte ó el tribunal del veguer, situado en la plaza del Trigo y hoy del Angel, al comenzar la llamada bajada de la Cárcel. Ya de él no existe vestigio alguno, como tampoco del Nuevo, según dejamos dicho.
Creen algunos, con fundamento, que ese castillo era romano, habiendo sido renovado en tiempo del conde Borrell, según la noticia de Monfar, y también tal vez en épocas posteriores, viniendo de aquí el llamársele Nuevo. En sus primeros tiempos debió ocupar gran extensión y hubo de ser una gran fábrica, pues una de sus torres estaba en la calle de la Boquería, y en ella asegura la tradición que estuvo presa la taumaturga barcelonesa Santa Eulalia. Entre los anticuarios historiadores, dice Bofarull, se ha denominado siempre este castillo torre de Catón, por creerse que, después de la guerra de los lacetanos, durante la cual estuvo Marco Porcio Catón en Barcelona, quiso éste, aprovechando la paz, ilustrar la ciudad con edificios que recordaran su nombre, siendo uno de ellos, y acaso el único, el gran castillo.
En la Rúbrica de Bruniquer se lee el siguiente dato:
«El 6 de Junio de 1553 se cayó el Castillo Nuevo, cerca el Call, y derribó una casa que tenía en frente.»
Otro de los recuerdos que inspira el Call, es el de un hecho funestamente célebre. Queremos aludir á la matanza de los judíos en 1391.
El 9 de Agosto de dicho año movióse gran tumulto en Barcelona, y el pueblo invadió la aljama, cegado por un falso celo religioso, entregándose á toda clase de excesos. Las casas de los judíos fueron pasadas á saco, y muchos de aquéllos miserablemente asesinados. Refugiáronse los infelices hebreos en el Castillo Nuevo, abandonando sus moradas al furor y codicia de las turbas, pero ni aun allí tuvieron seguro asilo. El populacho, espoleado por el fanatismo religioso que es el más ciego de los fanatismos, asaltó el castillo, y sólo á duras penas los judíos allí refugiados pudieron salvar su vida en cambio del bautismo que se apresuraron á recibir.
Cuando las autoridades populares pudieron dominar el tumulto y restablecer el orden, 300 cadáveres atestiguaban en la aljama y en el Castillo Nuevo la ferocidad y rabia del populacho.
Muchos de los perturbadores fueron presos y rigorosamente castigados, y por orden del rey D. Juan se mandó devolver á los israelitas todas las franquezas, libertades y privilegios de que anteriormente gozaban, eximiéndoles de tributos por tres años, y entre ellos del de proveer á la manutención de la casa de fieras de Barcelona, que corría por cuenta de la aljama. Sin embargo, desde 1392, que fué cuando se dictaron estas medidas, la aljama ó barrio de los judíos quedó abierta, con comunicación para los cristianos.
La aljama de Barcelona, que ocupaba todo el espacio que se ha dicho, venía á formar un barrio aislado, no obstante tener contiguas las propiedades de los cristianos, cuyas casas les servían de muros. Tenía dos puertas ó entradas principales, una de ellas por el arco que había en frente del Castillo Nuevo, llamado posteriormente de San Ramón, y cuyo derribo ha tenido lugar en estos últimos años. Otra de sus entradas estaba en la calle de los Baños, donde hoy existe la bajada de Santa Eulalia. Era un barrio muy poblado, y su interior se veía cruzado por varias calles, algunas de las cuales han desaparecido ya del todo, quedando subsistentes otras como la que hoy se llama de Santo Domingo, y entonces de la Sinagoga mayor ó de las carnicerías, porque en ella estaba el templo principal de la religión judáica, y á su extremo se alzaba la casa ó tienda en donde se vendía la carne. La aljama barcelonesa tenía otros edificios públicos, como eran una segunda sinagoga, menor que la principal, una escuela, una alhóndiga y un edificio destinado para lonja, en donde durante ciertos días de feria se hacía exposición de géneros, permitiéndose la entrada á los cristianos para los efectos del comercio.
Los judíos que en este barrio habitaban eran ricos, pues ya un autor hace observar que cuando en 5 de Marzo de 1249, por disposición del rey D. Jaime I de Aragón, el Consejo general de esta ciudad nombró comisionados para pasar á Sicilia á Marimón de Plegamans y á Bernardo Aymerich, aquéllos prestaron á éstos 3.000 sueldos para los gastos de su empresa, suma de consideración en aquella época.

CALLARI (calle den).

Está en la calle de Junqueras, en frente la iglesia de este nombre. Antiguamente se llamó dels Escorxadors vells, y también den Cruanyes, y el nombre que hoy lleva parece ser de familia catalana.

CAMBIOS (calle de los).

Dos calles hay con este nombre. La de Cambios viejos, que va desde la de Caputxas á la plaza de Palacio, y la de Cambios nuevos, cuya entrada está en la de Cambios viejos, yendo á parar á la de Gignás.
Desde el siglo xiii eran tantas las especies de monedas que corrían en Cataluña, que existían muchos mercaderes, llamados cambiadores, los cuales no entendían en otra cosa sino en cambiar unas monedas por otras para facilitar los negocios del comercio. Tenían sus bancos en oficinas públicas, y tantos había en Barcelona, que dieron el nombre á las calles donde vivían, las cuales por esto se llamaron de los Cambios, á causa de lo mucho que se cambiaba en ellas. Por abusos que sobre esto se cometían, erigióse en esta ciu...

Índice

  1. Las calles de Barcelona en 1865. Tomo I
  2. Copyright
  3. Other
  4. INTRODUCCIÓN.
  5. A
  6. B
  7. C
  8. D
  9. E
  10. SobreLas calles de Barcelona en 1865. Tomo I
  11. Notes