Episodios nacionales II. Los cien mil hijos de san Luis
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Episodios nacionales II. Los cien mil hijos de san Luis

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Episodios nacionales II. Los cien mil hijos de san Luis

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Los cien mil hijos de san Luis es la sexta novela de la segunda serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós.En la anterior novela, 7 de julio, habíamos visto cómo Salvador Monsalud, uno de los protagonistas de esta segunda serie de los Episodios Nacionales, se iba de casa, después de interminables dudas, con una mujer desconocida, que suponíamos la mujer de un marqués y antigua amante suya. Pues bien, en Los cien mil hijos de san Luis, nos enteramos de que la mujer con quien había finalmente huido era Genara de Barahona, su antigua novia, casada con el guerrillero don Carlos, y separada posteriormente. Será precisamente esta Genara quien emprende la narración que, en esta novela, adopta la forma de memorias. Heroína romántica, de extremadas pasiones que oscilan constantemente entre el amor y el odio. Corre el año 1823. Genara acompañará a las tropas francesas llamadas "los cien mil hijos de san Luis", desde París hasta Cádiz, siempre a la búsqueda de su enamorado. Pero el destino es muy cruel y, por una razón u otra, fracasarán todas las citas y encuentros previstos. Mientras, el último reducto liberal, Cádiz, acaba cayendo en manos del ejército francés y las fuerzas absolutistas de Fernando VII. Es el fin del Trienio Liberal.

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Información

Editorial
Linkgua
Año
2010
ISBN
9788490072547
Categoría
Literatura
VI
La primera determinación del Gobierno popular que sucedió al de Martínez de la Rosa, después de las jornadas de julio, fue nombrar general del ejército del Norte al rayo de las guerrillas, al Napoleón navarro, don Francisco Espoz y Mina. En medio de su atolondramiento, los siete ministros, a quienes la Corte llamaba los Siete niños de Écija, no carecían de iniciativa y de cierta arrogancia emprendedora que por algún tiempo les permitió sostenerse en el poder con prestigio. El nombramiento de Mina y aquella orden que le dieron de hacer tabla rasa de las provincias rebeldes no pudieron ser más acertados.
El gran guerrillero no necesitaba muy vivas excitaciones para sentar su pesada mano a los pueblos. Navarros y catalanes le conocían. Pero antaño había hecho la guerra con ellos, y ahora debía hacerla contra ellos, lo cual era muy distinto. Antes se batía contra tropas regulares y ahora con ellas perseguía las partidas. Bien se ve que el coloso de las guerrillas estaba fuera de su natural esfera y asiento. Iba a hacer el papel del enemigo durante la guerra de la Independencia.
A pesar de esta desventaja empezó con muy buen pie su campaña. No podía decirse propiamente que había partidas en el Norte, sino que todo el Norte desde Gerona hasta Guipúzcoa, y desde el Pirineo hasta las inmediaciones del Ebro, ardía con horrible llamarada absolutista. Quesada, a cuyo lado despuntaba un precoz muchacho llamado Zumalacárregui, dominaba en Navarra, juntamente con Guergué y don Santos Ladrón; Albuín y Cuevillas y Merino, asolaban la tierra de Burgos; Capapé, el Aragón; Jeps dels Estanys, el Trapense, Romagosa y Caragol, a Cataluña, donde el barón de Eroles trataba de formar un ejército regular con las desperdigadas gavillas de la fe. Muchos frailes del país, empezando por los aguerridos capuchinos de Cervera que habían escapado del furor de las tropas liberales, y concluyendo por los monjes de Poblet que tanto trabajaron en la conspiración, formaban en las filas del Manco, o de Capapé o de Misas.
Mina tomó el mando de las tropas de Cataluña, y al poco tiempo el aspecto de la campaña principió a mudarse favorablemente a nuestras armas. En 24 de octubre, después de obligar a los facciosos a levantar el sitio de Cervera, arrasó a Castellfollit, poniendo sobre sus ruinas el célebre cartel que decía: «Aquí existió Castellfollit. Pueblos, tomad ejemplo, y no deis abrigo a los enemigos de la patria.»
En noviembre tomó a Balaguer. En el mismo mes obligó a muchos facciosos a pasar la frontera en presencia del cordón sanitario con que nos amenazaban los franceses. En 20 de enero, uno de los suyos, el brigadier Rotten, jefe de la cuarta división del ejército de Cataluña, hacía sufrir a San Llorens de Morunys el tremendo castigo de que había sido víctima Castellfollit, diciendo a las tropas en la orden del día: «La villa esencialmente rebelde llamada San Llorens de Morunys será borrada del mapa
Aquel destructor de ciudades señalaba a cada regimiento las calles que debía saquear antes de dar principio a la operación de borrar del mapa. No de otra manera procedió Hoche en la Vendée; pero este sistema de borrar del mapa es algo expuesto, sobre todo en España.
El 8 de diciembre puso Mina sitio a la Seo de Urgel, mientras Rotten iba convenciendo a los rebeldes catalanes con las suaves razones que indicamos, y en uno de los pueblos demolidos y arrasados, precisamente en aquel mismo San Llorens de Morunys, llamado también Piteus, ocurrió un suceso digno de mencionarse y que causó maravilla y emoción muy viva en toda la tropa.
Fue de la manera siguiente: Para que el saqueo se hiciera con orden, Rotten dispuso que el batallón de Murcia trabajase en las calles de Arañas y Balldelfred; el de Canarias, en las calles de Frecsures y Segories; el de Córdoba, en la de Ferronised y Ascervalds, dejando los arrabales para el destacamento de la Constitución y la caballería. Lo mismo en la orden de saqueo que en la de incendio, que le siguió, fueron exceptuadas doce casas que pertenecían a otros tantos patriotas.
El regimiento de Córdoba funcionaba en la calle de Ferronised, entre la consternación de los aterrados habitantes, cuando unos soldados descubrieron un hondo sótano o mazmorra, y registrándolo, por si en él había provisiones almacenadas para los facciosos, vieron a un hombre aherrojado, o más propiamente dicho, un cadáver viviente, cuya miserable postración y estado les causaron espanto. No vacilaron en prestarle auxilio cristianamente sacándole de allí en hombros, después de quitarle con no poco trabajo las cadenas; y cuando el cautivo vio la luz se desmayó, pronunciando incoherentes palabras, que más bien expresaban demencia que alegría.
Rodeáronle todos, siendo objeto de gran curiosidad por parte de oficiales y soldados, que no cesaban de denostar a los facciosos por la crueldad usada con aquel infeliz. Este parecía haber permanecido bajo tierra mucho tiempo, según estaba de lívido y exangüe, y sin duda, era víctima del furor de las hordas absolutistas, y más que criminal castigado por sus delitos, un buen patriota condenado por su amor a la Constitución.
Un capitán ayudante de Rotten, llamado don Rafael Seudoquis, se interesó vivamente por el cautivo, y después de mandar que se le diera toda clase de socorros, le apremió para que hablase. El hombre sacado del fondo de la tierra parecía joven, a pesar de lo que le abrumaba su padecer, y se sorprendió muy agradablemente de ver los uniformes de la ...

Índice

  1. Créditos
  2. Brevísima presentación
  3. Prólogo
  4. I
  5. II
  6. III
  7. IV
  8. V
  9. VI
  10. VII
  11. VIII
  12. IX
  13. X
  14. XI
  15. XII
  16. XIII
  17. XIV
  18. XV
  19. XVI
  20. XVII
  21. XVIII
  22. XIX
  23. XX
  24. XXI
  25. XXII
  26. XXIII
  27. XXIV
  28. XXV
  29. XXVI
  30. XXVII
  31. XXVIII
  32. XXIX
  33. XXX
  34. XXXI
  35. XXXII
  36. XXXIII
  37. XXXIV
  38. XXXV
  39. XXXVI
  40. Libros a la carta