Libro de la caza de las aves
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Libro de la caza de las aves

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Libro de la caza de las aves. Pero López de AyalaFragmento de la obraDe cada día vieron los hombres cómo, naturalmente, unas aves toman a otras y se ceban y alimentan de ellas, y las tales aves son llamadas de rapiña: así como son águilas, azores, halcones, gavilanes, esmerejones, alcotanes y otras.Y estas dichas aves, salvo el águila, nunca comen otra carne si no fuere de aves que ellas por sí toman y cazan; pero el águila cuando no puede tomar o cazar algún ave de las que acostumbra tomar o cazar, torna a tomar liebre, o conejo, o cordero pequeño, y aun viene al perro muerto, por la gran glotonería que en ella hay.Y hay, también, otras aves que algunas veces se ceban de las aves que toman, pero comúnmente sus viandas son carnizas de bestias muertas, así como son los cuervos carniceros, que muchas veces toman aves vivas, pero su caza natural es carniza de bestias muertas y de aquello tienen su mantenimiento.También hay otras aves que se cuentan entre las rapaces y toman y cazan aves vivas, e igualmente toman y se ceban de ratones y de tales cosas que se crían en la tierra; y entre ellas están las atahormas y budalones y aguiluchos.En todas las aves de rapiña son mayores las hembras que los machos.Y hay otras aves que su mantenimiento solo es de carnizas, y no toman aves vivas, así como buitres, abantos, quebrantahuesos.Hay otras aves que su mantenimiento es de carnizas, gusanos de la tierra y frutas, así como son cornejas, picazas, y otras.También hay otras aves que su mantenimiento es de simientes, así como avutardas, grullas, perdices, palomas, tórtolas, pájaros.Y también hay otras aves que su mantenimiento es de pescados, así como águila pescadora y alcatraces y otras aves de mar. Y hay otras aves que andan ribera de las aguas y su mantenimiento es peces menudos y gusanos de los que se crían en el agua y fuera, en las hierbas; son ánades, cisnes, ánsares bravas y otras.Así pues, las hay de muchas maneras y diversidades y de diferentes alimentaciones, pero de todas las aves las más limpias son aquéllas que solamente se alimentan y mantienen de aves vivas, y cada vez que se quieren cebar toman ave viva, y desde que se han cebado de ella no cuidan de lo que queda y aunque al otro día lo hallen, no se preocupan sino de buscar y cazar otra ave viva para su comer. Y estos son azores y halcones, gavilanes, esmerejones, alcotanes.

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Información

Editorial
Linkgua
Año
2010
ISBN
9788499537528
Capítulo VIII. Cómo se debe regir y alimentar el halcón neblí y ciertas reglas prácticas para ello
A los cazadores parecerá que estas reglas que yo aquí pondré para gobernar un halcón neblí están de más; porque dirán que no es cazador el que esto no sabe; yo no las pongo para los que así son maestros, pero los hombres, cuando comienzan a cazar, no lo saben todo y tiene necesidad de ver y oír a algunos de los que más vieron y más probaron en este arte de cazar.
Cuando yo comencé a trabajar con el neblí, mucho me pluguiera haber hallado un pequeño escrito tal como éste, por donde me pudiera regir y gobernar, y guardar de hacer algunos yerros que hice en la caza, con lo que dañé muchos halcones, aunque yo era sin culpa, que no sabía más; y cuando me acompañaba con halconeros que sabían el arte, paraba mientes, y por ventura, en un mes aprendía un capítulo, de lo que veía.
Si quisieres todos los capítulos que principalmente cumplen para el regimiento de un neblí, en pequeño espacio, lo verás aquí y cada día te podrás apercibir. En consecuencia, los nuevos cazadores se aprovecharán de ello, y por tanto pondré reglas ciertas para el gobierno del neblí, porque, en verdad, éste es el señor y príncipe de las aves de la caza, y quien bien supiere gobernar y regir el neblí, todo el regimiento de las otras aves puede más ligeramente saber.
Debéis saber que los halcones neblís, según arriba hemos dicho, los traen de Suecia, Noruega y la alta Alemania, donde se crían; tráenlos en las cocas que vienen a Flandes y a Brujas: llegan muy entecados y dolientes de cuerpo, aunque no lo muestran. Esto es así, lo uno, por las malas viandas de que los mercaderes, o los que los traen, los han alimentado; también, porque vienen en el navío mal traídos y quebrantados de la mar y han estado gran tiempo presos sin volar, y sin tener sus plumadas, y sus cuidados; y si aun cuando el dueño los tiene, los piensa y cuida de ellos y vuelan, tiene bastante que hacer para tenerlos sanos, cuanto más con todas estas ocasiones. Por lo cual, si de tales halcones hubieres de comprar a mercaderes que así los tengan, es menester apercibirte, mirar e asegurarte bien de lo que tomas, en lo que de fuera puede parecer, y harás así:
Cuando mirares el halcón, mírale primero las proporciones y el plumaje, según dicho es más arriba, y si todo no lo hallares junto en un halcón, toma lo mejor que pudieres, y si otra cosa no pudieres, a lo menos, lo primero y principal escógelo de buen plumaje, porque tal halcón nunca se puede cambiar si no es a bien; además, mira que el halcón neblí con que hubieres de trabajar, tenga buen cuerpo, porque si es feble y de poca complexión, no es duradero, aunque al comienzo muestre hacer todo bien.
Cuando le hubieres escogido por el plumaje y por el cuerpo, mira la boca si la tiene sana, o si tiene güérmeces o comienzo de ellos, y mírale los ojos si los tiene sanos de nube.
Mírale también si tiene todas sus plumas en las alas y en la cola; que no le falten del todo, pues aunque estén quebradas, puédense injerir, aunque más valdría que estuviesen sanas.
Mira además si tiene alguna pluma como tijera o cuchillo mayor, quebrada por el cañón bajo, de manera que no se pueda injerir, pues más valdría que le faltase del todo, porque nacería, y la péñola quebrada por el cañón bajo, que no se puede injerir, está en peligro; que yo vi algunas veces que el halcón no la mudaba por no poder ayudarse del pico en trabar de ella, pero acaece pocas veces. Asimismo, mírale si tiene clavos en los pies, o comienzo de ellos, y si tiene todas sus uñas.
Después que hubieres escogido y tomado tu halcón, lo primero que harás luego este día es bañarlo con oropimente; que sea una onza, bien molido y muy cernido, y dárselo seco en polvo, echándoselo por todo el flojel, poniéndole en todas sus plumas y guárdale los ojos y las orejas cuanto pudieres. Procura derribarlo dulcemente, cuando este baño hicieres, y sujétalo dulcemente, y ten quien te ayude a ello.
Este tal baño es bueno para el halcón pollo, porque él no tiene tan hermoso plumaje que hayas de tener cuidado de no mancharle las plumas, y el oropimente de cada día hace su obra por el calor y por el olor que en él hay; limpia mucho al halcón del piojo, y es menester este baño largo, porque jamás podrá hacer bien el halcón en cuanto tenga piojo, porque con el piojo que tuviese tendría bastante que contender.
Es bueno que este baño le sea hecho enseguida, antes que se comience a hacer ninguna cosa con él, porque si lo comenzasen a amansar, y hacer conocer la mano, y el señuelo y el rostro del hombre, todo lo perdería y de esto nacería, cuando lo cogieres para bañarlo y lo hicieres, algún sinsabor. Y por tanto, que pase lo primero aquella melancolía y trabajo, y en adelante tratarlo bien y no enojarle. Pero dijimos aquí del baño del oropimente para los halcones pollos; mas después que son mudados, y tienen sus plumas hermosas, si tuviesen piojo es mejor el baño de agua y pimienta, según que adelante diremos.
Después que tu halcón fuese bañado del piojo, guarnécelo de buenas pihuelas, cascabeles y capirote. Las pihuelas que sean de buen cuero delgado y bien adobado, y que no aprieten el zanco; los cascabeles que sean regularmente grandes, según el cuerpo del halcón; y el capirote sea de buen cuero delgado, tieso y bien hecho en guisa que no le toque los ojos; y que sea tal que no lo derribe de la cabeza cuando se sacudiere.
La primera vez que le hubieres de quitar el capirote con que vino de Flandes, y le hubieres de descoser los ojos, si es capturado de Zahara, o los trae cosidos, haz que sea de noche, a la candela, y entonces se tranquilizará más; y ponle el capirote que ha de traer en adelante, y hazlo velar la noche toda. Durante el día siguiente que no caiga de la mano, ni en otros veinte días ni noches, o más, según vieres que se calma, y no lo hagas menos, aunque el velar no tienes por qué hacerlo tan ahincadamente como los primeros diez días. Pero todo esto va cual fuere la voluntad del halcón, y cúidate bien que no lo escarmientes en el poner del capirote y que se lo pongas dulcemente.
Cuando se vaya calmando, trae siempre contigo roedero que le muestres, y sea de buena vianda; y tenga carne de que el halcón tome algunas picaduras y vaya perdiendo esquivez con el comer. Y cuando lo tuvieres de noche a la candela, quítale el capirote y muéstrale el roedero, porque vaya tomando placer, y siempre torna a ponerle el capirote con la mano liviana, y no le hieras ni le des en el rostro, que lo enojarás. Si al comienzo no quisiere comer, no te quejes por ello, porque no lo hace sino por bravura.
El que lo velase toda la noche, tenga la candela en la mano o delante... y no se olvide el vino para el halconero y los que le ayudaren.
Tan pronto vieres que tu halcón comienza a tener hambre y abre la garganta como tragón, dale algunos días vaca, lavada en agua tibia, hecha pedazos pequeños y limpia de grosura y nervios; y después torna a darle una polla o gallina, que no sea muy grande, también hecha pedazos y lavada en el agua tibia; y a la noche dale las plumadas y junturas de huesos del pescuezo de la gallina, o de los nudos de la cuja, y un poco de carne con ellos, y mírale bien por las mañanas, que veas si ha hecho su plumada.
Cuando vieres que tu halcón mira hacia la mano cuando le quitares el capirote, por ver si tienes algo que darle de comer, procura entonces traer contigo, en una pequeña liniavera de lienzo limpio, una pierna de gallina o un ala, y dale de ella algunas picaduras, y dale a desplumar, y cuando él estuviere en mejor sabor de comer, tórnale su capirote dulcemente.
Una vez que vieres que tiene ya hambre verdadera, apártate de él y prueba si querrá subir en la mano, a la lúa, con toda la lonja suelta; y cuando subiere en la mano, dale buena vianda y hazle todo placer. Después que tu halcón, sin duda alguna, salta a la mano, y cada vez que le muestras el roedero no mira por otra cosa sino por comer, entonces encarna bien tu señuelo con un corpanzo de gallina con su cuello, cabeza y cola, en manera que de cada parte esté bien encarnado; toma un cordel bien recio y delgado y ata tu halcón fuera, en el campo, en lugar que sea llano, sin matas y sin piedras, para que no se enrede el cordel, y dale allí de comer en el señuelo, hasta que lo conozca, de la mejor vianda que tuvieres, esto es, el corazón de la gallina, los sainetes y la pierna; dale, entonces grandes voces, andando en derredor de él, dando con la lúa en tierra, para que vaya perdiendo el miedo y aprenda a lo que ha de tornar. Todo esto lo harás con tiento, para que no lo atemorices; y siempre, en la noche, dale un poco de vianda en agua tibia y sus plumas y juntas.
Después que tu halcón conociere bien el señuelo y lo sigue y no lo puedes apartar de él, hazle venir volando al señuelo, aún con el cordel, y procure el que tiene el halcón, tenerlo bien derecho en la mano, de manera que vea bien el señuelo cuando se lo mostrares, y no lo echen de la mano hasta que él de su voluntad salga. No lo señoleen de ojo al Sol, porque no verá bien el roedero del señuelo, y podría perderse. Vaya el pico hacia el viento y échalo en lugar limpio, sin matas; el señuelo, que lo vea y se pose luego en él y no lo eches de rostro, sino al través, o a espaldas del que señolea; y cuando el halcón se posare en el señuelo, ve a él muy quedo, hablándole mansamente, y dale allí toda la mejor vianda que tuvieres; luego que hubiere comido, sácalo con un roedero y déjale limpiar su pico, y que se sacuda, y, entonces, ponle su capirote y tráelo muy sosegado en la mano.
En cuanto veas que ya viene muy bien al señuelo, llámalo a la tira sin cordel, alejado de villa y de monte, y dale algunas gallinas a degollar en el señuelo, encubierta la gallina, que no la vea y beba la sangre de ella; todo este afán es para concertar y amansar un neblí en treinta días, para que en adelante vuele en la ribera. Pero todo esto es según la pericia del cazador y plumaje y corazón del halcón.
Cuando hiciere buen día claro y con Sol, pruébale el agua en lugar apartado, al Sol y en buena gamella, o buena vasija, y estáte cerca de él siempre, apercibido con el roedero en la mano, para que, si vieres que no quiere sosegar, lo tomes, y advierte no lo hagas por fuerza entrar en el agua, que se escarmentaría; antes bien, ten algunos sainetes y muéstraselos en el agua, para que con codicia de ellos salte al agua, y dáselos allí que los coma. Y cuando así le hubieres de hacer probar el agua, haz que tu halcón haya comido primero media pierna de gallina, porque si mucho comiese tendría dos trabajos: de enjugarse y de gastar lo comido, y siempre, en adelante, pruébale el agua a más tardar a los cuatro días, y después que fuese bañado ponlo a la sombra un poco, porque con el Sol, si fuese recio, se torcería las plumas, y luego, a poco espacio de tiempo, tórnalo al Sol, porque se enjugue y piense de sí, y déjalo bien pensar de sí a toda su voluntad antes que le hagas volar. Si fuese tarde y no tuvo tiempo de enjugarse, ponle delante dos candelas por la noche en una cámara, y pensará de sí; y dale buena alcándara segura, porque toda esa noche pensará de sí y se sacudirá muy recio.
Para vianda de tu halcón es bastante a la mañana un miembro de gallina, pero si fuese gerifalte, o tagarote, a éstos darás a cada uno según el cuerpo que tiene. En la noche dale sus plumadas, juntas y algunas picaduras de buena vianda, y con ello siempre las plumas bañadas en el agua tibia; y guárdate siempre de darle nervios ni carne dura, porque no lo puede moler, y dura siempre mucho en el buche. Tampoco le des grosura, porque le empalaga y le engruesa la tripa que va al buche, y hácele no tener hambre.
Aunque en España no lo usan, en todas las tierras donde cazan con el neblí, o con cualquier otros halcones, señaladamente en Brabante, que está en Alemania, y lo mismo en Francia, Inglaterra e Italia, tienen esta regla: cuando dan de comer a su halcón, si le dan de ave viva, siempre pasan la vianda que le dan por el agua fría, y si la carne que le dan es fría, pásenla por el agua tibia, y es provechoso para tener el halcón sano y sin orgullo, porque la vianda muy caliente enciende el halcón, y la muy fría enfríalo, y, por tanto, es bueno templarlo así todo.
Así lo hacen los brabanzones, que son gentes de Brabante, hoy los mejores halconeros del mundo, y que más saben en esta arte, y tiene razón, porque lo usan más que ningunas otras gentes, pues la tierra de Brabante es una tierra muy llana, y de muchas lagunas, que llaman ellos fluches por lagunas, y hay muchas aves. Cuando vienen las cocas a Flandes, que traen los halcones de Alemania y de Noruega, luego van allí los halconeros de Brabante, porque está muy cerca de allí y compran muchos halcones para educarlos en su tierra, y cuando llega la cuaresma, que los halcones son ya volantes y concertados, van con ellos a París, otros a Inglaterra, otros a Colonia, y al Imperio, a venderlos a los señores; quien quisiere altaneros, quien quisiere garceros, de todo hallará.
Vale un neblí pollo altanero cuarenta francos de oro, y si fuese garcero, sesenta, y si han mudado valen más; porque todo el peligro mayor de los halcones que vienen de aque...

Índice

  1. Créditos
  2. Brevísima presentación
  3. Cristus Adsit Nobis Gratia
  4. Prólogo
  5. Capítulo I. De las aves que son llamadas de rapiña, así como azores, halcones y gavilanes, esmerejones y alcotanes
  6. Capítulo II. De los plumajes de los halcones y primeramente del halcón neblí
  7. Capítulo III. Del halcón baharí y tagarote
  8. Capítulo IV. Del halcón gerifalte
  9. Capítulo V. Del halcón sacre
  10. Capítulo VI. Del halcón borní
  11. Capítulo VII. Del halcón alfaneque
  12. Capítulo VIII. Cómo se debe regir y alimentar el halcón neblí y ciertas reglas prácticas para ello
  13. Capítulo IX. Cómo se debe limpiar el halcón del piojo
  14. Capítulo X. Cómo se debe purgar al halcón del agua común que no es vidriada
  15. Capítulo XI. Cómo se debe purgar el halcón del agua vidriada
  16. Capítulo XII. De la purga común para purgar al halcón del cuerpo
  17. Capítulo XIII. Del halcón que deseca
  18. Capítulo XIV. Del halcón que está atemorizado
  19. Capítulo XV. Del halcón que tiene güérmeces
  20. Capítulo XVI. Del halcón al que le remanece el papo
  21. Capítulo XVII. Del halcón que tiene el papo lleno de viento
  22. Capítulo XVIII. Del halcón que tiene plumadas viejas
  23. Capítulo XIX. Del halcón que tiene hinchado el buche
  24. Capítulo XX. Del halcón que tiene lombrices
  25. Capítulo XXI. Del halcón que tiene filandras o filomeras
  26. Capítulo XXII. Del halcón que tiene piedra
  27. Capítulo XXIII. De la úlcera que se hace en la llaga del halcón
  28. Capítulo XXIV. De la comezón que tiene el halcón en las plumas, por lo cual se las come y se las arranca
  29. Capítulo XXV. Del halcón que se le cae la uña
  30. Capítulo XXVI. Del halcón que tiene clavos en los pies
  31. Capítulo XXVII. Del halcón a quien se le hinchan los pies o le arden
  32. Capítulo XXVIII. Del halcón que se le quiebra la pierna
  33. Capítulo XXIX. Del halcón que se quiebra el ala
  34. Capítulo XXX. Del halcón que se le quiebra el ojo
  35. Capítulo XXXI. Del halcón que tiene hidropesía o hinchazón en el vientre
  36. Capítulo XXXII. Del halcón que devuelve y tiene el papo y tripas frías
  37. Capítulo XXXIII. De los halcones que son heridos por aves
  38. Capítulo XXXIV. De la herida del halcón
  39. Capítulo XXXV. De la abatidura del halcón
  40. Capítulo XXXVI. Del halcón que tiene las tripas fuera
  41. Capítulo XXXVII. Del halcón que tiene las quijadas torcidas
  42. Capítulo XXXVIII. Cómo debes hacer la muda a tu halcón
  43. Capítulo XXXIX. De algunos halcones que no quieren mudar, y cómo harás para que tu halcón mude muy aprisa
  44. Capítulo XL. Cómo harás después que tu halcón hubiere mudado
  45. Capítulo XLI. De los azores
  46. Capítulo XLII. De los gavilanes
  47. Capítulo XLIII. De los esmerejones
  48. Capítulo XLIV. De los alcotanes
  49. Capítulo XLV. Del paso de las aves
  50. Capítulo XLVI. De cómo se deben injerir las plumas quebradas
  51. Capítulo XLVII. De cuáles cosas y medicinas debe andar apercibido el cazador y traer consigo para sus aves
  52. Libros a la carta