Los independientes de color
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Los independientes de color

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Los independientes de color

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En Los independientes de color. Historia del Partido independiente de color, Serafín Portuondo Linares relata la historia de la Rebelión Negra, también llamada Levantamiento armado de los Independientes de color, Guerrita de las razas, o la Guerra de 1912. Este fue un conflicto armado que ocurrió en 1912 en Cuba, en el que se enfrentaron rebeldes de raza negra y los Ejércitos de Cuba y los Estados Unidos. Tuvo lugar, sobre todo, en el oriente de la isla. La acción del ejército cubano, y la intervención de los marines americanos puso fin a la rebelión en cuestión de semanas. Los líderes rebeldes Evaristo Estenoz y Pedro Ivonnet, fueron asesinados durante los sucesos. La cifra final de víctimas del conflicto ha sido motivo de polémica. Se calcula que muriendo entre 3.000 y 6.000 rebeldes. Apenas hubo bajas entre los miembros del Ejército cubano y los marines.El autor de Los independientes de color. Historia del Partido independiente de color, Serafín Portuondo Linares, era descendiente de uno de los participantes en la Guerra aquí narrada. Linkgua ediciones también ha publicado Guerra de razas. Negros contra blancos en Cuba, un ensayo también relativo a este episodio de la historia cubana. En este último caso se defiende la actuación del Ejército cubano en los sucesos.

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Información

Editorial
Linkgua
Año
2018
ISBN
9788499539676
Categoría
Geschichte
Categoría
Weltgeschichte
Primera parte
I. Constitución de la «Agrupación independiente de color»
En el año 1908 tuvo lugar un hecho sencillo, sin trascendencias iniciales en la apariencia, que, sin embargo, más adelante, iba a tener grandes repercusiones y embargar la atención nacional, teniendo culminación trágica en una protesta armada o intento insurreccional sangriento.
Este incipiente acto, que no obstante, ya en 1908, contenía en sus entrañas los gérmenes de una de la más volcánica y persistente lucha cívica desarrollada en Cuba, fue la fundación o constitución de la «AGRUPACIÓN INDEPENDIENTE DE COLOR», en la ciudad de La Habana, la noche del 7 de agosto de 1908, en la calle de Amargura número 63, domicilio de Evaristo Estenoz, quien fungió de presidente de la reunión, actuando como secretario de la misma Gregorio Surín. El mismo 7 de agosto fijaron los organizadores de la agrupación, los rumbos primarios que imprimirían a ésta y explicaron las causas que originaban su creación, así como las razones que le asistían para optar por tal camino.
La principal causa determinante de su actitud fue el resultado de las elecciones efectuadas el 19 de agosto de 1908, que tenían como finalidad cubrir en toda la República, electivamente, los cargos de gobernadores, consejeros provinciales, alcaldes, concejales, y en las cuales, según el criterio de los independientes, fundado en hechos reales, se había hecho objeto de manifiesta preterición, «con preconcebido intento, a los candidatos de color que figuraban en las candidaturas de los distintos partidos políticos que terciaron en la lucha comicial». De lo cual, inferían los independientes de color, la siguiente conclusión:
que la raza negra no debe esperar de los partidos el mejoramiento a que es acreedora por los servicios que ha prestado y que continúa prestando a los intereses nacionales.
En el acta de constitución de la agrupación, aparece el acuerdo que seguidamente transcribimos y que es como un esbozo o lineamiento de su futuro programa:
Acordamos solemnemente, fija nuestra vista en la cordialidad universal, en el amor al progreso de la humanidad, en el bien colectivo de todos los habitantes que integran el territorio de la Patria, y más que todo, el respeto y la consideración mutua que por ley humana y por ley política y civil debe existir para que todos gocen de la luz del Sol en esta tierra, puedan amarse y entenderse; y recogiendo el general sentir de todos los elementos de la raza de color de toda la Isla, que nos consultan a diario, demostrando su inconformidad con el actual estado de cosas, entendemos que para llevar a la práctica una era de paz moral para todos los cubanos, presentemos una candidatura formada por hombres de color cubriendo todos los cargos electivos.
De este acuerdo, como se observa, resultan como proyecciones que se propone abrazar la agrupación, la cordialidad universal, el amor al progreso humano, al bien colectivo, el respeto y la consideración recíprocas, la fraternidad y el entendimiento común, que creen, junto a la presentación de su candidatura, fórmula necesaria para el establecimiento de una verdadera era de paz en todo el país.
En la propia acta, se apresuran a dejar aclarado que:
Este —su propósito— no integra odio ni animadversión hacia nadie, que todos los cubanos tienen el derecho de apoyarnos o combatirnos, pero que nosotros, inspirados en una obra alta y generosa, tenemos el deber de mantener el equilibrio de todos los intereses cubanos, y que la raza negra tiene derecho de intervenir en el gobierno de su país, no con el fin de gobernar a nadie, sino con el propósito de que se nos gobierne bien.
Así, de este modo, nació a la vida cubana, hizo su aparición en la arena nacional, una pequeña agrupación política, que más tarde se transformó en partido y que despertó recelos entre los neutros y escépticos, encendiendo pasiones entusiastas entre sus partidarios y encono entre todos sus enemigos y opositores.
Surcando un proceloso mar de pasiones, esta agrupación enfiló la proa de su gallardo y audaz bergantín, hacia rumbos hasta entonces ignorados en la vida nacional y por el propio conjunto étnico a quien trató de conquistar lauros y derechos, mejor vida, no en un mundo de ficción, sino en su propia patria.
Realistas experimentados no se forjaron ilusas creencias respecto a lo que se proponían y a lo difícil de la demanda, aceptando todas las contingencias, en un duelo desigual y singular, en una batalla que duró cuatro años.
II. Primeras proyecciones
La «Agrupación Independiente de Color», ya constituida, inició vigorosamente una intensa actuación en la vida pública cubana, sin los balbuceos de quien ensaya un propósito, ni los pasos tímidos y cautelosos de quien se adentra en lo desconocido.
Nada de la vida cubana le era ignorado. Conocía plenamente la situación nacional, los diversos factores que entraban en su juego, la actuación de los partidos políticos, el papel que en ellos desempeñaba la población negra; y tenían, por encima de todo, un sentido cabal de la preterición general que confrontaba el ciudadano negro, sin que hubiese el más ligero asomo, en la actitud de estos partidos, que se inclinase a contribuir a la abolición de tan irritante discriminación.
Evaristo Estenoz, líder, organizador y presidente de los independientes, se refería, en 1908, a la situación de los derechos ciudadanos en la República y a las perspectivas que ésta tenía por delante, si los principios democráticos de la Revolución de agosto de 1906 se dejaban incumplidos.
Prever es laborar, es preparar el porvenir incierto; y como no hay duda alguna que nuestra República fracasará nuevamente y quizás para siempre, si se persiste, por una parte de la sociedad en que vivimos, en la idea de lesionar los derechos de la otra parte, muy digna, por todos conceptos, del uso y disfrute de los suyos, por lo mismo que tiene iguales obligaciones.
Y adentrándose más en el análisis de la situación prevalente entonces, en el orden de los derechos ciudadanos, en la República, agregaba Estenoz:
Errará grandemente quien piense que es posible conservar viejas instituciones en pueblos modernos; que es posible escarnecer y hollar perpetuamente a mansalva el derecho ajeno, resguardado por el derecho brutal de la bayoneta.
La Revolución de agosto de 1906 es cierto que derribó al gobierno reeleccionista, reaccionario y antinegro de Estrada Palma; pero sus resultados no fueron los de una verdadera revolución democrática, no obstante haber triunfado en ella el Partido Liberal, lo cual no implicó el triunfo de las ideas liberales, reparadoras, justicieras.
A Estrada Palma no le negaron méritos patrióticos ni probidad en el manejo de los fondos públicos; pero no le perdonaron su reaccionarismo y las actitudes racistas, discriminatorias, que hicieron de él un prejuicioso recalcitrante.
No hizo más que tomar posesión de la Presidencia de la República el señor Estrada Palma —dijeron los independientes— y empezó por eliminar al elemento de color, de dondequiera que pudo hacerlo; a tal extremo, que a poco de constituida la República, la preocupación había vuelto a cebarse en nosotros, con más fuerza y en peores condiciones que en los tiempos vejaminosos de la Colonia.
La actitud de Estrada Palma, frente a la situación precaria del general Quintín Banderas, fue una de las tantas pruebas elocuentes que usaron los independientes para demostrar la fobia antinegra del primer presidente que tuvo la República. Refiriéndose a este incidente, solían decir los independientes y lo hicieron constar públicamente:
Que Estrada Palma fue un gran patriota y un hombre honrado, no lo negamos; pero la Historia no le perdonará nunca la conducta que observara con los negros. Ahí está para comprobarlo Quintín Banderas, rechazándole, lleno de dignidad, aquella limosna de 5 pesos y aquel nombramiento de cartero que le ofreciera en premio de los eminentes servicios que aquel caudillo prestara a la libertad y a la independencia.
Ellos, los independientes, los fundadores de la agrupación, habiendo sido, en su casi totalidad, viejos liberales, se pronunciaron en agosto de 1906, no solo contra un presidente y un Gobierno, atendiendo a meros problemas de banderías. No. Para ellos, la Revolución de agosto implicaba otras trascendencias. Esta revolución tenía que traerle, y por eso lucharon en la misma, junto con la derrota de Estrada Palma y su Gobierno, la desaparición de los prejuicios raciales, alimentados y protegidos por este presidente y su obra de gobierno. Los negros liberales revolucionarios de agosto esperaban la culminación de un anhelo democrático, sin prejuicios, que no solo fue burlado, sino escamoteado a la hora de la victoria.
Además, Estrada Palma, según las opiniones de los independientes
desgarró el programa de la Revolución, rompiendo el Manifiesto de Montecristi, hollando con su planta la Constitución y anulando con sus hechos la personalidad de la revolución cubana; y en su marcha triunfal, mirando con desdén, de arriba a abajo, negándoles justicia a los negros cubanos, para merma de la libertad y escarnio del derecho.
«Palma, no; zarza desgarradora», dijeron los independientes de Tomás Estrada Palma, a quien atribuyeron el incumplimiento de los principios de igualdad ciudadana, desde el inicio de la República; y,
francamente enemistado con la democracia, significando su repugnancia por la igual...

Índice

  1. Créditos
  2. Dedicatoria
  3. Palabras liminares
  4. Antecedentes
  5. Primera parte
  6. Segunda parte
  7. Bibliografía
  8. Libros a la carta