Maravillas de la naturaleza
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Maravillas de la naturaleza

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Maravillas de la naturaleza

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Fray Juan de Santa Gertrudis (Mallorca, 1724-1799), es el autor de Maravillas de la naturaleza.En 1757 se fue a América del Sur como misionero franciscano y entre 1758 y 1767 fundó una aldea en el territorio del Putumayo llamada Agustinillo. Juan deSanta Gertrudis viajó entonces por los territorios del sur de la Nueva Granada, la provincia de Popayán, Quito y Santa Fe de Bogotá.Tras su experiencia americana, fray Juan de Santa Gertrudis escribió en España las Maravillas de la naturaleza. Su obra muestra una visión de la vida neogranadina del siglo XVIII muy diferente a la que ofrecen los documentos oficiales o las crónicas de conquista.La presente edición incluye un prólogo de Jesús García Pastor.

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Información

Editorial
Linkgua
Año
2010
ISBN
9788498979169

Capítulo VII. Contiene las cosas raras, y descripción del río del Putumayo

El otro día de mañana nos embarcamos en las canoas, y todos los indios que nos habían acompañado se quedaron a tierra, y nosotros nos fuimos con los indios que habían venido de San Diego con las canoas. A cosa de un par de horas de navegación, ya el río con las quebradas que le habían entrado había algo crecido; pero de repente nos hallamos ya que le entraba un río grande, que llaman el río de San Juan, que nace de un páramo que hay detrás de la ciudad de San Juan de Pasto, con cuyas aguas ya tenía cerca de media legua de ancho. Y llevaba ya 10 o 12 varas de agua. Así fuimos navegando todo el día. A la tarde entretanto que nos paramos en una playa a comer, los indios al instante que traían anzuelos se pusieron a pescar y cogieron algunos barbudos.
El barbudo es un pescado a la forma de la corbina, salvo que no cría escamas. Tiene en el hocico dos pullas largas como el camarón. A esto llaman barba, y por esto llamarán tal vez a estos pescados barbudos. Hay dos especies de ellos. Los unos y más comunes son de color azul, y los otros son negros; y estos son más sabrosos. Es pescado de 4 o 5 libras. Su carne blanca y su sabor algo parecido a la pescada. Hay otros pescados a estos semejantes, solo con la diferencia que en las agallas de cada lado cría una espina de bastante largo y grueso como el pescado llamado escórpara. Y a éstos los llaman nicuros. Nosotros a la noche cenamos pescado fresco y dimos la carne a los indios.
El otro día volvimos a partir, y en una canoa un cholo se puso a pescar, y cogió un bagre que pesaría 3 arrobas. Yo hasta entonces no había pensado que el río criase pescados tan grandes; pero los cría y muy más grandes como diré adelante. Llegamos por fin a la tarde a San Diego. San Diego es el primer pueblo del río Putumayo, y tendrá 500 indios. Ya hay aquí algunos de ellos vestidos, así hombres como mujeres. Esto es vestidos de la cintura para abajo; pero la mayor parte del todo van desnudos, y todos grandes y chicos con la melena tendida. Las mujeres traen una faja de un palmo de ancho arrodada a la cintura, que algo les cubre y honesta el sexo. Esta se la aseguran con una sarta de cuentecitas menudas, de pepitas de varios árboles que ellos taladran, y las ensartan en un volantín de palmiche que es las telas de las hojas de una palma de que dije que fabrican las hamacas en el río de la Magdalena, Cáp. III. De lo mismo fabrican estas fajas con que se cubren las mujeres, y a más de ser un tejido muy tupido, lo embetunan con resinas del monte y lo pintan de achote. Estos indios, son putumayos, y su divisa así hombres como mujeres es tener taladrada la ternilla de en medio de la nariz. Unos usan ponerse allí unas plumas de cada lado, que les forman unos bigotes; y otros, en lugar de las plumas, se meten un palito lleno de pepitas taladradas y ensartadas en dicho palito. Todos se pintan el cuerpo de achote y salpicado como ya dije de algodoncillo pelusa de palma. Los hombres se atan con un cordoncito o volantín por el prepucio, y este volantín bien tirado le dan vuelta por la cintura. Así se crían desde guaguas.
Un poco antes de llegar empezaron a tocar la babona. Babona llaman a un instrumento que hacen de un cañuto de caña del tamaño de una muñeca, y de una vara de largo. A éste le van ensartando otro pedazo delgado, a modo de un pito, y soplando por éste echa la trompa un ronquido a modo de un bajón, que hace oír de más de 2 leguas de distancia. Este es estilo general entre todas las naciones de indios que pueblan el Putumayo. Y éste es el aviso que dan antes de llegar a la gente del pueblo. Ya que estuvimos más cerca, se echó un escopetazo. Esta es seña que con la gente que viene, viene también algún religioso.
Todo el pueblo nos salió a recibir en el desembarcadero, y todos uno a uno vinieron a besar la mano y ganar las gracias. En este pueblo la mayor parte ya eran cristianos. Nosotros así que nos desembarazamos de la muchedumbre, entonamos el Te Deum laudamus, y cantando nos encaminamos a la iglesia. Todos se vinieron con nosotros, y al salir, los alcaldes y regidores nos acompañaron al convento del padre conversor del pueblo. Era este un religioso viejo llamado el padre Mejía, criollo y natural de Riobamba en la provincia de Quito. Él estaba enfermo habitual, que apenas podía andar. Nos recibió con mucha alegría, y nos dio a cada uno una cuchara de manatí, que el mismo las fabricaba. El manatí es un pescado grande que cría el río. Por otro nombre lo llaman vaca marina. Tiene la misma forma de una vaca, salvo, que tiene las orejas de a 3 cuartas de largo; y hay manatí de mayor cuerpo que una vaca. Cría mucha carne magra y parece lomo de cerdo y se hacen allí de ello unas longanizas muy sabrosas. El convento era una buena casa de palos de guayacán, el piso en alto, resguardo contra las humedades. Paredes y piso eran cortezas de palmas, y la cobija de hojas de palma.
A poco rato de haber llegado oímos tocar un tambor. Este tambor hace un sonido muy bajo, pero se deja oír de 3 leguas de distancia. Es un palo de 3 varas de largo y 2 varas de grueso, taladrado con fuego, que no queda sino un aro del grueso del aro de un tambor. A los lados está tapado con la corteza de un árbol, y todo alrededor, embetunado con resma. En medio le abren una abertura de cosa de un dedo y de 3 cuartas de largo, y a cada canto un agujero redondo del tamaño de una peseta. Este tambor lo tienen colgado tendido. Hay allí unos árboles que llaman cauchos. El caucho es árbol grande y muy coposo. Su hoja es parecida a la hoja de la morera en la figura. Es muy más grande, de color azul turquí y de mucho canto. Este árbol de caucho al picarlo, destila mucha leche en abundancia, que hay caucho que dará una botija de leche. En Quito con esta leche hacen forros para sombreros y capotes y relingotes y ruanas encauchadas. Esto es, sobre lienzo le dan con esta leche; ella se cuaja que parece una pintura pintada al óleo. Y con un instrumento de estos va uno seguro de aguacero, porque por más que llueva, así como cae en ello el agua, se resbala corno en una pintura pintada al óleo, De esta leche enlazan a la punta de unos palos hasta que se forma en cada uno una bola, y con estos palitos pican con las bolas en la abertura del tambor, ya cerca o lejos de los dos agujeros, y con muy leve impulso despide el ronquido que dije, él muy suave y retumbante.
De este tambor usan ellos cuando alguna novedad hay en el pueblo para convocar a toda la gente que está en el monte cazando o en el río pescando. De él usan también en sus festejos cuando arman danzas para bailar y bebezón. Y entonces es preciso dejarlos en sus festejos, porque de no, se ponen ellos muy bravos, y como los más están borrachos, atropellarán con cualquiera, como atropellaron con el padre Rosales en el Mamo y de un hachazo le partieron la cabeza. Este pues toque de tambor que tocaron fue por lo que ya digo. Al instante vinieron todas las indias del pueblo al convento, todas cargadas cada una con su jigra, que es una maleta como una red llenas de vitualla para comer. Cuales trujeron yucas, cuales plátanos, cuales camotes, etc.; otras trujeron monos ahumados, otras pavas o pauquíes, otras pescado, todo seco y guardado al humo, Ellas lo trastornaron todo e hicieron de ello un montón. El padre Mejía, su cura, les dio en su lengua los agradecimientos, y ellas se fueron.
Yo le pregunté sobre el particular, y nos dijo: Esto han traído para ustedes, para comer. Es estilo allá general de todas las naciones, que al llegar alguno de afuera, sea quien fuese, al instante todas las indias del pueblo le llevan de regalo comistrajes de comer. Y si en los que de fuera ha venido y tiene obligación de mantenerlos hasta que llevan el regalo, y de ahí el cacique se lleva a su casa a la gente india que vienen de afuera viene algún padre conversor, a él primero se le van. Y si el padre que ha venido se tarda algunos días en el pueblo, el día que se va, le vuelven a traer otra partida de comidas para el viaje. Nosotros nos detuvimos en San Diego 4 días; mas temerosos como vimos que nos habían traído tantos monos asados, que el padre no nos diese a comer mono, le dijimos que de ninguna manera lo queríamos comer.
El padre con cautela mandó cazar monos frescos, y que los guisaran sin que nosotros los viéramos. Y ya que lo tuvo compuesto nos dijo: Ea Padres, esta noche tienen para cenar una grande cena, que del monte me han traído un jabalí, y esta noche verán ustedes que carne es tan sabrosa. Nosotros así lo creímos, porque ya teníamos noticia que por allí se criaban muchos jabalíes. Hay tantos que a veces viene manada de 3 a 4.000, y destrozan y hacen mucho daño en las chácaras y platanares. Son ellos como los jabalíes de España, salvo que tienen sobre los lomos un lombrigo abierto, y por allí están de continuo goteando almizcle. El modo que tienen de cogerlos los indios cuando ellos vienen muchos juntos es: Llévanse un perro, y en el monte van a buscarles el rastro, y allí hacen ladrar al perro. Al ladrido del perro acuden ellos, y es preciso al oír que ya viene la manada subir el perro a un árbol, y subirse también la gente, si no los mataran a tarascadas, y se los comieran. Tienen allí repartidos muchos saparos o canastos de bejucos, y dentro de cada uno ponen una mazorca de maíz. Estos saparos tienen muchas asas, y por dentro de ellas cada uno su cordón de palmiche. Cada indio está aguardando con sus cuerdas en la mano, y al entrar el jabalí a coger la mazorca, tira la cuerda y ya lo tiene patas arriba, y así lo cuelga que no pueda ya escaparse. Aguardan después a que se vaya la manada, y bajando los atan de la boca, y así los llevan todos los que cogieron vivos al pueblo. Tienen sus chiqueros, y allí encerrados los van manteniendo para cuando los quieran comer. Si cogieron algunos de chicos los domestican y los van criando; pero en siendo ya grandes no se dejan ya domesticar.
Otro modo tiene de cogerlos y es: van, buscándoles el rastro, hacen ladrar al perro, y al oír que ya vienen se suben a los árboles, cada uno con su dardo en la mano. Son ellos tan fieros que van a dar tarascadas a los troncos para derribarlos, y entonces a dardazos clavan a cuantos se arriman. Y así van ellos haciendo una grande matanza. A la que se fue la manada bajan, y entretanto que uno va corriendo al pueblo a avisar a la gente para acarrearlos, los otros a toda prisa les van cortando un trozo del lomo donde tienen el almizcle, porque de no queda toda la carne infectada con ello. Viene la gente y los van acarreando; y como ellos no tienen sal, al instante hacen pedazos, y los asando, y así después al humo lo guardan de corrupción. Nos contó fray José Carvo que aún los tigres temen y huyen de los jabalíes; y si alguno se atreve a acometerlos, lo rodean todos, y lo despedazan a tarascadas, y se lo comen, y yo lo creo, por que he visto jabalíes muy grandes que pasarían de doce arrobas, y sus colmillos a proporción del cuerpo, que le salen de la boca cuatro dedos como tijeras.
Y volviendo a nuestros monos digo que nos pusimos a cenar y cenamos con mucho gusto. Todos pensamos por lo sabroso y jugoso de la carne que era jabalí, siendo mono. Ya después de haber cenado nos dijo el padre que era carne de mono fresco, y que el ahumado aun estaba más sabroso. Nosotros no lo queríamos creer, hasta que vino la india que lo había cocinado y nos dijo que era mono. Entonces dijimos todos: pues si tan sabrosa es la carne de mono, la comeremos sin fastidio en adelante. Y así fue. Solo sí, las manos y la cabeza, como tiene forma humana, jamás lo he querido comer. Y cuando a la cabeza dicen, y así será, que es lo más sabroso. Y los indios la cabeza siempre se la come el que mata el mono, ni a su padre se la dará.
En la plaza delante del convento, había unos guabos de aquellas guabas largas y redondas que traigo anotadas en el capítulo III. Yo como hasta entonces no había visto fruta semejante, pregunté al padre qué eran aquellas algarrobas. Ya como había comido de las chicas en el río la Magdalena, al instante que dijo guabas, ya entendí lo que eran. Ellas estaban que ya se pasaban casi de maduras, y nos mandó coger una partida. Pero aquello es comer confitura. Yo le pregunté si por abajo también las había, y me dijo que en los pueblos no. Solo en La Concepción había de las machetonas, que también traigo apuntadas en el citado lugar, pero de las redondas no. Mas el monte en varias partes había de unas y otras, y que los indios en topando, las traían. Yo recogí una partida de pepitas, y me las llevé; y en todos los pueblos fui sembrando de esta especie que es la mejor.
En San Diego se quedó el padre fray Juan Plata para compañero del padre Mejía, y los demás con canoas e indios que nos dio el padre, nos fuimos río abajo. Aquí advierto que el río del Putumayo es en la frondosidad un paraíso. Hay muchísimos guaduales; la margen está poblada de guabos de las guabas chicas, y algunos que dan en las medianas; muchísimas palmas de todas especies. Hay por allí dos especies de bejucos singulares. El uno lo llaman yoco. Es bejuco del tamaño de una muñeca, y de él hacen bebida los indios de esta suerte: Cogen trozos de este bejuco y se los llevan; cuando quieren, coger un trozo, y con una concha o con el filo del machete van raspando la corteza, que es de color atabacado. Todo lo raspado lo ponen en un mate o medio calabazo con agua, y a fuerza de refregones y estrujarlo con las manos, le hacen largar toda la sustancia que se vuelve el agu...

Índice

  1. Créditos
  2. Brevísima presentación
  3. Introducción
  4. Tomo I
  5. Prólogo al lector
  6. Capítulo I. Contiene la descripción de Cartagena del Perú hasta el pueblo de Mahates, con las cosas singulares que en este distrito se hallan singulares
  7. Capítulo II. Contiene la descripción y cosas raras que hay desde Mahates hasta Mompós
  8. Capítulo III. Contiene la descripción y cosas raras que hay desde Mompós a Honda
  9. Capítulo IV. Contiene la descripción y cosas raras que hay desde Honda hasta La Plata
  10. Capítulo V. Contiene las cosas raras y maravillosas que hay desde la ciudad de la Plata hasta Almaguer
  11. Capítulo VI. Contiene las cosas raras y maravillas que hay desde Almaguer hasta el río del Putumayo
  12. Capítulo VII. Contiene las cosas raras, y descripción del río del Putumayo
  13. Tomo II
  14. Prólogo al lector
  15. Capítulo I. Contiene algo de lo que ejecuté en la conversión de los indios y formación del pueblo que formé en el río Putumayo
  16. Capítulo II. Contiene lo que me sucedió en esta salida desde Caquetá hasta llegar a Almaguer
  17. Capítulo III. Contiene lo que me sucedió en la ciudad de Almaguer hasta llegar a la de Timaná
  18. Capítulo IV. Contiene lo que me sucedió en la ciudad de Timaná, hasta llegar a Paicol
  19. Capítulo V. Contiene lo que me sucedió en Paicol hasta llegar al pueblo de La Mina
  20. Capítulo VI. Contiene lo que me sucedió en La Mina hasta llegar a la ciudad de Tunja
  21. Capítulo VII. Contiene lo que me sucedió en la ciudad de Tunja hasta llegar a la villa de Honda
  22. Capítulo VIII. Contiene lo que me pasó en Honda hasta llegar al pueblo de El Retiro
  23. Capítulo IX. Contiene lo que me pasó en El Retiro hasta llegar al pueblo de Caquetá
  24. Tomo III
  25. Prólogo al lector
  26. Capítulo I. Contiene lo que dispuse en Cáquetá hasta que llegué a la ciudad de San Juan de Pasto, cabeza de provincia
  27. Capítulo II. Contiene lo que me pasó en Pasto hasta que llegué al pueblo de Taminango
  28. Capítulo III. Contiene lo que me pasó en Taminango hasta que volví a Pasto del viaje de la Virgen de Las Lajas
  29. Capítulo IV. Contiene lo que me sucedió en Pasto hasta que salí para Barbacoas
  30. Capítulo V. Contiene lo que me sucedió en este viaje hasta que salí de Barbacoas para Tumaco
  31. Capítulo VI. Contiene el viaje que hice al pueblo de Tumaco hasta que me volví otra vez a Barbacoas
  32. Capítulo VIII. Contiene lo que me sucedió en Quito hasta que salí vuelta para Pasto
  33. Capítulo X. Contiene lo que me sucedió en Pasto, hasta que llegué a mí pueblo
  34. Tomo IV
  35. Prólogo al lector
  36. Capítulo I. Contiene el orden y gobierno que puse en mi pueblo, y las obras que hice en él
  37. Capítulo II. Contiene la prosecución de las obras que hice en aumento de mi pueblo
  38. Capítulo III. Contiene el aumento de las sembrerías y la conquista de los murciélagos
  39. Capítulo IV. Contiene el tránsito de los murciélagos y unión con los indios encabellados
  40. Capítulo IV. Contiene el tránsito de los murciélagos y unión con los indios encabellados
  41. Capítulo V. Contiene la llegada de los murciélagos y la reforma de los indios del pueblo
  42. Capítulo VI. Contiene la imposición del gobierno cristiano en las dos naciones
  43. Capítulo VII. Contiene la agregación y aumento de la nación de los indios encabellados
  44. Capítulo VIII. Contiene el estado en que dejé el pueblo cuando salí para venirme a España
  45. Capítulo IX. Contiene mi apero para mi viaje desde mi pueblo hasta Pasto
  46. Capítulo XI. Contiene lo que me pasó desde Sapuyes hasta Quito
  47. Capítulo XII. Contiene lo que me pasó en Quito hasta que llegué a Riobamba
  48. Capítulo XIII. Contiene lo que me pasó en Riobamba hasta que llegué a la ciudad de Cuenca
  49. Capítulo XIV. Contiene lo que me pasó en Cuenca hasta que llegué a la ciudad de Loja
  50. Capítulo XV. Capítulo que contiene lo que me pasó en Loja, hasta que llegué al pueblo de Cariamanga
  51. Capítulo XVI. Contiene lo que me pasó en Cariamanga hasta que llegué a la ciudad de Piura
  52. Capítulo XVII. Contiene lo que me pasó en la ciudad de Piura hasta que llegué a la ciudad de Lambayeque
  53. Capítulo XVIII. Contiene lo que me pasó en Lambayeque hasta que llegué a la ciudad de Cajamarca
  54. Capítulo XIX. Contiene lo que me pasó en Cajamarca hasta que llegué al pueblo de Angasmarca
  55. Capítulo XX. Contiene lo que me pasó en Angasmarca hasta que llegué al pueblo de Guailas
  56. Capítulo XXI. Contiene lo que me pasó en el pueblo de Guaras hasta que llegué a la ciudad de Lima
  57. Capítulo XXII. Contiene lo que me pasó en la ciudad de Lima hasta que llegué al colegio de Ocopa
  58. Capítulo XXIII. Contiene lo que me pasó en Santa Rosa hasta que llegué a la ciudad de Tarma
  59. Capítulo XXIV. Contiene lo que me pasó en Tarma hasta que llegué al pueblo de Cuchero
  60. Capítulo XXV. Contiene lo que me pasó en Cuchero hasta que salí para irme a Lima
  61. Capítulo XXVI. Contiene lo que me pasó en este viaje hasta que llegué a la ciudad de Lima
  62. Capítulo XXVII. Contiene lo que me pasó en la ciudad de lima hasta que llegué por fin a España en Cádiz