Apuntaciones sueltas de Inglaterra
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Apuntaciones sueltas de Inglaterra

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Apuntaciones sueltas de Inglaterra. Leandro Fernández de Moratín Fragmento de la obra1Encontrones por las calles. Los ingleses que van deprisa, sabiendo que la línea recta es la más corta, atropellan cuanto encuentran; los que van cargados con fardos o maderos, siguen su camino, no avisan a nadie y dejan caer a cuantos hallan por delante.2Los que barren las calles piden dinero a los que pasan; las mujeres que venden bollitos o estampas, lo mismo; los granaderos de centinela en el palacio de San James, lo mismo.3He visto algunas veces los carteles de las comedias puestos sobre las piernas de vaca, en las tiendas de los carniceros.4En el día 5 de noviembre se celebra el aniversario de la famosa conjuración, cuando quisieron volar con pólvora el Parlamento: maldad atribuida a los papistas. Algunos días antes andan los chicos pidiendo dinero por las calles para quemar al Papa. En el día del aniversario, la gente rica se emborracha en banquetes suntuosos; las viejas van a rezar a la iglesia (donde se celebra con oficio particular el suceso); los muchachos y la gente del pueblo pasean por la ciudad varias figuras de paja, perfectamente parecidas al pelele que se mantea en Madrid el Martes gordo. Estas figuras representan, en su opinión, al Papa; entretiénense todo el día con él, le insultan, le silban, le escupen, le tiran lodo, le arrastran por las patas, le dan pinchazos, y al fin muere quemado a la noche, con grande satisfacción y regocijo público.5En la calle Pall Mall se ve la famosa colección de pinturas poligráficas. Pocos años ha que se halló el secreto de sacar con admirable brevedad y semejanza muchas copias de cualquiera pintura. Se formó una compañía, que ha adquirido muy buenos originales, y de éstos y de cualesquiera otros sacan las copias que se les encargan, muy parecidas y muy baratas. Se ignora el método de que se valen para ello; pero el precio a que dan las obras anuncia desde luego la facilidad con que se hace: por setecientos reales se hallan copias que nadie podría procurarse ni por dos mil. La citada colección está abierta al público, pagando cinco reales por persona: se ven en ella cuadros de mucho mérito, y al lado de los originales están las copias, para que cualquiera pueda examinarlas.

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Información

Editorial
Linkgua
Año
2010
ISBN
9788498160260
Categoría
Travel

Cuaderno I

1

Encontrones por las calles. Los ingleses que van deprisa, sabiendo que la línea recta es la más corta, atropellan cuanto encuentran; los que van cargados con fardos o maderos, siguen su camino, no avisan a nadie y dejan caer a cuantos hallan por delante.

2

Los que barren las calles piden dinero a los que pasan; las mujeres que venden bollitos o estampas, lo mismo; los granaderos de centinela en el palacio de San James, lo mismo.

3

He visto algunas veces los carteles de las comedias puestos sobre las piernas de vaca, en las tiendas de los carniceros.

4

En el día 5 de noviembre se celebra el aniversario de la famosa conjuración, cuando quisieron volar con pólvora el Parlamento: maldad atribuida a los papistas. Algunos días antes andan los chicos pidiendo dinero por las calles para quemar al Papa. En el día del aniversario, la gente rica se emborracha en banquetes suntuosos; las viejas van a rezar a la iglesia (donde se celebra con oficio particular el suceso); los muchachos y la gente del pueblo pasean por la ciudad varias figuras de paja, perfectamente parecidas al pelele que se mantea en Madrid el Martes gordo. Estas figuras representan, en su opinión, al Papa; entretiénense todo el día con él, le insultan, le silban, le escupen, le tiran lodo, le arrastran por las patas, le dan pinchazos, y al fin muere quemado a la noche, con grande satisfacción y regocijo público.

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En la calle Pall Mall se ve la famosa colección de pinturas poligráficas. Pocos años ha que se halló el secreto de sacar con admirable brevedad y semejanza muchas copias de cualquiera pintura. Se formó una compañía, que ha adquirido muy buenos originales, y de éstos y de cualesquiera otros sacan las copias que se les encargan, muy parecidas y muy baratas. Se ignora el método de que se valen para ello; pero el precio a que dan las obras anuncia desde luego la facilidad con que se hace: por setecientos reales se hallan copias que nadie podría procurarse ni por dos mil. La citada colección está abierta al público, pagando cinco reales por persona: se ven en ella cuadros de mucho mérito, y al lado de los originales están las copias, para que cualquiera pueda examinarlas.

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Entre los ingleses no se conoce lo que llamamos Nochebuena, y se ahorran una indigestión más al cabo del año. Solo el primer día de Pascua es fiesta: en este día y los inmediatos, los padres de familia regalan a sus hijos, y gratifican a los criados y dependientes de la casa; se hace un asado de vaca y ciertos pasteles, propios de este tiempo. No hay regalos mutuos, como en España; pero los que se hallan en sus casas de campo envían algunos presentes a sus amigos que están en la ciudad. Hay frecuentes convites en estos días, y se venden y cantan por las calles coplas al nacimiento de Cristo.

7

El Príncipe de Gales se emborracha todas las noches: la borrachera no es en Inglaterra un gran defecto, ni hay cosa más común que hallar sujetos de distinción perdidos de vino en las casas particulares, en los cafés y en los espectáculos. Cuando un extranjero asiste a una mesa de ingleses, pocas veces puede escapar de la alternativa de embriagarse como los otros, o de perder la amistad con el dueño de la casa y cuantos asisten al festín; ni ha de dejar de beber cuando beben los otros, ni ha de beber menos de lo que beben los demás. No hay para con ellos consideración que baste; toda repulsa en esta materia es una ofensa formal, que no se perdona. Levantados los manteles, vienen las botellas y empiezan los brindis; a cada brindis ha de beber cada asistente una copa de vino. Regularmente se brinda en primer lugar por el rey y nuestra gloriosa Constitución; después cada cual de los concurrentes brinda por algún sujeto de su estimación, amigo u amiga ausente, y todos beben, repitiendo el brindis que dictó, y esto se hace con una gravedad ceremoniosa y ridícula, que es cuanto hay que ver, y así van brindando uno después de otro, de manera que cada convidado se ve en la precisión de beber, lo menos, tantas copas cuantos sean los concurrentes a la comida. Luego que se ha acabado el turno, suele repetirse una o más veces, y allí se están cuatro, seis u ocho horas sin moverse de la mesa, sino para mear, operación que se hace en un gran cangilón dispuesto a este fin en uno de los rincones de la sala. Debe advertirse que apenas se empieza a beber, las señoras que han asistido a la comida se retiran; ni ¿cómo era posible que la modestia y delicadeza de su sexo pudiera sufrir la descompostura, la petulancia, la torpeza, que son efectos inseparables de la embriaguez? Esta costumbre, que verdaderamente hace honor a las mujeres de este país, caracteriza demasiado la intemperancia inglesa.

8

En las comidas públicas varía el objeto de estos brindis, según es el motivo con que se celebran; y tal vez se cantan canciones, unas veces con acompañamiento de música instrumental, y otras sin él. Dará una idea de esto la siguiente lista de los brindis y canciones con que se celebró en Portsmouth, el día 18 de enero de 93, el cumpleaños de la reina, en una comida pública:
1. Al rey y a nuestra gloriosa Constitución. CANCIÓN. Dios salve al rey, etc.
2. A la reina, y este día se repita con mucha felicidad. CANCIÓN. Larga vida a Carlota, etc.
3. Al Príncipe de Gales y familia Real. CANCIÓN. Dios salve al rey, etc.
4. A la armada y ejército.
CANCIÓN. Triunfa, ¡oh Bretaña!, etc.
5. La Iglesia y el Estado.
6. Al lord Grenville por su animosa respuesta al agente de Francia.
7. Felicidad a nuestras armas.
CANCIÓN. ¡Britanos! Pelead con esfuerzo, etc.
8. Confusión a nuestros enemigos.
9. Orden y buen Gobierno.
CANCIÓN. ¡Escuchad! La nación, etc.
10. Al autor de la última canción.
11. Libertad, prosperidad y lealtad universal. CANCIÓN. Dios salve al rey.
12. Prosperidad a la Gran Bretaña e Irlanda.
13. A que nunca abandonemos la realidad por la apariencia.
14. A los constantes y firmes amigos de nuestra Constitución.
15. Hallen todas las naciones a la inglesa dispuesta siempre a defender su
Constitución.
CANCIÓN. Levantado por la mano, etc.
16. Confusión a Tomás Payne y todas sus obras.
17. Al conde de Chatham.
18. A mister Pitt.
19. Al duque de Richmond.
20. Al lord Hood.
21. Al señor Jorge Yonge.
22. Al conde de Pembroke.
23. A los miembros de este condado. Etc., etc., etc.

9

Son muchos los banquetes públicos que se celebran en las tabernas de Londres al cabo del año, dirigidos, según es el partido que asiste, o a sostener y canonizar las disposiciones del Ministerio, o a desacreditarlas y reclamar la observancia de la Constitución o la reforma de ella.
Asistí a una de estas juntas en la taberna de Crown and Anchor; pero antes de referir lo ocurrido en ella, convendrá apuntar ligeramente las circunstancias en que se celebró. Tomás Payne había compuesto, algunos meses antes, un libro intitulado Derechos del hombre, obra de la cual naturalmente se deducía (concediéndole los principios en que la fundó) la necesidad de alterar la Constitución inglesa, organizar de otra manera los Parlamentos, despojar al rey de su autoridad, a los nobles de sus privilegios, y alterar del todo el gobierno de este país. Publicóse este libro, y se extendió con asombrosa rapidez por todas partes, en un tiempo en que la revolución francesa ocupaba los ánimos. Temió el Gobierno la impresión que podrían hacer en el público las máximas de Tomás Payne; prohibió su libro, y fulminó una causa contra el autor (que se hallaba en Francia), como perturbador del orden y tranquilidad pública. Fue su abogado mister Erskine, miembro de la Cámara de los Comunes y uno de los del partido de la oposición; habló con grande elocuencia a favor de su cliente; los que asistieron a oír su alegato le colmaron de elogios y vítores, quitaron los caballos de su coche, y la gente le llevó en él hasta su casa, con grande alborozo y alegría. A pesar de esto, la sentencia fue contraria a Tomás Payne, y se le impuso el castigo que debía sufrir, como libelista, tumultuario, si alguna vez se restituyese a Inglaterra. El rey, precisado de las circunstancias, había convocado antes de tiempo las Cámaras del Parlamento; había mandado aproximar a la capital algunas tropas, aumentar la guarnición y artillería de la Torre de Londres, levantar nuevos cuerpos de milicias, y publicar una orden, por la cual todos los extranjeros que hubiesen Regado a Inglaterra desde principios del año 92, debían presentarse a los magistrados, y declarar su nombre, su ocupación, el motivo de su viaje, la época de su llegada, las armas que consigo tuviesen, etc. Este decreto, que había combatido abiertamente el partido de la oposición, irritó sobremanera a los enemigos del Ministerio, luego que, aprobado por la mayoridad del Parlamento, se publicó y puso en ejecución. Ni les causó indignación la preponderancia que iba adquiriendo el Gobierno, tanto porque los Curas en las iglesias, predicando al pueblo, le persuadían al respeto y obediencia al Soberano y al aborrecimiento a toda innovación en el sistema del Gobierno, como porque los particulares, reunidos en asambleas numerosas en varios parajes de la Capital y del Reino, protestaban su amor a la Constitución y al rey, y su resolución constante de oponerse a cuantos intentaran esparcir máximas contrarias a estas ideas. En tales circunstancias se anunció por los papeles diarios una comida pública para los amigos de la libertad de la prensa, en la citada taberna de Crown and Anchor.
Llevado de la curiosidad, asistí a esta función, tomando un billete por siete chelines (35 reales de nuestra moneda): al entrar se entrega al portero, y éste le rasga, dando un pedazo de él a cada uno de los que van pasando, para que por él pueda pedir una botella al fin de la comida. Empezóse a juntar la gente en una sala de recibimiento. Llegó mister Erskine que debía presidir la función, y fue recibido con grandes palmadas y aplauso. A poco rato después se subió en una mesa, y leyó un discurso que llevaba escrito, en que habló largament...

Índice

  1. Créditos
  2. Brevísima presentación
  3. Cuaderno I
  4. Cuaderno II
  5. Cuaderno III
  6. Cuaderno IV
  7. Libros a la carta