Transparencia: promesas y desafíos
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Transparencia: promesas y desafíos

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Este libro responde a varios propósitos. Ofrecer una visión de la transparencia como elemento propio de las democracias contemporáneas, indisociable de la gobernanza democrática. Un segundo propósito es histórico: ubicar la transparencia dentro de las doctrinas políticas-filosóficas y comprender su desarrollo en el tiempo. La tercera ambición es mostrar el desarrollo normativo e institucional en que se ha materializado la transparencia. Finalmente, se busca colocar a la transparencia en diálogo con otras aristas de la gobernanza democrática: la rendición de cuentas y el combate a la corrupción, exigencias igualmente urgentes en un mundo donde los gobernantes tienen que aprender a gobernar con transparencia.

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Información

Año
2017
ISBN
9786076282632
1. LOS DILEMAS DEL PODER: ENTRE EL SECRETO Y LA PUBLICIDAD
La mejor arma de la dictadura es el secreto; la mejor arma de la democracia es la transparencia.
NIELS BOHR
1.1. SECRETO Y PODER: DOS INSTANCIAS FUNDAMENTALES DEL MUNDO SOCIAL
A lo largo de la historia, el secreto y el poder han estado indisolublemente ligados, interrelacionados y alimentándose mutuamente, como si fueran dos caras de una moneda. En el terreno de la vida social, el secreto es lo opuesto a la exposición y a la apertura; es la capacidad para esconderse y no ser descubierto; es la invisibilidad deliberada que permite quedar fuera del dominio público. En ese sentido, el secreto es una herramienta en manos de los poderosos que los deja fuera de la vista de los demás, evitando que existan interferencias ajenas a sus intereses o que tengan que responder a preguntas incómodas de la sociedad.
A diferencia de lo que sucede en el ámbito de la vida privada, en donde el secreto es una prerrogativa de la persona para proteger su dignidad, sus más íntimos pensamientos, creencias e inclinaciones y para que no sea estigmatizada o perseguida por ellos, en el ámbito de lo público o lo social el secreto ha sido una herramienta en manos de quienes gobiernan para resguardarlos del ojo vigilante de los gobernados, es decir, para darles un margen de maniobra en el proceso de toma de decisiones.
Es más, durante siglos, el secreto fue la esencia misma del arte de gobernar. El poder político, concebido como fuerza o dominación que busca imponerse a fin de lograr sus objetivos de mando y su permanencia, tradicionalmente se centró en la opacidad y el ocultamiento, como mecanismo para incrementar su posibilidad de actuar a discreción. Para los poderosos, mantener sus móviles y determinaciones alejados de la vista de los otros ha resultado indispensable para contar con información privilegiada que les ayude a lograr la obediencia de los gobernados.
El secreto es un dispositivo fuertemente asociado al poder, o como dice Elias Canetti, “el secreto ocupa la misma médula del poder”[1] y ello es así porque, en su opinión, quien lo detenta requiere mantener bajo su control toda la información sobre los cálculos que guían sus quehaceres. El que ejerce el poder sabe de las intenciones de los otros, pero no quiere que se conozcan las suyas. Por ello, el poderoso vive como una amenaza revelar a los otros, al menos en su totalidad, la información en sus manos que se refiere a las decisiones que toma y a los mecanismos que escoge para llevarlas a cabo.
Si aceptamos como definición básica del poder político “la capacidad para tomar decisiones por medios públicos que se proyectan sobre el conjunto de la sociedad y que es diferente a la toma de decisiones personales, de carácter privado que no se despliegan en la sociedad”,[2] entenderemos por qué los gobernantes tienen una inclinación a ocultar información, a reservarse un espacio de decisión, al margen del escrutinio público.
El poder se sirve del secreto para incrementar su capacidad de acción y de intervención en la sociedad, pues es más fácil decidir solo y en los rincones oscuros del gobierno que someter los asuntos del mismo a la consideración de aquellos sobre los que se manda y se reclama obediencia. El secreto le sirve al poder para colarse e infiltrarse en sitios donde quiere incidir o en aquellos que son adversos a su ejercicio, con lo cual saca ventaja para calcular cómo operar en ciertos eventos o circunstancias. Por ello, puede afirmarse que la política recurre permanentemente a las estrategias del secreto.
Buena parte del proceso de toma de decisiones se planea y diseña en terrenos ocultos o discretos, con la intención de ganar tiempo y espacio de actuación, para ser eficaz y no alertar a opositores o adversarios. Los resortes del poder no están naturalmente aceitados por la apertura, sino por la cerrazón y el ocultamiento. Por ello, no es habitual ni consustancial al ejercicio del gobierno compartir con otros los datos que éste obtiene, genera o resguarda. Más aún, para el poder el secreto no se considera un recurso abusivo porque se le ve como indispensable para evitar ser débil o vulnerable.
Aquí cabe recordar lo señalado por Hannah Arendt: “la sinceridad nunca ha figurado en las virtudes políticas y las mentiras han sido siempre consideradas en los tratados políticos como medios justificables”.[3]
Desde la óptica del poder, el secreto se ha aprobado porque permite hacer más expeditas las decisiones y acciones que toman los gobernantes, ya que no tienen que dedicar tiempo a someterlas a la aprobación de los gobernados o, peor aún, a darlas a conocer a los adversarios que les disputan el cargo o la posición. No revelar argumentos y datos detrás de las decisiones protege a quienes detentan el poder frente a los enemigos que desean debilitarlos, sean éstos internos o externos, o frente a los gobernados que quieren no ser aplastados por los poderosos. También es cierto que a los poderosos no les gusta confesar sus errores ni ser incomprendidos o, lo que es peor, ser ventilados o desautorizados. El poder sustrae información de la sociedad para mantener vivos sus intereses y conservar su dominio o control sobre la sociedad. De ahí el conocido dicho popular de que “información es poder”: cuando se comparte, se pierde poder.
Los secretos buscan lograr objetivos de manera más rápida y definitiva, reduciendo los riesgos o los costos de la visibilidad. Por ello Foucault considera que el éxito del poder es directamente proporcional a lo que es capaz de ocultar y las instituciones políticas tienen más poder del que muestran, justamente porque guardan los secretos más relevantes o las decisiones de gran magnitud.[4] El secreto es lo que hace que las élites políticas tengan el monopolio sobre las principales decisiones que afectan a la sociedad.
Debido a que el poder político implica la obediencia de aquellos sobre los que se ejerce, y para que sea vigente y se acate necesita que sus dictados sean respetados por la sociedad en su conjunto, es preciso que la población reconozca que quien detenta el poder tiene derecho a ejercerlo, es decir, que el poderoso tiene legitimidad para serlo. Dicho de otra manera, además de buscar ser eficaz en sus acciones y decisiones, quien tiene el poder necesita convencer a los gobernados de que sus actos son los adecuados, es decir, que están apegados a las leyes existentes y que se orientan a los objetivos previstos y, para ello, los quehaceres del gobierno deben de alguna manera abrirse a la sociedad.
Aunque la legitimidad del poder político emana de diferentes fuentes que van desde el origen (derecho divino de los reyes o voto de los ciudadanos), pasando por las cualidades destacadas del gobernante o caudillo (el carisma), o por la adhesión a las normas legales existentes,[5] de manera genérica, los dirigentes siempre han necesitado ser sensibles, tener consideraciones hacia las demandas o reclamos de la población sobre la que gobiernan. El misterio que circunda al poder no ha podido dejar de lado responder a la demanda moral y política de apertura, para atender asuntos que son de interés para los gobernados. En cualquier circunstancia, quien gobierna requiere mostrar sensibilidad hacia las circunstancias en las que se encuentra la población y hacia sus demandas y necesidades, porque ésta debe reconocer que a aquél le corresponde ejercer tal función.[6]
¿Secreto o publicidad?, ¿ocultamiento de la información o transparencia? son las interrogantes detrás de los dilemas del poder político. ¿Hasta dónde y con qué justificación se pueden mantener vivos hoy los secretos del poder, y hasta dónde deben publicitarse sus acciones y decisiones para acercarse a la población, lograr su obediencia y ganar su confianza? No cabe duda de que hay documentos y temas que el poder debe resguardar de la mirada pública para asegurar su efectividad, como los relativos a la preservación de la seguridad nacional o a investigaciones ministeriales que están en curso, pero ¿hasta dónde puede justificarse mantener oculta información del Estado sin afectar la relación entre éste y los ciudadanos?; ¿de qué manera los secretos del poder constriñen los derechos de las personas, amenazando las raíces de la vida democrática que se ha convertido en el modelo universal de convivencia?
En el curso de la historia, esta tensión entre los dos elementos del binomio, es decir, el peso específico del secreto respecto de la apertura, ha cambiado significativamente. De hecho, existe un abismo entre la concepción cerrada del poder político, que caracterizó al pensamiento de la Antigüedad y se extendió hasta la época de la modernidad, viendo nacer al Estado-nación y la idea contemporánea de una sociedad abierta. La sociedad abierta surge con la irrupción del liberalismo y se reafirma con su posterior democratización, que trastocó la definición misma del poder político, así como los énfasis en los principios que guiaban su ejercicio y la relación entre gobernantes y gobernados.
Esta diferenciación entre las sociedades cerradas y las abiertas corre paralela con la manera como se concibieron los ordenamientos normativos destinados a regular la convivencia social. Inicialmente, las primeras normas o códigos fueron imperativos, centrados en los deberes y las obligaciones de la población. De hecho, las propias reflexiones sobre el poder político se centraban en las facultades y funciones de los órganos encargados de gobernar y en los marcos legales en los que se inscribían para que imperara la obediencia a los poderes existentes. Por ello, al reflexionar sobre el poder y los gobiernos, los escritores y pensadores ponían el énfasis en los deberes y las obligaciones del pueblo go...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADILLAS Y PÁGINA LEGAL
  3. ÍNDICE
  4. DEDICATORIA
  5. INTRODUCCIÓN
  6. 1. LOS DILEMAS DEL PODER: ENTRE EL SECRETO Y LA PUBLICIDAD
  7. 2. DIMENSIONES DE LA NOCIÓN CONTEMPORÁNEA DE TRANSPARENCIA
  8. 3. DISEÑOS INSTITUCIONALES PARA LA TRANSPARENCIA Y EL ACCESO A LA INFORMACIÓN
  9. 4. EL LARGO CAMINO HACIA LA TRANSPARENCIA EN MÉXICO
  10. 5. MÁS ALLÁ DE LA TRANSPARENCIA
  11. A MANERA DE REFLEXIÓN FINAL: LAS PARADOJAS DE LA TRANSPARENCIA
  12. ANEXOS
  13. BIBLIOGRAFÍA
  14. COLOFÓN
  15. CONTRAPORTADA