Impedimenta
  1. 192 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Provocación es una hazaña intelectual sin precedentes.En ella Lem hace coincidir la obra de Horst Aspernicus, un supuesto historiador alemán del Holocausto, cuyos "trabajos" suponen un análisis radical del genocidio y un salto mortal en los abismos de la naturaleza del sujeto; "Un minuto humano" —un libro imaginario escrito por Johnson & Johnson—, que se propone presentar "lo que todo el mundo está haciendo simultáneamente durante un minuto"; "El mundo como Holocausto", una introducción a un libro aún no escrito, donde Lem predice desarrollos futuros en el conocimiento sobre la creación de la vida en el Universo; y "La evolución al revés", otra reseña de otro libro ficticio que Lem afirma haber leído (una historia militar del mundo escrita en un futuro siglo XXI) y utilizado para sus novelas.Provocación es un libro heterodoxo, profundo y exigente que cuestiona las convicciones culturales del individuo contemporáneo, de uno de los grandes maestros de la literatura del siglo XX.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Impedimenta de Stanislaw Lem, Abel Murcia Soriano, Katarzyna Moloniewicz, Abel Murcia Soriano,Katarzyna Moloniewicz en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatura y Literatura general. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2020
ISBN
9788417553661
Edición
1
Categoría
Literatura

Biblioteca del Siglo XXI

Das kreative Vernichtungsprinzip
The World as Holocaust
INTRODUCCIÓN
Libros con títulos así, o parecidos, empezarán a aparecer a finales del siglo XX, pero la visión del mundo que presentarán no se generalizará hasta el siglo siguiente, cuando los descubrimientos que van germinando en diferentes ámbitos de la ciencia converjan en un todo. El mensaje de ese todo —digámoslo ya— será un giro anticopernicano en la astronomía, que echará por tierra nuestras ideas sobre el lugar que ocupamos en el universo.
La astronomía precopernicana colocó la Tierra en el centro del universo, y Copérnico la derribó de esa posición privilegiada al darse cuenta de que la Tierra era uno más de los numerosos planetas que giraban alrededor del Sol. Los progresos de la astronomía a lo largo de los siglos fortalecieron la teoría copernicana al reconocer que no era solo que la Tierra no fuera el cuerpo central del sistema solar, sino que todo ese sistema se encontraba en la periferia de nuestra galaxia, la Vía Láctea: resultaba que vivíamos en un lugar cualquiera del universo, en un suburbio estelar.
La astronomía se dedicaba a estudiar la evolución de las estrellas y la biología la evolución de la vida en la Tierra, hasta que las trayectorias de las investigaciones de ambas se entrecruzaron o, más bien, se unieron como los distintos afluentes de un río, ya que la astronomía reconoció como suya la pregunta sobre la universalidad de la vida en el cosmos y la biología teórica le prestó su ayuda. Así, a mediados del siglo XX, se creó el primer programa de búsqueda de civilizaciones extraterrestres, llamado CETI (Communication with Extraterrestial Intelligence). Sin embargo, tras décadas de búsquedas llevadas a cabo con ayuda de aparatos cada vez más perfectos y más potentes, no se han descubierto ni civilizaciones extraterrestres ni el menor rastro de sus señales de radio. Es así como nació el misterio del silentium universi. El «silencio del universo» tuvo cierto eco en la opinión pública en los años setenta. La imposibilidad de detectar a «otros Seres Racionales» se convirtió en un problema inconcebible para la ciencia. Los biólogos habían establecido ya qué tipo de condiciones físicas y químicas permitían la aparición de la vida a partir de materia inanimada y la verdad es que no se trataba de unas condiciones excepcionales. Los astrónomos habían demostrado la presencia de numerosos planetas alrededor de distintas estrellas. Las observaciones confirmaron que una parte significativa de las estrellas de nuestra galaxia tenía planetas. Así las cosas, se imponía la conclusión de que la vida aparecía con cierta frecuencia en el transcurso de las transformaciones normales del universo; que la evolución de la vida debería ser un fenómeno natural, y que el nacimiento de seres racionales era el remate final del árbol evolutivo y algo que se inscribía en el orden natural. Esa imagen de un universo habitado entraba en contradicción, sin embargo, con los infructuosos intentos de captar señales extraterrestres, a pesar de que eran cada vez más los observatorios que las buscaban durante decenas de años.
Según los conocimientos de los astrónomos, los químicos y los biólogos, el universo estaba lleno de estrellas parecidas al Sol y de planetas parecidos a la Tierra, con lo cual, de acuerdo a la ley de tan grandes números debería haber vida en innumerables planetas, pero las escuchas de las señales de radio revelaban solo un terrible vacío.
Científicos asociados en el CETI, y más tarde en el SETI (Search for Extraterrestial Intelligence), formulaban ad hoc distintas teorías para reconciliar la presencia de vida en el cosmos con el silencio cósmico. Primero sostuvieron que la distancia media entre civilizaciones era de entre cincuenta y cien años luz. Posteriormente, se vieron obligados a aumentar esa distancia a seiscientos años luz y, finalmente, a mil. Al mismo tiempo, surgieron hipótesis sobre la autodestrucción de la Razón, como la de von Hörner, que unía la «densidad» psicozoica del universo y su necrosis, afirmando que cualquier civilización se ve amenazada por el suicidio; un suicidio parecido al que amenaza a la humanidad en una guerra nuclear, lo que hace que, si bien la evolución orgánica de la vida dura miles de millones de años, su última fase tecnológica dura apenas decenas de siglos. Otras hipótesis apuntaban a amenazas que se habían manifestado ya en el siglo XX, y a la expansión tecnológica con fines pacíficos, cuyos efectos secundarios destruían la biosfera, caldo de cultivo de la vida.
Alguien dijo, parafraseando las famosas palabras de Wittgenstein, vorüber man nicht sprechen kann, darüber muss man dichten. Olaf Stapledon, autor de la novela fantástica The First and Last Men, fue probablemente el primero en definir nuestro destino con la frase «las estrellas crean al ser humano y las estrellas lo matan». Pero, en aquella época, en los años treinta del siglo XX, esas palabras eran más bien una Dichtung que una Wahrheit; eran una metáfora y no una hipótesis que pudiera aspirar a ser ciudadana de pleno derecho en la ciencia.
No obstante, cualquier texto puede tener más significados que los pretendidos por el autor. Hace cuatrocientos años, Roger Bacon mantenía que eran posibles máquinas voladoras y máquinas capaces de correr a gran velocidad por la tierra o de andar por el fondo marino. Sin duda, no imaginaba esos artilugios de una manera concreta, pero nosotros, al leer hoy sus palabras, no solo las cargamos del conocimiento general de que así fue, sino que ampliamos su significado con miles de detalles concretos que conocemos, lo que refuerza aún más la transcendencia de las declaraciones de Bacon.
Sucedió algo parecido con la conjetura que formulé en las actas de las reuniones soviético-americanas del CETI en Byurakan, en el año 1971 (mi texto fue publicado en el libro Problema CETI, de la editorial MIR, en Moscú, en 1975). Escribí entonces: «Si la distribución de las civilizaciones en el Universo no es casual, sino que depende de datos astrofísicos que desconocemos, aunque tengan que ver con fenómenos observables, las posibilidades de contacto serán menores en la medida en que sea más relevante la relación entre la ubicación de la civilización en el Universo y las características del medio estelar, es decir, cuanto menos fortuita sea la distribución de las civilizaciones en el espacio. Porque no es posible excluir, a priori, que haya indicadores astronómicamente perceptibles de existencia de civilizaciones. De ahí la conclusión de que el programa CETI debería incluir entre sus reglas también una que tenga en cuenta el carácter efímero de nuestros conocimientos astrofísicos, porque nuevos descubrimientos podrán cuestionar incluso los principios fundamentales del CETI».
Es, precisamente, lo que ha pasado o, más bien, lo que está pasando poco a poco. Los nuevos descubrimientos de la astronomía galáctica, los nuevos modelos de la génesis de los planetas y de las estrellas, la composición de isótopos radioactivos que contienen los meteoritos del sistema solar son como las piezas de un puzle que empiezan a conformar un nuevo modelo de reconstrucción de la historia del sistema solar y del nacimiento de la vida terrestre, un modelo revelador que contradice la visión aceptada hasta hoy.
Hagamos un sucinto resumen. De las hipótesis que reconstruyen los últimos diez mil millones de años de la Vía Láctea se deduce que la especie humana apareció porque el universo es un espacio de catástrofes, y que la Tierra y la vida en ella deben su existencia a una particular serie de esas catástrofes. Se deduce que el Sol alumbró a su familia planetaria, a raíz de cercanos y violentos cataclismos, y que el sistema solar se alejó después de la zona de esas catastróficas perturbaciones y, gracias a eso, pudo nacer y desarrollarse la vida que finalmente se extendería por toda la Tierra. En los siguientes mil millones de años, cuando el ser humano realmente no tenía ninguna posibilidad de aparecer porque no lo permitía el Árbol de las Especies, otra catástrofe aniquiló a cientos de millones de seres terrestres y así dejó el camino abierto a la antropogénesis.
Así pues, en esta nueva visión del mundo ocupa un lugar central la creación a través de la destrucción, y de la relajación sistémica posterior. La cosa se puede expresar de una manera más precisa: la Tierra se formó porque un sol primigenio había entrado en un espacio de destrucción; la vida apareció porque la Tierra abandonó ese espacio; el ser humano nació porque en los siguientes mil millones de años la Tierra se vio alterada por otro cataclismo.
Para protestar contra el indeterminismo de la mecánica cuántica, Einstein dijo que Dios no jugaba a los dados con el universo. Lo que quería decir era que los fenómenos atómicos no podían regirse por el azar. Resultó, sin embargo, que Dios jugaba a los dados con el universo no solo a nivel atómico, sino también galáctico, estelar, planetario, y del nacimiento de la vida y de la aparición de los seres racionales; que debíamos nuestra existencia tanto a las catástrofes que se habían producido «en el lugar y tiempo oportunos», como a las que no se produjeron en otras épocas y en otros lugares. Nacimos tras haber atravesado —nosotros y nuestra estrella, nuestro planeta, la biogénesis y la evolución— numerosos ojos de aguja, y así, los nueve mil millones de años que separan la formación de la nube protosolar de gases y la aparición del Homo sapiens se pueden comparar con un eslalon gigante en el que se han ido pasando todas las puertas. Ya sabemos que las «puertas» fueron muchas, y que cualquier salida de pista habría hecho imposible la aparición del Ser Humano, pero no sabemos cómo era de «ancha» esa pista con todas sus curvas y sus puertas. Dicho de otra manera, qué probabilidad había de recorrer «limpiamente» aquella pista, cuya meta era la antropogénesis.
Así pues, el mundo que describirá la ciencia del siglo que viene, resultará un conjunto de catástrofes aleatorias, tanto creativas como destructivas, si bien lo realmente aleatorio será ese conjunto, porque cada una de las catástrofes se habrá regido por rigurosas leyes de la física.
I
En la ruleta, la regla es que pierda la inmensa mayoría de los jugadores. Si no fuera así, cualquier casino como el de Monte Carlo no tardaría en declararse en quiebra. El jugador que abandona la mesa de juego con ganancias es una excepción a esa regla. El que gana con cierta frecuencia es una excepción rara, y el que se hace rico porque la bola de la ruleta cae casi siempre en el número al que ha apostado es una excepción extraordinaria; un suertudo de cuidado, un tipo del que hablan los periódicos.
No existe ninguna buena racha que sea mérito del jugador, porque no hay una táctica de apuestas que garantice que se va a ganar. La ruleta es una máquina aleatoria, es decir, sus estados finales no son susceptibles de ser previstos con seguridad. Como la bola cae siempre en uno de los treinta y seis números, en cada jugada, el jugador tiene una posibilidad de ganar de treinta y seis posibles. Quien ha ganado tras haber apostado dos veces seguidas a algún número, tenía, al principio, una posibilidad entre 1296 de ganar las dos veces, porque las probabilidades de eventos aleatorios no interdependientes (como los de la ruleta) hay que multiplicarlas por sí mismas. La probabilidad de ganar tres veces seguidas es de 1:46 656. Es una probabilidad muy pequeña, pero calculable, porque el número de estados finales de cada juego es el mismo: treinta y seis. Sin embargo, si quisiéramos calcular la probabilidad de acierto de un jugador teniendo en cuenta fenómenos externos (un terremoto, un atentado con bomba, la muerte por infarto de ese jugador, etc.), resultaría imposible. De la misma manera, el hecho de que alguien que está recogiendo flores en un prado bajo fuego de artillería se salve y regrese a casa sano y salvo con un ramo en la mano tampoco se puede reflejar estadísticamente. No se puede, aunque lo incalculable y, por ende, lo imprevisible de ese suceso, nada tiene que ver con la imprevisibilidad propia de los fenómenos cuánticos y atómicos. El destino de los recolectores de flores bajo fuego de artillería se podría recoger estadísticamente, solo en el caso de que fueran muchos y de que, además, se conociera la distribución estadística de las flores en el prado, el tiempo de recogida, así como la cantidad media de granadas por unidad de superficie bombardeada.
La elaboración de esa estadística se vería complicada, sin embargo, por el hecho de que las granadas que no alcanzaran al recolector destruirían las flores y, por lo tanto, alterarían su distribución en el prado. El recolector muerto quedaría fuera de ese juego de recoger flores bajo fuego de artillería, así como en el juego de la ruleta queda fuera el que al principio tiene suerte y después pierde hasta la camisa.
Un observador que pasara miles de millones de años examinando un cúmulo de galaxias podría tratarlas como ruletas o prados con recolectores de flores, y detectar las regularidades estadísticas que afectan a las estrellas y a los planetas, y, de esa manera, acabaría estableciendo con qué frecuencia aparece la vida en el universo y con qué frecuencia puede evolucionar hasta la aparición de seres inteligentes.
Ese observador podría ser una civilización longeva o, para ser más exactos, sus sucesivas generaciones de astrónomos.
Pero si el prado lleno de flores estuviera siendo bombardeado de manera caótica (es decir, si la densidad de disparos no fluctuara en torno a una media y, por lo tanto, fuera imposible de calcular) o si la ruleta «no jugara limpio», ni siquiera ese observador sería capaz de elaborar una «estadística de la frecuencia de la aparición de la Inteligencia en el universo».
La imposibilidad de elaborar esa estadística es más «práctica» que esencial, no depende de la propia naturaleza de la materia, como sucede con la relación de indeterminación de Heisenberg, sino «únicamente» de la confluencia de distintas series de sucesos fortuitos, independientes los unos de los otros, y que se producen a diferentes escalas de magnitud: la galáctica, la estelar, la planetaria y la molecular.
Una galaxia vista como una ruleta en la que «se puede ganar la vida» no es una ruleta «limpia». Una ruleta limpia depende exactamente de una única distribución de probabilidad (1:36 en cada jugada). En las ruletas que sufren sacudidas, que se deforman durante el juego, en las que se utilizan bolas cada vez diferentes, no se da esa unicidad estadística. Si bien todas las ruletas y todas las galaxias espirales se parecen, no son idénticas. Una galaxia puede comportarse como una ruleta colocada al lado de una estufa; cuando la estufa está caliente, el disco de la ruleta se curva a causa de la temperatura y eso provoca cambios en la distribución de los números ganadores. Un físico experto puede calcular la influencia de la temperatura sobre la ruleta, pero si, además, actúan sobre ella las vibraciones producidas por los camiones que pasan por la calle, la medición del físico resultará insuficiente.
En este sentido el juego galáctico «a vida o muerte» es un juego con ruletas que no juegan limpio.
He mencionado antes que Einstein afirmaba que Dios no jugaba a los dados con el universo. Ahora estamos en condiciones de completar lo que decíamos más arriba. Dios sí juega a los dados con el universo, pero juega limpio —con unos dados perfectamente idénticos—, solo que a la menor de las escalas, a escala atómica. Las galaxias, en cambio, son unas enormes ruletas divinas que no juegan limpio. Advierto que me refiero a una «limpieza» matemáti...

Índice

  1. Portada
  2. Provocación
  3. Biblioteca del Siglo XXI
  4. Sobre este libro
  5. Sobre Stanisław Lem
  6. Créditos
  7. Índice