¿Por qué viene?
En Menorca no lo queremos.
No lo quiere nadie, ni aquí ni en ninguna parte.
¿A quién le apetece vivir al lado de alguien que ha destrozado la vida a tanta gente?
Bueno, a lo mejor a algunos sí. Para ajustarle las cuentas.
¿No estamos exagerando? No es que sea un criminal. ¿A ti te ha destrozado la vida? ¿Y a ti? ¿A alguno de vosotros?
En mi trabajo ya hay tres a los que la mujer los ha dejado por culpa de Revival.
¿La culpa fue de Revival o de ellos?
No empieces con eso. La disculpa de siempre. No es tan sencillo.
¿No lo es? ¿Puedes explicármelo?
A mí me ofende que exista esa cosa. ¿Os dais cuenta de cuánto daño nos ha hecho a las mujeres, del efecto que tiene en nuestra imagen, del efecto tan negativo, en nuestra vida profesional y nuestra autoestima?
¿Y qué me decís de lo que nos ha hecho a los hombres, lo que ha revelado de nosotros?
Nada que no supiéramos.
Pero también ha dañado nuestra imagen, ¿o no?
No sigas por ahí. No estoy de humor para sandeces.
Todos coincidimos en que si Revival no existiera, viviríamos mejor.
Pero nos divertiríamos menos.
Estoy hablando en serio.
Y yo. ¿O vas a decirme que no lo has usado alguna vez? Aunque solo fuera por curiosidad, para ver si de verdad funciona. Todos lo usamos. No seamos hipócritas.
Ya sabemos que funciona. Lo sabemos demasiado bien.
Yo no. Nunca lo he usado. No lo necesito.
Con qué orgullo lo dices. Eres una de esas que se definen por oposición a Revival.
Perdona, no te entiendo. Yo solo digo que…
Mi hermana conoce a una chica que se suicidó. Bueno, la conocía.
¿Por usar Revival?
Alguien lo usó con ella.
Yo también conozco casos.
¿Cómo se suicidó?
¿Importa eso?
A mí sí. Me interesan esas cosas, quiero decir. Perdón, no debería reírme.
Una amiga mía descubrió a su hijo usándolo. Solo tiene trece años.
¿Cómo? No se puede si eres menor de edad.
Hay formas. ¿De verdad queda gente tan ingenua?
Por lo visto entró en la cuenta del padre.
No me lo puedo creer. Bueno, sí, sí que puedo.
¿Pero él va a vivir aquí?
Ha comprado Torre d’en Quart. Donde estaba la quesería.
El negocio iba bien, ¿no?
De puta madre. Mi cuñado hacía el mantenimiento de las cámaras frigoríficas y está enterado.
A lo mejor la ha comprado como inversión. No sabrá qué hacer con tanto dinero.
Y una mierda. De inversión, nada. Mi cuñado dice que se han llevado las vacas y que están desmantelando los equipos.
¿Adónde se llevan el negocio?
A ninguna parte. Les ha soltado dinero como para vivir el resto de sus vidas sin dar palo al agua. Ha comprado la torre, los edificios que hay al lado y los terrenos donde tenían las vacas. Y mi cuñado a la puta calle.
Otro damnificado de Revival.
Es raro que haya comprado la torre.
¿Por qué?
Tiene más historia que comodidades. No hay garaje ni piscina. Y no creo que por dentro sea gran cosa. Mi casa es mejor.
¿Se va a instalar allí?
Si yo tuviera tantos enemigos como él, lo haría. Eso o algo parecido. La torre está en un sitio tranquilo.
La carretera a cala Morell pasa por delante.
No tiene más que levantar un buen muro.
Ni siquiera le hará falta. ¿No os habéis enterado? Van a construir otra carretera. La paga él. La vieja la van a cerrar.
¿Eso se puede hacer?
Si tienes bastante dinero. Y ese podría comprar la isla entera si quisiera.
¿Creéis que viene a esconderse?
¿Y tú no?
Pensadlo, una torre medieval y el tío metido allí arriba, donde nadie puede molestarlo.
Abundan las biografías de Juan Larrazábal, si bien lo que narran en realidad es la historia de Revival. Un motivo de que sea así es la escasa información disponible sobre Larrazábal; otro, que el interés suscitado por la obra supera con creces al del autor.
En una entrevista que Juan Larrazábal concedió a Televisión Española declaró: «Mi aspiración inicial era satisfacer una necesidad básica de la sociedad, una necesidad de la que hasta entonces nadie se había preocupado o no había resuelto de manera concluyente e igualitaria. Yo sabía que un logro así podía arrojar beneficios cuantiosos, pero no me impulsaba una vocación económica sino más bien, se podría decir, filantrópica. Quería crear algo que al cabo de pocos años estuviera integrado de manera tan íntima en el día a día de las personas que nadie pudiera imaginar cómo era la vida antes, que la gente se sorprendiera al descubrir que detrás de aquella creación que empleaban de manera reiterada y apenas consciente existía un artífice con rostro, nombres y apellidos, como si dicha creación fuera una parte natural de nuestro universo, al igual que lo son la gravitación universal y las fresas silvestres».
Es este uno de los pocos testimonios audiovisuales que existen de Larrazábal y en el que se expresa de manera más abierta, por lo que sus palabras han sido objeto de un intenso escrutinio. No pocos las acusan de cínicas al interpretarlas teniendo presentes los efectos causados por Revival. La entrevista se grabó pocos meses después de que Revival entrara en funcionamiento, cuando la creación todavía necesitaba de publicidad y no había eclipsado al creador. Se aprecia el esfuerzo del cámara, y asimismo su frustración, para dar con un plano —un contrapicado suave— que reflejara el interés suscitado por Juan Larrazábal desde que Revival saliera a la luz. Como fondo: la insulsa fachada de la primera sede de Revival, en el polígono industrial del pueblo natal de Juan Larrazábal. Durante toda la pieza se ve, detrás del entrevistado, a una carretilla elevadora cargada con palés de cajas de galletas entrar y salir de la nave contigua. En primer término, un hombre de veinticinco años, aunque con una fisonomía que empieza a adoptar las líneas y la postura de alguien con diez o incluso veinte años más. Su discurso es fluido pero no da la impresión de algo meramente pergeñado y ensayado para la entrevista. Larrazábal habla con convencimiento, como si, quizás, esas palabras se las hubiera repetido a sí mismo en numerosas ocasiones.
Ayuda a interpretarlas el hecho de que el primer intento de Juan Larrazábal para «satisfacer una necesidad básica de la sociedad» no fuera Revival.
Juan Larrazábal nació en Antzuain, localidad de dos mil habitantes en el interior de la provincia de Guipúzcoa, en un valle angosto donde apenas había espacio para un río y un par de filas de casas en cada orilla; las segundas filas, construidas tras efectuar desmontes en las laderas. Más arriba, entre alisos y fresnos, asomaban algunos caseríos de aspecto vigilante y enfurruñado. Lo estrecho y anfractuoso del valle restaba horas de sol a los habitantes del fondo, en una tierra donde el sol no abundaba. Las empresas prolongaban las hileras de viviendas, estirando y ahusando el mapa del pueblo; las empresas más antiguas, aguas abajo, para aprovisionarse de agua de refrigeración y verter sus residuos manteniendo la corriente limpia a su paso por la localidad; las más nuevas y ecológicas, aguas arriba. En la entrevista a TVE, Larrazábal reconoció que para él «supuso un acicate acometer mi proyecto desde un lugar tan alejado de las corrientes de la modernidad, un pueblo que a cincuenta kilómetros de aquí no conoce casi nadie, indistinguible de tantos otros con una iglesia desproporcionadamente grande y una industria tan peleona como endeble».
Juan Larrazábal, ingeniero indust...