Impedimenta
eBook - ePub

Impedimenta

  1. 336 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Esta nueva entrega de las aventuras de Lucía ("Reina Lucía", "Mapp y Lucía") es un delicioso brebaje de malicia y esnobismo que seducirá a todos los lectores.Emmeline Lucas, conocida como Lucía, es la más inolvidable, esnob y chismosa de las heroínas de la literatura inglesa del XX. Desde que alcanza la memoria, Lucía gobierna el villorrio de Riseholme con mano de hierro y guante de seda con la ayuda de su fiel Georgie Pillson, un eterno solterón aficionado al petit point y al cotilleo salvaje. Cuando Pepino, el marido de Lucía, hereda una fortuna y una casa en Londres, tras la muerte de su anciana tía, todos en Riseholme respiran aliviados, a la vez que empiezan a tramar su venganza tras largos años de opresión. Por desgracia para ellos, Lucía planea tomar Londres por asalto para "la temporada" y conquista la capital del Imperio sorteando, uno tras otro, todos los obstáculos que se interponen entre ella y la grandeza. Pero ¿podrá Lucía aguantar el ritmo de la exigente y estirada sociedad londinense? ¿Pretende, tal vez, abandonar su amada Riseholme para siempre?

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Impedimenta de E. F. Benson, Julia Osuna Aguilar en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literature y Classics. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2015
ISBN
9788418668005
Edición
1
Categoría
Literature
Categoría
Classics

1

Si tenemos en cuenta que la tía de Philip Lucas, fallecida a primeros de abril, tenía nada menos que ochenta y tres años, y que llevaba los últimos siete postrada en cama en una casa de orates, entraba dentro de lo razonable que entre los amigos del matrimonio hubiese cundido la esperanza de que ninguno de los dos se tomara ese revés como una tragedia irreparable. En este sentido, la señora Quantock, quien, como el resto de Riseholme, había enviado a la señora Lucas una sentida notita de pésame, si bien no había utilizado directamente las palabras «feliz liberación», sin duda había insinuado la idea o había empleado un equivalente bastante cercano.
La vecina esperaba recibir una respuesta, pues, por mucho que en su mensaje le hubiera insistido a la buena de Lucía en que ni se le ocurriera escribirle, una mera formalidad, en realidad le había pedido a su camarera, que había llevado la misiva a The Hurst justo después de comer, que no se moviera de la puerta, alegando que ignoraba si se le daría una contestación. Tal vez la señora Lucas mostrara algún indicio, por vago que fuera, de las expectativas que tenía el matrimonio en relación con lo que todo el mundo ardía en deseos de saber…
Mientras esperaba, Daisy Quantock, como el resto del pueblo en aquella hermosa tarde primaveral, andaba entretenida en el jardín, destrozando los parterres con un rastrillo pequeño pero implacable. Era una jardinera de naturaleza despiadada, que cercenaba cualquier tímido atisbo de verde que osara despuntar de la tierra, no fuese una mala hierba. Después de una pequeña desavenencia, le había explicado al jardinero profesional que hasta entonces trabajaba para ella tres tardes a la semana que ya no requería sus servicios. Ese año tenía pensado ocuparse ella misma del jardín y del huerto, y estaba convencida de que obtendría como resultado una hermosa explosión de flores y una plétora de verduras riquísimas. Al fondo del caminito del huerto había una carretilla de estiércol fresco que, cuando terminara con la matanza de inocentes, repartiría por los arriates despoblados. Al otro lado de la empalizada, su vecino Georgie Pillson estaba pasándole el rodillo a su parcela de césped, donde en verano solía jugar partidas de croquet a pequeña escala. De vez en cuando, intercambiaban comentarios a voz en grito, pero, conforme el trabajo les fue dejando sin aliento, dichos comentarios se espaciaron. La última pregunta de la señora Quantock había sido: «¿Tú qué haces con las babosas, Georgie?», a lo que este había respondido entre jadeos: «Hacer como que no las veo».
En los últimos tiempos, la señora Quantock había ganado algo de peso debido a una dieta a base de leche agria, un brebaje intragable, a no ser que se le añadieran previamente grandes cantidades de azúcar. Así y todo, la leche agria y las pirámides de verduras crudas eliminaron los síntomas de tisis que, a su vez, había provocado el estudio de un pequeño pero escabroso tratado médico. Ese día, en cambio, había tomado un almuerzo normal, tirando a abundante, para probar las mañas de la nueva cocinera, que, sin duda, debía de ser una joya, pues su marido había engullido la comida con gran avidez, en lugar de removerla con el tenedor como si fuera heno. De resultas, entre el peso de más, el empacho y tanto andar agachada, acababa de sufrir un vahído. Estaba incorporándose, intentando recobrarse y preguntándose si el mareo sería síntoma de algo funesto, cuando De Vere, pues tal era el increíble nombre de su camarera, bajó las escaleras que conducían del comedor al jardín con una nota en la mano. La señora Quantock se apresuró a librarse del recio cuero de los guantes de podar y la desplegó ante sí.
A una frase de cortesía para agradecerle sus condolencias, que la señora Lucas apreciaba enormemente, le seguían unas palabras ridículas:
Ha sido un golpe terrible para mi pobre Pepino y para mí. Teníamos la esperanza de que nuestra querida tía Amy nos obsequiara con al menos otro par de años más.
Profundamente apenada, tuya siempre, querida Daisy,
Lucía
¡Y ni una sola palabra sobre sus expectativas!… La querida Daisy de Lucía hizo una bola con la absurda nota y soltó un «¡paparruchas!» en voz tan alta que, en el jardín de al lado, Georgie Pillson pensó que hablaba con él.
—¿Qué ha pasado? —preguntó este.
—Georgie, acércate un momento a la valla, que quiero hablar contigo.
El vecino, ávido de chismes, soltó el mango del rodillo, que, ante la repentina liberación, rechinó y le dio un buen raspón en el codo.
—¡Qué fastidio de trasto! —exclamó Georgie.
Acto seguido, se encaminó a la cerca, cuya escasa altura le permitía mirar por encima: allí estaba su furibunda vecina, sepultando la nota de Lucía en el parterre que acababa de desmalezar.
—¿Qué es? ¿Me va a gustar? —La cara roja y sudada por el esfuerzo de Georgie, que en ese momento asomaba justo por encima de la cerca, parecía el sol a punto de ponerse bajo el horizonte liso y gris del mar.
—Pues no sé si te va a gustar, pero es de tu Lucía. Le he mandado una pequeña nota de pésame por lo de la tía, y dice que ha sido un golpe terrible para los dos, para Pepino y para ella. ¡Tenían la esperanza de que la anciana les obsequiara con un par de años más!
—¡No! —exclamó Georgie, que se enjugó la humedad de la frente con el dorso de uno de sus bonitos guantes gris perla.
—Pues sí —replicó Daisy, furiosa—. ¡Con esas mismas palabras! Te la enseñaría si no la hubiera enterrado… ¡Qué sarta de bobadas! Yo, desde luego, prefiero que alguien me estrangule con un cordón o con lo primero que pille a pasar siete años postrada en cama. ¿A qué viene tanta pena? ¿Qué significa todo esto?
Georgie llevaba tiempo siendo el valedor de Lucía —de la señora Lucas, la mujer de Philip Lucas, esto es, de Lucía—, y, aunque por dentro a veces la criticaba —cuando estaba a solas en la cama o en la bañera—, siempre la defendía a capa y espada de las críticas de los demás. Daisy, en cambio, nunca se privaba de censurar a cualquier persona en cualquier lugar…
—A lo mejor significa exactamente lo que pone —observó con el delicado sarcasmo que jamás surtía efecto en su vecina.
—Eso no tiene ningún sentido. Lucía y Pepino llevaban años sin verla, ¡ni siquiera se les oía hablar de ella! La última vez que Pepino fue a visitarla, ¡la vieja le metió un bocado! ¿No te acuerdas de que se pasó una semana con un cabestrillo, aterrado con la idea de que le hubiese envenenado la sangre? ¿Cómo va a suponer su muerte «un golpe terrible» para ellos?… Y lo de que les hubiese...

Índice

  1. Portada
  2. Lucía en Londres
  3. Nota de los editores
  4. Lucía en Londres
  5. Capítulo 1
  6. Capítulo 2
  7. Capítulo 3
  8. Capítulo 4
  9. Capítulo 5
  10. Capítulo 6
  11. Capítulo 7
  12. Capítulo 8
  13. Capítulo 9
  14. Capítulo 10
  15. Capítulo 11
  16. Sobre este libro
  17. Sobre E. F. Benson
  18. Créditos
  19. Índice