Capítulo 2
Ampliación del modelo de injusticia
epistémica testimonial a la historia de la filosofía en el caso específico de México
En esta sección, examinaré diecisiete obras historiográficas de la filosofía en México en el siglo xx y xxi a la luz del concepto de injusticia epistémica, para lo cual primero expondré las tres manifestaciones más comunes de la injusticia epistémica en su forma testimonial: Déficit de credibilidad (A); Uso de estereotipos (B); y Cosificación mediante el silenciamiento (C).
Déficit de credibilidad (A)
La Historia de la filosofía en México publicada por Samuel Ramos en 1943 se reconoce como la primera ‘historización’ sistemática de la filosofía mexicana. En ella, Ramos no incluyó ni una sola filósofa, de manera que nuestra tradición histórica filosófica se inaugura con ese vacío de conocimiento: el de las mujeres filósofas. De hecho, Ramos ni siquiera hizo mención de la profesora Paula Gómez Alonzo, colega suya en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam, quien, en 1933, diez años antes de que Ramos publicara su Historia…, había escrito – nada más y nada menos – la primera tesis de maestría de esa Facultad, publicada con el sugerente nombre de “La cultura femenina”. Aun cuando resulta imposible afirmar que Ramos sabía de la existencia de esa tesis de Gómez Alonzo y que eligió ignorarla, lo que no puede ponerse en duda – pues es un dato de la realidad – es que sí tomó la decisión de no incorporar en su libro a Gómez Alonzo ni a ninguna otra filósofa, con lo que cometió una injusticia epistémica hacia las mujeres en su disciplina.
Transcurrieron veinte años después de la obra de Ramos y se publicó Estudios de historia de la filosofía en México (De la Cueva et al., 1963), a cargo de un equipo enteramente masculino formado por académicos tan prestigiosos como Miguel León-Portilla, Edmundo O’Gorman, José María Gallegos Rocafull, Rafael Moreno, Luis Villoro, Leopoldo Zea, Fernando Salmerón y Abelardo Villegas (algunas ediciones después se incorporaría también Ramón Xirau). Este nuevo compendio de la filosofía mexicana pretendía ser un recorrido histórico exhaustivo, pero la única mujer que incluyó fue Sor Juana Inés de la Cruz; más tarde, Xirau incorporaría también a la filósofa española María Zambrano, en el apartado sobre los exiliados de esa nación en México. De nuevo se había ignorado a Paula Gómez Alonzo, quien para entonces ya había publicado al menos dos libros más: en 1955 su trabajo doctoral Filosofía de la Historia y Ética (1955) [reseñado en 1956 por Eli de Gortari en Dianoia], así como, en 1958, La ética en el siglo xx (1958) en ediciones de la propia Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Pero el equipo redactor en su integridad también ignoró a otras filósofas que a esa altura ya tenían una valía filosófica de importancia, como Rosario Castellanos, que había publicado, por ejemplo, Sobre cultura femenina (1950), además del premiado Balún Canán (1957), así como varias de las destacadas alumnas de José Gaos, entre las que estaban Victoria Junco (quien en 1944 publicara Algunas aportaciones al estudio de Gamarra o el eclecticismo en México), Monelisa Pérez-Marchand (quien en 1945 publicara Dos etapas ideológicas del siglo xviii), Olga Victoria Quiroz-Martínez (quien en 1949 publicara La introducción de la filosofía moderna en España. El eclecticismo español en los siglos XVII y XVIII), Vera Yamuni (quien, en 1951, publicara Conceptos e imágenes en pensadores de lengua española), Carmen Rovira (quien en 1958 publicara Eclécticos Portugueses del Siglo XVIII y Algunas de sus Influencias en América: México, Ecuador y Cuba) y Rosa Krauze, quien en 1961 publicara La filosofía de Antonio Caso, obra, por cierto, ampliamente citada en Estudios…
No corresponde en el presente trabajo de investigación hacer un análisis pormenorizado de la influencia que tuvo esta visión parcial de la filosofía mexicana, con que se inauguró la historia de la filosofía en México, sobre las subsecuentes obras producidas desde 1943 en ese mismo género, pero no parece descabellado suponer que si ninguno de esos dos libros germinales le dio valor epistémico al quehacer intelectual de las filósofas –esto es, a sus investigaciones, sus temas de estudio, sus propuestas, sus reflexiones y sus obras–, eso bien pudo ayudar a definir la tendencia del sesgo que, aún hoy, casi ochenta años después, todavía existe en las historias de la filosofía en México. No se trataba entonces – ni se trata hoy – de que no hubiera filósofas, sino de que no se les reconoció como sujetos de conocimiento, como “informantes válidos”; es decir, se les negó credibilidad epistémica y, con ello, afirmamos con Fricker, se les denigró en su misma humanidad. Por lo mismo, quizá lo más inquietante del silencio al que se sometió a las mujeres filósofas es la aparente normalización del hecho, ya que –ni ayer ni ahora– hubo quien protestara por la injusticia, ni siquiera quienes habían sido excluidas. ¿Se daba por descontado que la filosofía no era un lugar para las mujeres?
Uso de estereotipos (B)
Que la filosofía no era un lugar para las mujeres era precisamente lo que se pensaba en los albores de nuestra historia de la filosofía, como lo muestra, por ejemplo, el texto de 1939 “La mujer en la historia” de José Gaos, que es una muestra de la mentalidad imperante en la época, eso que el filósofo mexicano Guillermo Hurtado ha...