El mundo relacional adolescente. Familia, pares, pareja y comunidad
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El mundo relacional adolescente. Familia, pares, pareja y comunidad

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El mundo relacional adolescente. Familia, pares, pareja y comunidad

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Este segundo tomo de la serie Ser adolescente en el Perú se centra en la conectividad social de las y los adolescentes peruanos. Se analizan aquí las expectativas que tienen sobre los vínculos que desarrollan con sus cuidadores, pares, docentes y comunidades, además de la manera en que los evalúan y viven en cada entorno. Asimismo, se aborda la forma en que se gestan las relaciones familiares a partir de la teoría de estilos parentales y las dinámicas de soporte y control, tratando de tipificar las formas de relacionamiento en las familias de las y los adolescentes. Dada la importancia de los pares en esta etapa del desarrollo, se analizan la construcción de los lazos de amistad, el rol que estos cumplen y la búsqueda de pareja como fenómenos significativos en la adolescencia.

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Información

Año
2021
ISBN
9786123176921
Edición
1
Categoría
Bildung
Capítulo 1.
Conectividad social en la adolescencia
1.1. Introducción
La adolescencia es también una etapa de profundas transformaciones a nivel social, no solo en términos de las relaciones entre cuidadores y adolescentes, sino también en las interpersonales a nivel de pares y en los vínculos con la comunidad y con docentes (Jose, Ryan & Pryor, 2012).
Muchas de las imágenes más distorsionadas de la adolescencia y más explotadas por los medios de comunicación tienen que ver con el relacionamiento y suelen resumirse sobre todo en gritos entre padres, madres, hijos e hijas, puertas estrelladas, largos silencios en casa y adolescentes que sonríen solo en presencia del grupo de pares. Estas imágenes —que llamamos «mitos» en otro lugar (Pease, Cubas & Ysla, 2012)— suelen cuestionarse poco y, lo que es peor, organizan también las vivencias de los propios adolescentes al consumirse en películas y series televisivas.
El estereotipo que describimos proviene de la distorsión de un proceso de transformación que en efecto sucede en la adolescencia. Las teorías de desarrollo humano más influyentes a nivel psicosocial que profundizan en la adolescencia (Arnett, 2015; Erikson, 1968; Marcia, 1967; Sullivan, 1953) plantean transformaciones cruciales en el dominio social que implican una revisión de los vínculos primarios con las y los cuidadores, así como una ampliación del espectro de interacciones con los pares. Las transformaciones a nivel cognitivo ocasionan al mismo tiempo una serie de revisiones, entre otras cosas, de los criterios y sustento de la autoridad de los padres y madres. Empiezan a pensarse, de otra forma y con una mente más crítica y compleja, dichos vínculos y, por tanto, a revisarse las relaciones familiares al mismo momento en que aparecen nuevas formas de interactuar con los pares (Kail, 2002), quienes —como veremos más adelante—, constituyen agentes cruciales en el proceso de construcción de la identidad.
Este complejo proceso de revisión, reajuste y transformación de las relaciones no supone ni tendría por qué suponer que haya una suerte de jerarquía entre padres y pares, tampoco el deterioro de los vínculos con las y los cuidadores, como los mitos que describimos presuponen. De hecho, numerosos estudios muestran que las y los adolescentes, de manera consistente, consideran cruciales las relaciones con sus padres y madres durante esta etapa (Steinberg, 2017).
Ninguna de estas teorías ni revisiones se hizo propiamente con adolescentes peruanos. Por el contrario, el mundo relacional de la o el adolescente peruano aún es poco explorado y la evidencia empírica es todavía escasa (Lister y otros, 2015; Oliveros y otros, 2009). Además, los estudios sobre dicho mundo social tienden a centrarse en las relaciones con los padres, madres y pares, excluyendo el relacionamiento a partir de sus valoraciones con ecologías más amplias como el barrio o comunidad (Ayma, 2019). Esto da cuenta, a su vez, de un abordaje más próximo a la comprensión que se tiene de los vínculos en sociedades individualistas —en el continuum entre individualismo y colectivismo (Vera-Noriega, Rodríguez Carvajal & Grubits, 2009)—, donde la conquista de la autonomía ocupa un rol crucial y el barrio o la comunidad tiene un carácter más transitorio y menos definitorio que en las sociedades colectivistas como las nuestras.
Un abordaje del relacionamiento en el ciclo vital en general y en la adolescencia en particular que nos parece en especial valioso se da a través del concepto de «conectividad social» (CS). Este permite indagar en profundidad diversos entornos en los que la o el adolescente se desarrolla sin establecer relaciones jerárquicas entre ellos. La conectividad social se define básicamente como la evaluación que realizan las y los adolescentes con respecto a sus vínculos con otras personas significativas que les brindan un sentido de pertenencia y ausencia de soledad (Jose, Ryan & Pryor, 2012). Al respecto, autores como Karcher y Lee (2002) definen a la CS adolescente como la percepción sobre la participación y afecto por los demás, significativos en diferentes espacios y niveles de interacción. En esa línea, se entiende a la CS como una evaluación generada al tomar en cuenta las distintas ecologías en las que las y los adolescentes participan, apelando a la naturaleza, propiedad y calidad de las relaciones que ellas y ellos establecen, los estados psicológicos subjetivos (afectivos y cognitivos) que tienen sobre dichos vínculos, así como una combinación de estados y comportamientos específicos que se relacionan e influyen (Jose, Ryan & Pryor, 2012).
Dado que la CS puede analizarse desde distintas ecologías en las que un adolescente se desenvuelve, la investigación empírica a nivel psicológico explora cuatro espacios centrales respecto a la conectividad social adolescente: los pares, la familia, la escuela y la comunidad (Jose, Ryan & Pryor, 2012). Sin embargo, salvo la investigación de Jose, Ryan y Pryor (2012), estos dominios nunca exploraron de manera simultánea. En esa línea, se identificó que, por ejemplo, la conectividad social con los pares tiene un efecto importante en el bienestar psicológico y la salud mental adolescente.
Sobre la conectividad social centrada en la escuela, su ahondamiento se sustenta sobre la base de que este espacio termina siendo una de las principales ecologías para examinar resultados positivos a nivel de desarrollo, pues se exploran las percepciones sobre el clima escolar, las relaciones docente-estudiante, así como el sentido de pertenencia, inclusión, aceptación y soporte interpersonal. Resultados positivos en este dominio se vincularon con iguales resultados en el ámbito académico y del bienestar psicológico (Anderman, 2002; Jose, Ryan & Pryor, 2012). Sobre la conectividad social en el espacio familiar, se analizan básicamente las propiedades de las relaciones intrafamiliares y se enfatiza la importancia de la calidad de los vínculos cuidador-adolescente, la reciprocidad y mutualidad en la relación para el bienestar de las y los adolescentes, así como para su salud mental (Jose, Ryan & Pryor, 2012).
Además, estudios como el de Jose, Ryan y Pryor, (2012), que realizaron con adolescentes neozelandeses, identificaron longitudinalmente que la CS global —indicador agregado de la conectividad en los cuatro espacios propuestos— lograba predecir el bienestar psicológico. Dicha predicción era básicamente unidireccional. No obstante, se identificaban relaciones recíprocas entre la CS y el bienestar psicológico en los dominios de la familia y la escuela. Así, aun cuando se hace evidente el potencial de esta aproximación para el ahondamiento en las relaciones interpersonales en la adolescencia, este enfoque no se exploró frecuentemente en contextos latinoamericanos, lo que nos permitiría contrastar lo referido ante la variabilidad cultural en este contexto, sobre todo en la importancia de las ecologías sobre las cuales sustentan sus hallazgos.
Asimismo, la CS en la adolescencia se mencionó como variable asociada positivamente con indicadores de salud y conducta óptima, como optimismo, esperanza, afrontamiento y satisfacción con la vida (Anderman, 2002; Camfield, Choudhury & Devine, 2009; Gillison, Standage & Skevington, 2008; You y otros, 2008). En ese sentido, se le ha visto como un factor de promoción de la salud y el desarrollo adolescente (Anderman, 2002; Camfield, Choudhury & Devine, 2009; Gillison, Standage, & Skevington, 2008; Jose, Ryan & Pryor, 2012).
Si nos centramos en el caso peruano, no existe un precedente de aproximación desde la CS a las relaciones interpersonales durante la adolescencia. Sin embargo, se pueden rastrear algunos estudios, como el de Santos (2015), en donde se contempla las redes familiares y amicales para analizar las trayectorias académicas de adolescentes de Lima. Así, se identifica la importancia del ambiente familiar en la conformación de un ambiente propicio para el aprendizaje y los potenciales efectos contraproducentes de entornos hostiles en donde la violencia puede ser un fenómeno que incida negativamente en la trayectoria académica de las y los adolescentes. Junto con esto, se evidencia el papel de las redes amicales y los procesos de autoidentificación que resultan de dicha dinámica para las expectativas y metas que las y los adolescentes elaboran al final con respecto a su futuro. Asimismo, el estudio de Rojas y Cussianovich (2013), que ahonda en factores que inciden en el bienestar subjetivo desde las voces de las y los adolescentes, identifica que el mantener relaciones positivas con las y los cuidadores, así como contar con una red amical cualitativamente buena, son elementos asociados con el bienestar. Además, investigaciones como las de Shisco (2013) ahondan en la importancia del soporte social hacia adolescentes que se encuentran en espacios institucionalizados y no institucionalizados, en sus procesos de adaptación a distintos entornos (como el educativo), donde resalta el papel de las figuras familiares, amicales y educativas hacia dicho proceso, así como el de los profesionales de espacios de atención residencial cuando se identifican situaciones de abandono familiar. En esa línea, estudios como el de Paz (2011) exploran el caso de adolescentes en situación de empleo e identifican niveles medios y bajos de soporte social. También se estudian fenómenos como la percepción de soledad desde una arista psicométrica (Ventura-León, Caycho-Rodríguez, Barboza-Palomino & Cáceres-Gonzales, 2017) o desde un ahondamiento en sus actitudes (Cuny, 2001). No obstante, es necesario resaltar que, aun cuando se cuenta con encuestas nacionales —como la Encuesta Nacional de Relaciones Sociales (ENARES), que se vincula con distintos grupos etarios, incluida la adolescencia—, no se aborda elementos de evaluación sobre las relaciones interpersonales, pues se focaliza sobre todo en dimensionar fenómenos como la violencia.
Sobre la CS, aun cuando el presente estudio se centra en su exploración desde un foco en la adolescencia, este no es un constructo cuya relevancia se dirija solo hacia dicho grupo etario. En los últimos años, el estudio de las relaciones sociales cobró una importancia significativa como dimensión relevante al momento de comprender tanto el bienestar de las personas, como su experiencia de pobreza en términos multidimensionales. En ese sentido, el foco en dicho fenómeno es reportado, debatido y propuesto como una dimensión relevante para las personas en diversos estudios y contextos culturales, con lo que se toma distancia de una tradición por evidencia focalizada únicamente en países WEIRD (Zavaleta, 2015). Así, el componente evaluativo sobre la situación del relacionamiento interpersonal es un elemento central propuesto en los estudios del desarrollo desde una visión multidimensional (Nussbaum, 2012; Zavaleta, 2015).
Desde una aproximación psicológica, el establecimiento de vínculos interpersonales y la adscripción a colectivos y grupos son los principales mecanismos evolutivos que facilitan la adaptación al entorno, el acceso a recursos y el mantenimiento y supervivencia de la especie en términos reproductivos (Baumeister & Leary, 1995; Holt-Lunstad; 2018). Así, la investigación empírica identifica que el contacto y relacionamiento con otros genera placer y afecto positivo, mientras que su privación genera escenarios de estrés (Baumeister & Leary, 1995). En esa línea, los análisis desde la neurociencia y la biología evolucionista mencionan a la necesidad de pertenencia como un detonador de mecanismos cerebrales que se fortalecen en el tiempo y potencian la hipótesis de dicha necesidad como innata (Baumeister & Leary, 1995). No obstante, aun cuando se habla de variabilidad cultural en el procesamiento social (Holt-Lunstad; 2018) y en la caracterización y dinámicas de las relaciones interpersonales (Santini, Koyanagi, Tyrovolas, Mason & Haro, 2015), la evidencia es consistente respecto a la importancia de los lazos sociales y su vínculo con el sistema opioide del cerebro —encargado de regular las recompensas, el dolor y ciertos patrones conductuales, así como el humor y el bienestar—, lo que genera recompensas biológicas ante su generación y disconformidad ante su ausencia (Baumeister & Leary, 1...

Índice

  1. Prólogo
  2. Presentación
  3. Introducción
  4. Capítulo 1. Conectividad social en la adolescencia
  5. Capítulo 2. Relación con padres y madres o cuidadores en la adolescencia
  6. Capítulo 3. La relación con pares y pareja en la adolescencia
  7. Reflexiones finales
  8. Anexos
  9. Anexo 1. Marco metodológico del proyecto
  10. Anexo 2. Componente ético y abordaje de casos críticos
  11. Anexo 3. Algunas conclusiones y reflexiones finales sobre «Ser adolescente en el Perú»
  12. Bibliografía
  13. Sobre las y los autores