Hilos tensados
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Hilos tensados

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Información del libro

El 18 de octubre 2019 se detonó en Chile un conjunto de eventos que en pocas semanas cuestionaron, en profundidad, muchas de nuestras certidumbres colectivas. El país se ha visto enfrentado a su más grave crisis social desde hace décadas. Un conjunto heterogéneo de disputas y demandas han desestabilizado el lugar de la economía de mercado; han expresado nuevos anhelos de integración y protección social; han constituido a la violencia, en sus muy distintas manifestaciones en una realidad de inevitable análisis; han interrogado las fronteras de lo público, lo estatal y lo privado; han cuestionado formas tradicionales de ejercicio de autoridad y de regulación social; han revelado la fuerza del empuje hacia la re-definición de las relaciones entre los individuos, y entre estos y las instituciones.

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Información

Año
2022
ISBN
9789563034387
Categoría
Historia
Parte I.
TRAMAS Y TENSIONES

Desmesuras, desencantos, irritaciones y desapegos2

Kathya Araujo3
El desenlace de las revueltas de octubre en Chile está abierto. Quedará abierto por mucho tiempo, la verdad… O, mejor dicho: ojalá que así sea. Es así y debe ser así, porque la clausura prematura de lo que aquí ha emergido no sería algo deseable. Darnos el tiempo es esencial para hacer que el diálogo se vuelva un hábito. Esencial para desanudar lo anudado y reanudarlo de nuevas maneras, para que podamos hacer lo que nos es indispensable para restaurar un tejido social cuyas tramas han sido heridas —y en cierto modo desgarradas— por las violencias estructurales, simbólicas, políticas, estatales, inorgánicas o interpersonales desde hace ya mucho tiempo. Para que las responsabilidades no cumplidas tengan consecuencias. Aunque las urgencias deben ser atendidas ya, qué duda cabe, necesitamos darnos el tiempo y no cometer los errores anteriores, como los de los años noventa y posteriores, con una transición a la democracia que optó por suturar una herida aún supurante. La prisa y la aceleración, caras tanto al ideal neoliberal como al universo del reinado irrestricto del orden, son malas consejeras cuando lo que tenemos delante como deber es re-pensar y re-hacer la sociedad de tal manera que podamos sentirnos parte de ella y haya lugar para todos y todas. Lo que tenemos delante de nosotros y nosotras es un debate extremadamente importante respecto no solo de cuál es la sociedad que queremos, sino de cómo queremos llegar a ella…y un largo camino para intentar conquistarlo.
Para contribuir en este camino, evidentemente, es indispensable entender lo que en octubre del 2019 ha comenzado a fraguarse, pero dada la cercanía de los acontecimientos mi objetivo aquí es más modesto y realista: tratar de poner en perspectiva lo que hoy vivimos. Lo haré ciñéndome a aquello que los estudios que he desarrollado a lo largo de los últimos dieciséis años han ido mostrando.4
Estos trabajos me permiten afirmar que lo que hoy enfrentamos es expresivo de la cristalización en la sociedad de un circuito de desapego. Un circuito compuesto por una articulación de desmesuras, desencantos, irritaciones y, finalmente, desapegos. Se trata de un circuito que admite dos entradas comprensivas. Puede ser leído de manera lineal, es decir, entendiendo que una cosa siguió a la otra en el tiempo: las desmesuras llevaron a los desencantos, los desencantos a las irritaciones y estas a los desapegos. Pero, también es posible hacer de él y de sus componentes una lectura más bien circular y sincrónica. Todos estos componentes actúan hoy simultáneamente y la actuación de cada cual retroalimenta a los demás. Resulta imposible entender la magnitud de los desapegos sin la intensidad de las desmesuras. No es posible dar razón de la virulencia de las irritaciones sin considerar la profundidad de los desencantos.
Este circuito cuya estación final son los desapegos, el que se instaló en la sociedad chilena, ciertamente no explica por completo el “acontecimiento octubre” (el tipo de “politicidad”, sus modalidades, su magnitud, su formas expresivas), sin embargo, me parece, permite entender lo que se juega en él y lo que se abre como desafío para el futuro; por eso vale la pena seguir sus huellas.
Los estudios realizados sugieren que para entender el surgimiento de este circuito resulta necesario situarlo en el marco de los efectos sobre los individuos y el lazo social de la transformación de la condición histórica que ha sufrido la sociedad chilena en las últimas cuatro décadas (o poco más). En este contexto, ellos han mostrado también que dos han sido las corrientes principales que de manera simultánea, contradictoria y complementaria han cincelado la condición histórica actual: la instalación del modelo económico neoliberal al que se le adosó un nuevo modelo de sociedad, y una corriente de fuertes empujes a la democratización de las relaciones sociales.5 Veamos, pues, de qué manera cada una de estas corrientes ha aportado y nutrido la producción de este circuito que entrama la sociedad chilena actual.

Un modelo llamado neoliberal

La instalación del modelo económico y social neoliberal en curso desde algo más de cuatro décadas implicó nuevas exigencias estructurales para los individuos, al mismo tiempo que impulsó nuevos ideales sociales. La economía nacional se orientó a la exportación, la que se abrió al mercado internacional y, más tarde, al mercado de capitales. El mercado de trabajo se reguló sobre nuevas bases, lo que impulsó la creciente flexibilización, el ingreso de lógicas de competencia, y el quiebre de la asociatividad colectiva en aras de una individualización progresiva de las relaciones entre empleadores y empleados (Ramos, 2009; Soto, 2008; Todaro y Yáñez, 2004). Se transformaron los principios de la protección social y, debido a la expandida privatización de la educación, la previsión social y de la salud, se restringieron los servicios públicos a los cuales los ciudadanos pueden acceder. El consumo se convirtió en un fundamento estructural y de la definición de status (Moulian, 1998), y el crédito en un elemento estructurador de las relaciones sociales y de la vida personal (Ossandón, 2012; Banco Central de Chile, 2018). Las relaciones entre los grupos sociales sufrieron una profunda transformación. Pero el modelo económico neoliberal implicó además una nueva oferta de modelo de sociedad. Se introdujo la imagen de una sociedad perfectamente móvil y competitiva; la valoración de la ambición
personal y la confianza en el esfuerzo propio; la imagen de actores fuertemente responsabilizados de su destino personal; el empuje de una figura de individuos propietarios de diferentes formas de capital que deben obtener y aumentar (estudios, compras de bienes, redes, etc.); principios de competencia generalizada; y una oferta de integración vía consumo y crédito (Araujo y Martuccelli, 2012 y 2013).
El neoliberalismo, nombre con el que ha sido denominado por los individuos este modelo, ha sido asociado a la mejora de las condiciones de vida, lo que aparece como un hecho innegable y bien valorado en tanto posibilita logros que, para muchos, constituyen verdaderas rupturas en sus propias historias familiares.6 Como lo muestran nuestros resultados, las personas valoran de manera importante los saltos intergeneracionales en las condiciones de vida que evidencian sus propias historias (sus abuelos que debían ir descalzos o vivir en casas con piso de tierra; sus padres que no accedieron a la educación superior). Existe más de un indicador a este respecto: el aumento de los niveles de escolaridad y el porcentaje de nuevos grupos que se incorporan a la educación superior;7 el descenso del número de personas viviendo bajo la línea de pobreza; el mejoramiento del equipamiento de los hogares;8 o el aumento de oportunidades de consumo (Larraín, 2006; Ossandón, 2012).
La mejora de las condiciones de vida ha derivado en un aumento de las expectativas de acceso al consumo y de la participación en el reparto de la riqueza, como lo han señalado algunos. Pero, sobre todo, el modelo, sus ideales, sus empujes y las experiencias provistas, tuvieron como efecto relevante la recomposición de lo que las personas consideran el mínimo digno vital. Lo que se dio es una transformación del horizonte de aquello a lo que legítimamente se puede aspirar. Una transformación que, aunque no solo es material sino que, como veremos luego, toca otras dimensiones interpersonales, ha tenido un fuerte impacto en los significados actuales de lo que se considera digno, es decir, ha transformado los contenidos de la dignidad tanto en términos de las provisiones materiales como de las oportunidades sociales básicas.
Al mismo tiempo, y esto es muy importante, estas experiencias de acceso a bienes materiales (como electrodomésticos, vestuario, etc.) y no materiales (como educación), se han traducido en una imagen de mayor cercanía respecto de otros grupos sociales. Cercanía que, aunque no es en absoluto una experiencia vivida (más bien al contrario), hoy ordena las expectativas de las personas acerca de lo que idealmente deberían ser las distancias sociales, y revela su rechazo a las formas en que estas han sido manejadas tradicionalmente por las élites (Araujo, 2009). Se trata de una expectativa puesta siempre en tensión por el mantenimiento de profundas desigualdades en el país (PNUD, 2017).
Pero, si ha habido un reconocimiento de las mejoras en las condiciones de vida, al mismo tiempo las personas han percibido que esto no tenía las mismas consecuencias para su calidad de vida ni para su bienestar personal. Más todavía, se han enfrentado a que aquello que podían obtener implicaba grados muy altos de sacrificio personal. En términos generales, se expandió el sentimiento que el precio a pagar era simplemente demasiado elevado. El cambio de la condición histórica desde esta perspectiva está asociado con una extendida y profunda experiencia de desmesura.
El modelo neoliberal y sus consecuencias en términos de precarización laboral, inconsistencia en las posiciones sociales (Araujo y Martuccelli, 2011), pérdida de protecciones sociales y privatización de servicios sociales, entre otros, han producido lo que ha sido leído como exigencias desmesuradas para poder gestionar su vida ordinaria. Esta situación ha generado un nivel de desgaste y agobio transversal en toda la sociedad, excepto probablemente en el pequeño grupo más protegido y aventajado. Una consecuencia importante de este decurso ha sido que, de manera transversal a los diferentes grupos sociales y sectores socioeconómicos, la desmesura de las demandas ha conducido de manera paulatina pero constante al desencanto. Las críticas al modelo, al sistema o al esquema, una denominación muy extendida y muy presente en los discursos críticos sobre la sociedad (Araujo y Martuccelli, 2012), han sido también transversales, aunque las razones y su alcance no sean siempre las mismas.
Las críticas apelan a la consolidación de un capitalismo que es percibido como incontrolado y desigual. Este “sistema” se encarna en diferentes experiencias. Por un lado, en la imprevisibilidad de un mercado laboral de exigencias desmesuradas y de retribuciones escasas, tanto en seguridad como en términos salariales. Experiencias extendidas en una realidad en la que solo un 41,6% del total de ocupados y un 56% de los asalariados presentan un empleo protegido, vale decir, con contrato escrito, indefinido, liquidación de sueldo y cotizaciones para pensión, salud y seguro de desempleo (Fundación Sol, 2014, p. 5); en la que el 80% del empleo asalariado es de baja calidad, pues no se encuentra protegido e implica ingresos menores a dos sueldos mínimos, lo que es considerado como el Ingreso Ético Mínimo (Stecher y Godoy, 2014, p. 56); y en la que se ha desarrollado en las últimas décadas una significativa intensificación del trabajo, presiones elevadas derivadas de la aceleración de los procesos de producción, la extensión de las horas de trabajo9 y el consecuente alargamiento de jornadas (Ramos, 2009). A ello necesariamente hay que sumarle, en el caso de Santiago, el elevado número de horas de traslado desde los hogares a los centros de trabajo y viceversa: más de ...

Índice

  1. Portada
  2. Título
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Agradecimientos
  6. Introducción Chile en la encrucijada
  7. Parte I. TRAMAS Y TENSIONES
  8. Parte II. ACONTECIMIENTOS E IRRUPCIONES