Vida y muerte del Chile popular
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Vida y muerte del Chile popular

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Este "diario sociológico", como lo ha definido su autor, podría haber llevado perfectamente el título de otro clásico, pero de la ficción, como es Crónica de una muerte anunciada; aquí, sin embargo, el centro de la historia no es un personaje ficticio, ni mucho menos individual, porque se testimonia la caída de una sociedad completa al abismo, o al menos de una forma de ella, la que su autor, Alain Touraine, destacado sociólogo francés, ha bautizado como "el Chile popular". Publicado en Francia en 1973, y en México en 1974, Vida y muerte del Chile popular aparece –y quizás se lee– por primera vez en nuestro país. Con una mirada atenta, objetiva pero profunda, distante y compenetrada al mismo tiempo, Touraine toma notas de sus días en Chile durante las semanas precedentes y posteriores al golpe de Estado de 1973, dejando un registro único que nos permite entender la grandeza y flaqueza de la Unidad Popular, así como analizar los fragmentos dejados por su estrepitosa caída. Al decir del propio Touraine: "Este diario mezcla las reacciones ante los acontecimientos y un análisis no sistemático pero continuo sobre las clases sociales y el Estado, el sistema político y los movimientos sociales en Chile […] No modifiqué mis juicios después de escribirlos, pero a veces añadí comentarios, siempre fechados, en los que discuto un texto que contemplo a la vez como un testimonio y como un libro en el que prosigo mi reflexión sobre Chile y América Latina, con espíritu de búsqueda, vivificado sucesivamente por la solidaridad, la inquietud y la cólera".

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Información

Año
2022
ISBN
9789563034585
Categoría
History
Categoría
World History

1 de septiembre: Guerra y revolución, oposición del caso chileno a la situación leninista o maoísta

Cualquier análisis de las luchas sociales y las relaciones políticas en Chile debe reconocer que su forma actual está impulsada por la ausencia de conflictos internacionales. Esta idea debe ser presentada más claramente de lo que lo he hecho hasta ahora. ¿Se han unido alguna vez el conflicto de clases, la lucha política, los levantamientos de los excluidos en una acción unificada fuera de la presión extrema de una amenaza externa? ¿Existen revoluciones en la historia reciente que no estén asociadas con las guerras, directa o indirectamente? La ausencia de guerra e incluso de una amenaza externa es mucho más que una circunstancia favorable a la continuidad de la vía chilena. Es la principal condición para su existencia. Dejemos que la sombra de los marinos se eleve en el horizonte y el sistema actual estallará, será reemplazado por un Gobierno de salvación pública que derribará el orden social establecido o será derrocado por él, arrastrando a todas las fuerzas revolucionarias a su caída.
Hasta ahora, Chile no ha sido dominado por la amenaza externa. Sufre los obstáculos que le impone Norteamérica, pero el peligro así creado no es clara e inmediatamente letal como en el caso de una guerra o una expedición colonial. Su desarrollo en los últimos tres años ha estado determinado esencialmente por factores internos y, por consiguiente, por la ausencia de un principio que integre las diversas orientaciones de la acción popular. Esto nos lleva a una segunda peculiaridad de la situación chilena. Porque el papel de la guerra no es esencial más que en la medida en que la sociedad atacada está dominada por un Estado y un sistema de reproducción cultural integradores y que imponen su poder absoluto a las fuerzas sociales y a sus conflictos. En esta situación, lucha nacional, lucha de clases y voluntad de modernización coinciden ampliamente; contra el Estado un partido único o hegemónico dirige la lucha y puede triunfar si la guerra destruye el sistema que él combate o también si la guerra coloca a toda la sociedad bajo su control casi militar. Incluso si Chile es de todos los países de América del Sur aquel cuyo Estado es el más fuertemente constituido, se trata de un Estado dominado por el juego político y los grupos de intereses más que de un Estado despótico, “oriental” o napoleónico. No existe en Chile ni factor interno —el Estado— ni factor externo —la guerra— de unificación de las luchas pendientes. La sola unidad entre ellas es la propuesta por las instituciones, fortalecida por la lucha de clases y sostenida por el movimiento popular de base; es la persona del Presidente y el programa de la Unidad Popular sobre el cual se han puesto de acuerdo los grandes partidos. Es también la solidaridad contra el adversario de clase, que ha mantenido exclusiones sociales y del que se sabe que está apoyado por los norteamericanos. Pero ni el campo popular ni el campo contrario están unificados. Los actores políticos repiten día tras día lo contrario; para ellos todo es siempre enfrentamiento global entre el pueblo y la burguesía o entre la democracia y la dictadura. Pero los principios de unidad así introducidos son artificiales. La mayoría de las situaciones latinoamericanas son de este tipo; a esto se debe que sean frágiles, lo cual no puede justificar en ningún caso la idea de que sólo haya en ellas crisis estrictamente políticas y revoluciones de palacio.
Este tema es como un hilo de Ariadna que atraviesa estas páginas. Desde finales del siglo XIX, el movimiento obrero revolucionario penetró en los países autocráticos, añadiendo al pensamiento marxista original una nueva línea intelectual y política, que va de Lenin a Mao. Aquí el movimiento obrero está penetrando en un tipo de sociedad que es diferente tanto de las sociedades capitalistas centrales como de las despóticas. Chile es, de hecho, el primer caso histórico en esta categoría porque Cuba era un país más colonizado que dependiente y sin instituciones políticas. De ahí el inmenso interés que el mundo tiene en Chile. ¿No vemos nacer junto a la socialdemocracia o a los partidos obreros de Europa occidental, junto a los partidos-Estados del mundo comunista, movimientos revolucionarios asociados al mantenimiento del conflicto social, instituciones políticas abiertas y un Estado autónomo?
De momento, ahora que termina una etapa del gobierno Allende y de la crisis presente, la interrogación que domina las mentes es ésta: ¿una transformación profunda de la sociedad puede ser realizada a la chilena, es decir, sin poder absoluto? ¿Puede haber cambios revolucionarios sin revolución?
Algunas de las notas que he tomado día tras día son un intento no sistemático pero continuo de responder a estas preguntas. Mientras Chile vive desde el 29 de junio en la expectativa de un golpe de Estado militar y de la ruptura del sistema político, en medio de los acontecimientos más apremiantes, defendí la idea de que la vía chilena tenía una gran capacidad de resistencia y que la victoria de la derecha democratacristiana y nacional se hacía muy improbable por la fuerza de la movilización popular. Al mismo tiempo, he expresado constantemente mi angustia ante un caos que el sistema chileno está mal constituido para dominar. Hasta ahora la ausencia de amenaza exterior ha ayudado al mantenimiento de la vía chilena. El caos económico puede hacerla saltar, y caer finalmente en el precipicio. A corto plazo la amenaza va a endurecer las organizaciones y las relaciones políticas, pero sin que salgamos de una lucha de clases desbordada a la vez por el juego político y por movimientos populares o extremos. Lucha patética de un sistema endeble contra las fuerzas que no logra dominar y que esta misma debilidad fortalece. Lucha en la que se ventila el mantenimiento de un sistema “abierto” de transformación social.
No trato de prever el futuro en mayor grado que los militantes políticos con quienes hablo. Como ellos, siento la extremada fragilidad de la situación actual. Todo parece en suspenso en este momento, casi inmóvil, y sin embargo, todo parece debe ir muy rápido. Conozco a pocos, a derecha o a izquierda, que hablen de un porvenir que diste más de unos cuantos días o unas cuantas semanas; pero al mismo tiempo no se da ningún paso decisivo ni de un lado ni de otro y nada parece urgente. Diríase que vivimos más el destino que la historia de la revolución chilena.
El Gobierno de la Unidad Popular soporta crisis extremas. No será derrotado por sus oponentes de derecha. ¿Pero no será todo el sistema político arrastrado por la crisis?

2 de septiembre: Los socialistas y la necesidad de romper con el imperialismo, el sociólogo y el actor político

Una vez más, anoche, oí el “tono” socialista escuchando a un militante importante del partido, que ocupa desde hace tres años un cargo administrativo muy alto. ¿Por qué esta imagen obsesiva del enfrentamiento inevitable? No faltan los argumentos. Unas explosiones interrumpen por un instante nuestra conversación. Los atentados se multiplican; el ejército y sobre todo la marina se muestran agresivos; de todas partes de la derecha se reclama la deposición del Presidente. Sin embargo, este tipo de explicación no basta. Los militantes socialistas expresan en la situación actual al movimiento revolucionario, pero en el interior de una acción y de un sistema políticos que sólo le permiten desarrollarse en parte.
El MIR ha tomado su decisión: no habla más que en nombre de un movimiento revolucionario. Esto otorga a su análisis coherencia y claridad. El Partido Comunista se ha situado de golpe en un nivel político, es decir, en el orden de lo posible. El Partido Socialista está gobernado a la vez por su participación motriz en el movimiento revolucionario y por su solidaridad con el conjunto de la UP. Su conciencia muy viva del enfrentamiento inevitable manifiesta la prioridad que concede a la conquista el poder. La lucha de clases debe desbordar en un momento dados los límites del juego institucional. Incluso esta interpretación es insuficiente. Comprender la actitud del Partido Socialista es reconocer la extrema importancia para él de la Revolución cubana. Los comunistas se refieren con la misma frecuencia a Cuba y a Fidel; pero, para los comunistas, Cuba significa la adscripción al bloque socialista, en tanto que para los socialistas significa la ruptura con el mundo capitalista. Dos imágenes complementarias y, sin embargo, muy diferentes la una de la otra. El fantasma que puebla las noches socialistas no es el capitalismo ni la burguesía chilena, sino el imperialismo.
La evolución de Cuba estuvo determinada por el enfrentamiento con los Estados Unidos; el Partido Socialista no tiene razón al pensar que en una situación política y social como la de Chile, únicamente la ruptura con el imperialismo puede dislocar el juego político del Estado burgués y permitir el paso revolucionario al socialismo. Todo mi análisis de la situación chilena reposa sobre la idea de que combina tres dimensiones, tres órdenes de conflictos, tres niveles de acción política: las relaciones de dependencia, la lucha de clase y la participación institucional. Ante tal análisis, un socialista responde siempre que es aceptable como “descripción”, pero que es preciso evidentemente colocar detrás de esta tridimensionalidad de las relaciones sociopolíticas la unidad del actor revolucionario y no menos la del adversario. Si la ruptura parece inevitable, se debe a que es el paso necesario de esta complejidad de las relaciones actuales a la unidad del enfrentamiento entre unos actores reales y simbólicos a la vez. ¿Cómo no reconocer la fuerza de esta posición? El actor político no puede pensar con las mismas categorías que el analista. La acción va acompañada necesariamente de un ideología que opone el actor a su adversario. Lo importante no es la definición precisa del actor y todavía menos el análisis de las relaciones sociales; es la imagen de la oposición y de la ruptura la única que moviliza. El Partido Socialista apela a la clase obrera y al pueblo, pero no puede salir de la complejidad de la vía chilena más que colocando por encima de todo análisis sociológico o económico la afirmación de la ruptura necesaria, antes de encontrarse directamente al nivel del actor revolucionario con quien se identifica.
La complejidad y la debilidad de esta posición consiste en que la ruptura con el imperialismo es la condición de desarrollo de una acción definida en términos de lucha de clases. Se me responde que estas dos contradicciones no son en realidad más que una, ¿pero no sería esta realidad el mundo de las doctrinas muy aleadas de la realidad observable? De ahí el voluntarismo de la ruptura, el vértigo al borde del abismo.
¡Qué débil es el sociólogo ante esta exigencia de acción que puede arrastrar las multitudes y que marca profundamente la realidad nacional! Es débil, sin influencia, pero tiene razón, sin embargo, de no hablar desde el punto de vista del actor, aunque éste sea un actor histórico como el proletariado o el mundo colonizado, pero al nivel de las relaciones sociales.
El Partido Socialista quiere imponer por la acción del actor una unidad a un conjunto heterogéneo. De ahí el llamado mágico a la ruptura. El sociólogo, por el contrario, no conoce más que este conjunto y su ausencia de unidad fundamental. Pero yo quiero añadir inmediatamente que el sociólogo, reconociendo que el punto de vista del actor y el punto de vista del análisis son opuestos, no sólo se veta el derecho de condenar al actor, cualquiera que sea, sino que sabe que su trabajo de análisis no es posible más que en el caso de que unas fuerzas sociales manifiesten los conflictos sociales. Existen luchas institucionales, conflictos de clases y alzamientos contra la dependencia. Mientras estas oposiciones son vividas por actores reales, mientras la historia está abierta, el cometido de la sociología es necesario y posible. Se vuelve imposible cuando el sentimiento del actor social está sofocado por orden del poder o por orden del contrapoder.
Si el mundo intelectual está tan profundamente marcado por el Partido Socialista es porque el análisis necesita esta distancia entre la acción y el análisis, que cada uno de los dos trata más o menos insidiosamente de reducir, pero que el romanticismo revolucionario del PS salvaguarda, porque no puede constituir un principio de ordenación de la sociedad real. Es una de las fuerzas que llevan a la sociedad chilena hacia adelante; su violencia, sus mismas contradicciones que tiene un precio elevado para el país, son sin embargo lo que constituye su particularidad y su grandeza. A causa de que existe es por lo que la multidimensionalidad del proceso revolucionario actual se mantiene. Las coacciones institucionales son fuertes, pero es indispensable no hablar únicamente de lo posible y creer en la ruptura. La sociología no vive mejor en las llanuras resguardadas de los vientos de la historia; muere en el invernadero del totalitarismo. Vive mejor sobre las cimas azotadas por los vientos contrarios y es allí también donde aporta lo mejor de su contribución crítica a la libertad y a la lucha contra los órdenes que se esfuerzan por cubrir con su actitud positivista las relaciones y los conflictos sociales.
La historia de la sociología ha estado profundamente marcada por sus vínculos con lo que se puede llamar el socialismo de izquierda para que una reflexión sobre lo que los opone no sea a la vez el reconocimiento de su interdependencia.
Vuelvo al tema de Chile. Comprenderlo es ante todo comprender al Partido Socialista, ya que desarrolla la conciencia de clase obrera, pero sin poder jamás aislarla ni de un sistema institucional abierto ni de una conciencia popular marcada por la exclusión y la fragilidad. Cierto es que aquí los movimientos sociales han alcanzado una fuerza excepcional, han estado menos que en otras partes sometidos a la lucha de un Estado y de un partido por el poder. El izquierdismo socialista es un llamamiento, que el mundo entero oye, a la independencia revolucionaria de los movimientos populares. Un régimen que es infiel a este llamamiento deja de ser un régimen popular. El drama es que este llamamiento a la organización de las masas, esta no existencia de un partido único suponen la complementariedad del movimiento revolucionario y del Estado. Problema constante que los países árabes no han sabido resolver jamás y ante el cual Chile fracasa a su vez. ¿Existe problema más difícil, situación más preñada de esperanzas y de peligros? El Partido Socialista se inclina a la vez hacia el partido único y hacia un populismo revolucionario, opuestamente a los objetivos y a los métodos del PC. Ha contribuido en mucho a desorganizar el aparato de Estado. Parece incapaz de construir un análisis coherente de la situación chilena y, si la Unidad Popular se hunde, él es quien resistirá peor el derrumbamiento. Pero ningún movimiento popular latinoamericano puede existir sin este componente, que representa el Partido Socialista, que se ha expresado a veces por la guerrilla y a veces por los movimientos de masas y que significa el levantamiento del pueblo y de la clase obrera contra una dominación capitalista apoyada en la dependencia externa. Cuando una sociedad es dependiente, y no lleva en sí misma los factores principales de su funcionamiento y de su evolución, es difícil que las fuerzas populares puedan encargarse directamente de su transformación social. Protestan, rechazan, se insurreccionan; pero existe siempre tanto al nivel de la acción como al nivel de la situación cierta disociación entre la economía y las fuerzas sociales. De ahí el subjetivismo y el voluntarismo del izquierdismo de tipo socialista.

3 de septiembre: Comparación entre la crisis de octubre y agosto, dos posibles interpretaciones de esta última

La vida material es cada vez más difícil. El país está asfixiado por la ausencia de transporte y por la inflación. Los ricos no contienen su impaciencia, huelen la muerte de su enemigo. La izquierda parece estar entumecida en la defensiva. Por todos lados se anuncia, se espera la caída. Poco a poco, el sistema político parece salirse de la realidad social. Se está extendiendo la impresión de que los hechos decisivos están en otra parte: en la ausencia de pan, en los ataques, en el odio y el miedo, en las armas ocultas por la derecha y la izquierda.
La crisis política se está profundizando. La huelga de los transportistas se prolonga, los gremios siguen apoyándola. Se espera que se levante la inmunidad parlamentaria de Altamirano y del líder del MAPU, Garretón. La confusión y el vacío de los últimos días cubren de hecho el paso de una crisis a otra. El mes de agosto estuvo dominado por una crisis de Gobierno, la entrada de los militares en el gabinete, el riesgo de un golpe en la Fuerza Aérea y finalmente el colapso personal de Prats engullido por la imposibilidad de combinar el reformismo y el constitucionalismo, de repetir la experiencia de noviembre del 72. Lentamente salimos de esta crisis que Allende dominó muy hábilmente. Pero hemos entrado sin ninguna discontinuidad visible en una crisis mucho más grave. El ataque de los gremios, las declaraciones agresivas del Parlamento son exc...

Índice

  1. Portada
  2. Título
  3. Créditos
  4. Dedicatoria
  5. Índice
  6. Presentación
  7. 29 de julio: El movimiento popular, antes y después del 29 de junio
  8. 31 de julio: La crisis económica y la opción política
  9. 2 de agosto: Cordones industriales, comandos comunales y Poder popular
  10. 5 de agosto: Punto muerto en la tormenta, el Partido Socialista
  11. 6 de agosto: La falsa conciencia de los momios
  12. 8 de agosto: Los militares entran en el Gobierno
  13. 9 de agosto: El mitin de la CUT, socialistas y comunistas, clase obrera y pueblo
  14. 11 de agosto: El Ejército y el Estado
  15. 11 de agosto: cambio de rumbo
  16. 13 de agosto: Las opciones de la Democracia Cristiana
  17. 14 de agosto: Estado actual, dificultades y tareas futuras de la sociología de la América Latina
  18. 15 de agosto: El sistema político chileno, las fuerzas de integración y de fragmentación, el papel de los militares
  19. 15 de agosto por la noche: La prueba de fuerza, Allende la ganará
  20. 17 de agosto: Mañana los verdaderos problemas, la venganza de la política
  21. 18 de agosto: Ángel Parra, recuerdo de Violeta, Chile revolucionario
  22. 18 de agosto: Clases sociales y sistema político, el Partido Socialista, análisis e ideología
  23. 18 de agosto: Al borde del golpe de Estado, separación de la vida política y de la vida social
  24. 19 de agosto: Las tres figuras de Allende
  25. 19 de agosto: Providencia
  26. 19 de agosto: La intervención política de las mujeres
  27. 20 de agosto: Inflación, parálisis del sector público, corrupción
  28. 20 de agosto: el mir, movimiento social, violencia y acción política
  29. 21 de agosto: Un día de alerta, las soluciones limitadas siguen siendo las más probables
  30. 21 de agosto: un periodista que da miedo
  31. 21 de agosto: Movimientos y eventos en una situación revolucionaria, el papel del sociólogo
  32. 21 de agosto por la noche: Aún no estamos en medio de la crisis
  33. 22 de agosto: Violencia y terrorismo, preocupación de la izquierda, mantener la calma
  34. 22 de agosto: Los gremios y la política, el gran miedo de la pequeña burguesía
  35. 23 de agosto: La conciencia obrera, el punto de partida, la separación del trabajo y de la política
  36. 24 de agosto: Salida de Prats, división de los militares, derrota de la derecha y diálogo probable
  37. 24 de agosto: Los comunistas y el Ejército
  38. 25 de agosto: Allende victorioso y debilitado, de la crisis gubernamental a la crisis económica y política
  39. 25 de agosto: Relaciones de clases, dependencia y modernización, las tres dimensiones de los movimientos sociales y de la vida política en América Latina y en particular en Chile
  40. 26 de agosto: El Gobierno debe negociar políticamente, y al mismo tiempo, reactivar la movilización popular
  41. 27 de agosto: La caída de los funcionarios y la crisis del Estado, una prueba de cambio de rumbo, propuestas para una nueva administración
  42. 27 de agosto: Patria y Libertad, ¿podemos hablar de fascismo en Chile?
  43. 27 de agosto: Los límites de la movilización revolucionaria, el espectro de la guerra civil
  44. 27 de agosto: Ricos y pobres, clase obrera y burguesía, la libertad lleva el nombre de Chile
  45. 29 de agosto: Regreso al centro, el sistema político prevalece sobre los movimientos sociales
  46. 29 de agosto: Las dos fuerzas de Allende, división de la oposición y reservas de movilización popular, el enfrentamiento social presente
  47. 30 de agosto: Las tres victorias de la revolución chilena, la cuarta batalla está en marcha
  48. 31 de agosto: Avance del PC, recuperación del control de los cordones, la izquierda comunista, debilitamiento del PS
  49. 31 de agosto: El sistema político de la UP está amenazado por la crisis económica
  50. 1 de septiembre: Guerra y revolución, oposición del caso chileno a la situación leninista o maoísta
  51. 2 de septiembre: Los socialistas y la necesidad de romper con el imperialismo, el sociólogo y el actor político
  52. 3 de septiembre: Comparación entre la crisis de octubre y agosto, dos posibles interpretaciones de esta última
  53. 4 de septiembre: El movimiento obrero revolucionario
  54. 4 de septiembre: La empresa industrial sacrificada, la UP amenazada por el caos y no por el enfrentamiento, movilización o descomposición, entramos en el período decisivo
  55. 5 de septiembre: El desfile por la defensa del Gobierno popular, la oposición de las masas-clase media y sus relaciones con las tres líneas de conflicto de la sociedad chilena
  56. 6 de septiembre: La crisis del Estado, la sociedad a la deriva
  57. 7 de septiembre: La falta de iniciativa del Gobierno, dos actitudes en la izquierda, ¿cuándo intervendrán los obreros?
  58. 8 de septiembre: Las fracciones de la clase obrera
  59. 8 de septiembre: El izquierdismo y su análisis, mi actitud personal
  60. 9 de septiembre: Las razones de un fracaso, la ausencia de Estado y de nacionalismo, el futuro de Chile, fuerza de la conciencia de clase
  61. 9 de septiembre: Mitin del Partido Socialista
  62. 10 de septiembre: El sistema político se defiende, PC y DC contra el golpe de Estado, porque no hay movilización popular
  63. 11 de septiembre, 8:30 hrs.: El golpe de Estado
  64. 12 de septiembre: Muerte de Allende, el Gobierno militar, la resistencia, la represión
  65. 13 de septiembre: Lucha contra el golpe de Estado
  66. 14 de septiembre: Las causas del fracaso de la vía chilena, el rol del Estado en América Latina
  67. 14 de septiembre: Dos discursos, el pasado y el futuro
  68. 15 de septiembre: Mutación de la sociedad chilena y de su vida política. El Estado de las luchas sociales
  69. 16 de septiembre: Brutalidad ejercida (ratonnade) en los campamentos
  70. 16 de septiembre: Arrestos masivos, corporativismo, propaganda
  71. 18 de septiembre: Fiesta nacional, el régimen se establece
  72. 21 de septiembre: Represión e integración, decadencia de la clase media, el orden
  73. 24 de septiembre: La muerte de Neruda, la represión intelectual, adiós
  74. Cronología