La pasión de los poetas
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La pasión de los poetas

Las historias de los poemas de amor

Jorge Boccanera

  1. 288 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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La pasión de los poetas

Las historias de los poemas de amor

Jorge Boccanera

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Índice
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Información del libro

Una selección personal de las historias sentimentales escondidas detrás del poema de amor de autores tan emblemáticos de la literatura hispanoamericana como Pablo Neruda, Delmira Agustini, César Vallejo, Rosario Castellanos, Ernesto Cardenal, Gonzalo Rojas, Gabriela Mistral o Vicente Huidobro. Una antología de biografías amorosas que destapa sus pasiones más dramáticas y turbulentas materializándolas en poemas consagrados universalmente. Una suerte de exorcismo poético repleto de erotismo, tragedia, desencuentros, abandono, soledad, romances tóxicos, liberadores y traumáticos.

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Información

Año
2022
ISBN
9788418546624
Edición
1
Categoría
Literatura
Categoría
Poesía

ROBERTO DE LAS CARRERAS

ENTREVISTA A UN CASANOVA URUGUAYO

Nos recibe de nuevo envuelto en una bata roja con dibujos en negro que semejan una caligrafía oriental; rasgos que parecen continuarse, en los signos abigarrados e indescifrables que llenan sus libretas. Roberto de las Carreras tiene hoy ochenta y siete años y, aunque muchos lo creen apartado del mundo intelectual, continúa anotando ideas y poemas. Nos acomodamos en una habitación casi pelada: un catre, dos sillas de mimbre y una mesa. Las paredes pintadas a la cal sostienen dos retratos: en uno sonríe acodado en la baranda de un barco, el cabello rizado al viento y un bigote de puntas levantadas. En la otra, está sentado en una mesa del café Moka; luce sombrero de alas anchas y corbatín de seda.
Pocos saben que este hombre fue en su juventud, aparte de poeta y amante exaltado, un trasgresor. Su actitud desenfadada anticipó el perfil del escritor dandy, provocador y cáustico. A principios del siglo veinte arremetió contra el vínculo matrimonial, los prejuicios y una moral convencional en su libro Amor libre, Interviews voluptuosos. Es autor, además, del primer libro que se comercializó y se leyó en la literatura de Uruguay, Sueño de Oriente, de 1900. Polemista, espadachín, anarquista, viajero, De las Carreras no adhirió a ningún dogma estético y, sin embargo, se adelanta a los discursos petardistas de la vanguardia...
Su extensa, accidentada y muy divulgada historia amorosa incluye a italianas furtivas, anónimas uruguayas casadas, tunecinas expertas en la danza del vientre, adolescentes de todas partes –incluida su prima y esposa Berta Bandinelli– junto a los nombres de La Bella Otero, heroína del varieté apenas abrigada con una gruesa gargantilla de perlas, y Lina Cavallieri, la diva de la lírica. Pero ¿cuánto de realidad y cuánto de leyenda hay en todo lo que se dice del personaje en relación a las mujeres? Para develarlo lo contactamos y visitamos en varias ocasiones durante el año en curso: 1962. Algunos críticos que han seguido su obra aseguran que esta se interrumpió hacia 1910, cuando el poeta sufrió arrebatos de enajenamiento y extravío.
Durante las entrevistas se mostró calmo, aunque bajo esa parsimonia subyacía el ser que, según lo sugiere su biógrafo Carlos María Domínguez, se fabricó una máscara a la altura de su fogosidad y su delirio; una máscara hecha con la piel de su propio rostro.
Nacido en Montevideo en 1875, Roberto de las Carreras es autor de varios libros de poemas, entre ellos, Sueño de Oriente (1900), Psalmo a la Venus Cavalieri (1905), En onda azul (1905), La visión del arcángel (1908), La Venus celeste (1909) y El cáliz (1909).

LA DANZA DEL VIENTRE

Podríamos empezar hablando de sus inicios enmarcados en una tradición literaria deudora del Modernismo.
Sabe, ahora me atormentan idease extrañas, he sentido la vida caerse de mis manos.
Queríamos hacerle algunas preguntas sobre su literatura...
Podríamos empezar con mi madre, Clara. (Interrumpe)
Como usted quiera.
Ella murió en 1896, pero todavía me visita. Dice que quiere disfrazarme de príncipe o pirata, como cuando yo era niño. ¡Pero Mamá –le digo– hoy tengo mucho que escribir! Entonces aprieta fuerte los párpados y se va. Ella tenía catorce años cuando se casó con José María Zuviría, que tenía treinta y seis. Lo demás es conocido, la persiguieron, se quedaron con todos sus bienes.
Hay rumores de que su abuela Rosalía, madre de Clara, pretendía a su yerno, José María...
¡No me consta y no me interesa hablar de eso! (Algo molesto)
Pero fue usted quien sacó el tema de su madre.
A veces llega y quiere vestirme de príncipe, ¿se lo dije?
Sí, ya lo contó.
Yo soy hijo de un gran amor que tuvo mi madre, después que se separó de su marido, un infame. No voy a gastar palabras sobre este individuo. Hace mucho tiempo que dije que soy un bastardo y un rebelde de nacimiento.
¿Podría decirse que el erotismo atraviesa toda su obra?
Empecé con un folletín que salió en el diario La Razón y que los críticos no entendieron; que la precocidad y la crítica no se llevan bien. En mi primer libro, Poesías, me presenté como escritor enfermo y maldito. Podría pensarse en la pose por la pose, pero no. En mi caso es como interpretarse a sí mismo. El poeta busca su sí mismo en la poesía y encarna su expresión. Todo es esencia.
Sus actitudes escandalizaron.
Puedo ver la cara de los recatados. En mi «Poema sentimental» le declaré mi amor a una mujer casada; adelantaba lo que después iba a desarrollar en mi libro Amor libre en el que reniego de la comodidad del matrimonio y el escaso talento de los que se casan por rutina. El marido de mi amada era un perfecto idiota y es seguro que la había convencido de que la costumbre es la base del amor. ¿Usted es casado?
No.
Yo tengo una sensibilidad vibrante, casi física, que siente el amor que se le tiene. (Cierra los ojos y hace un silencio largo) ¿Dónde vive usted?
En Buenos Aires.
Cambiar de ciudad es como cambiar de amor.
Usted cambió muy joven, en 1984 viajó a Europa.
Me embarqué para Marsella tras un desengaño en Montevideo con una mujer italiana. (Como si recitara:) ¡Era la curva arrolladora de todo cuanto vive... La noche: su cabellera, su sonrisa..., ¡el día! Preferí alejarme, me embarqué en el vapor Victoria, iba enfermo, estuve al borde de la muerte. Llegué justo a Génova, donde ella había nacido; me parecía verla por las calles, bajo la lluvia. ¡Pobre diabla, no entendió nada de mí!
La borró con otras mujeres.
Una corista del teatro Carlo Felice. Por sus ojos negros perdí el barco a Barcelona. Recuerdo en Túnez una mujer que practicaba el baile sagrado, la danza del vientre, enlace de cuerpo, alma y espíritu. Yo estaba hipnotizado con su ombligo y sus ondulaciones. Esa danza que Flaubert llamó «el baile de la abeja», se remonta a la época de los faraones; se consideraba a la bailarina diosa de la fertilidad. Claro, eran otras épocas. ¡Refinamiento, estilo, aventura! ¡Qué sensualidad ese serpenteo de cadera, lento, profundo, redondo! ¡Qué lujuria! En un teatrín francés también de Túnez me conmovió una bailarina de doce años, ilusión de mujer, mezcla de picardía e ingenuidad. Recorrí muchas ciudades de Europa, a veces me sentía abatido.
¿Pensó en regresar a Montevideo?
No. Me programé una hora específica del día para llorar, y eso me calmó.
¿Es verdad que en Madrid tuvo un affaire con La Bella Otero?
(Se sonríe, le brillan los ojos). Había una coincidencia, los dos éramos hijos naturales. Se llamaba Agustina y se decía hija de una bailarina gitana y un oficial europeo, pero mentía.
¿Cómo era?
Inteligente y hermosa. Se había escapado joven de un colegio de monjas escondida en un carromato de circo; tenía talento y coraje, así llegó a ser gran artista y amante de la nobleza. Conmigo no necesitaba simular, había confianza, se confesaba mientras se quitaba el maquillaje frente al espejo. Tantas historias; su padre bandolero, el zapatero que la violó cuando tenía once años…
Usted regresó de Europa en 1899.
Sí, ya era un dandy, un escritor innovador, un revolucionario partidario del amor libre. Ahí de nuevo está la pose, no hablo de la apariencia, sino de tener una manera de mirar, de pararse con el florete frente al mundo, de anclarse, de caminar la calle.
Para los críticos, a su llegada a Montevideo, colmado de lecturas nuevas, transmitió el simbolismo entre los poetas locales.
(En otra cosa). Me instalé en el primer piso del hotel Pyramedes. (Observa su habitación con desagrado). ¡Nada que ver con esto!
Yo le hablaba del movimiento simbolista.
Si una mujer me quiere, desgraciados ella y yo... ¿En qué estábamos?
Su regreso y el simbolismo.
Estoy algo cansado. Tenemos que parar por hoy.

«EL MATRIMONIO ES UNA RUINA»

Visitamos de nuevo a De las Carreras. La persona que nos recibe pide que aguardemos en un pasillo. El escritor duerme. Cruzan por ese estrecho pasillo varios de sus familiares quejándose por una costumbre del poeta que nadie comparte en este invierno: dormir con las ventanas abiertas.
De las Carreras pone a calentar el agua para el mate y se sienta en su catre para retomar el diálogo:
A su regreso de Europa, usted conoció a una mujer, Dolores.
¿Una sola? ¡A muchas! Perdí la cuenta.
Me refiero a Dolores Estrázulas Price.
Nos conocimos en un gran salón, en un club; ella estaba casada, yo cerraba los ojos y la veía, le envié un montón de cartas de amor; ella me rogaba que no siguiera con mis insinuaciones, así lo dijo: «insinuaciones». ¡Pero si yo no insinuaba, yo iba de frente! Ebrio de esa pasión escribí Sueño de Oriente. El matrimonio es la ruina de estas mujeres hermosas. ¿Usted está casado?
No, ya le dije.
La mujer casada tiene en su cuerpo todo un bamboleo flojizo; el marido chapalea en un montón de carne blanda. ¿Me quiere decir dónde queda la sensualidad? Ese libro le gustó mucho a Julio (se refiere a Herrera y Reissig).
Ustedes fueron muy amigos.
Y enemigos también, como corresponde. Hubo un pleito por un presunto plagio; mi influencia fue intensa, pero eso no le resta valor a su excelente poesía. Éramos jóvenes y altaneros.
También conoció a otros uruguayos célebres: Florencio Sánchez, Horacio Quiroga, Armando Vasseur, Delmira Agustini ¿podría referirse a ellos?
Mire, la memoria me falla a veces...
Con Sán...

Índice

  1. Cubierta
  2. Título
  3. Créditos
  4. A modo de prólogo
  5. Pablo Neruda
  6. Delmira Agust ini
  7. Raúl González Tuñón
  8. Gabriela Mist ral
  9. César Vallejo
  10. Roberto de las Carreras
  11. Rosario Cast ellanos
  12. Vicente Huidobro
  13. Ernest o Cardenal
  14. Leopoldo Lugones
  15. Carilda Oliver Labra
  16. Gonzalo Rojas
  17. Homero Manzi
  18. Nahui Olin
  19. Floridor Pérez
  20. Eliseo Diego
  21. Idea Vilariño
  22. José Coronel Urtecho
  23. Enrique Molina
  24. Pablo De Rokha
  25. Elías Nandino
  26. Bibliografía
  27. Fuentes
  28. Índice
Estilos de citas para La pasión de los poetas

APA 6 Citation

Boccanera, J. (2022). La pasión de los poetas (1st ed.). Jus, libreros y editores. Retrieved from https://www.perlego.com/book/3288973/la-pasin-de-los-poetas-las-historias-de-los-poemas-de-amor-pdf (Original work published 2022)

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Boccanera, Jorge. (2022) 2022. La Pasión de Los Poetas. 1st ed. Jus, libreros y editores. https://www.perlego.com/book/3288973/la-pasin-de-los-poetas-las-historias-de-los-poemas-de-amor-pdf.

Harvard Citation

Boccanera, J. (2022) La pasión de los poetas. 1st edn. Jus, libreros y editores. Available at: https://www.perlego.com/book/3288973/la-pasin-de-los-poetas-las-historias-de-los-poemas-de-amor-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Boccanera, Jorge. La Pasión de Los Poetas. 1st ed. Jus, libreros y editores, 2022. Web. 15 Oct. 2022.