Lanzas y potros
eBook - ePub

Lanzas y potros

  1. 174 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

«Lanzas y potros» (1913) es una recopilación de cuentos de Víctor Arreguine, como, por ejemplo, «Lanzas y potros», relato gauchesco que da nombre a la antología, «Idilio», «Un capitán, un filósofo y una moza», «Belén en Catamarca», «La derrota», «Amor que pasa» o «Sugestión».-

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Lanzas y potros de Victor Arreguine, Victor Arreguine en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literature y Classics. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2022
ISBN
9788726682410
Categoría
Literature
Categoría
Classics

VUELTA AL PAGANISMO

I

Alma candorosa, gustaba Gracián de las sombras del templo en la hora del rosado crepúsculo, y de leer a Virgilio, paseándose bajo los cipreses. Bajo los tranquilos cipreses, más de una vez, alta la cabeza, recitara:
El ciprés, fino, verde, oscuro,
Su silueta yergue espectral:
Está pidiendo un viejo muro
En un paisaje sepulcral.
Poeta bucólico, un tanto mordaz, su ánima enferma necesitaba esparcimientos. Su itálica mano, hecha a combinar líneas y colores, dióle ocasión para ensayar un poco de sociabilidad y a tal propósito abrió un tallercito de pintura donde pudiera enseñar dibujo a las muchachas de las Colinas; dibujo y también algo de perspectiva y pintura. Sus fantasías pictóricas no pasaban de pájaros, de un vivo color azul, y flores de tres a seis pétalos. Dibujaba igualmente hojas, recargándolas de un tan claro y uniforme verde, que más que de hojas daban la ilusión de una tela. En el tallercito reinaban luz y serenidad, mientras no «cayó» por allí la más aristofanesca de las ancianas.
— Vengo, le dijo, padre Gracián, en la convicción de que Vd. es un santo, a pedirle le dé unas leccioncitas a mi hija Beatriz; pero no a las horas en que vienen todas esas gauchitas …. Beatriz no se trata con ellas.
— Señora, repuso el clérigo, en quien el nombre de la muchacha suscitara reminisencias dantescas, es ofender a Dios ir contra la igualdad y yo no podría hacerlo, tanto más que no cobro . . . Vd. señora, podrá ser muy distinguida . . ..
— Distinguida? interrumpió la Vejez. Ya lo creo! Vd. no me conoce, pues sólo hace dos meses está Vd. en el país y yo hace vienticinco años que he vuelto de los Cerros Azules; pero Vd. conoce a mis niñas, las de Barcovecchio; y a mi esposo, la honradez en persona, Bartolo Barcovecchio. Beatriz estudia por afición la confección de sombreros, en lo de madama Carretel . . .
— Tanto gusto, señora . . . ya sé por su marido que es Vd. la dama distinguida por excelencia en la localidad, donde todavía no trato a nadie.
— Nos tratará a «nosotras». Sería lástima que una persona de su talento . . . un artista . . . un poeta . . . no disfrutara las ventajas de la sociedad. Vd. vendrá a casa y desde ya lo comprometo a un paseo campestre. Lo llevaremos; nos honraremos en llevarlo en nuestra compañía.
El buen Gracián tranzó por hacerles una visita. La vieja hizo una reverencia y se fué.

II

El pobre místico quedó pensativo. ¡Ah, si alguien le hubiese revelado que Barcovecchio, el ex lavavasos del «Bar de la Cosecha», el Menelao de las Colinas, sacaba de sus tres hijas lo que en términos locales se denominaba «un respetable sport», no se encontraran, de seguro, solos él y Beatriz en la penumbra, vagamente alumbrados por una hermosa luna de enero; en la noche ensalmada por el perfume afrodisíaco de heliotropos y magnolias de blancura fantástica. Porque el papá, «casualmente», no estaba en casa y mamá andaba arreglándose y vendría al momento, al momento. Momento que duró sin embargo media hora, entre suspiros, silencios y perfumes afrodisíacos. Pero ¿que diantre de aroma, preguntábase Gracián, se habrá puesto esta «signorina»?
Su candor lo salvó por aquella vez, y cuando entró la vieja con su peluca de jovencita y estucado rostro, asombrada de que «esta niña» tuviera las visitas a oscuras y encendió luz, sintióse desmayar al ver que la ninfa, con sus encajes, volados, cintas, carnes y sedas y, más que todo, con su joyante cabellera rubia, superaba en belleza a cuanto él se imaginara. Y esa fué su primera caída, la caída mental del lector de Virgilio, que esa noche recitó en latín odas de Horacio, que ellas creyeron italiano culto y pulido. El paseo quedó resuelto para el domingo inmediato. Debía ser para el buen Gracián, admirador de la naturaleza, algo soberbio.

III

Una vez en la calle, erró sin rumbo, semejante a un loco extraviado. Las calles, desiertas. El astro de la noche iba cayendo al Occidente. Y allá lejos, muy lejos:
Los cipreses al rayo de la luna
Levantaban sus copas fastasmales.
Dónde ir? Fuése a orillas del mar; sentóse en la arena y el mar grave y gigante, vino como un perro a echarse a sus pies.
Habíase levantado viento. El viento rezaba en las zarzas, lloraba en los altos eucaliptos, voceaba en las rocas, quejábase en la playa. La lejana luna producía extraña sensación, como sí fuera a desprenderse del cielo. El ritmo de la vida diríase perturbado. Gracián que saludara al mar otras veces:
Sonante mar como un verso sonoro,
no oía en él sino risa, risa y relinchos. Se alejó de allí fastidiado, siguiendo una callejuela flanqueada de ruinosas casitas. Las casas muertas una a una, echaban en su alma pesada masa de sombra. Y así anduvo hasta que la Noche, vencida en el Oriente, se fué replegando y las avanzadas del día asaltaron mar, campos y huecos. Y entonces él, como regenerado y salvado por el triunfador Apolo, se encaminó a su iglesia en cuya torre quebrábanse mil flechas de oro, murmurando su pagana oración al día:
Viene delante de la aurora
La estrella matutina, tal
Como una juvenil pastora.

IV

En un gran «breack» iban las cuatro mujeres, el padre Gracián, Barcovecchio, con su aspecto de langosta seca, y un jovenzuelo, «un primo», cuya ninguna seriedad se notaba con sólo oirle pronunciar sa. . .cerdote. Hasta por los codos le brotaban palabras, impertinencias y mentiras. Conspicuo vástago de un alarife, encarnaba la nueva era social de modo admirable. ¿No había existido la era del Facón, la del Cuero, la del Trigo? Para él, nada de romanticismos estúpidos, de honradeces estériles. Su bachillerato habíalo alcanzado haciéndose rendir examen por un profesional en ese arte de nuevo cuño. Todo en este mundo se arregla con dinero, pensaba, reforzando su opinión con conocidos refranes. Corta es la vida y si con dinero puedo comprar un título de marqués, más que tonto sino lo hago con uno de médico.
Amanecía. Todo era rojo: sol, mar y nubes. Rojo sol en las aguas que pronto adquirieron un ligero tinte de perlas; rojo sol en el arenoso camino, que en breve se tornó en un puente de luz. Pasaron al borde de un pantano que en partes reflejaba el cielo, y que en parte ostentaba juncales y totoras, empenachadas cual caciques indianos; aquí, caraguatás de picada hoja, allá, cardenillo de fulgente verdor, engañosa esmeralda; allá, albas flores de loto y albísimas garzas.
Al remontar un repecho, Gracián pidió que el carruaje se detuviera unos minutos para contemplar el paisaje. El primo sonrió ante semejante inocentada y «ellas» lo imitaron. Tratábase de un altozano: una grande higuera; bajo la higuera, una cabra con sus cabritos, y más allá, un estornudador macho cabrío, amarillento, de barbas color plata azulada; más allá aún, plateados olivos, al borde de resquebrajado precipicio.
— Un pedacito de Judea, dijo Gracián, añadiendo: Da gusto viajar en esta forma. Con el tren, todo el paisaje se pierde. Después de lo cual, por entre el sol y el polvo dorado, volvió a arrancar al trote la yunta.
A uno y otro lado del camino gritaban los teros; cantaba en algún arbusto el sietecolores; volaban de tal cual maizal, chillando, cotorras ladronas, mientras cruzaban el aire urracas azules, en vuelo sereno. y se oía el feo arrullar de las torcazas, sordo y triste.

V

Al cabo divisóse el monte elegido para pasar el día y bajo sus ramas se comió y se bebió como en un idilio.
Los viejos aparte, para dejar, según decían, divertirse a la gente joven. Beatriz, tirada en los pastos, miraba maliciosamente a Gracián, el cual sentado sobre su pobre sotana, pensaba que también:
Grecia, flor de la tierra,
Poesía viviente,
y los campos latinos, presenciaran en antes escenas idénticas. Solo con la ninfa, por que las otras dos andaban buscando nidos en los árboles, trepadas a ellos, mientras el primo las escudriñaba desde abajo, hubo momentos en los cuales su candor le enrojeció hasta la frente y tuvo que apelar a algún pater. Sin embargo, cuando la ninfa le pidió versos, no dejó de otorgárselos:
Paloma de la puñalada,
Carne de altar, boca de guinda;
Linda,
Linda y rosada
Como la alborada.
Y prosiguiera a no venir a ellos la antipática voz del primo, coreada por la carcajada, de las otras dos ninfas.
Fraile frailón, fraile chichón,
Vete a rezar a San Trifón;
Negro cuervo borrachín,
Chin chin, chin chin!
Dale tus hostias al marrano
Y hazlo tu hermano
Con tu mano.
— Pero, qué pasa? preguntó el torturado cura.
— Nada. Que están mamados, respondió la ninfa.

VI

La tarde venía cuando se dió la voz de regreso, pero el auriga, afirmó categoricamente que debían andar media legua a pie y pasar la noche, si querían, en el ranchejo de doña Ignacia, por que los caballos se le habian «mandado mudar». En vano se exploró el horizonte. Caballos no se veían y cuando el despeado cochero dijo:— yo me quedo, la comitiva emprendió viaje guiada por Barcovecchio, conocedor de la casa hospitalaria, y entre broma y broma del primo.
Se pernoctó en el rancho, es decir, las mujeres adentro, los hombres al raso, tapados con lonas.
Despertaron ellos antes del día y Gracián invitólos al regocijo matinal. Cerca perfilábase el prodigioso panorama de la Rinconada, bajo la luz de la última estrella. El viejo opinaba que debían ir también las chicas, contra el parecer de Gracián de dejar descansar a «la familia», y cediera el viejo sin el favorable voto del primo.
Igual a un soplo corrieron las primeras horas y se aproximaron las del almuerzo. ¿Cómo resistir al ruego de «las niñas» para que almorzaran allí? Bajaron a la playa y esperaron a que el peoncito Andrés volviese con el coche del pueblo. Otro día de campo. Por la tarde, todos volvieron a la tranquila playa, corrieron por ella como cabras, se bañaron en las brillantes ondas, retozaron en las dunas, se tendieron al sol, se llamaron unos a otros para enscñarse nimios detalles playeros, y hasta se besaron y se abrazaron como en los idilios. Y he aquí, como en la poesía de los arenales, Gracián quedó de pronto convertido en verdadero discípulo de Horacio.

CONSEJOS QUE DIÓ D. BÁLSAMO A SU HIJO

Vas, hijo mío, a la conquista de la gran ciudad y preciso te es atender ahora los consejos de tu padre, porque si te basta para el camino los pollos asados que pusieron tus tías en las alforjas, te falta considerar el modo...

Índice

  1. Lanzas y potros
  2. Copyright
  3. LANZAS Y POTROS
  4. IDILIO
  5. UN CAPITÁN, UN FILÓSOFO Y UNA MOZA
  6. BELÉN EN CATAMARCA
  7. LA DERROTA
  8. AMOR QUE PASA
  9. SUGESTIÓN
  10. EL VATE DE PUNTA BRAVA
  11. MANDINGA
  12. EL ÍDOLO DE LUNA VERDE
  13. BUEN TIEMPO
  14. EL CABALLO MORO DE QUIROGA.
  15. ALMAS GUERRERAS
  16. DOS Y DOS
  17. EL TIGRE DE CERROS NEGROS
  18. FRENTE A ILIÓN
  19. PONCE ARAÑA
  20. VIAJE DANTESCO
  21. EL SECRETO DE JUAN FLORES
  22. UN FRACASADO
  23. LA MORAL DE MI ALDEA
  24. FLOR ROMÁNTICÁ
  25. EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD
  26. VUELTA AL PAGANISMO
  27. CONSEJOS QUE DIÓ D. BÁLSAMO A SU HIJO
  28. CENA ÉPICA
  29. JIRÓN DE HUMANIDAD
  30. Sobre Lanzas y potros