El momento político
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El momento político

  1. 70 páginas
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El momento político

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Información del libro

«El momento político» es una recopilación de artículos sobre la situación política de Uruguay de 1910 a 1911 escritos por Pedro Figari y publicados en origen en el periódico «La Razón». Entre los artículos que se reúnen están «Situación de los partidos», «Nuestro sentimentalismo», «Ausencia de ideas» o «El candidato».-

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2022
ISBN
9788726682083

El candidato

La duda pone su garra sobre cualquier hombre, porque hay siempre en él algo de impenetrable, algo de esfinge que no logran transparentar siquiera su lealtad, ni sus antecedentes. De ahí el engaño, y el temor de ser engañados.
En una de las más bellas campañas políticas, reñida y audaz, contra el oficialismo; en una lucha franca por ideales que encarnaba, precisamente, la candidatura presidencial del Sr José Batlle y Ordóñez, y actuando con decisión— ¡limpia la conciencia como el cristal! — recibí en el triunfo el agravio de la sospecha.
Ninguno, pues de los que formaron en la intimidad de Batlle podrá hablaros como yo, con menos causa de parcialidad personal en su favor.
Presumo conocerlo bien, porque entré á su intimidad impensadamente, y todavía lleno de prevenciones.
Cuando una causa criminal ruidosa me obligó á una larga campaña periodística, dirigida en el sentido de reducir las ofuscaciones que entonces reinaban, é impedían la acción serena de la justicia yo iba á diario á las imprentas á pédir que siguieran examinando la causa, á medida que exponía los argumentos de defensa públicamente, como lo habían hecho antes con tanta ligereza, cuando se instruía el sumario, — ¡el sumario más parcial, descabellado é irregular de cuantos contienen nuestros archivos!
En «El Día», que era entonces un típico centro bohemio, yo trataba de entenderme con mi inolvidable amigo Arturo Santa Anna, — espíritu selecto, exquisitamente selecto, — esquivando á Batlle, contra el cual me sentía prevenido porque lo reputaba un violento, más bien que un reflexivo, un ponderado.
Pero Batlle y Santa Anna eran inseparables, y de ahí que á menudo me encontraba con ambos. Así comencé á conocerlo, y al través del celoso tamiz de mis predisposiciones contrarias, poco á poco, nació asimismo mi estimación por él.
Para mayor esclarecimiento, debo decir que entonces ni era, ni pensaba, ni habría querido ser candidato. Aspiraba á la sazón al consulado general de Inglaterra, que le había ofrecido Cuestas. Un día, hallándonos reunidos los tres, Santa Anna lo exhortaba á que desistiera del propósito de ausentarse, haciéndole ver que nunca se encontraría en una situación igual para aspirar á las más altas cumbres políticas. Con su vehemencia habitual, el malogrado amigo que tenía por Batlle idolatría, después de haber agotado otros recursos ante la impasibilidad somnoliente del interlocutor, le argumentaba en conclusión, así:
— Es Vd. senador. Podría así fácilmente llegar á la presidencia del Senado, ¡quién sabe!; y Vd. vé que de la presidencia del Senado á la presidencia de la República no hay más que un paso, un paso tanto más corto y llano cuanto que Cuestas es un enfermo.
Batlle parecía no escuchar siquiera las casi proféticas palabras del amigo. Entonces éste me interpeló al respecto y yo, compelido así á manifestar mi opinión, dije que realmente encarado este punto con criterio humano, no me parecía un cargo muy envidiable la presidencia, agregando una frase pintoresca que mereció la más expontánea aprobación del futuro Presidente.
Yo creo conocerlo; y pienso que sus adversarios no lo han comprendido.
A mi juicio, su característica es el culto del carácter, de la personalidad. Dentro de las líneas definidas, casi rudas de su acción, hay siempre una base de profunda reflexividad que la determina. De aquello, de la exterioridad ejecutiva, es que nace el error; pero la energía incisiva de la acción si bien se observa, está siempre al servicio de la idea, que prevalece en el cuadro amplio y tenaz de todas sus luchas cívicas y políticas.
No le quitan de su aplomo los apasionamientos y entusiasmos que despierta el perseverante y fatigoso trabajo de ponderar, por sí mismo, el concepto á que debe ajustarse la acción; al contrario, lo estimulan y le dan una entereza extraordinaria.
Es así que las ideas de Batlle, que todavía se esmera en exponerlas con nitidez, despojadas de todo artificio literario, sorprenden y promueven resistencias. El, que las ha examinado en una paciente meditación, las vé claras y convincentes, y se extraña de que no hayan podido comprenderse ante su simple enunciación.
Es así que su manifiesto, presentado con soberbia llaneza republicana, hace el exámen de la actualidad de un modo intenso y magistral, y al descubrir con pericia de clínico el origen orgánico de nuestras perturbaciones, propone el remedio sencillamente, aún con detrimento de la propia autoridad que se le va á confiar. Esa es una obra de sesudo estadista y de sincero demócrata, que aspira á la efectividad del gobierno del pueblo por el pueblo.
Él estudia directamente las necesidades públicas, nó en el campo de las teorías sino en el de la realidad; y los mismos convencionalismos y rutinas más admitidas, le despiertan el deseo de hacer su revisión. Mientras otros leen, simplemente, él observa, piensa, investiga. Ese es el secreto de su fuerza moral, y es la fuente de sus admirables energías.
Si resulta «extremoso en sus convicciones como si les atribuyera una bondad absoluta», como dice el manifiesto nacionalista, no es por espíritu de prepotencia, según se cree, es por convicción adquirida en un esfuerzo investigatorio, tenaz; es porque ama sus ideas.
Tanto en su actuación anterior á la presidencia como en la presidencia misma, se ha preocupado siempre de construir seriamente el concepto de la nacionalidad, en la órbita de las ideas. Esa es su grandeza.
Batlle no es de los que creen que el estadista debe ir á remolque de los convencionalismos ambientes, sino al contrario, piensa que el estadista debe influir lo más eficazmente que le sea dado en el avance ideológico, y por eso es que, más que de servir á las rutinas consagradas y más que de los vanos eufemismos y diplomateos usuales, se preocupa de las ideas, de los conceptos, de lo que es substancial, fundamental.
Esta es la arcilla con que se, modelan los hombres superiores.
__________

Perfilando más al candidato

Muchos de los adversarios de Batlle lo repudian, sencillamente, porque no lo han comprendido. Nada es más falto de razón y de verdad que presentarlo como un ofuscado, como un violento, como un impulsivo.
Se comprenderá que me hallara incitado por el afán de descubrir más y más en hondo las intimidades del hombre á quien había observado en otro plano antes de la presidencia, y que tratara de interrogar de todas maneras á la... esfinge, aunque no fuera más que para verificar mi juicio anterior, comparándolo con el que ofrecía el alto funcionario en medio de sus enormes prestigios, responsabilidades y tareas el que, poco á poco, me escatimaba sus confidencias, cada vez más.
Y, asimismo, pude confirmar mis impresiones precedentes, en lo que es fundamental.
Se le supone intemperante porque tiene una voluntad de hierro; se le supone terco y prepotente porque es pasmosa su firmeza; intolerante porque tiene ideas propias y exclusivista, porque opta por sus convicciones adquiridas con un trabajo perseverante, obstinado, de benedictino, antes que por seguir el curso indolente de las rutinas.
Lo que es su mayor mérito se torna así en una causa de resistencia ¿Qué digo? ¡En bandera de guerra!
Cultor de la justicia, ha podido enamorarse de las orientaciones modernas que tienden á realizar el postulado de la igualdad: anhelo que deslumbra á todo aquel que sepa concebirlo con largueza, hasta por conveniencia y egoismo social, si se encaran en un plano superior, lícito.
Esto solo denotaría al psicólogo menos sagaz, que su alma está abierta á la confraternidad humana, y donde anide este concepto y se luche por sustentarlo hasta sacrificar la tranquilidad personal desde la cumbre del poder, que es un doble sacrificio, es imposible que también allí anide el odio vulgar, la lóbrega estrechez de las pasiones inferiores.
Durante la guerra de 1904, por mi cargo en la Junta de Auxilios estaba obligado á una frecuente comunicación con el gobernante, y aguijoneado por mi afán de escrudiñar ese antro inexcrutable de la intimidad subjetiva, debo declarar ante todo que ha arraigado en mi espíritu la convicción de que es imposible transparentar por completo un alma. Esto nos lo enseña la vida ordinaria todos los días, y no lo aprendemos jamás.
Son únicamente los actos externos los que pue den darnos una resultante que nos deje ver, nó los secretos más íntimos, sino las influencias psíquicas predominantes en cada ser, y sólo asi es que podremos valorarlo. Las observaciones deben hacerse de efecto á causa, y nó pretendiendo por una audaz inducción descubrir la verdad, para tener luego que agotar nuestro ingenio en comprobar tal aserto aventurado. Esta es la clave de casi todos los yerros humanos; y nuestra petulancia no se ha rendido ni se rinde, sin embargo, ante la eterna probanza de la realidad que nos deja escapar cada día los hechos más claros y angulosos, de entre los mismos que caen bajo el dominio directo de nuestros sentidos.
Si bien el hombre público debe ser examinado del punto de vista de su pericia, más bien que en su faz ética, heridos ya los vínculos amistosos que me unían á Batlle, me sentía azuzado por el deseo de penetrarlo en su emotividad, para conocer sus resortes afectivos, y un incidente ocurrido al finalizar la luctuosa guerra de 1904, me permitió explorarlo eficazmente en este sentido.
Después de los largos meses de agitación y de zozobra, transcurridos en la dirección de las operaciones de esa guerra que lo ocupaba y lo preocupaba á toda hora, y que lo amargó tanto más cuanto que él seguía paso á paso la lentitud desesperante de sus movimientos y lo imprevisto de sus vicisitudes, de esa misma guerra que á juicio de sus adversarios él «preparó prolijamente», y «provocó» con la fruición con que un antropófago podría apercibirse para un festín sangriento; de esa misma guerra que, en realidad, desbarató sus plane...

Índice

  1. El momento político
  2. Copyright
  3. Mi propósito
  4. Dilema que se plantea
  5. Origen de nuestras perturbaciones
  6. Situación de los partidos
  7. Nuestro sentimentalismo
  8. El partido constitucionalista
  9. Ausencia de ideas
  10. La presidencia
  11. Causas que agravan los Vicios de nuestro régimen
  12. Coparticipación
  13. Bella oportunidad que se pierde
  14. La promesa de Batlle
  15. Cómo podrá operarse la rotación
  16. Rotación de los partidos
  17. El candidato
  18. Perfilando más al candidato
  19. Gobierno de partido
  20. El veto
  21. Iniciativas que avanzan
  22. Sobre El momento político