Abigael Bohórquez. Disidencia sexo-genérica y VIH/sida en Poesida
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Abigael Bohórquez. Disidencia sexo-genérica y VIH/sida en Poesida

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Abigael Bohórquez. Disidencia sexo-genérica y VIH/sida en Poesida

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En Poesida, a diferencia del absoluto gozo reivindicatorio de los poemarios anteriores de Abigael Bohórquez, la declaración dichosa de la afectividad y la sexualidad entre varones cede el paso al desencanto de la emancipación sexual, al terror, al duelo y a la rememoración de los «homosexuales» arrasados por el VIH/sida. Sin embargo, a pesar de los estragos físicos, emocionales y sociales que sufren los afectados, en estos poemas Bohórquez expresa la necesidad de afirmar la legitimidad del amor y el desamor entre hombres para, así, a pesar de la devastación de la epidemia, aferrarse a la vida por medio de la poesía.Este libro es un estudio crítico del poemario más emblemático del gran poeta sonorense, en el que, desde la perspectiva antropológica de los estudios sobre diversidad y disidencia sexuales, se analiza etnográficamente el discurso poético bohorquiano para estudiar las representaciones sociales sobre la epidemia y las relaciones homoeróticas en el contexto de una cultura homofóbica y heterosexista. Asimismo se aborda el impacto epidemiológico y cultural del VIH/sida a finales del siglo XX en México; su papel en la reconceptualización socio-cultural de la homosexualidad; y sus representaciones en la literatura y en la tradición poética mexicana y latinoamericana.

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Información

Edición
1
Categoría
Literatura
Categoría
Poesía

«Vengo a estarme de luto por aquellos que recibieron prematuramente su funeral de escándalo»:

el activismo poético queer y contra el VIH/sida de Abigael Bohórquez en Poesida

El impacto epidemiológico y cultural del sida en México

En 1981 aparecen los primeros casos del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) en Estados Unidos, enfermedad causada por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), «nombre dado al agente causal del sida a partir de mayo de 1986».1 Al año siguiente figuraba ya en el quinto sitio entre las posibles causas de muerte en los países desarrollados, superado por la diabetes, los accidentes laborales, el suicidio y el cáncer.2
De acuerdo con Recoder, desde el principio el VIH/sida fue definido como «un problema médico, una enfermedad aguda de carácter terminal. Se ubicó su etiología dentro del paradigma biomédico dominante de la teoría del germen y se caracterizó su irrupción como una nueva epidemia de dimensiones planetarias, ‘la primera epidemia de la globalización (Barnett y Whiteside, 2000: 4)’».3
Al inicio de la pandemia se orquestó una campaña amarillista en torno al sida que afectó a homosexuales junto con drogadictos, hemofílicos, bisexuales y otros grupos marginados, al ser etiquetados como miembros «licenciosos» de un «grupo de riesgo»4 para contraer y transmitir esta enfermedad. Esto se derivó de la poca o nula educación sexual, de la exacerbación de una moral social conservadora y, principalmente, de la poca información científica y veraz sobre el sida en general; de hecho, en el ámbito científico «la construcción biomédica del VIH-sida», basada en la «construcción moral del problema», generó y «continúa produciendo y reproduciendo valores estigmatizantes y estigmatizados».5
En 1983 se diagnostican los tres primeros casos de VIH/sida en México6 y el panorama social empezó a ensombrecerse: «para agosto de 1985 existían 68 casos registrados en los hospitales de la República mexicana; para marzo de 1987 había 344 casos acumulados notificados ante las autoridades sanitarias; para fines de 1988 esta cifra se había elevado a 1 837 pacientes en forma acumulada»; para el 31 de mayo de 1996 el número había aumentado a 27 455 casos registrados, aunque se estimaba que podrían ser 40 000 los casos reales de sida.7
La campaña contra los «grupos de riesgo» redundó en una reactivación de los mitos y tabúes alrededor de la homosexualidad, lo cual «se tradujo en prácticas de hostigamiento, represión y persecución contra homosexuales, travestis y trabajadores del sexo (hombres y mujeres), con la consecuente condena pública y rechazo social».8 La paranoia social ante el sida condujo a estigmatizar a los homosexuales como culpables de ser «portadores» y transmisores del VIH, por parte de la Iglesia católica, los grupos conservadores y los medios masivos de comunicación, al grado de que el nuncio papal en México, Girolamo Prigione, declara en 1985 al sida como «castigo divino»,9 una de las metáforas conservadoras de la época («plaga gay», «invasión», «contaminación», «ataque») que otorgan significados sociales negativos y moralizan enfermedades como el sida o el cáncer, los cuales generan estigmas en los enfermos creando «identidades deterioradas» según la expresión de Erving Goffman.10
De acuerdo con Pineda, la aparición del sida en México «golpea» a la sociedad en general, y en particular al entonces denominado Movimiento de Liberación Homosexual Mexicano (MLH) de la Ciudad de México, porque irrumpe en la vida cotidiana y «replantea abrupta y violentamente las prácticas sexuales y los valores tradicionales».11 Sobre esto comenta: «Es así que el sida conlleva un valor axiológico negativo en sí mismo y trae consigo un efecto social que obliga a revisar los avances y conquistas de la liberación sexual a cambio de una precaución sanitaria que excluye el deseo y la práctica sexual».12
En Estados Unidos, la aparición del VIH trajo consigo la respuesta inmediata de las emergentes organizaciones no gubernamentales (ONG) que centraron sus acciones en contra de la entonces nueva enfermedad.
En ese momento, en México los grupos activistas del MLH (Colectivo Sol, A. C., Guerrilla Gay, y Cálamo, Espacios y Alternativas Comunitarias, A. C.) realizaron una contribución destacada porque fueron los primeros miembros de la sociedad nacional en enfrentar la problemática del sida.
Fundado en 1981 por Juan Jacobo Hernández —exmiembro del Frente de Liberación Homosexual, Sex-Pol y el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR)—, el Colectivo Sol comienza a trabajar en 1983 contra el VIH/sida desde una perspectiva comunitaria ante la carencia de una respuesta gubernamental.13 Además, de 1992 a 1995 editó la revista gay Del otro lado, en la que también se hacía labor de prevención del sida.14
Guerrilla Gay fue creado en 1983 por el antropólogo y sexólogo Xabier Lizarraga —miembro fundador en 1978 del Grupo Lambda de Liberación Homosexual— y otros activistas,15 y participaba en el programa Media noche en Babilonia, que conducía el actor Tito Vasconcelos en la estatal Radio Educación. Tal programa estaba dirigido a la población homosexual y se transmitió durante siete años hasta su desaparición en 1997. En él se abordaban los derechos de los gays, la aceptación de la identidad gay y la prevención del sida. Guerrilla Gay también participaba en «Los martes de El Taller» (una disco-bar gay, propiedad del escritor y exdirigente del movimiento estudiantil de 1968, Luis González de Alba), un espacio de reflexión y discusión de temáticas gays, y de «difusión de noticias en torno al sida y de concientización sobre el sexo seguro y el uso adecuado y erótico del condón».16
En cuanto a Cálamo, de acuerdo con Arturo Vázquez Barrón (militante del MLH desde 1979 y exmiembro de Lambda), se funda en junio de 1985 y se desintegra en 1992. Toma su nombre «de un poemario de Walt Whitman dedicado al amor homosexual».17 En un tríptico de 1990, Cálamo se autodefinía como:
una propuesta de organización de la sociedad civil que surge de la comunidad homosexual mexicana. Su propósito fundamental es promover la creación de una red de espacios y servicios de carácter alternativo para la gente gay. El proyecto general incluye seis programas principales: asesoría jurídica, asistencia médica, orientación y apoyo psicológicos, lucha contra el sida, actividades recreativas y actividades educativas.18
Cálamo es el primer grupo gay —según Vázquez—, que se constituye en asociación civil, con lo que se quita el «estigma de la clandestinidad» y emprende el trabajo de lucha contra el sida con el objetivo de «deshomosexualizarlo».19
Así pues, la aparición del VIH/sida implicó la reorientación del MLH en sus prácticas y formas de organización para encarar la epidemia y su manejo oficial mediante campañas de educación sobre el uso del condón y las formas de transmisión y prevención, pero también para luchar de manera redoblada contra los prejuicios acerca de la homosexualidad, por la reivindicación de los derechos humanos de los gays y demás personas afectadas, y contra la postura de los sectores conservadores que veían el sida como consecuencia de «prácticas sexuales anormales». Para Pineda, tales acciones fueron muy oportunas, ya que comenzaron cuatro años antes de que el Sector Salud, en 1987, declarara el sida como «una enfermedad sujeta a vigilancia epidemiológica».20
De acuerdo con Vázquez, la irrupción oficial del sida en el MLH (llamado con sensacionalismo «cáncer rosa» por los medios de la época) se da en el contexto de la Marcha del Orgullo Homosexual de 1984, conocida como la «marcha fúnebre» porque en ella se conmemoró a los muertos por sida y se protestó por los asesinatos por homofobia.21 Así, para este activista pionero, a mediados de los años ochenta, el MLH entró en un proceso de «sidificación», en el que la lucha por la liberación homosexual quedó de lado por la importancia de la prevención del sida y la petición al gobierno de la elaboración de cruzadas de información y prevención específicas para la población homosexual. Además, la enfermedad también empezó a hacer estragos entre los activistas homosexuales «desbastando la militancia».22
Por su parte, la respuesta del Estado ante el sida, según Pineda, fue llevar a cabo diversas acciones para su tratamiento, prevención y control, aunque también incluyó «campañas de discriminación y de violación de los derechos humanos de los homosexuales»23 a través del cierre de bares, mayor vigilancia en lugares de reunión gay, y persecución y encarcelamiento de homosexuales y travestis en diferentes ciudades de la república bajo la presión de «sectores tradicionales y oscurantistas».24 Sin embargo, agrega que, en 1985, debido al sismo que sacudió la Ciudad de México, disminuyeron las campañas amarillistas y homófobas en torno al sida, para ser retomadas después, pero con menor intensidad. Pineda apunta, además, que el Consejo Nacional para la Prevención y Control del Sida (Conasida)25 suspendió sus acciones preventivas, lo que dio pie a que la nota roja y grupos minoritarios, como Provida26 y otros de tendencia ultraconservadora, instrumentaran cruzadas de desinformación sobre el síndrome, generando miedo y rechazo hacia los enfermos de sida, y estigmatización a los homosexuales y a los otros «grupos de alto riesgo» como supuestos transmisores del VIH. Del mismo modo, Monsiv...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Portada
  4. Créditos
  5. Agradecimientos
  6. Presentación
  7. Prólogo, por Héctor Domínguez-Ruvalcaba
  8. «Vengo a estarme de luto por aquellos que recibieron prematuramente su funeral de escándalo»: el activismo poético queer y contra el vih/sida de Abigael Bohórquez en Poesida, por Porfirio Miguel Hernández Cabrera
  9. Poesida, por Abigael Bohórquez
  10. Notas al pie
  11. Índice
  12. Contracubierta