Un trivium para Vicente Huidobro
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Un trivium para Vicente Huidobro

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Un trívium para Vicente Huidobro es un proyecto estético político… a partir de la novela-film Cagliostro, Miguel Ruiz Stull abordará el exceso de escritura, por ende, exceso de muerte que retiene exceso de vida en la obra de Vicente Huidobro.El trívium de Miguel Ruiz Stull inicia con una visita al "Prefacio" de Cagliostro, donde el autor advierte la presencia de una suerte de programa de escritura en Huidobro –la invención de una retórica– donde poética y montaje fotográfico se encuentran, donde pantalla y página exhiben una estructura única: "Era una noche especial para el martillo de los monederos falsos y los galopres de los lobos históricos. A la derecha del lector, la lluvia y la fragua activa de la tempestad; a la izquierda, una selva y colina".Con Cagliostro, Manifiestos y Altazor de testigos, Miguel Ruiz Stull describe una diveridad de operaciones, composiciones y procedimientos que nos permiten comprender la profundidad del proyecto creacionista. En estos ensayos, el autor presenta un estudio implacable sobre la estética en Huidobro, eso sí, en el horizonte de la dimensión estético-política de la obra de Vicente Huidobro.

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Información

Año
2022
ISBN
9789569441622
ENSAYO SOBRE ESTILO Y VARIACIÓN35
En el año 1997 el lingüista Jean Michel Adam escribía sobre la importancia de reconsiderar la noción de estilo en el seno de los estudios del discurso. Sin embargo, esta reivindicación posee no solo obstáculos operativos y metodológicos que validen su pertinencia dentro de los estudios lingüísticos, sino que este concepto, además, implica una dificultad histórica a la hora de establecer una referencia clara y precisa respecto de su propia significación y la definición de su alcance. Sin ir más lejos, Greimas en la obra Semiótica (1990), afirma que es complicado definir este término en un nivel semiótico, ya que este concepto se define a sí mismo en correspondencia con todos aquellos elementos que son impertinentes o que ofrecen una resistencia mayor a cualquier tipo de sistematización en el marco de cualquier estudio de rigor estructural. En otras palabras, lo estilístico o la variante estilística es lo que frecuentemente cualquier investigación de orden científico o de ánimo cientificista excluye o aparta de sus intereses estructurales y descriptivo-explicativos: identificación de elementos mínimos constituyentes del sistema o constantes distribuidas regularmente dentro de un determinado esquema —sea a un nivel fonológico, sintáctico o semántico.
De esta forma la empresa llevada a cabo por Adam posee un valor inmenso al relevar, con un grado de importancia mayor, aquellos fenómenos lingüísticos que han sido apartados o excluidos por ser considerados en una escala menor: como variantes de una variable relevada en cualquier descripción. Adam habla, a partir del capítulo segundo de su obra Le style dans la langue (1997), acerca de la forma de constituir como objeto de estudio válido, o a lo menos validable, aquellas peculiaridades o singularidades que representan la noción de estilo en el marco de los estudios de la lingüística rigurosa. La discusión se centra en la problemática que subyace en la noción de lengua que se maneje a la hora de emprender cualquiera de estas investigaciones. Es en este sentido que los esfuerzos de Adam se ajustan a establecer argumentos y ejemplos, de modo de definir una suerte de complementariedad entre lo sistemático que podemos hallar en el seno de la lengua, sistematicidad defendida por el dominio de la palabra y la operancia de las reglas gramaticales de una lengua ‘natural’ específica, y el caso anómalo o variante que hace tensar el alcance mismo de la regla.
Nuestro punto de vista se funda en esta tensión que posee como ingredientes la estaticidad propia de la regla enfrentada al dinamismo de la variante de la regla. O como lo subraya Bakhtine y Volochinov en Le marxisme et la philosophie du langage, citado por el mismo Adam (1997, 31) y retomado también por el análisis del discurso emprendido por Fowler (1995, 108-9), quienes consideran como imposible y metodológicamente irracional establecer una frontera o límite estricto y riguroso entre el esquema gramatical y la variante estilística de cualquier fenómeno de lengua. Esta afirmación se sostiene en un entendimiento orgánico y sintético de los hechos de lengua: en una justa combinación o composición entre el objetivismo abstracto representado en la gramática y el subjetivismo individual reflejado en los estudios estilísticos (cf. Adam 1997, 30). De este modo, no es desacertado indicar al estudio del estilo como una variación ramificada de la lengua, como subtitula Adam el capítulo sobre “Gramática y Estilo”, apelando a una afirmación de inspiración deleuzeana de Crítica y Clínica (1997). El estilo, entonces, no es reductible a una definición configurada a partir del desvío de una norma establecida, ni tampoco podemos hallar su génesis en una espontaneidad afectiva de un hablante en particular.36 Nuestra óptica acerca del estilo, por tanto, apuesta tanto a la disolución de un cierto objetivismo sistemático y conceptual vinculado a una idea estricta de gramática y de lengua, como también a un subjetivismo ligado a una cierta noción obscura de genio y espontaneidad: la espontaneidad está alojada en la potencia misma del sistema que se expresa en específicas actualizaciones; el problema del estilo, sostenemos, reside justamente en el tránsito en donde lo virtual se efectúa en lo actual.
De este modo, es lícito sostener que a diferencia de una lingüística interna que se centra fundamentalmente en el sistema, i.e., sobre un código que pone en juego un número finito de categorías de unidades y de reglas de combinación de estas unidades, la lingüística que Adam propone llamar ‘pragmática textual’37 busca describir y teorizar primordialmente la diversidad de obras en todo acto de enunciación, sea este escrito u oral. Si otorgamos nuestro asentimiento a que el texto, como lo sugiere Adam a partir de la lectura a Bakhtine, es el espacio donde se combinan orgánicamente la gramática y el estilo; en el análisis textual es lícito introducir en correspondencia, la diversidad y la variación en una descripción del sistema complejo y abierto en las lenguas. La gramática de la lengua tal como es entendida por Bahktine y Bally, está caracterizada por una pluralidad tanto polilectal como polifónica de la codificación que la descripción de enunciados singulares permite determinar. Si la gramática se convierte en la teorización de una variación de los sistemas inscritos en la lengua, de una variación descrita estilísticamente en el cuadro de una unidad Texto, se rompe con la dicotomía fundadora de la estilística literaria. Si antes Cassirer afirmaba que el corazón del lenguaje se halla más en el estilo que en la gramática, Adam agrega que la lengua debe ser buscada tanto en la estilística como en la gramática, apelando de esta forma a la inspiración bakhtiniana en donde la heteroglosia y la polifonía inscritas en la naturaleza de todo enunciado, enmarcadas en los constantes relevos dialécticos que se concretan en la ya manida noción de lo carnavalesco, cifran o expresan un conatus de síntesis entre aspectos ligados tanto a la estática del sistema como al dinamismo observado en las posibles actualizaciones registradas en los enunciados concretos.38
De esta forma, el estilo y su posible conceptualización en vista a su operancia descriptiva y explicativa, rebasaría lo que habitual e históricamente se ha pensado acerca de su posible definición. En otras palabras, deja de ser el estilo una simple reunión de características absolutas que determinan las condiciones de reconocimiento de un texto o discurso particular respecto de un género previamente definido —‘este texto corresponde a una expresión lírica específica del medioevo español’, v.gr.—, o bien, el conjunto de características singulares que permiten o cifran la propiedad de un texto o discurso en los marcos de un autor particular o colectivo —‘el conflicto de esta novela manifiesta claros visos kafkianos’ o ‘la escritura de Lautremont adelanta ciertas singularidades propias de la estética surrealista’ v.gr. El estilo, al contario, se inscribe en la instancia decisiva de la creación misma al nivel sintáctico y suprasegmental con que se manifiesta el fenómeno poético, productivo y no reproductivo, de toda lengua en cuanto a su rendimiento en efectos de sentido:39 es este punto el que condiciona el reconocimiento del carácter específico de todo texto y no a la inversa.
En consecuencia el estilo, dejado de lado tanto en los estudios literarios como en los lingüísticos por ser entendido en la simplicidad de un conjunto de singularidades propias de tal o cual perspectiva particular, en vista a una taxonomía general de los textos,40 en nuestro horizonte cobra un valor de tendencia o inclinación, en la que los enunciados se disponen a funcionar de determinada manera, independiente del producto final, dado en la totalidad de una obra o de la poética de un autor, un colectivo, o bien de un período de la historia de la literatura y de los textos. En términos sintéticos, el estilo no es tanto una serie de predicados atribuibles respecto a una serie singular de obras,41 sino, más bien, surge como un índice de las condiciones de atribución de ciertos caracteres de aparición en obras y enunciados dados y posibles, lo que significa incrustar o injertar un principio asistemático y dinámico en lo sistemático y estático que define la concepción general de una lengua. Desde nuestra perspectiva es una exigencia que la noción de estilo establezca y constituya el paso enigmático o discontinuo entre lo virtual que hallamos en el sistema y lo actual que observamos en la singularidad concreta de un enunciado.
Por consiguiente, la noción de estilo puesta en este horizonte o planteamiento del problema se aleja también de las concepciones que habían dado una cierta relavancia al rol del estilo en las investigaciones lingüísticas: como lo hallamos en Riffaterre, para quien el estilo es una función que subraya los rasgos significativos del mensaje, en oposición a la normalidad del contexto, lo que en definitiva implica una especie de desvío frente a una norma dada, es decir, la norma y su sistematicidad siguen siendo condición de la aparición de estas variantes desviadas de aquellas constantes apostadas e inscritas en el mismo sistema.42 Para Carreter, por otro lado, el estilo es la interacción entre formas del contenido y formas de la expresión. Es un lenguaje connotado, siguiendo la tendencia de la teoría glosemática de Hjemslev, lo cual hace aparecer al estilo en una función más compleja, territorializando un espacio de juego o circulación formal entre constituyentes significativos o correlativos —expresión y contenido.43
La noción de estilo, si bien comporta ciertos aspectos que pueden ser considerados respecto de la ya mentada característica de desvío, no es menos cierto que esta noción de desvío aparece definida en referencia con la de norma, ya sea entendida como convencional o sistemática, la que en definitivas cuentas no solo determina la posibilidad de que tal o cual variante de una constante del sistema aparezca en determinado contexto enunciativo, sino que, además, evalúa su relevancia o grado de significación respecto del punto en que esta variante se presenta y se posiciona dentro del sistema mismo de constantes de la lengua. Nuestro punto enfatiza que, siguiendo las reflexiones de Deleuze (1997, 2002) y Guillaume (1970), un hecho de estilo no comporta un desvío respecto de una norma gramatical restringida y arbitraria garantizada por la potencia estática del sistema, sino más bien es un dato a nivel del sentido que explota las virtualidades –eventualmente las más escondidas– del sistema y de las relaciones específicas de otras formas, en la unidad que se constituye como texto. Lugar de la realización o actualización de los agenciamientos de la lengua, el texto es un espacio donde todo se interrelaciona (où tout se tient saussureano): el texto permite aprehender un hecho de la lengua dado (el empleo de un adverbio, de un tiempo verbal, de un pronombre, de un adjetivo, de una construcción sintáctica) en la complejidad de sus relaciones con otras formas, con una situación discursiva particular y con una intencionalidad enunciativa compleja donde la variación implica y complica al sistema.44
Tal como Proust, en las críticas de Sainte-Beauve (1920), señalaba que el acto de escribir para el novelista es algo así como crear una lengua menor de una mayor,45 Deleuze propone que escritores como Kafka o Beckett por ejemplo, más que ser un checo que escribe en alemán o un irlandés que a menudo escribe en francés o en inglés –situación que claramente puede ser encasillada en una suerte de bilingüismo o multilingüismo que permite la mezcla de las dos lenguas dejando intacto lo sistemático y lo homogéneo de cada una y de la mezcla de constantes de ambas–, lo que escriben es una invención lingüística que se minora o se resta o se sustrae de la lengua mayor en la que se expresa por completo, alcanzando la totalidad virtual que representa el sistema. Literatura menor46 es la noción que circula en este argumento, que comparte un doble registro: por un lado, se manifiesta en la pura sintaxis de los enunciados, pero entendida no desde un formato lineal, de líneas rectas entre palabras y desde las palabras a las cosas, sino como la conjunción de vías indirectas producidas en cada caso para expresar la vida de las cosas a partir de las fluctuaciones del propio lenguaje.47 Por otro lado, esto consecuentemente afecta al sentido mismo de toda proposición, el cual se torna en la materia misma de toda expresión que se manifiesta en el recorrido suprasegmental o prosódico de todo texto.48
¿Es posible, preguntamos, forzar la lengua sin que haya posibilidad de confundirla con el habla, en un campo enunciativo que proponemos preliminarmente como experimental? Todo depende, respondemos, más bien de la manera de definir el concepto de lengua: si se toma como un sistema homogéneo en equilibrio, o próximo al equilibrio, definido por unos términos y unas relaciones constantes, resulta evidente que los desequilibrios o las variaciones solo afectarán a las palabras (variaciones no pertinentes del tipo entonación, acento, prosodia, etc.); pero si el sistema se presenta en desequilibrio perpetuo, en bifurcación, en unos términos en los que cada uno recorre a su vez una zona de variación continua, entonces la propia lengua se pone a vibrar, a balbucear, sin confundirse no obstante con el habla, que tan solo asume una posición variable entre otras o toma una única dirección.49 Si la lengua se confunde con el habla es tan solo con una habla muy especial, un habla poética que efectúa toda la potencia de bifurcación y de variación, de heterogénesis y de modulación propia del lenguaje.
Gustave Guillaume, en Langage et science du langage,50 consideró a cada término de la lengua no como una constante en relación con otras, sino como una serie de posiciones diferenciales o puntos de vista tomados sobre un dinamismo asignable: el articulo indefinido ‘un’ recorrerá toda la zona de variación comprendida en un movimiento de particularización y el artículo definido ‘el’, toda la zona emprendida en un movimiento de generalización —cada sustantivo, verbo o adjetivo posee en particular por su cuenta un dinamismo en sus propias zonas de variación, como lo entiende Deleuze (1997, 150) a partir de Guillaume. Se trata de un balbuceo, pues cada posición de ‘un’ o de ‘el’ constituye una vibración que repercute en lo restante del texto. La lengua se estremece de arriba abajo en el acontecimiento de la actualización singular. Hay aquí el principio de una comprensión poética de la propia lengua: es como si la lengua tendiera una línea abstracta infinitamente variada. Si se ha reconocido como admirable la obra de Dante, por brindar un ejemplo, es por haber ‘escuchado a los tartamudos’, estudiado todos los ‘defectos de elocución’, no solo para conseguir efectos de habla, sino para emprender una amplia creación fonética, léxica y primordialmente sintáctica, haciendo revolucionar el canon de la rota virgiliana.51
No obstante, es precisamente el privilegio de la sintaxis, del orden de las palabras, de la dispositio del texto, lo que determina la tensión que se intenta manifestar en el caso desviado de la correcta enunciación. Es por esta razón que cualquier forma notablemente original en el uso artístico de una lengua, lo que hemos reconocido en préstamo como una literatura menor, es inseparable de un tratamiento sustractivo sobre los enunciados posibles. La variación continua no actúa sobre una economía de las constantes, sino sobre las variantes mismas que se encarnan en tal o cual enunciado concreto que se manifiesta como representativo de una forma particular de hablar. El estilo, como veremos, es sustractivo tanto de la lengua como de la eventual norma que le daría, en principio, lugar.
Si bien con Saussure se ha ganado en un entendimiento estructural y sistemático de la lengua por sobre la inteligencia decimonónica de los estudios históricos o evolutivos sobre el lenguaje, ese aspecto estructural, relacional y diferencial a la vez, que subrayó el ginebrino en la identificación de términos mínimos, casi atómicos, con que identifica cada elemento de todo sistema lingüístico, quizá sea pertinente colocar en un constante movimiento esa estática atómica y estructural, sumándole dinamismo o frecuencia de movimiento y vibración a cada uno de esos términos: hacer que cada término del sistema se comporte virtualmente asumiendo su realidad fluctuante sea una forma consistente de entender los fenómenos lingüísticos. 52
En síntesis, podemos sostener que la lengua se inscribe en un dominio que se desenvuelve en un doble proceso que figura su comportamiento y posible evolución. Proceso que se establece en base a tendencias que necesariamente se realizan en cualquier actualización enunciativa y a ciertas consecuencias o efectos que hay que cifrar o determinar: la disyunción intensiva de las entidades lingüísticas semejantes y la conexión o composición de estos mínimos combinables. Si la lengua la consideramos como un sistema tendiente al equilibrio, estas disyunciones siempre estarán definidas bajo los marcos de lo excluyente, o bien, serán necesariamente exclusivas la una con las otras —la cifra del valor del signo lingüístico en “ser lo que los otros no son” como afirmó Saussure— y las conexiones solo pueden ...

Índice

  1. Portada
  2. Derechos de autor
  3. Título
  4. Dedicación
  5. Índice
  6. Un Trivium para Huidobro: A modo de presentación
  7. Prefacio: La lógica de Huidobro
  8. Entre manifiestos y Cagliostro o de una gramática en Huidobro
  9. Un campo inexplorado, una retórica en Huidobro
  10. Ensayo sobre estilo y variación
  11. Dos cuestiones sobre el estilo (Deleuze, Rancière)
  12. Estilo, experiencia, poema