Freud y los chilenos
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Freud y los chilenos

Un viaje transnacional (1919-1949)

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Un viaje transnacional (1919-1949)

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Freud y los chilenos. Un viaje transnacional (1919-1949).Joaquín Edwards Bello en su columna de La Nación del 9 de noviembre de 1934 titulada los freudianos expresaba «Hace pocos días pasaba por la Alameda y vi salir de la universidad un tumulto. Más bien dicho, vi en las puertas de tumulto que se esparcía: contaba de niñas, de jóvenes, de damas de todas las clases sociales, dominándole la media. No pude resistir la curiosidad y pregunté a uno de los salientes qué cosa era, y me dijo, que se trababa de una conferencia sobre psicoanálisis». Precisamente, Mariano Ruperthuz reconstruye el proceso de introducción del pensamiento de Freud en nuestro país, logrando transmitir la complejidad y riqueza de dicho fenómeno a comienzos del sigloXX.

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Información

Año
2022
ISBN
9789569441769
CAPÍTULO 1
LA HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS EN CHILE: LA CONSTRUCCIÓN DE UN PROBLEMA HISTORIOGRÁFICO.
1.1 La historia del psicoanálisis como un problema de investigación en Chile
La presente investigación aborda un problema escasamente estudiado en Chile. Si bien, el psicoanálisis se ha constituido como uno de los sistemas de pensamiento más influyentes en el mundo occidental a lo largo del siglo XX, no han existido investigaciones a nivel local que reconstruyan toda su riqueza como objeto histórico. Parafraseando a John Burham (2012), hablar de Freud es apuntar a un particular e intrincado fenómeno histórico y cultural que transformó las concepciones acerca del ser humano, inaugurando una nueva forma de mirar el mundo en el siglo XX1. Nació como una teoría de la mente y al mismo tiempo como una práctica clínica, el psicoanálisis rápidamente sobrepasó sus límites iniciales y se constituyó, en palabras del poeta británico W.H Auden, en un verdadero “clima de opinión”2. Visto así, las teorías de Freud viajaron rápidamente a través del globo, impactando distintos espacios sociales y culturales, siendo recepcionadas, apropiadas y reinterpretadas según las necesidades de cada público en sus respectivos espacios locales.
El psicoanálisis tiene su origen en la Viena finisecular, de la mano de un médico judío que no ocupaba un lugar central dentro del establishment de su época. Sus tempranos discípulos tampoco gozaban de demasiado prestigio profesional pero, a pesar de esto, sus postulados se diseminaron de manera sorprendentemente rápida, logrando una notoriedad sin igual. Si se piensa en el Chile de finales del siglo XIX y de comienzos del tan significativo siglo XX y los casi 13.000 kilómetros que separaban Viena de Santiago de Chile –ciudad donde se llevaron a cabo, al igual que en Valparaíso, las mayores discusiones en torno al psicoanálisis– ya el sólo el traslado de las ideas de Freud a Chile constituye en sí mismo un problema interesante de responder. Además las historias del psicoanálisis en otras latitudes muestran cómo los conceptos y las ideas freudianas tuvieron una vida independiente de lo que ocurría en los reductos supuestamente “oficiales” como son las sociedades psicoanalíticas.
Como ejemplo de lo anterior, en el año 2011 la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) publicó un libro celebratorio del centenario de la fundación de esta agrupación profesional3, donde se reunieron trabajos de analistas de los cinco continentes, los que desde una perspectiva muy propia y tradicional, señalaban el devenir histórico de las ideas de Freud en sus respectivos países. Este gran recuento incluyó, por supuesto, un opúsculo sobre lo sucedido en Chile4, en el que su autor afirma que: “La historia del psicoanálisis en Chile y de la Asociación Psicoanalítica Chilena (APCH) está bien documentada”5 (p.281), afirmando esto a partir de una serie de trabajos producidos por miembros del nombrado capítulo local6. A mi modo de ver, este pequeño número de documentos comparten algunas características que ayudarían a entender las razones y soportes de esta declaración: casi la totalidad de ellos se centran de manera exclusiva en los hechos que llevaron a la fundación de la Asociación Psicoanalítica Chilena (1949), asimilando que la historia del psicoanálisis en Chile estaría contendida exclusivamente en la historia institucional. Además, este evento es un hito que definiría un “momento cero” desde donde se comienza a escribir la historia “oficial” del psicoanálisis en el país7. Lo anterior a eso será, por lo tanto, prehistórico y los personajes influyentes de ese periodo recibirán el adjetivo de difusores o pioneros (que lo fueron), en contraposición con aquellos formados “oficialmente”8, mostrando como la institución psicoanalítica entrega claros elementos de legitimidad, autorización y reconocimiento al momento de contar la historia del psicoanálisis a nivel local9. Por otro lado, estas aproximaciones excluyen cualquier variable relacionada con el contexto social, político y económico que enmarcó la llegada de las ideas de Freud a Chile y que pudo influir en su aceptación o rechazo. Con ello, se observa una tendencia a pensar artificialmente al psicoanálisis como una práctica indoor10, la que flotaría por fuera de la fuerza de gravedad de la sociedad y que estaría basada en la supuesta neutralidad del psicoanalista11.
Como la historia del psicoanálisis cruza los llamados “saberes psi”12 (psicología, psiquiatría y a sí mismo psicoanálisis) se podría esperar que desde esos sectores se haya realizado una indagación histórica mayor. Pero el panorama no es del todo alentador. Gonzalo Salas y Eugenio Lizama en su reciente Historia de la Psicología en Chile (1889-1981)13 afirman que “la tarea historiográfica de la Psicología en Chile, ha presentado un exiguo desarrollo, debido a la escasa sistematización de los conocimientos y las investigaciones desplegadas en Chile” (Salas & Lizama, 2009, p. 27). Para ellos, la influencia de estos factores ha hecho muy compleja la tarea de realizar una verdadera reconstrucción histórica disciplinar, buscando posicionar así su trabajo como un aporte significativo en esta materia. Sin embargo, el lugar que estos autores le dan al psicoanálisis dentro de la recopilación histórica de la psicología chilena es al menos exiguo. Este trabajo muestra nulas referencias a las ideas freudianas como parte de la historia de la disciplina, ni tampoco dan razones suficientes para dicha exclusión14. Otros autores en esta misma línea opinan que “En Chile, cuando se enseña los orígenes y el desarrollo de la psicología, se enseña la historia estadounidense y europea y no se transmiten las experiencias propias ni se ofrece un recuento histórico chileno. Son muy pocos los autores que han investigado el tema y varios de los escritos presentan impresiones y contradicciones” (Pizarro, 1997, p. 2), desprendiéndose, en consecuencia, la necesidad de profundizar en esta área de investigación, ganando, de seguro, mayor precisión e identidad. Puedo afirmar que la única investigación que ha tomado la historia del psicoanálisis en Chile (comparándola con lo sucedido con Estados Unidos y la Argentina), para rescatar los aportes invisilizados de muchas investigadoras nacionales, víctimas de los principios que rigen la construcción histórica de la disciplina a partir de sesgos de género, es la realizada por María Inés Winkler15. Sin embargo, como su objetivo es otro, no logra ampliar mucho más los antecedentes tradicionales que se manejan sobre la recepción del psicoanálisis a nivel local16.
Por otro lado, los trabajos sobre la historia de la psiquiatría en Chile si bien tienen una mayor tradición, tampoco desarrollan mayores antecedentes sobre el psicoanálisis. Así investigaciones clásicas como las de Ricardo Cruz-Coke17 o Armando Roa18, que dan cuenta de la evolución de la medicina mental en Chile, no extienden demasiado sus márgenes para incluir de manera pormenorizada al freudismo19. Acto seguido, los trabajos recopilatorios más recientes sobre la historia de la psiquiatría chilena, se dedican en extenso a pensar la historia de la fundación y desarrollo de los establecimientos psiquiátricos en el territorio nacional, desde una perspectiva cronológica y principalmente descriptiva20. Cuando hacen referencia al psicoanálisis se dedican a comentar los aportes pioneros de Germán Greve Schlegel y Fernando Allende Navarro, además de centrarse en la figura del “fundador” del psicoanálisis en Chile, Ignacio Matte Blanco. Desde esta óptica el psicoanálisis es el sinónimo de una práctica médica especializada21.
Por otro lado, una renovación la presentan los trabajos que en estos últimos años en Chile ha realizado el “Grupo de Estudios en Historia en las Ciencias [GEHC], equipo interdisciplinario que ha fomentado la creación de instancias de investigación y diálogo acerca de la Historia de las Ciencias en Chile y América Latina, dando especial cabida a la historia de la medicina, la psiquiatría, la eugenesia y la criminología22. Por último, debo mencionar que estos últimos años se han abierto nuevas instancias para pensar la historia del psicoanálisis chileno. Por ejemplo, el trabajo realizado por Silvana Veto (2012) acerca del psicoanálisis en los tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet, específicamente la desaparición de Gabriel Castillo Cerna, médico psiquiatra, egresado del Instituto de Formación Psicoanalítica de la APCH23.
Así y luego esta revisión, puedo afirmar que el estado del campo donde se inserta la presente investigación, justifica plenamente su presencia e intención, ya que los respectivos campos de “los saberes psi” en Chile no han generado investigaciones históricas que logren abordar la complejidad que implicaría la historia del psicoanálisis . Como lo señalé, el psicoanálisis es uno de los sistemas de pensamiento más influyentes y relevantes del último siglo, su incidencia va más allá del mundo de las ciencias, compenetrándose significativamente en la cotidianidad de los miembros de varios espacios culturales y sociales. Por ello, quise tomar partido en este panorama y proponer un trabajo que abordara, de manera profunda y especialmente novedosa, la llegada e implantación de las ideas de Freud en nuestro país.
Sin embargo, a mi modo de ver, esta simple declaración de intención no es suficiente y es necesario delimitar las herramientas conceptuales para llevar a cabo esta tarea, ya que la bibliografía muestra también que existen distintos modos de encarar y conceptualizar la historia del psicoanálisis. Cada perspectiva tiene su implicancias específicas y quiero dejar claro desde qué óptica pude afrontar este problema. Por ello, en el siguiente apartado repasaré dichos “estilos”, para luego, una vez hecha esta revisión, plantear cuál será la modalidad que adopté en este trabajo.
1.2 Historia en psicoanálisis: tradiciones historiográficas asociadas a su estudio.
La evidencia muestra que, dentro del campo de investigaciones que intentan abordar la historia del psicoanálisis, existen modos bien definidos de encarar y pensar su historia, generando verdaderas tendencias historiográficas perfectamente distinguibles. Estos “modos” o “estilos”, según Plotkin (2003), serían principalmente tres: los trabajos centrados en la figura de Freud como único autor y creador del psicoanálisis. En este grupo de abordajes –donde se reúnen los trabajos del mismo Sigmund Freud, Ernest Jones24, Peter Gay25 y Louis Breger26 27, entre otros– Freud es representado como un verdadero héroe solitario, donde sus descubrimientos no reconocerían casi ninguna genealogía y en la cual la teoría freudiana sería una especie de creación ex-nihilo. Estas propuestas de historización del psicoanálisis tienen tanta antigüedad como el mismo psicoanálisis. Los primeros trabajos dedicados al tema se escribieron casi en “tiempo real” por el mismo Freud a medida que fue visualizando la importancia y repercusión de sus ideas, lo mismo que los motivos políticos de su movimiento. Con esto se inauguró una corriente historiográfica muy fuerte que tuvo su origen al interior del movimiento psicoanalítico y que se distinguirá significativamente del estilo de los trabajos que vendrán desde fuera de él28.
Para ser más concreto, esta veta fue inaugurada con el trabajo freudiano Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico de 191429, reforzándose posteriormente con otros escritos en los que Freud explicará, desde su particular punto de vista, el nacimiento del psicoanálisis. Ellos están plagados de significantes tales como “lucha”, “causa”, “resistencia”, “incomprensión” y “rechazo”, los que circularán a lo largo del tiempo – hasta hoy inclusive– caracterizando la historia y especialmente el origen del psicoanálisis.
Una afirmación de Freud en esta línea es la siguiente:
“Siendo el propósito del presente trabajo trazar la historia del movimiento psicoanalítico, no habrá que extrañar su carácter subjetivo ni la preponderancia en él de mi propia persona. El psicoanálisis es, en efecto obra mía. Durante diez años fui el único en ocuparme de él, y todo el disgusto que su aparición provocó cayó sobre mí, haciéndome contemporáneo de las más diversas y violentas críticas” (Freud, 1996 [1914], p. 1895).
Si se contrasta la afirmación anterior con lo que comúnmente se sabe del origen del psicoanálisis, se pesquisa cierta ambivalencia de Freud para reconocer la participación de “otros” en “su” descubrimiento. Llama particularmente la atención el cambio que tuvo Freud a través el tiempo con respecto al papel de Josef Breuer –por señalar a uno de los participantes más significativos– en el nacimiento del psicoanálisis. Para muchos, incluyéndome, daría por sentado que los conocidos Estudios sobre la Histeria de 1895, de autoría de Breuer y Freud, sentaron las bases para los posteriores desarrollos psicoanalíticos. Sin embargo, y aunque al parecer Freud pensaba lo mismo, en un breve lapso, cambió su opinión al respecto. Así lo evidencian sus palabras de 1909 cuando presentó el psicoanálisis al público norteamericano, las que se diferencian de su trabajo de 1914. Así, Freud abre sus conferencias norteamericanas diciendo:
“Si constituye un mérito haber dado vida al psicoanálisis, no es a mi a quien corresponde atribuirlo, pues no tomé parte alguna en sus albores. No habría yo terminado mis estudios y me hallaba preparando los últimos exámenes de la carrera cuando otro médico vienés, el doctor Josef Breuer, empleó por primera vez este método en el tratamiento de una muchacha histérica (1880-1892)” (Freud, 1996 [1910], p. 1533).
Lo anterior marca la existencia de una genealogía intelectual de la cual el psicoanálisis era heredero, participando dentro de un conjunto de descubrimientos anteriores en el campo científico que lo vio nacer. Esta influencia “externa”, si es que puede llamar así, no sólo apuntaría a las personas que estuvieron directamente relacionadas con Freud – como Charcot, Breuer o Fliess– sino que también al contexto intelectual de la época. Pero el mismo Freud, cinco años más tarde de este reconocimiento, reivindicará, en palabras de López-Ballesteros (1996), su exclusiva paternidad en el nacimiento del psicoanálisis:
“Cuando en 1909, y desde la cátedra de una Universidad americana, se me ofreció la primera ocasión de hablar públicamente sobre el psicoanálisis declaré, movido por la importancia del momento para mis aspiraciones, no haber sido yo quien diera vida al psicoanálisis. Tal merecimiento había sido conquistado por otro –por el doctor Josef Breuer– en una época en la que yo me hallaba entregado a la preparación de mis exámenes finales (1880-82). Posteriormente varios benévolos amigos míos me han reprochado haber dado con tales palabras una expresión desmesurada de agradecimiento hacia el doctor Breuer. Hubiera decidido presentar, según lo había hecho en otras ocasiones anteriores, el “método catártico” de Breuer como un estadio preanalítico, situando el punto de partida del psicoanálisis en mi abandono de la técnica hipnótica y mi introducción de las asociaciones espontáneas del enfermo. A mi juicio, es indiferente iniciar la historia del psicoanálisis con el método catártico o sólo con mi ulterior modificación del mismo. Toco esta cuestión, nada interesante, tan sólo porque algunos adversarios del psicoanálisis suelen acordarse ocasionalmente de que este arte no fue iniciado por mí, sino por Breuer. Esto no sucede, claro está, sino cuando su situación les permite reconocer algo estimable en nuestra disciplina, pues en caso contrario el psicoanálisis es indiscutiblemente obra mía. No he sabido nunca que la considerable participación correspondiente a Breuer en el psicoanálisis haya atraído sobre él s...

Índice

  1. Portada
  2. Título
  3. Derechos de autor
  4. Índice
  5. Agradecimientos
  6. Prefacio
  7. Prólogo
  8. CAPÍTULO 1 LA HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS EN CHILE
  9. CAPÍTULO 2 EL “MALESTAR EN LA CULTURA”
  10. CAPÍTULO 3 EL “RETORNO DE LO REPRIMIDO”
  11. CAPÍTULO 4 “EN CADA UNO DE NOSOTROS EXISTE UN DEMONIO”
  12. CAPÍTULO 5 “FREUD PARA TODOS”
  13. CAPÍTULO 6 CONCLUSIONES Y COMENTARIOS FINALES
  14. Notas
  15. Bibliografía