Ecología de la libertad
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Ecología de la libertad

Surgimiento y disolución de la jerarquía

  1. 592 páginas
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Ecología de la libertad

Surgimiento y disolución de la jerarquía

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"La noción misma de la dominación de la naturaleza por el hombre se deriva del dominio muy real de lo humano por lo humano".Con esta sucinta formulación, Murray Bookchin presenta su obra más ambiciosa, 'Ecología de la libertad'. Un libro atractivo y extremadamente legible de alcance impresionante, su síntesis inspirada de ecología, antropología y teoría política rastrea nuestros legados conflictivos de jerarquía y libertad, desde el primer surgimiento de la cultura humana hasta el capitalismo globalizado de hoy, señalando constantemente el camino hacia una sano, futuro ecológico sostenible.En un programa de estudios universitario o en la mochila de un activista, este libro es una lectura indispensable para cualquiera que esté cansado de vivir en un mundo donde todo es un recurso explotable.Una síntesis de ecología, antropología y teoría política que señala la contradicción entre imposición y libertad en la cultura humana, tanto entre seres humanos como de la humanidad hacia la naturaleza. Teniendo en cuenta, según las observaciones del libro, que en la naturaleza prevalece la cooperación, la simbiosis y el comportamiento emergente (procesos llamados por Bookchin redes de alimentación y círculos de interdependencia), propone como alternativa al capitalismo contemporáneo el desarrollo sostenible, la tecnología apropiada y especialmente la ecología social.El tema de la narrativa histórica de Bookchin es sencillo: la devastación ambiental, económica y política nace en el momento en que las sociedades humanas comienzan a organizarse jerárquicamente.Y, a pesar de los matices y detalles de sus argumentos, la lección que hay que aprender es igualmente básica: nuestra pesadilla continuará hasta que se disuelva la jerarquía y los seres humanos desarrollen estructuras sociales más cuerdas, sostenibles e igualitarias. Murray Bookchin, cofundador del Instituto de Ecología Social, ha sido una voz activa en los movimientos ecológico y anarquista durante más de cuarenta años.

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Información

Año
2022
ISBN
9788412528527
Edición
1
Categoría
Literatura

10
La matriz social
de la tecnología
Tan grave como la medida en que hemos mecanizado el mundo es el hecho de que no podamos distinguir, en nuestras vidas, lo social de lo técnico. En nuestra incapacidad para distinguir entre ambas instancias estamos perdiendo la aptitud para determinar cuál de las dos habrá de prevalecer sobre la otra. Aquí radica el meollo de nuestras dificultades a la hora de controlar la máquina. Carecemos de un sentido de la matriz social en cuyo seno ha de circunscribirse toda la tecnología, así como del sentido social que debe revestir la técnica. En lugar de ello, lo que nos encontramos es con una grotesca caricatura de la concepción griega de techné, que ya no está gobernada por el sentido de los límites. Nuestra propia concepción de la techné, completamente generada por el mercado, ha pasado a ser tan ilimitada, tan extensa y amplia, que empleamos su vocabulario (input, output, feedback, ad nauseam) para explicar nuestras más íntimas interrelaciones, que, en consecuencia, se vuelven superficiales y trilladas. En la masiva tendencia de la técnica a colonizar todo el espectro de la experiencia humana se plantea ahora la necesidad apocalíptica de detener su avance, redefinir sus metas, reorganizar sus formas, reducir sus dimensiones y, por encima de todo, reabsorberla para que adopte formas orgánicas de vida social y formas orgánicas de subjetividad humana.
El problema histórico de la técnica no radica en su tamaño o escala, ni en su «suavidad» o «dureza», ni mucho menos en la productividad o eficiencia con la que se ganó la reverencia ingenua de las generaciones anteriores; el problema radica en cómo podremos contener (esto es, absorber) la técnica dentro de una sociedad emancipadora. En sí mismo, lo «pequeño» no es ni bonito ni feo; es, simplemente, pequeño. Algunos de los sistemas sociales más deshumanizados y centralizados se idearon a partir de tecnologías muy «pequeñas»; pero las burocracias, monarquías y fuerzas militares convirtieron estos sistemas en garrotes brutales con los que subyugar a la humanidad y, más tarde, con los que tratar de someter la naturaleza. Ciertamente, una técnica a gran escala promoverá el desarrollo de una sociedad opresiva a gran escala; pero toda sociedad intrincada sigue la dialéctica de su propia patología de dominación, independientemente de la escala de su tecnología. Puede organizar lo «pequeño» en lo repelente, tanto como imprimir una expresión arrogante en los rostros de las élites que la administran. Términos tales como «grande», «pequeño» o «intermedio», y «duro», «suave» o «tenue» son simplemente externos: los atributos de fenómenos o cosas, más que sus elementos esenciales. Puede que nos ayuden a determinar sus dimensiones, pero no explican las cualidades inmanentes de la técnica ni, en concreto, la forma en que esta se relaciona con la sociedad.
Por desgracia, la preocupación por el tamaño, la escala e incluso la maestría de la técnica desvía nuestra atención de sus problemas más significativos —en particular, sus vínculos con las estructuras y los ideales sociales de la libertad—. La elección entre una técnica libertaria y una técnica autoritaria la plantearon hace varias generaciones Fourier y Kropotkin, mucho antes de que Mumford desnaturalizara la palabra «libertario» para transformarla en el término «democrático», más amorfo y respetable desde el punto de vista social.[193] Pero esta elección no es característica de nuestro tiempo, sino que tiene un pedigrí muy complejo y de larga data. La cerámica exquisitamente diseñada de un mundo artesano que se desvanece, los hermosos mobiliarios, los diseños coloridos y sutilmente intrincados de los tejidos, los ornamentos cuidadosamente cincelados o las armas y utensilios con tanta gracia esculpidos dan fe de una riqueza de saberes, de un cuidado por el objeto, de un deseo íntimo de expresarse y de una preocupación creativa por la originalidad y el detalle que se ha extinguido casi completamente de la actividad productiva de nuestros días. Nuestra admiración por estas obras de artesanía se proyecta de manera inconsciente hacia una sensación de inferioridad, o de pérdida, con respecto al mundo artesano que las vio nacer: un mundo que es tanto más impresionante por cuanto reconocemos el alto grado de subjetividad plasmado en sus objetos. Sentimos que seres humanos identificables dejaron la impronta de sus personalidades en estos bienes; que poseyeron una sensibilidad extremadamente sintonizada con los materiales que trabajaron, las herramientas que emplearon y las normas ancestrales que su cultura fue estableciendo a lo largo de incontables generaciones. En último término, lo que despierta nuestra emoción es el hecho de que estos objetos dan fe de un espíritu humano fecundo, una subjetividad creativa que articulaba su riqueza y su herencia cultural en materiales que en nuestras sociedades se antojan pedestres, ajenos al mérito artístico. Aquí, el halo surreal en torno a los objetos cotidianos —la reconquista de la vida cotidiana mediante una integración vibrante de manos, herramientas, mente y materiales— se logró no simplemente como parte del programa metafísico de los intelectuales europeos, sino también gracias a la acción de la gente corriente que vivió aquella vida.
Pero en nuestra preocupación por el oficio, el cuidado y la sensibilidad de los artesanos tradicionales olvidamos con demasiada facilidad la naturaleza de la cultura que produjo al artesano y su oficio. Aquí no me estoy refiriendo a su escala humana, a su sensibilidad, a sus valores o a su impulso humanista, sino a los hechos más sólidos, que tienen que ver con la estructura social y la riqueza de sus formas. Resulta bastante obvio que si los esquimales fabricaban su equipo con tanto cuidado era porque poseían un alto sentido del cuidado recíproco, y tampoco es necesario resaltar que la cualidad animada de sus objetos revelaba una cierta subjetividad y un sentido íntimo de lo animado. En última instancia, todas estas consideraciones se derivaban de la estructura libertaria de la comunidad esquimal. Análogos son los casos de las comunidades paleolíticas tardías y del Neolítico temprano (o de la sociedad orgánica en general), cuyos objetos aún nos hechizan, y cuyas tradiciones conformaron más tarde la base comunal y estética de las «grandes civilizaciones» de la antigüedad. En la medida en que sus tradiciones sociales mantienen su vitalidad —aunque solo sea en forma de vestigio—, sus saberes, herramientas y artefactos retienen la fundamental impronta del artesano, concebido como un ser y un sujeto por sí mismo creativo y productivo.
En un principio, la técnica libertaria se distingue de la autoritaria por algo más que la simple escala de producción, el tipo o el tamaño de las aplicaciones o incluso la forma en que se organiza el trabajo, por importantes que puedan ser estos factores. Quizá la razón más crucial que explica esta distinción sea el surgimiento de una técnica institucional: la corporación sacerdotal, las burocracias que fueron emergiendo paulatinamente en torno a ella, las posteriores monarquías y fuerzas militares que las reemplazaron, así como los mismos sistemas de creencia que validan toda la estructura jerárquica, y que dotan al núcleo autoritario de una técnica autoritaria. Los espléndidos excedentes materiales no produjeron las jerarquías y las clases dirigentes, sino que fueron las jerarquías y las clases dirigentes las que produjeron los espléndidos excedentes materiales. Mumford puede que dé en el clavo cuando observa que una de las primeras máquinas que aparecieron en la historia no era un conjunto inanimado de componentes técnicos, sino una «megamáquina» absolutamente animada y compuesta por una masa de seres humanos, cuyo trabajo coordinado a gran escala levantó las enormes obras públicas y mausoleos de las «civilizaciones» tempranas.[194] Pero las religiones y las burocracias seculares crecientes eran, desde el punto de vista técnico, incluso más autoritarias. De hecho, ellas fueron las «máquinas» más tempranas y que finalmente hicieron posible la «megamáquina» —las que la movilizaron, dirigiendo sus energías hacia fines autoritarios.
Sin embargo, el logro más significativo de estas burocracias no fue la coordinación y racionalización de esta recién desarrollada máquina humana. Antes bien, fue la eficacia con la que redujeron a sus sujetos animados —sus vastos ejércitos de campesinos y esclavos— en objetos absolutamente inanimados. La «megamáquina» podía disolverse con la misma facilidad con que era movilizada; sus componentes humanos vivían la mayor parte de sus vidas en la matriz orgánica de la sociedad de la aldea. Más importante que la «megamáquina» era el grado en que las tecnologías institucionales cosificaron el trabajo que esta generaba y, sobre todo, a los trabajadores que la conformaban. El trabajo y el trabajador no solo sufrían bajo el látigo de la explotación material, sino también, e incluso en mayor medida, bajo el látigo de la degradación espiritual. Como ya he señalado, las jerarquías y clases sociales tempranas aseguraban sus pretensiones de soberanía no solo mediante un proceso de elevación, sino también por un proceso de degradación. Los vastos ejércitos de trabajadores en régimen de corvea que arrastraron los enormes bloques de piedra a lo largo de las orillas del Nilo para construir las pirámides ofrecían una imagen no solo de una humanidad oprimida, sino de bestias deshumanizadas —y en último término, de objetos inanimados, sobre los que sus superiores y gobernantes podían dar rienda suelta a su sentido del poder—.[195] Su sudor era el bálsamo del gobierno; el hedor de sus cuerpos, el incienso de la tiranía; sus cadáveres, un trono para que hombres mortales pudieran vivir según los embriagadores códigos de los dioses. Para que los muchos llegaran a ser menos, los menos debían ser más.
A nosotros nos resulta difícil entender que las estructuras políticas pueden ser no menos técnicas que las herramientas y las máquinas. En parte, esta dificultad surge porque nuestras mentes han recibido la impronta de una metafísica dualista de las «estructuras» y las «superestructuras». Diseccionar la experiencia social en lo económico y lo político, lo técnico y lo cultural se ha convertido en una cuestión de segunda naturaleza, que se resiste ante cualquier intento de fusionar un elemento con el otro. Pero esta tendencia se debe también en parte a una oportunista prudencia política, que es poco dada a confrontar las crudas realidades del poder en un periodo de acomodo social. Es mejor y más seguro tratar con la técnica en cuanto que herramientas, máquinas, trabajo y diseño, en lugar de con la técnica en cuanto que instituciones políticas coercitivas, que organizan los mismos utensilios, trabajo e imaginación que forman parte del compuesto técnico moderno. Más vale tratar la cuestión de cómo estos medios logran implementar ciertas formas destructivas o constructivas en el paisaje natural que explorar las deformaciones que producen dentro de la propia subjetividad.
Una tecnología liberadora presupone unas instituciones liberadoras; una sensibilidad liberadora requiere de una sociedad liberadora. Análogamente, los saberes artísticos son difícilmente concebibles en ausencia de una sociedad desarrollada de forma artística, y la «inversión de las herramientas» es imposible sin una inversión radical de todas las relaciones sociales y productivas. Hablar de «tecnologías apropiadas», «herramientas amenas» y «simplicidad voluntaria» sin desafiar de manera radical las «tecnologías» políticas, las «herramientas» mediáticas y las «complejidades» burocráticas que han convertido estos conceptos en «formas de arte» elitistas supone traicionar completamente su promesa revolucionaria en cuanto que ...

Índice

  1. Portada
  2. Ecología de la libertad
  3. Agradecimientos
  4. Introducción
  5. 01. El concepto de ecología social
  6. 02. La perspectiva de la sociedad orgánica
  7. 03. El surgimiento de la jerarquía
  8. 04. Epistemologías del gobierno
  9. 05. El legado de la dominación
  10. 06. La justicia: igual y exacta
  11. 07. El legado de la libertad
  12. 08. De santos a mercaderes
  13. 09. Dos imágenes de la tecnología
  14. 10. La matriz social de la tecnología
  15. 11. Las ambigüedades de la libertad
  16. 12. Una sociedad ecológica
  17. Epílogo
  18. Índice
  19. Sobre este libro
  20. Sobre Murray Bookchin
  21. Créditos