Ver más allá de la coyuntura
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Ver más allá de la coyuntura

Producción de conocimiento y proyectos de sociedad

  1. 256 páginas
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Ver más allá de la coyuntura

Producción de conocimiento y proyectos de sociedad

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La producción de conocimiento sobre la sociedad está sujeta a dificultades de todo tipo: desde el contexto social o académico específico –que condiciona qué y cómo se investiga– hasta situaciones de bloqueos propios de las disciplinas para desarrollar herramientas conceptuales que permitan hacer esa tarea. Una derivación posible de esto es quedar aprisionados en la coyuntura. Este libro propone partir de tales limitaciones para tratar de "ver más allá". Para ello, la invitación es a emprender un viaje interesado por algunos lugares y momentos en que la teoría social brindó un apoyo para esa tarea. Si la teoría es importante para diferenciar lo superficial de lo profundo, los cambios estructurales de aquellos más sujetos a la coyuntura, igualmente resulta clave para poder visualizar proyectos de sociedad. Con ese centro de atención, la invitación es también a transitar por algunos aportes contemporáneos que buscaron captar mutaciones a escala global de vasto alcance y generar a partir de estos algunas conexiones conceptuales con América Latina. Entre los temas que aparecen en ese camino no podría estar ausente el de la empresa privada convertida en referente social de la vida individual y colectiva y lo que supone en términos de colonización de la sociedad por el capital.

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Información

Año
2022
ISBN
9789878140490
Categoría
Social Sciences
Categoría
Social Theory

TERCERA PARTE
Transformaciones globales contemporáneas y el referente empresarial como proyecto de sociedad

CAPÍTULO 6
Una creativa travesía por el sistema-mundo: las aperturas cognitivas de Arrighi para el estudio de procesos globales

1. Elementos preliminares

Si se puede afirmar que el viaje revela al viajero, entonces la trayectoria intelectual de Giovanni Arrighi puede ser observada como un caso paradigmático de tal premisa. Su contribución signada por el examen creativo de procesos globales, su búsqueda de un camino propio para aproximarse a ellos pero paralelamente sin negarse al debate enriquecedor que tal conocimiento exige, su postura despojada de anteojeras idealizantes pero al mismo tiempo convencido de que “otro mundo es posible” (por utilizar la recurrente frase de los foros sociales mundiales), se cruzan en este intelectual crítico fallecido el 18 de junio de 2009 después de varias batallas contra el cáncer.
Nacido en Milán en 1937, terminó su doctorado en Economía por la Universidad Bocconi en 1960. En 1963 emigró a la entonces Rodesia –hoy Zimbabue– aprovechando que los británicos estaban estableciendo universidades a lo largo de su antiguo imperio colonial. En una difundida entrevista con David Harvey (2009) señala:
Fue un verdadero renacimiento intelectual. La tradición neoclásica modelada matemáticamente en la que me había formado no tenía nada que decir sobre los procesos que estaba observando en Rodesia o sobre las realidades de la vida africana.
El análisis de Arrighi fundamentaba que la total proletarización del campesinado de Rodesia creaba contradicciones para la acumulación de capital. En cambio, la proletarización parcial hacía posible que los campesinos africanos subsidiaran la acumulación de capital porque producían parte de su propia existencia. Cuanto más se proletarizaba la fuerza de trabajo, más se debía apelar a la represión. Arrighi también recordaba que en 1966 llegó a Dar es-Salaam en Tanzania, país en que Julius Nyerere defendía una forma de “socialismo africano” y se convirtió en encrucijada de todos los movimientos de liberación nacional exilados en África meridional.
Entre otros, allí conoció a Immanuel Wallerstein, con quien tendría encuentros y debates posteriormente. Ya se volverá sobre ello. Aquí el punto a subrayar es la socialización en los procesos de descolonización de Africa y la conexión entre economía y política implicados. En 1969 volvió a Italia, específicamente a la Universidad de Trento, centro de militancia estudiantil y única universidad que ofrecía doctorados en Sociología. La decisión de la Universidad de contratarlo –recuerda– procuraba calmar al movimiento estudiantil precisamente (Harvey, 2009). Posteriormente fue a Calabria (en el sur de Italia), donde retomó aspectos de conformación de la fuerza de trabajo examinando, por ejemplo, la disposición de los migrantes a involucrarse en las luchas obreras.
Pero su más importante contribución académica fue realizada cuando viajó a Estados Unidos, que le abrió otras posibilidades para desarrollar una línea de investigación más volcada a procesos globales. En este aspecto, Perry Anderson (2010) recuerda que en Italia las universidades permanecieron arcaicas y subfinanciadas y muchos de sus departamentos fueron presa de intrigas y “clientelas”, lo que llevó a la diáspora de figuras intelectuales clave hacia el extranjero. Seguramente un comentario aplicable también fuera de Italia y que ayuda a reparar en los espacios sociales de construcción del conocimiento y en los bloqueos y posibilidades que se generan.
Lo cierto es que en el caso de Arrighi tal cambio abrió nuevas posibilidades. Llegó a la Facultad de Sociología de Binghamton a fines de los años 70 y pasó a ser una pieza clave del Centro Fernand Braudel para el Estudio de Economías, Sistemas Históricos y Civilizaciones. Immanuel Wallerstein y Terence Hopkins, defensores del enfoque del sistema-mundo, fueron, entre otros, figuras igualmente clave del centro.1
Obsérvese de estos elementos anteriores la conformación de una trayectoria intelectual signada por la posibilidad de captación de las especificidades tanto de regiones centrales como periféricas y sus conexiones, por el estudio de la relación entre procesos sociales y procesos económicos, por la aproximación, en suma, a la investigación de procesos concretos pero asumiendo las articulaciones globales.
Por ello, cabe preguntarse: ¿cómo clasificar a Arrighi a nivel de disciplinas académicas? Felizmente, como un inclasificable “indisciplinado” frente a lo que suele caracterizarse hoy como la “geopolítica del conocimiento” heredada. Un autor que se movió en lo que sería el encuentro de la sociología y la economía, del campo de las relaciones internacionales, la historia y la geografía económica, ya que sus tempranas preguntas de investigación sobre procesos globales requerían precisamente escapar de fronteras disciplinarias.
Y cabe subrayar esto también en cuanto contribución a la temprana apertura hacia el estudio de lo que después se definiría como “globalización”. Porque, recuérdese, cuando este concepto comienza a acumular una vastísima producción desde las más diversas perspectivas a partir de la segunda mitad de la década de 1990, ya hacía años que este autor junto con los ya mencionados Amin, Frank y Wallerstein venían insistiendo en la necesidad de contar con una mirada no eurocéntrica del sistema global.
De hecho, los cuatro autores coincidieron en varias ocasiones para generar obras colectivas. Así, por ejemplo, Dinámica de la crisis global (Amin et al., 1983) los reunió bajo premisas comunes –en especial que existe un todo social que puede denominarse economía-mundo capitalista que existe probablemente desde el siglo XVI, como se verá posteriormente–, aunque promoviendo análisis y conclusiones diferentes entre sí.2
Sobre todo con Amin y Frank, Arrighi concordaba en que una de las especificidades del estancamiento de los años 70 y 80 era, a diferencia de muchos estancamientos anteriores, la significativa caída de la tasa de ganancia provocada en parte por la fuerza de trabajo de los países centrales y quizá por la habilidad de algunos países periféricos para imponerse con vigor en el mercado (por ejemplo, a través de la OPEP).
Otro encuentro conjunto en una publicación, igualmente no exento de debate entre los cuatros autores, se dio con una temática diferente: los movimientos sociales en la economía-mundo (Amin et al., 1991). En ese trabajo colectivo, Arrighi se encargó de analizar el movimiento obrero, su formación y transformación con la hegemonía norteamericana. La llamada “crisis del marxismo” era recolocada en la perspectiva de los cambios experimentados por la economía-mundo.
Ya en esos trabajos se observaba una específica perspectiva de análisis para estudiar procesos globales que compartía con los otros autores mencionados y que podría resumirse de la siguiente forma: el mundo debe verse como una totalidad sistémica y como tal genera propiedades que no es posible lograr captar a partir del mero conocimiento de sus partes. El sistema-mundo opera como un conjunto de fuerzas que va más allá del conjunto de unidades que en él existe y es por sí mismo productivo de procesos, sin que ello implique aceptar que todos los procesos a escala de sus “partes” deban verse como meros productos globales.
El carácter capitalista socialmente polarizante y su expresión geográfica en regiones centrales y periféricas es intrínseco al sistema. Las transformaciones en la división global del trabajo no transforman tal polarización. Es decir que, si bien durante el período de la Guerra Fría podía parecer que la gran contradicción era este-oeste, en los hechos siempre fue norte-sur o, más precisamente, entre regiones centrales o de núcleo orgánico de acumulación frente a regiones periféricas o que ostentan una condición de subalternidad en el sistema. La deuda externa de América Latina, por ejemplo, debía verse entonces como parte de flujos asimétricos más amplios –remisión de beneficios por las transnacionales, por ejemplo– que conectaron y conectan la región en su condición periférica.
Asumir esta premisa general común a los cuatro autores tiene efectos teórico-metodológicos importantes. Por ejemplo, llevado a la actualidad permite fijar una guía de navegación frente a mitos sobre supuestos beneficios universales de la “era de la información”, por colocar la conocida expresión. Esto no puede ser así si se parte de la premisa de que en los centros de acumulación se investiga, se generan los nuevos procesos científico-tecnológicos y se conserva el know how de múltiples actividades intensivas en conocimiento, mientras algunas actividades industriales y maquilas de servicios (Falero, 2011a) se desplazan a la periferia. Es decir, hay elementos suficientes para fundamentar que la polaridad centro-periferia no desaparece, sino que se exacerba sobre nuevos parámetros como son los derechos de propiedad intelectual, patentes, extracción de biodiversidad, entre otras.
Ahora bien, asumida la postura transversal y sus efectos en el análisis para América Latina, considerando las múltiples derivaciones que puede implicar, se comprenderá que tal como está expresada encierra un grado de generalidad enorme en el cual caben numerosas variaciones, numerosos matices y variados investigadores con sus específicos énfasis. Tal es el caso de Beverly Silver, la esposa de Arrighi, también compañera de investigación en algunos de sus trabajos sobre el sistema-mundo moderno más allá de investigaciones propias (por ejemplo, Silver, 2005 donde examina movimientos de trabajadores y conflictividad laboral desde una perspectiva histórico-mundial).

2. Ciclos sistémicos de acumulación

Cuando se abordan grandes escalas espacio-temporales, la periodización bajo determinados criterios resulta clave. Por ejemplo, Fernand Braudel y luego Immanuel Wallerstein lo hacían considerando las fases económicas A de expansión y B de declinación propuestas por Nikolái Kondratieff. La última fase A, también la más importante en términos histórico-comparativos, fue entre 1945 y 1970. Posteriormente entramos en una fase B que –como todas las fases B– se caracteriza por el descenso de los beneficios de la producción, el desplazamiento de las actividades lucrativas hacia el terreno financiero y la reubicación de la actividad productiva hacia alguna zona del sistema. Para Wallerstein también se trata de períodos de estabilidad y de cambio sistémico y, de hecho, estamos actualmente en uno de estos últimos, donde se presentan límites claros a la reproducción del sistema-mundo tal como lo conocemos.
Arrighi (1999: 19) critica estos ciclos como “constructos empíricos de incierto estatus teórico” y en cambio propone una periodización que se estructura a partir de lo que denomina “ciclos sistémicos de acumulación”. Tomando a Marx, examina una fase de expansión material en la que el capital-dinero promueve una creciente masa de mercancías incluyendo fuerza de trabajo y recursos naturales, y una fase de expansión financiera en la que una masa de capital-dinero se “libera” de la forma mercancía, pero siempre considerando la escala global de análisis.
Del economista Gerhard Mensch descarta que la economía se haya desarrollado por “ondas” y prefiere la idea de “impulsos innovadores intermitentes” que serían los ciclos que se estructuran en sucesivas fases de crecimiento que se alternan con fases de crisis, reestructuración y turbulencia y los trasladan a la economía-mundo capitalista.
Tomando a Braudel, su noción de ciclo sistémico de acumulación se deriva de las observaciones realizadas por el conocido historiador de la relación instrumental de capitalismo con el mundo del comercio y de la producción. Las expansiones financieras aparecen cuando aquella relación ya no es tan efectiva para incrementar el flujo de tesorería del estrato capitalista y el capital tiende a revertir a su forma dinero.
También retoma de ese autor la idea del capitalismo dependiente del poder el Estado. Esto es esencial. Pero para poder asumir la dimensión que adquiere tal conexión en el autor, es preciso recordar otro elemento. Arrighi, igual que Braudel, Wallerstein y otros, considera que la idea de capitalismo no es asimilable a “economía de mercado”. De hecho esta, si es entendida como comunicaciones horizontales múltiples entre “mercados”, ya existía antes del capitalismo. Arrighi recuerda, entre otros autores que también lo han hecho, la contribución de la investigadora Janet Abu-Lughod (1991) para fundamentar que este tipo de economía ya existía antes del siglo XVI.
Unidades de “empresa capitalista”, es decir, grandes comerciantes con una red de comisionistas, intermediarios y banqueros, no eran pues exclusivas de Europa, ya que en todo el sistema comercial eurasiático anterior también existían. Pero en ninguna parte como en Europa “estos elementos constitutivos del capitalismo se fusionaron en la poderosa amalgama que impulsó a los Estados europeos hacia la conquista territorial del mundo y la formación de una poderosa economía-mundo capitalista verdaderamente global. Desde esta perspectiva, la transición realmente importante que debe dilucidarse no es la del feudalismo al capitalismo, sino la que se produjo desde un poder capitalista disperso a un poder capitalista concentrado. El aspecto esencial de esta transición, habitualmente no tenida en cuenta, es la fusión única del Estado y el capital, que en ningún lugar se realizó de modo más favorable para el capitalismo que en Europa” (Arrighi, 1999: 25).
En este aspecto, Arrighi no puede dejar de asumir la contribución de Max Weber. El Estado como centrador del poder es una idea trabajada por el clásico de la sociología. Pero la conexión conceptual que realiza el autor italiano con la economía-mundo le da un vuelo que antes no aparecía. Las expansiones en ella han ocurrido, fundamenta en varios de sus trabajos, cuando un bloque de poder ha logrado controlar y asegurar para sus intereses una competencia interestatal.
Es decir que algunas estructuras políticas con recursos organizativos sin antecedentes fueron configurando y reconfigurando espacialmente la economía-mundo capitalista. Una región se fue imponiendo sobre la otra como centro de acumulación y lo hizo también por un proceso de imitación o de copia de lo anterior. Es decir, también se trata de la competencia entre grandes estructuras políticas por la captación del capital. La competencia interestatal, muestra el análisis, ha sido un elemento decisivo de las expansiones financieras y de la formación de bloques que han dirigido la economía-mundo capitalista hasta ahora.
Identifica cuatro ciclos en ese trayecto. El primero es el centrado en las ciudades-estado del norte de Italia con su diáspora, es decir, principalmente Venecia integrando un subsistema junto con Génova, Florencia y Milán (en ese orden de importancia) que se extendió hasta principios del siglo XVII. Nótese la importancia adjudicada a las ciudades con relación a la perspectiva con énfasis rural de Braudel y Wallerstein sobre la formación del sistema-mundo.3
Un segundo ciclo puede identificarse con Holanda, que se extendió hasta finales del siglo XVIII. Los holandeses se habían independizado de España y establecido un fuerte liderazgo basado en elementos intelectuales y morales sobre los Estados dinásticos de Europa noroccidental. En el marco del caos sistémico de desintegración de estructuras medievales, España fue aislada. Arrighi adjudicó siempre enorme importancia a la Paz de Westfalia de 1648 por la que nació un nuevo sistema de gobierno y las bases de los Estados-nación modernos. Además, se abolieron barreras comerciales generadas durante la Guerra de los Treinta Años en Europa Central (entre 1618 y 1648).
La hegemonía holandesa fue más bien efímera. Un tercer ciclo estuvo basado en Gran Bretaña, que abarcó la segunda mitad del siglo XVIII y el siglo XIX. Hasta 1815, fin de las guerras napoleónicas, Francia e Inglaterra dominaron la lucha por la supremacía reestructurando la geografía política del comercio mundial. Tres componentes identifica Arrighi en este tránsito: el colonialismo de colonos (dar una colonia en propiedad), la esclavitud capitalista (ante la necesidad de expansión de la fuerza de trabajo) y el nacionalismo económico (el Estado-nación –y por tanto un aparato estatal– que permitía la acumulación de excedentes del comercio colonial y la construcción de una economía “nacional”).
La ola de rebeldía sistémica ubicada en el Atlántico es conocida y su primera manifestación fue la declaración americana de independencia de 1776. Francia en 1789 marca el segundo gran momento. Y a partir de aquí tenemos un cuadro generalizado. Naturalmente antes de estos episodios tenemos un conjunto abundante de levantamientos y formas de resistencias de los esclavos pero, con una clase dominante unida a ambos lados del Atlántico y con una clase media cooptada, las sublevaciones tendían a ser neutralizadas.4
Beverly Silver (2005: 165-166) muestra cómo fue cambiando el anterior equili...

Índice

  1. Cubierta
  2. Acerca de este libro
  3. Portada
  4. Índice
  5. A guisa de presentación, por José Maurício Domingues
  6. Introducción
  7. Primera parte. La teoría social como guía de un viaje pleno de incertidumbres
  8. Segunda parte. Discusiones teóricas latinoamericanas, transformaciones conceptuales y proyectos de sociedad subyacentes
  9. Tercera parte. Transformaciones globales contemporáneas y el referente empresarial como proyecto de sociedad
  10. Conclusiones. La teoría social como herramienta para mirar más allá de lo inmediato
  11. Bibliografía
  12. Créditos