La visibilización arquitectónico-simbólica.
Tipología de los centros de culto no católicos
¿Cuáles son y cómo manifiestan su existencia los centros de culto no católicos en una sociedad predominante e históricamente católica como la zacatecana? ¿De qué manera viven esta realidad los ministros de culto?
El presente análisis tiene como objetivo efectuar una visibilización de los centros de culto que hemos seleccionado para esta muestra y proponer una tipología de los mismos a partir de: 1. Las características arquitectónicas y el tipo de construcción que detentan cada una de ellos para develar ,si fueron hechos ex professo para ser centros de culto o si son inmuebles adaptados para tal uso. 2. En segundo lugar, deseamos ubicarlos por el Grado de Marginación Urbana (GMU), la zona habitacional y la localidad en la que están situados. 3. En tercer lugar, por el aforo o la cantidad de miembros que pueden albergar en su interior. 4. En cuarto, por el grado de visibilización o invisivilización que poseen, es decir, si son edificaciones que se exponen abiertamente a la mirada pública e indican lo que ellas son y lo que en ellas se realiza, o si bien, aunque sean visibles, ocultan su identidad como centros religiosos y para lo que son destinados.
A la par, se exponen otras características complementarias, como el grado de movilidad (o permanencia) y la propensión a la trashumancia de dichos centros a lo largo del espacio urbano, la existencia de logo o letrero en sus fachadas, el tipo de tenencia del inmueble, su conclusión o grado de avance de edificación, los recursos con los que fueron construidos, la tipología arquitectónica y una breve historia sobre su origen.
El templo y su significado
Para Gras (2012) la arquitectura es una expresión histórica que se adecúa a su momento en lo formal, geográfico, social y económico. Si se habla del arte sacro, habrá que agregar a lo señalado los ritos y requerimientos de las religiones en cuestión. En primer lugar, todo recinto debe cumplir con el aspecto funcional para el que fue creado y permitir una atmósfera que propicie la espiritualidad consiguiente. En este sentido, agregaríamos que la arquitectura es una cristalización de múltiples elementos expresados en una materialidad formal existente en un contexto espaciotemporal, que se expone –y expone todos ellos– en una diversidad de signos que pueden estudiarse y analizarse desde varios puntos de vista. Si el ángulo para acercarnos a ella es el religioso, entonces éste le dotará de determinadas connotaciones y particularidades que la diferencian de otros acercamientos.
Más aún, dentro de esta misma visión existen múltiples formas de abordar la arquitectura religiosa y cada una de ellas privilegia ciertos aspectos y resalta ciertas características que en otras resultan secundarias; en conjunto, todas contribuyen a crear una mirada más integral del fenómeno en cuestión. ¿Qué representa el templo en las confesiones señaladas y cuáles son sus principales características arquitectónicas? No es fácil hablar sobre la significación de los templos para todos los credos, pues si al interior de ellos existen diferencias, al exterior suelen ser aún mayores. San Martín, Santa Ana y Franklin (2012) establecen que los espacios físicos obedecen a requerimientos religiosos y litúrgicos derivados de los dogmas teológicos en cuestión, los cuales se concretan en concepciones específicas del espacio sagrado. De esto último resulta que, según el caso, se consagren, se dediquen o se bendigan.
Pero lo común en todas las denominaciones es dotar de sacralidad a la presencia de la feligresía reunida y, sobre todo, a la palabra divina surgida de los textos bíblicos, lo que se traduce en cierto desdén por las condiciones materiales de los recintos arquitectónicos, puesto que una vez disgregada la congregación y, cesada la palabra, el templo no posee ningún valor ontológico. Un buen ejemplo de la relación liturgia-templo es lo que sucede con el bautismo y el baptisterio, ya que dependiendo de la concepción que se tenga del primero, se determinará el espacio físico del segundo y no será igual para aquellas que lo consideran en la etapa adulta o aquellas que ni siquiera lo contemplan como sacramento, por lo cual no habrá ningún espacio dedicado a tal fin.
Para Vidal (2012), el templo en realidad se divide en dos: el corporal y el material, de los cuales el más importante es el primero, ya que es el cuerpo del cristiano, porque así lo señala el propio Pablo, el sitio de encuentro entre el yo interior y Dios. Es ahí donde el pentecostal, en cualquier lugar y momento puede tener comunión con Dios y consigo mismo. Pero para que Dios pueda habitar en él, debe preservarlo libre de los deseos y las tentaciones de la carne. La parte material del templo es donde se relaciona el hombre con Dios; es el espacio material entendido como: “territorio, lugar, elementos o edificio consagrado para la adoración a Dios, para recibir su presencia sobrenatural, para la interacción conjunta de todos los miembros del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Aquí, la palabra clave es la comunión de los santos” (Vidal 2012, 101).
La concepción de este segundo templo se toma a partir del aposento alto, lugar descrito por los evangelistas, en Lucas, en los Hechos de los Apóstoles representaba cualquier recinto de un edificio cualquiera, lo suficientemente anónimo para no ser descubierto por los sacerdotes judíos o por los militares romanos que buscaban al Cristo muerto y su cuerpo “robado” por sus seguidores. En síntesis, las condiciones esenciales que debía cumplir eran cuatro: que hubiese cabida para todos; que pudiesen estar unánimes, al unísono en la comunión de Jesús; que pudiesen estar juntos y no separados en varios recintos y que fuese discreto para no despertar sospechas de las autoridades religiosas y militares. Estas condiciones siguen estando hoy en día en el imaginario teológico y arquitectónico pentecostal.
Ambos autores destacan a la congregación como lo primordial y como secundario el lugar en el que ella se reúne, pero Vidal especifica, para el caso de los pentecostales, que no debe ser cualquier lugar, sino poseer las características arriba señaladas, aunque ciertamente se entiende que entre sus objetivos iniciales no se encuentre el lujo. San Martín hace referencia a cierto desdén y Vidal, por su parte, al anonimato para no despertar sospechas de las autoridades. En el trabajo de campo realizado podemos decir que estos dos principios son vigentes, pero sólo al inicio, ya que, si bien en un primer momento existe cierto desdén, porque lo que se quiere es contar con algún inmueble, con el tiempo, el pastor y la membresía ponen muy especial atención y se esmeran sobremanera en adquirir o construir el mejor espacio de acuerdo a sus posibilidades. Respecto al anonimato, Vidal mismo hace la acotación al señalar que se puede transitar (y se transita de hecho) desde lo incógnito hasta la más plena ostentación pública.
En lo relativo al espacio físico, veamos de dónde provienen los elementos esenciales de los que se compone el templo. Vidal (2012) muestra que la arquitectura cristiana, como muchas otras, es heredera de ciertos principios espaciales presentes en la arquitectura religiosa universal. El cristianismo recibió préstamos de egipcios, sirios, asiáticos y griegos que se patentizan en la arquitectura de los templos de aquél, pero contextualizados al medio en el que se ubican. Tales elementos son: el altar, un eje procesional, un sentido de ordenación jerárquica y la sublimación del acceso (Vidal 2012, 259). El altar es el lugar donde se manifiesta la deidad adorada, se conceptúa como mesa, piedra o monumento religioso en el cual se inmola a la víctima, se eleva sobre el piso y se dedica a algún culto, sea en forma de ofrendas, sacrificios o plegarias. Puede ser sencillo o fastuoso, pero siempre es el modo en que el hombre expresa su fe en seres superiores.
El eje procesional estructura el espacio sagrado y conduce al creyente desde el exterior (profano) hacia el interior (sagrado), hacia la divinidad principal. Su orientación cardinal depende muchas veces de la cosmología y cosmogonía en cuestión, de ahí que deba coincidir con la trayectoria del sol, astros u otros elementos. El ordenamiento jerárquico se da en torno al altar; en los grandes templos hinduistas solía haber un sinnúmero de salas intermedias, deambulatorios, santuarios secundarios, galerías perimetrales, columnas, esculturas y varios elementos de adoración. Se transitaba desde el exterior, de espacios abiertos y luminosos, hasta una habitación pequeña, restringida y de poca luz que contenía el altar. La sublimación del acceso consiste en diferenciar radicalmente el mundo externo del interno, a través del pórtico y la puerta; hacer patente y perceptible la transición entre la materia y la mente, la carne y el espíritu, lo humano y lo divino; cruzar el umbral es transitar a otro mundo dife...