© de la obra: Ignacio Ezequiel Hutin
© de la edición: Apostroph, edicions i propostes culturals, SLU
© de la cubierta: Apostroph
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© de las fotografías del interior: Ignacio Ezequiel Hutin
ISBN: 978-84-124504-3-9
Edición: Apostroph
Corrección: Dièresi
Diseño de cubierta: Apostroph
Diseño de tripa: Mariana Eguaras
Maquetación: Apostroph
Primera edición en papel: abril 2022
Primera edición digital: abril 2022
Apostroph, edicions i propostes culturals, SLU
www.apostroph.cat
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Presentación del editor
No puedo adelantarle las acciones de Rusia. Es un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma, pero quizá haya una clave. La clave es el interés nacional de Rusia.
Winston Churchill
Entrevista en BBC Radio, 1 de octubre de 1939
Casi nadie fuera de Rusia esperaba el ataque y la posterior invasión de Ucrania el 24 de febrero de 2022, y dentro del país muy pocos debían saberlo. Al parecer, muchos de los soldados rusos ignoraban el carácter y alcance de lo que no tardó en convertirse en una sangrienta guerra pese al eufemismo utilizado por el Kremlin: operación militar especial.
La realidad no entiende de eufemismos y eso es lo que Ignacio Hutin deja patente en este libro. El autor de las páginas que siguen a esta breve presentación estuvo en Ucrania, en el Donbass, en los oblast de Donetsk y Lugansk, en las zonas ocupadas por los separatistas desde 2014 y 2015, pero también en las controladas por el gobierno de Kiev. Pudo ver por sí mismo los efectos devastadores de lo que para unos era una rebelión, para otros era una guerra civil y para otros más una guerra de independencia para unirse a Rusia. Entrevistó a civiles atrapados en el conflicto, a soldados locales y a voluntarios extranjeros, conoció a ultraderechistas de ambos bandos y a nostálgicos del comunismo soviético del lado separatista. Mantuvo el contacto con muchas de esas personas y fruto de esas relaciones ha podido escribir los últimos capítulos, con la invasión rusa ya iniciada.
Ignacio Hutin nos muestra un abigarrado caleidoscopio de personajes que blanden motivos, razones, antecedentes históricos, desconfianzas y malentendidos, un lienzo que a veces nos parecerá enloquecido y en el que todo el mundo afirma llevar razón. Pero las razones y la razón no son lo mismo, como tampoco podemos confundir la verdad con la realidad. Parecidas, sí, pero no exactamente iguales, menos todavía cuando la verdad pasa, siempre, por el falible filtro humano.
En una guerra de agresión sin provocación previa es imposible ponerse del lado del agresor, y nosotros no lo hacemos. Incluyo al equipo de la editorial, hablo en primera persona del plural, porque nuestro objetivo con la publicación de este libro es arrojar luz sobre una guerra muy compleja. La invasión rusa debe ser condenada, pero también debe ser comprendida por difícil que nos parezca.
Quiero terminar esta presentación con unas palabras de Charles E. Bohlen, embajador de los Estados Unidos en la URSS entre 1953 y 1957, justo en el período posterior a la muerte de Stalin:
Hay dos casos en los que se puede decir definitivamente que alguien es un mentiroso. Si un hombre dice que puede beber champán toda la noche sin emborracharse y si dice que entiende a los rusos.
Puede que no comprendamos a los rusos ni a su invasión de Ucrania, pero sería imperdonable no haberlo intentado.
Bernat Ruiz Domènech
Editor, 11 de abril de 2022
Prólogo
Podría decirse que fue un accidente o quizás una casualidad, quién sabe. Definitivamente no fue algo planeado y mi improvisación resultó demasiado evidente. “He visto muchos improvisados por aquí, pero tú… es como si hubieras caído a jugar. Esto es una guerra”, me dijo el vasco Jon cuando nos conocimos. Yo no sabía siquiera quiénes luchaban ni por qué, apenas llevaba conmigo algunos números de teléfono y las ganas irrefrenables de tener una buena historia para contar. Esa noche cenamos junto a otros soldados extranjeros en un bar cualquiera de Donetsk, ciudad que llevaba entonces más de tres años bajo el control de la autoproclamada República Popular de Donetsk, al este de Ucrania. Hoy son más de siete. Para los sucesivos gobiernos en Kiev se trata de una invasión de Rusia a una región en la que se habla ruso y cuyos habitantes con frecuencia se identifican como étnicamente rusos. Pero la realidad es más compleja.
El Donbass es una región histórica comprendida por las dos provincias más orientales de Ucrania, Donetsk y Lugansk, y caracterizada por su alto nivel de industrialización y urbanización, además de su cercanía, tanto geográfica como cultural y política, con la Federación Rusa. En el otro extremo del país, el occidente es predominantemente agrícola y proclive al nacionalismo. Estos dos mundos supieron convivir en paz durante casi un cuarto de siglo de independencia, pero en 2014 estalló la guerra. Soldados locales, rusos y de otros países forman ahora un ejército regular y asalariado en el que confluyen comunistas y nostálgicos del zarismo, izquierdas y derechas unidas por el enemigo común. Al otro lado de la línea de contacto hay fuerzas ucranianas que responden al gobierno central, pero también agrupaciones paramilitares de extrema derecha en las que resuena el neonazismo. De alguna forma el Donbass se convierte así en una suerte de pequeña Segunda Guerra Mundial en la que hay nazis y comunistas, pero también en una renovada Guerra Fría a escala que enfrenta a un sector apoyado por Moscú y a otro apoyado por occidente, por la OTAN. En el medio, alrededor de trece mil muertos y casi un millón y medio de desplazados internos.
Para Ucrania la guerra marcó un punto de quiebre, no solo por perder el control sobre un territorio que le representaba casi un 25% del PIB. Optó por alejarse de Rusia, hasta entonces su principal socio comercial, y se acercó a la Unión Europea y a Estados Unidos. Paralelamente, Kiev desarrolló un proceso de relectura histórica que tenía por fin deslegitimar todo pasado vinculado a la Unión Soviética y, en cambio, reivindicar a figuras del nacionalismo local, incluso a colaboracionistas del nazismo, incluso a quienes asesinaron a decenas de miles de civiles tan solo por no ser ucranianos, blancos y cristianos. Esa lógica derivó en una simplificación de lo ocurrido en Donbass a partir de 2014: el enemigo era una simple amalgama entre invasores y terroristas, no más que eso.
Ningún conflicto bélico enfrenta a un bando compuesto 100% por víctimas y a otro compuesto en un 100% por victimarios. Las épicas batallas entre buenos y malos pueden estar muy bien para películas de superhéroes, pero el mundo real requiere un mayor análisis. Podría decirse que fue un accidente o una casualidad que yo estuviera allí como periodista, en una región en guerra, con las banderas de dos repúblicas autoproclamadas como telón de fondo. Aunque también es cierto que me empujaba la necesidad de hacer ese análisis y entender la complejidad de la guerra y del día a día en dos pseudo países, autoproclamados y sin reconocimiento. Para eso entrevisté a soldados y a civiles a ambos lados de la línea de contacto, a nazis y a terroristas, a jóvenes y a ancianos, a referentes de ONGs locales e internacionales, conviví con refugiados en búnkers, visité trincheras en el frente de batalla y bases militares. Durante meses recorrí el territorio para conocer historias, especialmente de combatientes extranjeros, incluyendo a algunos latinoamericanos y a españoles. ¿Qué hacían allí? ¿Qué les impulsaba a luchar en una guerra ajena frente a un Estado europeo? Me resultaron tan fascinantes sus historias e ideas como sus contradicciones.
Lo que algunos separatistas pretendían presentar como una lucha contra el fascismo violento era también un gran negocio: el hacerse con la infraestructura productiva y con los recursos naturales del Donbass, tierra rica en carbón. Decenas de comandantes separatistas fueron asesinados o expulsados a partir de disputas de poder y dinero, y algunos perdieron la vida en circunstancias lo suficientemente extrañas como para que jamás se encontrase a los culpables. Alexey Markov fue uno de ellos: el líder de la brigada Prizrak, de Lugansk, murió en octubre de 2020 en un supuesto accidente de tránsito. Él es uno de los protagonistas de este libro.
Al momento de escribir estas líneas, la guerra en Donbass parece haber sido olvidada. La violencia y la destrucción que tan bien cotizan en la prensa internacional han menguado notablemente desde 2015. El conflicto se ha estancado. Pero no hay paz, sino meras burbujas de estabilidad precaria ubicadas bien lejos de los breves aunque frecuentes enfrentamientos. Así se desarrolla hoy una guerra en el medio de Europa, con potencias como Rusia y los miembros de la OTAN cara a cara pero no tanto: de manera lenta, escueta e imperceptible para buena parte del mundo. Una guerra invisible, congelada. Una guerra a destiempo, accidentada, a la que yo también llegué accidentalmente.
I. Para honrar su memoria
Isaac es un muchacho de barba y bigote, con ojos caídos y mirada seria. Lleva un gorro militar y un ramo de claveles rojos en las manos. Es chileno, o al menos lo era hasta fines de 2017, c...