Doctrina para todas
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Doctrina para todas

El conocimiento de Dios que todas necesitamos

  1. 160 páginas
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  4. Disponible en iOS y Android
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Doctrina para todas

El conocimiento de Dios que todas necesitamos

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Información del libro

¿Te intimida la palabra «doctrina»? Tal vez la has considerado una palabra que pertenece solamente a los estudiantes de seminario, a pastores o incluso solo a los hombres en general. Si piensas que la teología no es útil o provechosa para tu caminar personal con Dios como mujer, entonces este libro es para ti. La autora Jeanine Martínez es una maestra talentosa y ha dedicado años de su vida a entrenar a personas ordinarias a entender verdades profundas de una manera sencilla. Su metodología es simple, fácil de seguir y práctica. De acuerdo a la autora, cuando entiendes la doctrina como es mostrada en la Escritura, tu vida es transformada en un sinnúmero de maneras prácticas. Are you intimidated by the word "doctrine"? Maybe you have thought that it is a word that belongs only to seminary students, pastors or even just men in general. If you think that heavy theology is not useful or beneficial to your own personal walk with God as a woman, then this book is for you. Author Jeanine Martínez is a gifted teacher and has dedicated years of her life to train ordinary people in understanding deep truths in an easy way. Her methodology is simple, easy to follow, and practical. According to the author, when you understand doctrine as shown in Scripture, your life will be transformed in countless practical ways.

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Información

Editorial
B&H Español
Año
2022
ISBN
9781087734385
Capítulo 1
Teología
¿Quién soy?
Esa es una de las preguntas cruciales que nos hacemos en la vida. La identidad es uno de los temas más solicitados para conferencias y enseñanzas a mujeres y jóvenes en nuestro contexto. La industria de la autoayuda y contenido motivacional genera una alta demanda de influencers y oradores de carisma. También vemos algunos líderes religiosos cuyo mensaje motivacional para sentirse mejor con uno mismo no se reduce únicamente a simples frases, sino que va acompañado de algún versículo bíblico. La respuesta a la pregunta: «¿quién soy?» es el tema central de un sinnúmero de libros de autoayuda. A pesar de todo esto, vivimos en una de las generaciones más insatisfechas e insaciables.
En el Edén, Adán y Eva decidieron buscar significado, identidad y propósito fuera de la palabra de su Creador. No les resultó suficiente el habitar en relación perfecta con Él. No somos muy diferentes a ellos. Los libros acerca de la identidad se encuentran entre los más vendidos. Pero mientras más «fluida» o subjetiva es la respuesta cultural a la pregunta de quiénes somos, más confundida está nuestra generación. Continuamente las creyentes se definen como «princesas del Señor» o «guerreras de Dios», así como otros términos similares. El enfoque en uno mismo cada vez es más enfático. Tal como Adán y Eva, la «exploración» del significado en la vida y de la identidad continúa hoy en los lugares equivocados.
Nuestros antepasados y representantes de lo que hoy es nuestra naturaleza creyeron esta mentira: que necesitaban ser más de lo que eran. Actuaron bajo la premisa de que necesitaban más de lo que Dios ya les había provisto en dirección, propósito e identidad. Esta mentira los llevó a creer la promesa falsa de que «[serían] como Dios» (Gén. 3:5), cegados ante la verdad que el Creador había declarado, que ya eran hechos a Su imagen (1:26-28). Ya eran, en ese sentido, como Dios. No eran igual a Él, pero sí eran hechos a Su imagen. Eso debió ser suficiente.
Nada ha cambiado en cuanto a la naturaleza humana y, aunque cada vez tenemos más hambre de una respuesta que nos satisfaga, solo Dios nuestro creador puede aclarar y definir nuestra identidad. Fuera de Él nunca estaremos parados en tierra firme.
¿Es posible conocer a Dios?
He conocido al Señor prácticamente toda mi vida. Desde pequeña tenía muchas preguntas sobre este Ser tan maravilloso que me presentaron y en quien había creído como mi Señor. Para mí, tenía sentido que alguien estuviera a cargo del universo y de mi vida. Entendía que alguien planeara, diera origen y orden a este mundo donde la naturaleza no deja de sorprendernos. Incluso la creatividad humana es impresionante, tanto para lo bueno como para lo malo. No parece tener límites.
Con los años, inconscientemente me enseñaron que Dios es tan infinito y misterioso que no se puede conocer. Es cierto que no podemos conocerlo completamente, pero Él se reveló porque quiere ser conocido para Su gloria y nuestro bien. Tal vez habría entendido mejor si hubiera aprendido que Él no puede ser conocido en Su totalidad, como el océano entero no puede ser explorado en un solo día.
Sin embargo, necesitaba saber que Él quiere ser conocido y que ese conocimiento nos lleva a amarlo. Similar a la manera en que dos personas se conocen y se casan. Aunque toda una vida no alcance para conocerse en su totalidad, sí podemos conocer a una persona lo suficiente como para reconocer sus cualidades y carácter, amarla y hacer un compromiso con ella. Así también estudiamos a Dios a través de Su revelación en Cristo (Ef. 3:1-6), el Logos o la Palabra encarnada. Lo conocemos a través de la palabra profética más segura, Su Palabra (1 Ped. 1:19-21), con el objetivo de amarlo.
Jen Wilkin dice: «No podemos amar lo que no conocemos». Aunque es posible conocer mucho acerca de Dios y no amarlo, no es posible amarlo sin conocerlo (Prov. 9:10). Lo que Dios ha revelado de sí mismo es suficiente para que lo amemos. Pero necesitamos conocerlo primero. Nuestro amor por Él será proporcional a nuestro conocimiento de Él. En Juan 17:26 Jesús ora por Sus discípulos al Padre, diciendo: «Yo les he dado a conocer Tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos y Yo en ellos». El amor y el conocimiento van de la mano.
Identidad definida
Si quieres saber más de tu identidad, necesitas conocer correctamente a Dios. Muchas personas se identifican como cristianos, van a la iglesia, e incluso han hecho una oración de confesión, pero no conocen a Dios (Sal. 95:10; Jer. 9:3; Juan 7:28; 8:19; 1 Jn. 4:8). Pero es imposible desarrollar una identidad correcta si no hay un estándar, claro y absoluto, para definir esa identidad. Y definir la identidad en términos de preferencias es como decir: «Porque me gusta el sándwich, entonces soy un sándwich». La identidad es mucho más que nuestras preferencias, mucho más que nuestros deseos, que nuestros errores, que nuestras luchas.
Por otro lado, el estudio de Dios no es lo mismo que nuestra percepción de Él. No puedo decir que conozco a Dios basado en lo que siento. Es como si le caigo mal a alguien y me definiera apoyándome en eso. Quién soy es independiente de lo que los demás piensen o sientan hacia mí. Aún más, el Dios del universo no es quien nosotros pensamos que es basado en nuestras creencias, interpretaciones, impresiones o sentimientos. Dios es quien Él es y muchos no lo conocen de esa manera. No lo conocen realmente. Si nuestra relación con Dios ha estado basada y definida por lo que acabamos de mencionar, estamos en serios problemas. Dios me define a mí, pero yo no defino a Dios.
Definición que perdura
Nuestra identidad solo puede ser definida de manera correcta en el contexto de la relación. Sin embargo, ninguna relación de este lado de la eternidad podrá definir mi identidad completamente: esposa, madre, hija, tía, misionera. Estos roles son parte de lo que soy y de lo que hago, pero aún son temporales.
La pregunta es: ¿Quién soy inalienablemente? Dios, y solo Dios, puede definir esto para nosotros. No seré madre eternamente. El día que muera, dejaré de serlo. Un día, cuando no sea misionera, seguiré siendo definida por quién Dios dice que soy: redimida, adoptada, justificada, salvada. Todos estos verbos pasivos me dan una identidad que proviene de alguien más, basada en lo que Uno perfecto ha hecho por mí y declarado acerca de mí, y no por lo que yo he hecho por mí misma. Puesto que Cristo es eterno, creador e inmutable, mi identidad descrita por Él no puede cambiar. Nadie puede emitir un juicio mayor que el Soberano del universo. Lo repito porque es importante que lo internalicemos: si quieres saber más de tu identidad, necesitas conocer correctamente a Dios. Solo basándote en tu relación con Él y no en ningún rol o propósito humano, encontrarás una identidad completa.
No eres tus luchas, ni tus pecados
En las últimas décadas, y cada vez más, se ha infiltrado otra forma del problema de la identidad, aun en el mundo cristiano. Creyentes se identifican tanto con un área de lucha o pecado, que esto incluso llega a definirlos. Un ejemplo es la tendencia en algunos círculos evangélicos de «cristianos gay». Estas personas entienden que pueden continuar con un estilo de vida homosexual e identificarse como cristianos. Otros, con las mismas tendencias homosexuales, rechazan ese estilo de vida pero continúan identificándose con su lucha y tentación. Respecto a esto, Jackie Hill Perry, una maestra de la Palabra, artista y quien antes de su conversión vivió como lesbiana, dice en su libro «Chica gay, Dios bueno»:
No me refiero a que estos hombres y mujeres que aún son tentados por atracción al mismo sexo posean una identidad de lo que algunos llaman «cristiano gay». Como he dicho antes, no creo que sea sabio ni verdadero identificarse a sí mismo por los pecados del pasado o por las tentaciones del presente sino que solo debemos ser definidos por Cristo, quien ha vencido ambos para aquellos que Él llama suyos. Todos los hombres y mujeres, incluyéndome a mí misma, quienes son experimentados en tentación sexual somos en última instancia no lo que nuestra tentación dice de nosotros. Somos lo que Cristo ha hecho por nosotros; por tanto, nuestra identidad última es muy simple: somos cristianos.1
Y esto no se limita a homosexuales. La lujuria heterosexual también es impureza y pecado, al igual que el consumo de pornografía, el exceso de comida, el deseo desenfrenado por las riquezas y la comodidad, entre otros. Pero sin importar cuáles sean los pecados con los que luchamos, nuestra identidad solo está claramente definida y correctamente vivida a la luz de la cruz, de la vida y obra de Cristo. En Cristo, y solo en Cristo, somos y vivimos (Heb. 10:10).
Creer y vivir mi teología
La teología es el estudio de Dios y Su relación con toda Su creación, incluido el ser humano. Nuestra teología se refleja en las conclusiones que formamos acerca de Dios. Lo ideal sería que lleguemos a estas conclusiones a partir de la Biblia, pero lamentablemente la Biblia es el último lugar al que muchos creyentes recurren para definir a Dios. La teología es cómo informan mis creencias y prácticas lo que he entendido y conocido de Dios. Por esto es posible identificarse como creyente y tener una mala teología, porque todos somos teólogos (todos hemos formado algún concepto de Dios). La pregunta vital es si ese criterio de Dios que tenemos o que hemos aprendido es verdad o mentira, correcto o errado. Lo que verdaderamente creo de Dios se revela no en mi discurso, sino en mi cosmovisión (mi forma de ver la vida) y mis prácticas.
Nuestra generación, y especialmente los más jóvenes, siguen movimientos basados en su «verdad personal», en sus opiniones y emociones, y no en lo que Dios dice a través de la Biblia. No me refiero a jóvenes o personas no creyentes, porque esto no sería sorpresa. Me refiero a jóvenes cristianos. Por ejemplo, hablando con líderes de jóvenes hoy en día, muchos compartimos la opinión de que, a pesar de que unas décadas atrás advertíamos sobre esto, ya es una creencia generalizada la aprobación de la impureza sexual y prácticas sexuales fuera del matrimonio. La experiencia ministerial y en consejería nos demuestran que hoy en día una gran mayoría de nuestros jóvenes son esclavos de estas prácticas, y pocos son los que pueden tener victoria sobre ellas.
Nuestra generación invierte más energía en dar explicaciones teológicas personales, tergiversando, cambiando o relativizando la verdad, para que esta no confronte sus vidas. Por eso encontramos personas que se identifican como creyentes y apoyan la homosexualidad. Niegan que la Biblia tiene vigencia completa y autoridad sobre sus vidas, viéndolo como un menú de promesas y un complejo de ordenanzas que requieren actualización porque son arcaicas y retrógradas. Pero la verdad es verdad siempre, o no lo es. La Biblia es verdad y no puede conformarse a mis preferencias.
Una ética sexual dentro de la iglesia que rechace la inmoralidad sexual, no solo en su discurso sino también en su práctica, es cada vez más escasa en medio nuestro. Para la generación de creyentes evangélicos de más de dos décadas, la inmoralidad sexual no era un punto de discusión. Todo el mundo creía lo que l...

Índice

  1. Introducción: Teología y doctrina ¿para todas?
  2. Capítulo 1: Teología
  3. Capítulo 2: Teología propia: la persona de Dios
  4. Capítulo 3: Cristología
  5. Capítulo 4: Neumatología
  6. Capítulo 5: La Trinidad: un Dios, tres personas
  7. Capítulo 6: Antropología bíblica
  8. Capítulo 7: Bibliología
  9. Capítulo 8: Eclesiología
  10. Capítulo 9: Misiología
  11. Capítulo 10: Soteriología
  12. Capítulo 11: Guerra espiritual: ángeles y demonios
  13. Capítulo 12: Escatología: las últimas cosas