Pastor en la cultura actual, El
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Pastor en la cultura actual, El

  1. 256 páginas
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Pastor en la cultura actual, El

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Información del libro

Uno de los mayores desafíos que enfrentan los cristianos de hoy es la poderosa influencia del pensamiento secular. Los puntos de vista persuasivos pero contrarios a la Biblia, nos llegan constantemente y desde todas las direcciones. Utilizando la Biblia como fundamento podrá formar la perspectiva cristiana sobre temas clave como…• el activismo político • el culto a la celebridad • el matrimonio homosexual • la eutanasia y el suicidio • la inmigración • el ambientalismo • el entretenimiento y el escapismo • el aborto, la anticoncepción, el alquiler de vientres • los desastres y las epidemias • Dios y el problema del malSe incluye también una guía de referencias de temas con versículos de la Biblia referentes a cada tema. Es una guía que le servirá como herramienta para hallar las ideas correctas y las respuestas de la Biblia a las preguntas y cuestiones más candentes.

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Información

Año
2010
ISBN
9781955682398
Introducción
La Biblia y la vida real
La Palabra de Dios y la ética cotidiana
John MacArthur
Es común en la iglesia evangélica de hoy que las personas reconozcan verbalmente que la Biblia, como Palabra de Dios, es la autoridad definitiva tanto para lo que creen como para lo que viven. Sin embargo, en realidad, es inusual encontrar una clara relación entre esa confesión pública y la conducta que asumen.
El hecho de proclamar que la Escritura es verdadera y completa debería impedir a los evangélicos que recurrieran a otras fuentes para establecer su pensamiento y su vida. Sin embargo, muchos hacen precisamente eso. En el aspecto cosmológico, por ejemplo, la simple lectura de Génesis 1 y 2 es descartada a menudo con base en las teorías evolutivas modernas. A menudo, la apologética, la filosofía y la razón humana tienen prioridad ante las Escrituras. Y en cuanto al crecimiento de la iglesia, las encuestas demográficas, las técnicas de marketing y una teología centrada en el hombre con un evangelio flojo anulan la clara verdad bíblica.
A esta lista hay que añadir el tema de la moral y la ética. En vez de considerar la Biblia, muchos cristianos profesantes miran a la sicología y la sociología para supuestas soluciones a las necesidades personales y a los problemas sociales. El surgimiento del pensamiento posmoderno ha sesgado de manera similar el entendimiento que la iglesia tiene acerca del bien y del mal, derivando en una tolerancia no bíblica (en nombre del amor); debilitando a las iglesias hasta el punto que son tan endebles en cuanto a la verdad como lo son en cuanto al pecado. Los populares programas de televisión desde Oprah, el Show de la Noche y hasta una comedia promedio, han tenido un efecto tangible (y no para mejor) sobre la manera en que los cristianos estadounidenses consideran los asuntos cotidianos. La arena política también ha jugado un papel relevante en la conformación de una comprensión evangélica de la moral, al punto que palabras como republicano, demócrata, liberal o conservador han venido a redefinir la diferencia entre lo que es bueno y lo que es malo.
El hecho es que demasiados cristianos profesantes viven, día tras día, basados en cualquier otra cosa que no es la Biblia. Como resultado, sus prioridades reflejan las preferencias del mundo, no las de Dios. Sus patrones de comportamiento y sus planes para el futuro difieren sólo ligeramente de los de sus amigos y vecinos que no son salvos. Sus gastos revelan que su perspectiva es temporal y que están persiguiendo vanamente el tan escurridizo sueño americano. Sus faltas, cuando las admiten, reciben las mismas etiquetas libres de culpa que el mundo atribuye («errores», «enfermedades» o «adicciones», en vez de «pecados»), ya que buscan respuestas en la sicología, la medicación o la sección de autoayuda de la librería. Aunque se adhieren a una forma externa de moralismo cristiano tradicional, no hay nada particularmente bíblico ni centrado en Cristo en cuanto a cómo viven.
Sin embargo, es en la vida de los pecadores que han sido transformados por el evangelio de la gracia que una ética distintivamente cristiana debería verse complementada. El verdadero cristianismo no se define sobre la base del moralismo externo, el tradicionalismo religioso o la política partidista, sino que se fundamenta en un amor personal a Jesucristo y el deseo de seguirle, pese al costo que sea (Juan 14:15). Es sólo debido a que los creyentes han sido transformados en el interior (a través de la regeneración del Espíritu Santo) que son capaces de mostrar piedad en su comportamiento. Y el mundo no puede dejar de tomar nota. Como dijera Jesús a sus oyentes en el Sermón del Monte: «Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo» (Mateo 5:16; cf. 1 Pedro 2:12).
La esencia de la ética cristiana
La esencia de la ética cristiana, por supuesto, es el evangelio. Sólo aquellos que han sido transformados en su interior (Tito 3:5-8), porque el Espíritu de Dios habita en ellos (Romanos 8:13-14), son capaces de exhibir la santidad verdadera (Gálatas 5:22-23; 1 Pedro 1:16). El cristianismo bíblico no se ocupa primordialmente de la modificación del comportamiento externo (cf. Mateo 57), sino en una transformación de corazón que posteriormente se manifiesta en un cambio de vida (1 Corintios 6:9-11).
Una verdadera ética cristiana, por tanto, no es posible sin la obra regeneradora del Espíritu Santo. A menos que el hombre interior sea lavado en primer lugar, la moral externa y las prácticas religiosas son sólo una fachada superficial. Jesús reprendió a los hipócritas de su tiempo con estas palabras: «¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre» (Mateo 23:27). Cristo no estaba diciendo que el comportamiento no sea importante. Sino más bien que, desde la perspectiva de Dios, el corazón es lo que más cuenta (cf. 1 Samuel 16:7; Marcos 12:30-31).
Por supuesto, un corazón que ha sido verdaderamente transformado por Dios responderá en amor a su Hijo, Jesucristo (cf. Juan 8:42). Y los que aman a Jesucristo desearán seguirle y obedecer sus mandamientos con entusiasmo (Juan 14:15), tal como se encuentra en su Palabra (cf. Colosenses 3:16). Entonces, una ética verdaderamente cristiana afirma y aplica con entusiasmo las instrucciones morales que se encuentran en la Biblia. Pero no lo hace en un intento por ganar legítimamente la salvación (Isaías 64:6). Por el contrario, después de haber recibido la salvación como un don gratuito de Dios mediante la fe en Cristo (Efesios 2:8-9), está dispuesto a obedecer con un corazón amoroso (Efesios 2:10).
Si los cristianos han de vivir conforme a lo que son como hijos de Dios, tienen que vivir de acuerdo a la Palabra de Dios a través del poder de su Espíritu. Ninguna otra fuente de sabiduría ni otra intuición moral van a poder hacerlo. Por definición, ellos son gente del Libro; no sólo los domingos, sino todos los días de la semana (cf. Isaías 66:2).
La suficiencia total de la Escritura
El Salmo 19:7-9 es una de las secciones más claras y concisas de la Escritura que detallan la suficiencia y la autoridad de ella, sobre todo en lo que se refiere a la vida cristiana cotidiana.1 En ese pasaje, aprendemos, en primer lugar, que la «ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma» (v. 7a, rvr1960). La palabra hebrea traducida como «perfecta» significa completa o conjunto; y «alma», en realidad, habla de la totalidad de la persona interior. Así, la Palabra de Dios es suficiente para transformar a las personas completamente desde adentro, comenzando con la conversión y extendiéndose a la santificación de todo el hombre (2 Timoteo 3:15-17). A diferencia de la sabiduría imperfecta e incompleta de los hombres (1 Corintios 1:18-31; 2:10-16), la Biblia es tan completa que al apuntar a los pecadores hacia Jesucristo puede cambiar a las personas, a través del poder del Espíritu Santo, en quien Dios quiere que sean.
El Salmo 19:7 (rvr1960) continúa afirmando que «el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo». La Palabra de Dios es su «testimonio» a nosotros acerca de sí mismo, porque si no se nos hubiera revelado no tendríamos manera de saber acerca de Él ni de sus requisitos para nosotros. El testimonio que Dios da de sí mismo en la Escritura es absolutamente confiable; sus promesas se pueden creer y sus preceptos obedecer. Aquellos que la obedecen encontrarán sabiduría, lo que en el Antiguo Testamento se refiere a la habilidad de llevar una vida santa. La Biblia, por tanto, puede tomar personas ingenuas sin instrucción y sin discernimiento y hacerlas expertas en la toma de decisiones sabias y en la santidad. La Escritura toca todos los aspectos de la vida, incluyendo la forma en que pensamos, lo que decimos, lo que hacemos y por qué lo hacemos. Todo lo que necesitamos saber para vivir de manera santa se cubre en las páginas de la Palabra de Dios. No se necesita nada más.
En tercer lugar, el salmista señala que «los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón» (19:8a), lo que significa que los principios divinos que se encuentran en las Escrituras trazan un camino seguro para que nosotros lo sigamos. Dios nos ha dado su Palabra para que podamos transitar con éxito en nuestro camino a través de esta vida, de modo que mientras lo hagamos, experimentemos el verdadero gozo., Aquellos que huyen de la Palabra de Dios (a cualquier otra fuente de supuesta sabiduría), irónicamente abandonan al mismo tiempo el gozo y la paz. Muchos cristianos creen que van a encontrar la felicidad en las riquezas, en los logros o en la fama. Pero esas tentaciones mundanas no son más que espejismos, como lo descubriera Salomón a las malas (Eclesiastés 2:1-26). Aunque nuestro mundo, a menudo, ve la moral bíblica como un obstáculo para la felicidad, nada podría estar más lejos de la verdad. La felicidad duradera, los logros y la satisfacción no se pueden hallar en los placeres sensuales del pecado. Sólo se encuentran en Dios.
A continuación, el salmista escribe: «El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos» (19:8b, rvr1960). La Palabra de Dios que se nos manda a obedecer es «pura», es decir transparente o comprensible. Sin duda, algunas secciones son más difíciles de entender que otras (2 Pedro 3:15-16) pero, en general, la Palabra de Dios es clara sin lugar a dudas. No es difícil de explicar, confusa ni de...

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  1. Introducción