SEGUNDA PARTE:
CASOS Y COMPARACIONES
3. DEMOCRACIAS EN CRISIS: MÉXICO Y BRASIL
Alberto Aziz Nassif*
INTRODUCCIÓN: LAS PREGUNTAS CAMBIARON
HACE UNOS AÑOS las dos economías más grandes de América Latina estaban en los extremos, Brasil crecía a tasas de 7% y México estaba estancado; la democracia brasileña brillaba y en todos sus niveles era superior a México: apoyo al gobierno, satisfacción, valor al voto, mientras que en México estábamos en problemas con un apoyo bajo, falta de credibilidad en las autoridades y un enorme desencanto ciudadano. El ciclo de gobiernos encabezados por el Partido de los Trabajadores (PT) y Luiz I. Lula da Silva era de una enorme inclusión social; en cambio, los gobiernos de derecha en México eran alumnos aplicados de las recetas neoliberales. En suma, dos tipos de capitalismo, dos modelos de desarrollo, dos democracias y dos formas de gobernar (Bizberg, 2015). En ese momento la pregunta que nos hicimos fue: ¿por qué unas democracias son mejores que otras? (Aziz, 2015). Hoy todo eso es historia, por lo menos para Brasil en donde estalló una grave crisis económica y política, mientras que México siguió en la misma inercia, con un agravamiento de su crisis de inseguridad y con mayores expresiones de corrupción. ¿Qué pasó?
En 2015 había un debate en Brasil que giraba en torno a una pregunta: ¿se quería mexicanizar a Brasil? Hoy en día dicho país avanza hacia un cambio de modelo económico y en México las reformas no han tenido resultados positivos (Aziz, 2016). Hemos hecho un seguimiento de la situación de crisis por la cual atraviesan México y Brasil y, como en todo proceso abierto que no ha concluido, podemos identificar ciclos por los que pasan ambos países.
Cuando el PT gobernaba en Brasil y estaba vigente el llamado ciclo Lula (2003-2010),1 la comparación con México resultaba muy fácil de identificar con base en varios de sus indicadores: legitimidad gubernamental, política progresista, disminución de la pobreza, inclusión social y crecimiento económico. Cuando empezó la crisis brasileña, entre el final del primer gobierno de Dilma y el inicio del segundo (2013-2015), en México se abrió un proyecto de reformas estructurales, otra ronda de lo que fueron las reformas neoliberales de las décadas de 1980 y 1990. Esta segunda ronda terminó por alinear a México dentro de un proyecto de mercado y privatización de sus recursos naturales, sobre todo, por la reforma energética que abrió de nuevo la puerta a la inversión privada y extranjera.
En Brasil la crisis económica llevó de forma inevitable a una descomposición política que terminó en el juicio político de Rousseff, su destitución y la llegada de Michel Temer al poder, entonces vicepresidente. La crisis del impeachment2 develó el trasfondo de lo que se ha llamado un golpe suave, un golpe parlamentario: un cambio radical del proyecto de desarrollo. Se necesitó de un golpe para concluir con el ciclo progresista e iniciar otro de signo conservador; todavía incierto en sus alcances y temporalidad, pero diametralmente opuesto al anterior. Una hipótesis es que el golpe legislativo en contra de la presidenta Dilma Rousseff tuvo como objetivo generar un cambio de proyecto económico para terminar con los principales logros de los gobiernos del PT: inclusión, distribución del ingreso, democracia participativa. Desde el arribo de Temer se han modificado las políticas sociales y redistributivas, y se han puesto en operación cambios legislativos de carácter regresivo en materia laboral y de pensiones; asimismo, se ha puesto límite al gasto social y se han adelgazado las redes de protección para los sectores más desprotegidos (Dantas y Jabbour, 2016). Lo cierto es que en poco tiempo se han adelgazado las redes de protección social en Brasil (Fleury y Santos, 2018).
En México se han agotado los mecanismos tradicionales de legitimidad, la evaluación del presidente se ha caído; también ha bajado la credibilidad en el bloque mediático televisivo como el portavoz de la hegemonía del régimen. Al mismo tiempo, se ha instalado un nuevo mecanismo de información política en las redes sociales que crece de forma importante, sobre todo entre los jóvenes. Las promesas incumplidas del gobierno han generado un fuerte enojo social, en especial por el crecimiento de la corrupción y el empeoramiento de la inseguridad. Como hipótesis, se puede ver que el ciclo reformador que se hizo con el regreso del viejo partido gobernante (PRI) a la presidencia de la República (2013-2014) no generó resultados positivos para legitimar al régimen por dos razones, una porque muy pronto aparecieron problemas importantes de corrupción y violencia en donde el régimen quedó atrapado y fue incapaz de romper alianzas de impunidad, y otra porque los avances constitucionales disminuyeron de forma importante a la hora de las leyes secundarias y la aplicación.
La pregunta es: ¿de qué forma la crisis económica y política ha deteriorado la democracia en México y en Brasil? Si el agotamiento del ciclo de commodities, la crisis económica y el deterioro político en Brasil han terminado con el ciclo de la democracia que se construyó durante la “Nueva República, 1985-2016” (Avritzer, 2016a), entonces, estamos ante un nuevo ciclo conservador de larga duración. Después de que terminó en un fracaso el ciclo de la transición democrática mexicana, se ha instalado una regresión autoritaria (cuadro 3.1). ¿Qué se necesitaría para volver a generar un ciclo democratizador?
El desarrollo del capítulo se hace en seis partes, primero se analiza el tipo de crisis y se hace un acercamiento en cada país; luego se trata lo que ha pasado con los proyectos de desarrollo en los dos casos y se focalizan las capacidades estatales para enfrentar los retos de la crisis. Más adelante se analizan los tipos de democracia en cada país con un acercamiento al dilema que ubica el problema en las instituciones o en las correlaciones de fuerza. Con todo esto se ofrece una serie de reflexiones finales, en el entendido de que se trata de una crisis que no ha terminado en ninguno de los países.
Cuadro 3.1. Comparación entre Brasil y México
Modalidad/país | Brasil | México |
Modelo democrático/ tipo de presidencialismo | Representación/ participación Mayoritario Coalición/pactos | Representación/ partidocracia Mayoría/minoría/ Alianzas-pactos |
Perfil ideológico de la coalición política dominante | De centro-izquierda con el PT a derecha con el PMDB | De derecha a derecha (PRI/PAN/PRI) |
Estrategia de desarrollo | Mercado interno/ exportación de commodities a China | Mercado externo/ maquila exportación 80% a Estados Unidos |
Fuente: Elaboración propia.
TIPOS DE CRISIS
En cada país se ha dado una dinámica de crisis diferente, de acuerdo con su composición interna y su ubicación internacional. En la parte interna se trata de analizar de qué forma se han modificado las relaciones políticas tanto en su contenido como en su dinámica.
¿Cómo se pueden caracterizar las crisis en México y Brasil? Con el golpe legislativo al gobierno del PT y la incertidumbre que generó el cambio en la presidencia, una hipótesis es que Brasil enfrenta una crisis de tipo explosivo con características del siguiente tipo: una amplia protesta social, los poderes en confrontación, las contradicciones a flor de piel (la acusación en contra de Dilma Rousseff por un supuesto maquillaje de cifras, frente a gravísimos casos de corrupción de sus acusadores), un reacomodo de los partidos en el Congreso, que expresa una ruptura de la coalición gobernante, y la construcción de otra coalición conservadora para apresurar el cambio legislativo del proyecto de país, las políticas antiprogresistas y el ascenso de una derecha sin legitimidad social.
En la parte mexicana pensamos que se trata de una crisis de tipo pasivo, porque sin la estridencia de Brasil, muestra el derrumbe de la legitimidad de un régimen que se hunde en la corrupción (varios exgobernadores del Partido Revolucionario Institucional [PRI] y algunos del Partido de Acción Nacional [PAN], aliados cercanos de la administración de Enrique Peña Nieto, con expedientes abultados por peculado, fraude, ligas con el crimen organizado) y en la violencia (inseguridad, asesinatos, violación de derechos humanos, tortura, desapariciones forzadas, expedientes de impunidad); con una economía con bajo crecimiento y las amenazas del gobierno de Donald Trump que pegan de forma directa en el núcleo estratégico del modelo económico: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), además de la inmigración de retorno y la amenaza de hacer un muro fronterizo.
Estas crisis han seguido su curso, se ha deteriorado más la imagen de los presidentes; Temer, su gobierno y un porcentaje importante del poder legislativo, cercados por escándalos de corrupción, han adoptado la consigna de sacar adelante reformas muy impopulares de ajuste en materia laboral (terciarización, outsourcing) y la reforma de pensiones. Tal vez un gobierno sin la legitimidad basada en las urnas pueda hacer este tipo de reformas, en el entendido de que Temer no tuvo posibilidades de presentarse con éxito a la cita electoral de 2018.
Hay dos tesis que maneja el Informe Latinobarómetro 2016 y las queremos poner a prueba: la tesis de que corrupción, violencia y desigualdad siempre han existido en los países de la región, sólo que ahora ya “no son aceptables” para la mayoría de la población.
La otra tesis es que estamos ante una problemática en que los liderazgos, los mecanismos de cada sistema y el tipo de alianzas y coaliciones indican el estado en el cual se encuentran las democracias en ambos países, más que factores de tipo económico.
Crisis brasileña
La crisis de Brasil se inició por el lado económico (caída de los precios de las materias primas, baja radical del crecimiento, recesión y deterioro del bienestar) y luego llegó una crisis política explosiva que sacó del poder a la presidenta Dilma Rousseff y ha metido a la clase política en una fuerte sacudida por razones de corrupción que se ha penalizado y que aún mantiene un largo trecho de expedientes en los tribunales.
En Brasil hemos visto que en unos cuantos años se ha roto la coalición gobernante y el presidencialismo de coalición entró en crisis, en una fase con expresiones similares a las que hubo al inicio de la transición democrática; en ambos casos hubo un impeachment, pero muy diferente uno de otro (Avritzer, 2016b). La ubicación externa apunta a un cambio en el ciclo de precios altos de las materias primas; se puede destacar la relación comercial de Brasil con China. Como se ha apuntado, la crisis económica en Brasil destapa una crisis política explosiva.
La crisis brasileña se dispara en la parte económica con el fin del ciclo de precios altos de las commodities, lo que Maristella Svampa ha llamado el “consenso de los commodities”:
la hegemonía del progresismo populista-desarrollista estuvo ligado al nuevo boom de los commodities, ligada a los altos precios internacionales de los productos primarios (soja, metales y minerales, hidrocarburos, entre otros). En este periodo de rentabilidad extraordinaria, América Latina comenzó a vivir un crecimiento económico sin precedentes. En todos los países, independientemente del signo político-ideológico de los gobiernos, el boom de los commodities, y sus ventajas comparativas, permitió la ampliación del gasto social —por la vía de políticas sociales o bonos— y una reducción importante de la pobreza respecto del periodo neoliberal. En todos los países, el proceso estuvo marcado por la tendencia a la reprimarización de las economías, a partir de la acentuación de las actividades económicas hacia actividades primario-extractivas, con escaso valor agregado. En todos los países, también independientemente de los discursos político-ideológicos, lo que he llamado el consenso de los commodities, trajo como consecuencia la explosión de conflictos socio-ambientales y el inicio de un nuevo ciclo de violación de derechos humanos (Svampa, 2017).
En la parte política, la crisis de Brasil está delineada por la idea de Leonardo Avritzer, quien señaló por qué terminó el proyecto que dio vida política a la transición democrática en Brasil en los siguientes términos:
La nueva república fue, al mismo tiempo, una coalición social y una forma de organización de las instituciones políticas brasileñas. Como coalición social, la nueva república tuvo tres características: la primera de ellas fue cierto progresivismo de un centro político muy bien representado por el PMDB. El PMDB es uno de los partidos centrales de la organización política brasileña porque fue él, a lo largo de la lucha por la democratización del país, el que generó un discurso de inclusión social aceptado por las fuerzas del centro. En este sentido, la nueva república fue creada por el PMDB en 1985-86 y, probablemente, extinta el último jueves por el mismo PMDB. El segundo elemento de la nueva república fue cierta neutralidad de los sectores conservadores o de la derecha en relación con una agenda progresista que permitió que fuera acuñado, con relación a la derecha brasileña, el término “ashamed right”, una derecha avergonzada que no se expresaba en la lucha política. Nunca dejó de tener una derecha o fuerzas conservadoras fuertes en Brasil, pero fueron neutralizadas durante cierto periodo por cierta agenda de inclusión social apoyada por el centro. En tercer lugar, en la nueva república se estableció una agenda progresista que se ha vuelto hegemónica en la última década y que ha producido ese enorme proceso de inclusión social vigente hasta 2014 (Avritzer, 2016a).
Estos tres...